Juan Manuel Galán

Por Juan Manuel Galán*.- “Los Shotas” y “Los espartanos” son las dos bandas criminales que tienen azotada la ciudad de Buenaventura en el Pacífico colombiano. La violencia que generan ha traído zozobra, intranquilidad y pánico a la población, que incluso ha sufrido de desplazamiento dentro de la ciudad, dejando todo atrás, sometidos por la delincuencia.

En una entrevista publicada en el diario El Tiempo, el alcalde Víctor Hugo Vidal indicó que “son contundentes los resultados que han logrado las autoridades en cuestiones de capturas, armas y presencia. Algunos barrios se encuentran controlados, Hay capturas de cabecillas de las bandas que están haciendo daños en la zona, se han incautado armas.” Alcalde, esta situación se le salió de control. La solución no es más policía o ejército, es garantizar acceso universal a bienes públicos de óptima calidad; es más educación, justicia, salud y saneamiento básico.

Lo que se sufre en este municipio tiene un denominador común con la mayoría del país. La ausencia del estado y el proyecto político del narcotráfico, tienen a la gente a merced de la violencia y de la corrupción; son estos los fundamentos de su imperio criminal. Por eso pregunto: ¿cuántas bandas como las mencionadas han pasado por Buenaventura? El alcalde mencionó que se han hecho más de 74 capturas entre las cuales hay varios cabecillas. Sin embargo, los incentivos perversos que genera un contexto socio-económico inhumano, hacen imposible la labor de cualquier autoridad. Buenaventura está sometida, sitiada, humillada, donde las estructuras criminales se reciclan y se disputan a sangre, fuego y corrupción el dominio del territorio y el control de la población.

Todo esto solo demuestra el círculo vicioso que hay entre narcotráfico, corrupción, complicidad de algunas autoridades y violencia, donde los únicos afectados son los más vulnerables. La guerra contra las drogas debemos terminarla. En 50 años solo nos ha dejado muertos y corrupción. Si lo que pretendemos en serio es acabar con el narcotráfico, el único camino es la regulación de todas las sustancias para que el tráfico de drogas ilícitas deje de ser negocio.

¿Por qué se insiste en invertir recursos del estado en una guerra inmoral? ¿Vale la pena seguir perdiendo miles de vidas al año por la violencia que produce? ¿Quiénes hacen parte del establecimiento prohibicionista o del proyecto político del narcotráfico? ¿A qué intereses favorece la guerra contra las drogas que sustenta el negocio ilícito? ¿Quiénes ganan y quiénes pierden? ¿Cuándo vamos a decidirnos a proponer una nueva política de drogas fundamentada en la evidencia, los datos y la experiencia histórica?

El enemigo no son las drogas, es el abuso o mal uso que los seres humanos hemos hecho de estas. Si logramos proponer una nueva política sobre esta premisa básica, tendremos un avance definitivo para salir de esta guerra que solo beneficia a unos pocos. Nunca me rendiré en esta causa, como generación tenemos la obligación de superar la guerra contra las drogas.

Bogotá, D. C, 9 de febrero de 2021

*Exsenador Liberal

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Amylkar D Acosta M

Por Amylkar D. Acosta M*.- El cuento del gallo capón, que tuvo su origen en esa prodigiosa creatividad y capacidad narrativa  del pueblo raso de Macondo, lo inmortalizó nuestro laureado con el premio Nobel de literatura Gabriel García Márquez en su obra cumbre Cien años de soledad.

Según su versión, “los que querían dormir, no por cansancio sino por nostalgia de los sueños, recurrieron a toda clase de métodos agotadores. Se reunían a conversar sin tregua, a repetirse durante horas y horas los mismos chistes, a complicar hasta los límites de la exasperación el cuento del gallo capón, que era un juego infinito en que el narrador preguntaba si querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando contestaban que sí, el narrador decía que no había pedido que dijeran que sí, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón y cuando contestaban que no, el narrador decía que no les había pedido que dijeran que no, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón y así sucesivamente, en un círculo vicioso que se prolongaba por noches enteras”.

Traigo a colación el cuento del gallo capón, porque el mismo puede servirnos de metáfora a propósito del cuento de nunca acabar del dragado del Puerto de Barranquilla. En un remoto 1955, el mismo García Márquez, el cronista, relata

en su reportaje titulado “Viacrucis de Bocas de ceniza” cómo después de ser el más prestigioso muelle de embarque y desembarque de mercancías y migrantes hacia 1893, ya para 1955 estaba reducido a una “plataforma de hierro y madera” que amenazaba ruina. Y describe él la “flamante e inservible draga de Barranquilla”, la que no dudó en mostrarla como “un montón de hierro viejo” y retorcido.

