José Felix Lafaurie Rivera

Por José Félix Lafaurie Rivera * . - No me refiero a los “cero muertos” del absurdo parte de éxito de la alcaldesa después del partido en Bogotá, en el que exclama satisfecha: “La final más pacífica desde hace años, lo logramos”, sino a los muertos que vendrán, quién lo duda, camuflados en la imposible trazabilidad de las redes de contagio.

Basta escuchar el clamor de médicos y especialistas epidemiólogos, para asegurar que esos jolgorios sin control alguno, con familias con niños, consumo de licor, quema de pólvora y la expansión invisible de saliva a borbotones, a través de vuvuzelas y gritos exaltados, tendrá, irremediablemente, su costo en contagios y en vidas.

Después de lo sucedido en Cali con el “partido de ida”, las principales asociaciones médicas advirtieron lo que vendría con el “de vuelta” en Bogotá y, con toda la autoridad moral y científica, exigieron medidas para evitarlo. Las medidas fueron atropelladas e insuficientes y lo que tenía que pasar, pasó.

Suspender el servicio de Transmilenio fue un atropello contra los bogotanos que necesitaban movilizarse, la ley seca fue burlada por los fanáticos ante las cámaras y el toque de queda de media noche —en Cali fue desde las 9:00 p.m.— fue un chiste que permitió el desenfreno.

Las explicaciones de la Alcaldesa rayaron en el absurdo y la falta de sentido de realidad: “Más que las aglomeraciones, queremos que la celebración sea pacífica”, anunció antes del partido. Y claro, no solo toleró las aglomeraciones sino que las organizó; se puso de acuerdo con las barras para que “en vez de que estuvieran dispersos en celebraciones difíciles de controlar, tuvieran dos puntos”, o sea, dos grandes aglomeraciones; todo lo contrario a lo que establecen las normas sobre distanciamiento y el sentido común.

Se equivocó, porque el asunto no era de riesgo de violencia sino de contagio y muerte; y porque, además de las normas dictadas por la pandemia, el Código de Policía prohíbe las fiestas en el espacio público, y lo que vimos fue dos grandes fiestas, mientras la Policía, simplemente…, miraba.

Después del partido se atrevió a afirmar que “5.000 personas —ese es su cálculo— es una mínima parte de lo que hay en un centro comercial todos los días, así como tampoco hemos cerrado los centros comerciales, tampoco íbamos a impedir que hubiera celebración organizada”. Lo de “celebración organizada” es otro chiste, como el de comparar el flujo ordenado a un centro comercial, con ¡5.000 personas! gritando, bebiendo y abrazándose sin tapabocas siquiera.

Me produjo indignación ese espectáculo grotesco, sobre todo porque, días atrás, la misma alcaldesa no les permitió a los paperos de Cundinamarca y Boyacá vender su producto en las calles de la ciudad, que ni iban a ser 5.000 ni iban a generar semejante desorden.

Pero hubo más culpas: la mezquindad del negocio impidió que los partidos fueran vistos por televisión abierta, como pidió el alcalde de Cali, limitando ese privilegio a los suscriptores de un canal cerrado de propiedad del grupo RCN y DirecTV, del que también es socia la Dimayor. No estaban obligados a nada, pero hay algo que se llama “responsabilidad social empresarial”.

Al final, la alcaldesa, como siempre, le echó la culpa al Gobierno Nacional, escurriéndole el bulto a sus responsabilidades como Jefe de Policía y, sobre todo, con la salud y la vida de los bogotanos. Al final, Cali y Bogotá llorarán los anónimos muertos del futbol.

Nota bene. Comienza otro año difícil, pero con la esperanza de la vacuna, la recuperación y el fin del aislamiento. Recibámoslo con los cuidados que protegen y el optimismo que construye.

Bogotá, D. C, 1 de enero de 2021

*Presidente de FEDEGAN

@jflafaurie

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Gabriel Ortiz

Por Gabriel Ortiz* .- Cuando agoniza el 2020, ventarrones de recuerdos nos refrescan las narraciones de los refugiados europeos que llegaron en los años 40 del anterior centenario, sobre las atrocidades de la funesta segunda guerra mundial. Era difícil entender, en ese entonces, cómo la humanidad podría resistir algo tan tenebroso. Y por esas pasamos. Durante más de 60 años nos acostumbramos al crimen el despojo y la sangre, hasta alcanzar una difamada y denigrada tregua que solo cumple 4 años. Esa pausa atormenta a los “caballeros de la guerra” que quieren y acarician el conflicto, como a niña bonita.