A lo largo de todo el año de todos los años se registra con asombro cómo debido a las dificultades de la operación y la operatividad misma del Puerto de Barranquilla estas están seriamente comprometidas por el bajo calado, el cual impide que arriben embarcaciones sin exponerse a terminar encalladas en los bancos de arena producto del sedimento que arrastra el rio  Magdalena hasta su desembocadura. Esta circunstancia genera incertidumbre y sobrecostos enormes, pues las embarcaciones parten desde su puerto de origen sin saber si a su llegada pueden atracar en este puerto y no pocas veces deben ser desviadas a puertos vecinos para aligerar parte de la carga, la que posteriormente debe transportarse por tierra hasta las bodegas de destino de la misma, con los sobrecostos que dicha operación de transbordo conlleva. Esta calamitosa situación ha repercutido y de qué manera sobre el Puerto de barranquilla, al punto que después de ser desde finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX el principal Puerto marítimo de Colombia a ser de quinta, después del de Buenaventura, el de Tumaco, Santa Marta y Cartagena.

A lo largo de la última década han desfilado por allí un sinnúmero de dragas para la remoción de los sedimentos, tratando de garantizar y estabilizar un mínimo de calado, mediante el mantenimiento de la operatividad del Canal de acceso al Puerto, sin lograrlo. Constantemente, ante el inminente cierre del Puerto, se está apelando a la declaratoria de la urgencia manifiesta, de dudosa factura porque su recurrencia advierte la ausencia de hechos imprevisibles y sobrevinientes que las justifiquen, para contratar en volandas el dragado. Ello, con el fin de restablecer los niveles operativos y las condiciones de navegabilidad en el canal de acceso al Puerto.

La contratación de dichas dragas corre por cuenta de la Corporación Autónoma Regional del Río Gran de la Magdalena y más recientemente se han venido adelantando estos procesos a través de FINDETER. El 6 de marzo de 2020 inició operaciones de dragado la empresa Shangai Dredging, con el compromiso establecido en los términos de referencia del contrato de obtener de manera sostenible un calado de 10.20 metros. Sin embargo, según lo denuncian miembros del Comité Intergremial del Atlántico, transcurridos más de 8 meses de ejecución de dicho contrato durante el 53% del lapso transcurrido el calado ha estado por debajo de 9.80 metros “y sólo alcanzó este nivel en el 47% de dicho tiempo”. Ello llevó a afirmar al Director de Asoportuaria Lucas Ariza que “la situación en el canal de acceso del Puerto es crítica”. Él ha insistido una y otra vez en que se necesita “un calado óptimo en todo el canal para seguir prestando el servicio de importación y exportación de mercancías sin molestar a nadie”. Pero en este caso, como diría el Poeta León de Greiff, todo pasa sin que pase nada!

Ha sido tan patética la situación planteada y tan grave como continuado el deterioro de las condiciones de navegabilidad que habiendo sido una de las principales motivaciones para la construcción del nuevo y monumental Puente Pumarejo fue posibilitar que por debajo del mismo pudieran transitar buques de mayor calado hacia la zona industrial de Malambo y Ponedera, ello está descartado. Es más, según el Director de CORMAGDALENA Pedro Pablo Jurado la estructura del nuevo puente aumenta la sedimentación en detrimento de la navegabilidad del mismo. Ello, a causa de que ha inducido un “cambio en la dinámica del Río por la presencia de las Pilonas”. Vea, pues!

Santa Marta, febrero 6 de 2021

*Expresidente del Congreso y Exministro de Minas y Energía

www.amylkaracosta.net

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José Félix Lafaurie Rivera

Por José Félix Lafaurie Rivera*.- “Lo que mal empieza mal termina”, y el manejo de EPM, una empresa tan importante o más que la alcaldía de Medellín –con filiales en cinco países, es la segunda más grande después de Ecopetrol–, empezó mal desde que, incumpliendo una promesa y echando por la borda el gobierno corporativo, Daniel Quintero nombró a dedo a un gerente “amigo”, o mejor, “de bolsillo” porque esa amistad sí resultó “un barco frágil de papel”, cuando el señor Rendón, criticado por no tener el perfil para un CEO de ese nivel, se dio cuenta de lo evidente: que su amigo lo que necesitaba era un títere que “le copiara”.

La cosa fue fácil cuando de llenar vacantes se trató, en un proceso en el que otra vez se desecharon las prácticas de gobierno corporativo, remplazadas por la tradicional de pagar favores políticos; pero cuando Rendón no quiso “copiarle” al alcalde en decisiones estratégicas, su salida se precipitó y, para que no quedara duda, terminó doblemente por fuera: renunciando ante la Junta y echado por el alcalde.