Nuestra paz es un escollo, un riesgo y un tropiezo para ciertos intereses. Se le cambia el nombre, se buscan ilegalidades inexistentes, es objeto de montajes publicitarios para falsear sus acciones de convivencia, coexistencia y justicia.

Hay mentes a las que ni siquiera la adversidad, la tragedia y el desastre logran enseñarles y prevenirlos sobre los caminos a los que conducen las tragedias que fanáticamente buscan.

El 2020, con la improvisación, terquedad y tenacidad que nos caracteriza, empezó suavemente a posarse en nuestro territorio y luego lo arrollo. Muy pocos vieron lo que venía. Actuaron tardíamente.

Ingresamos extemporáneamente a controlar los vuelos internacionales. Ya era febrero del 20 cuando una turista italiana ingresó con el covid-19. Fue entonces cuando asesores del Presidente le diseñaron una estrategia para enfrentar la pandemia, poniendo de escudo un espacio diario de una hora por televisión.

Con frascos de alcohol, un rosario y otras entretenciones adornaron el set. El propio Jefe de Estado da instrucciones y consejos contra covid.

La ciudadanía atendió y colaboró con las prevenciones. Los tapabocas y el lavado de manos surtieron efecto primario, porque la cosa se desbordaba por momentos. Al presidente se le ocurrió sacar a la gente a las calles en un arranque populista, para liberar a los encerrados. Ordenó un día sin IVA el 19 de junio, que irritó al virus.

Los altibajos de los picos fueron aprovechados por Duque para publicitar su gestión y aplicar medidas –muchas de ellas inconstitucionales- para reactivar la economía, crear empleo y devolución del IVA. Expidió más de 200 dudosas normas que el dócil congreso virtualmente aprobaba, estimulado con la mermelada de un aturdidor incremento de sueldo.

Duque defiende su acción contra el covid-19 y asegura que “fue acertado todo el proceso de análisis técnico y operacional para la adquisición de vacunas”. ¿Será eso cierto, cuando debemos esperar hasta febrero para vacunarnos? Argentina, Méjico, Costa Rica, Brasil y otros de nuestro continente, están vacunando a sus ciudadanos. ¿Por qué hasta febrero, cuando ya millares de colombianos habrán fallecido por falta de vacuna? El Invima, solo aprobó la vacuna el penúltimo día del 2020.

¿Por qué hasta febrero empezarán a vacunarnos?

BLANCO: Que llegue a Colombia un año para recordar.

NEGRO: Con el irrisorio aumento del salario mínimo del 3.5%, no habrá reactivación. Solo pobreza y hambruna.

Bogotá, D. E, diciembre 31 de 2020

* Exdirector del Noticiero Nacional, Telematinal y de Notisuper.

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José Félix Lafaurie Rivera

Por José Félix Lafaurie Rivera*.- Cuando esta columna llegue a sus lectores ya habrá pasado la noche de Navidad y estaremos en los últimos días del año, propicios para el balance objetivo y los propósitos realistas.

Durante lo más difícil de la pandemia, los ganaderos cumplimos. Al mes de octubre, habíamos producido más de 600.000 toneladas de carne y de 5.600 millones de litros de leche; y exportado cerca de 26.000 toneladas de carne y 214.000 animales, por más de 200 millones de dólares.

Luego de recuperar el estatus de país libre de fiebre aftosa, y bajo estrictos protocolos de bioseguridad, realizamos dos ciclos de vacunación contra aftosa y brucelosis en todo el territorio rural, en la que, sin duda, es la campaña sanitaria de mayor consistencia y complejidad operativa que una entidad de salud, humana o animal, pública o privada, haya realizado en el país. Durante 2020 aplicamos cerca de ¡60 millones de dosis!