La siguiente alcaldada fue novelón durante 2020, cuando el novel burgomaestre, él solito, otra vez sin consultarle a la Junta, emprendió un billonario proceso de conciliación con el consorcio constructor de Hidroituango, que generó la renuncia de la Junta y su remplazo por una que también “le copiara”, en la que hay exmagistrados y hasta filósofos, pero poco de experiencia empresarial para una organización de esas dimensiones.

Ese importante aporte de alta gerencia, que llenaba el empresariado antioqueño, se perdió porque “Daniel” también peleó con ellos, aunque es una pelea de “hacernos pasito”, porque nadie quiere enemistarse de frente con el alcalde. De hecho, Quintero se ha ufanado de su apoyo, algo que los empresarios no confirman pero tampoco desmienten. Lo cierto es que, ante el desencuentro y la primera crisis, le montaron una veeduría, “Todos por Medellín”, a la que el alcalde le sonríe “de dientes para afuera”.

Hasta aquí el recuento, pero hay tres aspectos que quiero resaltar: El primero, que dada la importancia estratégica de EPM para la economía nacional, el problema ya no es solo de los antioqueños, en lo bueno y en lo malo. Ya lo vivimos con el descalabro de Hidroituango, pero también con proyectos exitosos y con el efecto de la empresa como dinamizador económico. Si el proceso de desintegración corporativa se sale de madre y empieza a tener efectos más graves –ya los ha tenido– sobre la credibilidad y solidez de EPM, los platos rotos los pagaremos todos los colombianos.

El segundo es una pregunta: ¿Quién está detrás de Quintero? Es un secreto a voces que César Gaviria teje en EPM su telaraña clientelista, pero “Daniel” es impredecible. De conservador a liberal, peleó con Gaviria y se arrimó a la Colombia Humana contra Duque y en favor de Petro, quien hoy sonríe, mirando a 2022, cuando en la tradicional Antioquia “Daniel” agita la lucha de clases y trina amenazante que “Medellín ya no les pertenece. Colombia ya no les pertenece”.

El tercero es una alerta. Esos gobiernos “alternativos”, de izquierda declarada o claramente manoseados por la izquierda de siempre o el “progresismo” socialista de ahora, han sido un desastre que Bogotá conoce porque lo sufrió durante doce años de estancamiento, entre la demagogia populista de Lucho, la corrupción de Moreno y la polarización arrogante de Petro. Hoy lo vuelve a sufrir con la incoherencia pendenciera de López, como lo sufre Cali con Ospina y Medellín con Quintero.

Por ahora, que Dios libre a EPM, a Antioquia y a Colombia.  

Bogotá, D. C, 6 de febrero de 2021

*Presidente de FEDEGAN

@jflafaurie

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Robinson Castillo

Por Robinson Castillo*.- Los mandatarios se juegan toda su reputación en esta pandemia, dependerán de la gestión, pero muy particularmente de la forma en que la comunican. Después de 10 meses de esta batalla, se puede hacer un análisis más detallado. Es la guerra comunicativa.

Y no es exagerado acuñar la palabra guerra. Los estragos de la peor crisis sanitaria en cien años, son demoledores. Y se debe acertar con capacidad quirúrgica en la comunicación.

El presidente Iván Duque es el referente número uno en medio de esta batalla contra el virus. Su principal arma de información es un programa diario de televisión. Recientemente en diálogo con Noticias Caracol, el mandatario precisó que mientras persista la pandemia, el espacio continuará al aire. Pero aún esperamos una gran ofensiva comunicacional.

La vecina del presidente, la alcaldesa Claudia López, al principio se notó más involucrada con la gente, cercana, en los zapatos de los capitalinos, pero se aplicó más en una constante puja con el gobierno. Más política que comunicación. Sus recientes vacaciones suspendidas, en plena subida del segundo pico, le representaron una considerable caída en su imagen. No hubo coherencia discursiva.

Daniel Quintero, el alcalde de Medellín, parece tener el efecto de sus constantes cambios de camisetas políticas a lo largo de su vida pública. Es desafiante, aunque se le abona que al principio usó símbolos creativos, como ponerle tapabocas a las estatuas de Botero, aunque se ha ido desdibujando, se concentró más en las peleas con el empresariado paisa y ni hablar de la crisis de EPM.

El otro caso de desconexión con la gente es el alcalde de Cali Jorge Iván Ospina. Al inicio de la pandemia fue indisciplinado con la comunicación, al dar a conocer cifras de fallecidos en su ciudad, por fuera del consolidado nacional que entrega el gobierno todas las tardes. Al finalizar el año concentró sus esfuerzos en la multimillonaria feria virtual de la capital vallecaucana.

Son sin duda mandatarios diferentes, con estrategias distintas y por supuesto, con diferente cantidad de muertos encima, víctimas del coronavirus. A su favor se puede decir que para esta crisis nadie estaba preparado, actuaron más por reacción y eso conlleva errores, pero también aciertos, para salvar el mayor número de vidas posible.

Pero de comunicación de riesgo, poco o nada. Que es el verdadero alcance de los métodos comunicativos para afrontar una pandemia que todo lo cambió, hasta la manera de informar a la gente. Aún la mayoría no lo ha entendido. Comunicación para cambiar hábitos, no para fomentar la indisciplina.

¿Quién va ganando la batalla comunicativa? Aún es prematuro sacar conclusiones definitivas, falta el desafío más grande jamás visto en el ámbito de la salud: La vacunación masiva.

La gente requiere certeza ante la incertidumbre. Del éxito o fracaso regional de la aplicación de las vacunas, dependerá la inmunización política de muchos. La primera región que retorne a la normalidad, su mandatario será el vencedor de la guerra comunicativa. Y política.

La pregunta incómoda

¿Qué tanto cambiará el mapa político el éxito o fracaso de la vacunación?

Bogotá, D. C, 5 de febrero de 2021

*Comunicador Social Periodista

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Gabriel Ortiz

Por Gabriel Ortiz*.- Es apenas normal que los gobernantes se sientan dueños de los estados que les encomendaron manejar; y que quienes los asesoran construyan unos asfixiantes muros que los separan de quienes fueron sus amigos, confidentes y correligionarios. Estadistas, regentes y reyes caen las garras de melifluos y amanuenses. Hay otros más dañinos que a distancia ordenan, influyen y reprenden.

El poder y la ambición deslumbran, a tal punto que conducen a los más vigorosos e imperiales a cometer crasos errores que los alejan y aíslan  de quienes fueron por años de los años sus amigos, confidentes, aliados, partidarios y rumberos. De esos que a nada aspiran y que no están tras las migajas que ofrece el poder, porque solo aportan generosidad, lealtad y consejos honestos.

Esta última senda puede ser el escalón que anhela el elector pensante. Ese que creyó en las promesas, en las reales intenciones y en la pulcritud de quien llega a la cúspide del poder. Conjugando estos propósitos puede un líder alcanzar la perfección de los mandatos que permiten a los pueblos el progreso, la paz y la felicidad.

Así se rompen las odiosas asfixiantes camarillas que cambian rumbos y programas íntegros y que fabrican falsos derroteros, inquinas, desorientaciones y corrupción.

Colombia es un país que quiere salir de la encrucijada que la tiene al borde de la destrucción y de caer en las redes y telarañas de quienes conforman camarillas que diezman la confianza y las ilusiones de un pueblo que lucha para rubricar la paz sin calificativos, los asesinatos de líderes, los grupos armados que secuestran, extorsionan, utilizan motosierras y se lucran del narcotráfico.

Colombia es de todos como lo dijo el Presidente Duque. De quienes votaron por él y de quienes lo hicieron por otros caudillos. Por ello, fastidió la postura de su Procuradora, cuando habló de “nuestro gobierno”. Ella, más que nadie, tiene que saber que su cargo es para toda Colombia, no para una camarilla y que el mandatario es de todos los compatriotas, no de la “ciudadanía que salió a votar verraca” contra la paz o a favor de Duque.

Esa la razón para que se imponga el propósito gubernamental de fortalecer cada vez más la hegemonía uribista y solo uribista. Así se impide que ingente cantidad de colombianos pensantes, idóneos, competentes, honestos y leales, puedan llegar al gobierno. El odio y los árboles, no permiten ver el bosque. Imposible que un presidente joven, se deje llevar por esas ideas y prive a su patria de gente tan capaz y que con voluntad y firmeza pueden modificar el concepto que, según las encuestas, se tiene de su gobierno. Es posible que esta pandemia haga que las cosas cambien y que las supuestas vacunas cambien rumbos y propósitos alejados de lo que acosan las asfixiantes camarillas. 

BLANCO: Las vacunas que empiezan el 20.

NEGRO: La nómina del Emisor.

Bogotá, D. C, 5 de febrero de 2020

Periodista. Exdirector del Noticiero Nacional, Telematinal y Notisuper

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Paloma Valencia

Por Paloma Valencia*.- Algunos han salido a aplaudir la imputación de cabecillas de las Farc como máximos responsables del delito de lesa humanidad por haber participado en la decisión de dicha guerrilla de tener una política de retención ilegal de personas y cobro por su libertad, con el ánimo de financiar la organización. Fueron imputados 8 exguerrilleros, uno de ellos ya muerto. Les dan 30 días para que decidan si reconocen o no su responsabilidad y respondan los requerimientos individuales formulados por las víctimas.

Vale la pena resaltarlo como un hecho positivo; sin embargo, tampoco podemos exagerar en su significación. En 2018 fue la primera audiencia de este caso y citaron 32 exmiembros de las Farc, de los cuales algunos no aparecieron. Ese mismo año fue denunciada penalmente July Milena Henríquez y la directora jurídica, Martha Lucía Zamora, por unos audios que parecen favorecer a los miembros de esa guerrilla en los permisos para salir del país; y lo que es mucho más grave, una reunión preparatoria de esa audiencia. Y hay cuestiones que aún no me quedan claras: ¿Por qué fueron citados solo 32 en la primera audiencia? ¿Por qué fueron excluidos los otros 214 guerrilleros, también miembros del Secretariado de las Farc, comandantes de bloque y de frente? ¿No son ellos también máximos responsables? ¿No fueron acaso también coautores mediatos e inmediatos y responsables por mando?

También me interesaría que nos explicaran por qué de los 32 guerrilleros inicialmente citados solo quedaron 8. ¿Qué permitió que los excluyeran?

Muchas víctimas insisten, y creo que con razón, en que el secuestro no puede considerarse conexo al delito político. El secuestro no era un mecanismo de financiación, ‘‘sino un delito de venganza social cuya motivación primordial era expresar el resentimiento de los guerrilleros y el odio interior que profesaban, lo cual no tiene ninguna conexidad con el conflicto armado’’ (Fevcol)

Más allá de esto me quedan varias preocupaciones. Se imputó el delito como autores mediatos de la creación de la política y la responsabilidad de mando por los secuestros; se ordenó la verdad sobre las personas desaparecidas y el plan para encontrar sus restos. ¿Qué pasará con los autores materiales? Aquellos que efectivamente torturaron a miles de colombianos, que los tuvieron en jaulas, con hambre, con dolor físico, con cadenas… Han pasado ya tres años y apenas vamos en la imputación para los que promulgaron las “políticas de secuestro”, ¿Y la verdad sobre cada uno de los secuestros sucedidos?

Esos que aplauden dicen que esta es la prueba de que no habrá impunidad. Lo que me ha hecho volver a pensar en que significa impunidad…Para mí, y creo que en esto coinciden muchos, impunidad es no recibir sanción por el delito. Una pena irrisoria como la pactada es impunidad. No importa que los imputen, los juzguen y los condenen.

Impunidad ya hay. Tenemos hoy congresistas responsables de crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra, entre los cuales los de privaciones de la libertad, homicidio, asesinato, desaparición forzada, toma de rehenes, responsable de la política de privar de la libertad a oficiales y suboficiales de las fuerzas armadas y la policía puestos fuera de combate, para forzar un intercambio por guerrilleros presos. Es senador.

¿Cómo puede ser una mejora para nuestra democracia -a la que le sobran ya corruptos- adicionarle criminales de lesa humanidad?

Bogotá, 4 de febrero de 2021

*Senadora del Centro Democrático

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Jairo Gómez

Por Jairo Gómez*.- ¿Habrán llegado a la madurez política la izquierda o el centro izquierda en Colombia? Lo pregunto porque este iris político de la ideología en nuestro país no ha logrado superar ese infantilismo que lo atosiga, que no lo deja sentarse a la mesa a debatir con sensatez y sin egoísmos el futuro de un país sumido en la crisis más adversa que hayamos conocido los colombianos en los últimos cincuenta años.

Es tal la absurda confrontación que no le permite mirarse para adentro y hurgar entre sus líderes si entre ellos cuentan con alguien capaz de asumir con responsabilidad la presidencia del gobierno.

Pero además súmele aquellos vergonzantes de izquierda o centro izquierda que se ocultan en sus contradicciones para evitar ser descubiertos y optan por declararse únicamente de centro; una enfermedad pequeñoburguesa de la cual les cuesta sanarse. Es un extraño y sorprendente infantilismo político lo que frena el impulso desde este lado de la banda  ideológica. Alguien decía por ahí, y lo equiparo con Colombia, que si estuviésemos en tiempos pasados, cabría inscribir lo que ocurre en la izquierda -desde una perspectiva leninista- en una dialéctica entre un “infantilismo de izquierda” y un “espíritu pequeñoburgués”.  

Se les olvida la historia más reciente y poco se explora sobre ella para aprender. Por supuesto que se han dado pasos importantes y la izquierda o centro izquierda ya no es una fuerza marginal sin nadita que comer. Tiene de donde y así lo demuestra la primera elección de un alcalde de izquierda en Bogotá como Lucho Garzón y después la llegada de Gustavo Petro. La de Samuel Moreno no la cuento, pues solo al Polo Democrático se le ocurrió inventarse la idea de que el nieto del exgeneral Rojas, era de izquierda. Los resultados de esa falta de coherencia política o el infantilismo de no creerse el cuento lo sigue pagando con creces. Y porque no, agregar a Claudia López, una alternativa lejos de la tradición política que derrotó a un delfín que hoy posa de social demócrata.  

Claro que se ha ganado en madurez política, pero a mi modo de ver esa madurez se ha despilfarrado y para el 2022 no se debe repetir. La izquierda o centro izquierda debiese ser el núcleo de un convocatoria que sume a su alrededor a las demás fuerzas políticas y no al contrario como ha sucedido en el pasado: la izquierda sumándose para adornar el paisaje democrático del país; es decir, no puede seguir siendo “perejil de toda boda”, como dicen las señoras de Carulla.

Las circunstancias políticas así lo imponen y para lograrlo la izquierda o centro izquierda debe proponer una agenda robusta que busque la verdadera transformación del país, es decir, proponer para cumplir un programa de gobierno. Ese es el almendrón: una propuesta seria, de cambio y reformadora.  

Todo está servido para que Colombia vote por reformas sin temor a que las llamen populistas; no hay que temerle a este término que la élite del libre mercado satanizó con la anuencia de sus medios de comunicación corporativos. Se oponen al cambio de las reglas juego. Para el neoliberalismo como dijo Ronald Reagan, presidente de Estados Unidos (1981-1989), “el gobierno no es la solución a los problemas, es el problema”.

Por tanto, la izquierda o centro izquierda es la llamada a tener una respuesta contundente a esa inmensa rabia y frustración acumuladas que hay entre los colombianos; aquí se trata de rescatar el capitalismo para todos y quitárselo a unos pocos como se repite constantemente en algunos foros académicos, económicos y políticos, menos en Davos, Suiza.   

Quién se opone, y es un mensaje que le debe llegar al ciudadano más allá de una etiqueta política o partidista, a que se reformen una reglas de juego que hoy están a expensas del libre mercado; quién se opone a que se regule la propiedad de la tierra, los monopolios que deprimieron hasta desparecer a la pequeña y mediana empresa, la contratación pública controlada por el sector privado; quién se opone a que metan en cintura los bancos y a estos se les monte una competencia de una banca pública; y, por supuesto, quién se opone a hacer cumplir la ley.

Quién se opone a que en el 2022 se elija un un nuevo congreso que rompa con el filibusterismo parlamentario que se opone a que la política se transforme y elimine la financiación de las campañas por la empresa privada, se logren reformas sustanciales a la educación, la salud y una igualdad salarial entre hombres y mujeres; mujeres que deben acceder en igualdad de condiciones en cargos de representación pública.

Esa es la agenda que debe liderar la izquierda o centro izquierda y para lograrlo la unión es imprescindible. Ese debe ser el punto de partida.

Bogotá, D.C, 2 de febrero de 2021

*Periodista y Analista Político.

@jairotevi

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Guillermo García Realpe

Por Guillermo García Realpe*.- Con los crespos hechos, así literalmente dejó el Ministro de Salud Fernando Ruíz, a los colombianos, tras su ausencia en la Audiencia Pública convocada por algunos senadores de la Comisión Quinta del Senado el pasado martes 26 de enero. El alto funcionario, no sólo se excusó, sino que tampoco delegó su representación en este importante control político para abordar lo concerniente al Plan Nacional de Vacunación y para que le contará al país todo el proceso de adquisición de las vacunas por parte de Colombia. 

No fue un desplante al Senado, fue un desplante al país en general, es una muestra más de la indolencia de este gobierno por una preocupación que es nacional, por un tema sumamente importante que todos queremos saber y conocer, porque está en juego la vida de la gente. 

La Audiencia Pública era el escenario propicio para que el gobierno resolviera una cantidad de dudas e inquietudes acerca de la contratación de las vacunas, la capacidad para gestionar las entregas, el proceso de logística, el cronograma de vacunación, la aplicación del biológico a los compatriotas que habitan la periferia, en fin, queríamos que fuera un espacio de interlocución, donde se le contara a los colombianos de manera transparente y de frente todo alrededor de lo que hoy es un misterio, debido a la figura de “confidencialidad” de la cual últimamente se habla mucho. 

Y es que desde un principio no se le dijo la verdad al país, el pasado 18 de diciembre el presidente Iván Duque anunció con bombos y platillos que en las primeras semanas de 2021 empezaría la vacunación, ya estamos terminando enero y no tenemos ni jeringas. Ahora, nos dicen que febrero llegarían las vacunas del mecanismo COVAX, pero la Representación en Colombia de la OPS-OMS ya anunció que eso sólo será posible hasta marzo. Y mientras tanto la estela de muertos sigue aumentando en cada rincón de la patria día tras día. 

Según estadísticas globales, Colombia lamentablemente está dentro de los 11 países con más muertes y es una de las tres naciones donde no se recomienda vivir debido al mal manejo en el control de la pandemia, es una pena, pero es nuestra triste realidad. 

Ahora, según el prestigioso The Economist, Colombia sólo será vacunada masivamente a finales de 2022, seguiremos entonces sometidos a eternos confinamientos, toques de queda, restricciones a la movilidad, picos y cédula, y mientras tanto el virus haciendo de las suyas y matando a más hombres y mujeres de nuestra patria. 

A este paso, seremos los coleros en inmunizar a nuestra gente, mientras países de la región como Ecuador e incluso Bolivia ya cuentan con sus primeras dosis, y otros como Argentina, México y Brasil ya han inmunizado al 0,6, 0,5 y 0,4 por ciento respectivamente de su población, en Colombia apenas existen decretos y una improvisación a escala superior que nadie entiende. ¡Realmente es vergonzoso! 

Se dice ahora que, una vez lleguen las vacunas, se espera que sea el 20 de febrero, serán las EPS las encargadas del proceso, pero sí no han podido hacer más de 70 mil pruebas diarias, ¿serán capaces de aplicar 223 mil vacunas por día? Ese es otro gran interrogante que queda en el aire, ya veremos si eso se convierte en otra talanquera en el Plan Nacional de Vacunación, por el bien del país, hacemos votos para que no sea así. No merecemos esa suerte. 

Finalmente, también nos preocupa la situación de miles y miles de colombianos que habitan la periferia y la Colombia marginal, necesitamos que ellos también tengan cobertura y acceso eficaz a la vacuna, no es posible que regiones como Nariño y otras que no cuentan con disponibilidad de equipos y personal médico, estén remitiendo enfermos a punto de morir a Cartagena y Barranquilla porque no tiene manera de atenderlos, pero también el interrogante tiene que ver en la distribución de las vacunas que irán a siete ciudades que tienen infraestructura y disponibilidad, pero nosotros estamos demandando que haya inmediatez entre esos centros regionales con los departamentos periféricos.

Quienes planteamos interrogantes y observaciones no podemos ser descalificados por el gobierno como politiqueros o populistas, estamos en defensa de un derecho legal y constitucional de promover la salud y la vida para los colombianos.

Bogotá, D. C, 1 de febrero de 2021

*Senador Liberal

@GGarciaRealpe

 

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Juan Camilo Restrepo

Por Juan Camilo Restrepo*.- El episodio de Fenalco Antioquia fue un hecho nuevo de un problema antiguo. Que reafirma, una vez más, por qué los gremios no deben participar en política.

El gerente de Fenalco Antioquia participa como promotor en el comité que busca controvertir la revocatoria del alcalde de Medellín. Inmediatamente un grupo nutrido de afiliados de Fenalco Antioquia anuncia su retiro del gremio, en protesta por lo que consideran una intervención indebida en política.

La mayoría de los gremios tienen en sus estatutos la explícita prohibición para que como entidad colectiva o a título personal sus directivos participen en política. Muy a menudo esta prohibición se incumple abiertamente. Pero en el caso de Fenalco Antioquia ha generado una fuerte crisis y ha resultado ruidosa.

La prohibición -a menudo consagrada a nivel estatutaria como queda dicho- para que los gremios participen en política, obedece a una razón muy sencilla: como los gremios agrupan afiliados que se supone tienen diferentes tendencias políticas es de sentido común que un pronunciamiento gremial de carácter político agrada a unos y molesta a otros. Los gremios no están para participar en política sino para gestionar y defender intereses  de los afiliados que les sean comunes a todos ellos.

Los gobiernos no siempre respetan la independencia política que debe rodear la actuación de los gremios. A menudo cortejan a los directivos gremiales para que adhieran a tal o cual manifestación de carácter política. Sobre todo, cuando se trata de gremios con un numero amplio de afiliados como es el caso de Fenalco. Eso debió ser lo que sucedió con el alcalde de Medellín y el gerente Pineda de Fenalco- Antioquia. En otros casos la causa de la desfiguración con sesgos políticos nace de los mismos directivos que afanosos por posicionarse políticamente no tienen ningún reato en comprometer abusivamente sus gremios en causas partidistas.

Desde cuando Miguel Urrutia hizo hace una treintena de años sus estudios sobre la actividad gremial en Colombia, las cosas han cambiado mucho. En primer lugar, han aparecido a nivel nacional y regional los llamados “consejos gremiales” que restan importancia a las agrupaciones gremiales individualmente consideradas. De hecho, el consejo gremial nacional es mucho más importante hoy en día que los gremios que lo conforman. En los años sesenta y setentas del siglo pasado no era así.  Había un gran gremio: la ANDI y algunos otros. Pero no existía la figura del consejo gremial. De hecho, hay hasta un chiste que dice que la ANDI perdió la preeminencia que siempre tuvo desde que dejó de “desensillar en palacio”. En política económica no se movía una hoja en el país si la ANDI no estaba de acuerdo. Hoy ya no son así las cosas.

En segundo lugar: la frontera entre lo que es una intervención en política y una actuación estrictamente gremial es difusa. Aunque en el caso de Fenalco-Antioquia era claramente una intervención política (por la que el gerente Pineda pidió excusas inicialmente y a la postre terminó renunciando) no siempre es así de claro. Todo depende del buen juicio de cada dirigente gremial: existen aquellos que comprenden que su función es representar exclusivamente los intereses económicos y sociales comunes de los afiliados, al paso que los hay también que utilizan la tribuna gremial para hacerse autobombo y promocionarse políticamente. Este último caso es especialmente delicado cuando el dirigente gremial que interviene en política maneja a la vez recursos parafiscales (es decir, recursos públicos) que son utilizados para promocionarse en el terreno político o partidista. Tanto más en el clima de polarización que vive Colombia.

Pero es evidente que los gremios ya no manejan la influencia que llegaron a tener en la segunda mitad del siglo pasado. Su papel es hoy más técnico que en aquel entonces. Ninguno de ellos “desensilla en palacio” y su participación en política sigue estando prohibida. Por eso el episodio de Fenalco-Antioquia resultó tan ruidoso.

Bogotá, D. C, 1 de febrero de 2021

*Abogado y Economista. Exministro de Estado.

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Mauricio Cabrera Galvis

Por Mauricio Cabrera Galvis*.- Esa celebración de la palabra que es el Hay Festival ha sido muy diferente este año de pandemia. En lugar de los salones abarrotados y las largas colas bajo el sol cartagenero para entrar a oír a los artesanos de la palabra, esta vez nos sentamos solitarios frente a una pantalla donde podemos ajustar el volumen, repetir la explicación que no entendimos y hasta escoger la hora para verlos en diferido.

Puede ser más cómodo y eficiente, y hay que agradecer a los organizadores del Festival el enorme esfuerzo para hacerlo virtual y dar la posibilidad a miles de personas de que lo disfrutemos; pero falta lo esencial del contacto humano, compartir con el vecino de silla la frase que nos impactó, esas charlas sin principio ni final a la entrada o la salida de los conversatorios, las tertulias en la librería sintiendo en los dedos el papel de los libros al pasar las hojas.

De todas maneras ha sido una maravillosa oportunidad de deleitarse oyendo a Padura, a Juan Gabriel Vásquez, a Paul Auster, a León Valencia, a Isabel Allende y a tantos otros escritores. Pero como la deformación profesional pesa, también a los economistas y científicos sociales que nos alejan un poco de la realidad de la literatura para enfrentarnos a la ficción de lo que está sucediendo en el mundo.

Aunque son inspiradores filósofos como Michel Sandel o Peter Singer, y es muy interesante ver a Piketty hablando sobre su último libro –Capital e Ideología- sin duda el plato fuerte de este año fue la premio Nobel de economía Esther Duflo quien, gracias a las acertadas preguntas de Ana María Ibáñez, expuso con claridad algunas de las tesis más llamativas de su libro Buena economía para tiempos difíciles.

Por ejemplo, explicó por qué el crecimiento del PIB no debe ser el objetivo principal de los gobiernos porque lo más importante es el bien-estar de toda la población. No niega la importancia de que el PIB crezca, pues es indispensable para tener recursos que permitan elevar el nivel de vida, pero esto es solo un instrumento, no un fin en sí mismo. Si el crecimiento no se distribuye bien, y se queda en los bolsillos de unos pocos, la política es equivocada porque aumenta la desigualdad.

Más aún, tampoco basta el bienestar de la población si no se respeta la dignidad de las personas. Para ella las protestas populares en Chile son la reacción de un pueblo que ha elevado su nivel de vida pero que han visto aumentar la desigualdad y reclaman dignidad.

Duflo critica a los economistas que proponen recetas para el crecimiento a partir de creencias ideológicas y políticas sin sustento en la realidad. Una de las más difundidas desde las épocas de Reagan es la supuesta necesidad de reducir impuestos para estimular la inversión y acelerar el crecimiento; o la creencia de que es necesario mantener salarios bajos para aumentar el empleo. La opinión cualificada de la mayoría de los economistas reconoce que no son ciertas estas teorías, que solo reflejan los intereses de las élites, pero aún así siguen siendo utilizadas por muchos gobiernos, incluyendo el de Colombia, para definir sus políticas.

A pesar de la mala fama de los economistas, es importante que en el Hay haya unos como Duflo que reivindican a la profesión.

Bogotá, D. C, 1 de febrero de 2021

*Filósofo y Economista. Consultor.

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