Con gran éxito de convocatoria a través del Canal TVAgro y nuestras redes sociales, realizamos el “38º Congreso Nacional de Ganaderos – Una Ganadería para el Cambio”, con la participación del presidente de la República, de ministros y funcionarios de primer nivel y de prestigiosos conferencistas nacionales e internacionales.

Muchas otras cosas hicimos, porque la ganadería y FEDEGÁN no se detuvieron durante 2020, pero quiero resaltar el logro de recuperar la certificación de calidad ISO 9001/2015 para los procesos y procedimientos del Fondo Nacional del Ganado, perdida por una administración irresponsable entre 2016 y 2018, como resultado de la persecución del gobierno Santos contra FEDEGÁN.

En 2021 continuaremos por ese sendero de calidad como garantía para los ganaderos; en 2021 la salud, el bienestar animal y la preservación de estatus sanitario recuperado seguirán siendo una prioridad. Para 2021 fortaleceremos los programas de asistencia técnica, que también habían sido suspendidos, y avanzaremos en el esfuerzo exportador, llegando a los mercados de China e Indonesia, fundamentales para alcanzar y superar la meta de 500 millones de dólares en 2022.

Sin embargo, la gran prioridad para los años venideros será mantener el liderazgo en el cambio hacia una ganadería moderna y competitiva, pero también sostenible, no tanto para desvirtuar narrativas y estigmatizaciones malintencionadas, sino como fruto de una convicción sobre el papel de la ganadería frente a la preservación de la naturaleza.

Esos son los propósitos más importantes que podemos alcanzar, de la mano con el Gobierno Nacional; pero no sobran los deseos: Para 2021 deseo que quienes no aceptaron la invitación del presidente de unirnos para construir un futuro compartido, abandonen la polarización destructiva y, sin entregar sus convicciones, se sumen con generosidad patriótica a la superación de la pandemia y la recuperación del país.

Para 2021 deseo que la justicia recupere su dignidad y se ponga de lado del interés general; que apoye con decisión la lucha contra el narcotráfico que siembra la violencia en los campos, y contra el microtráfico que hace lo propio en las ciudades.

Para 2021 deseo que, en un ambiente de seguridad, el campo y la producción agropecuaria, que han sido protagonistas durante la pandemia, reciban el apoyo que necesitan y merecen para convertirse en uno de los motores de la economía.

Para 2021 deseo que, de cara al proceso electoral, el país no se deje embolatar con el canto de sirena de propuestas populistas que esconden la maldición del socialismo que ha destruido el vecindario y tiene sus ojos puestos en Colombia.

Para 2021, queridos lectores, mis deseos de salud, paz y tranquilidad en sus familias, y un año lleno de esperanza y bienestar.

Bogotá, D. C, 27 de diciembre de 2020

*Presidente de FEDEGAN

@jflafaurie

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Juan Camilo Restrepo

Por Juan Camilo Restrepo*.- Me pareció extremadamente desatinado el anuncio del presidente Duque de que la vacuna contra el coronavirus no se suministrará a los venezolanos que no estén regularizados en Colombia o que no cuenten con doble nacionalidad. Es una declaración que revela una inmensa improvisación.

La literatura siempre ha señalado la omisión de vacunación frente a las enfermedades infecciosas como el caso típico de “externalidades negativas”, es decir, aquellas circunstancias en las no actuar de manera generalizada acarrean efectos negativos sobre el conjunto de la población. Por eso las campañas de vacunación contra las enfermedades infecciosas suelen ser siempre universales. Porque dejar de vacunar a algunos puede traer efectos negativos por el efecto contagio sobre muchos.

Y esto es justamente lo que podría suceder con el atolondrado anuncio presidencial. Se calcula que en Colombia puede haber 1.700.000 venezolanos. La mayoría de ellos sin doble nacionalidad y sin tener una situación regularizada en nuestro país. ¿Entonces qué? ¿No se les va a vacunar? La inmensa mayoría de ellos  están viviendo en situaciones precarias, muchos  han tenido que convertirse en habitantes de calle. Entonces al no vacunarlos (y tratándose de una enfermedad altamente infecciosa como es el coronavirus) su infección expondría al resto de la población colombiana a un vector de transmisión de inmensas proporciones.  El caso típico de externalidad negativa.

Nos guste o no, los venezolanos -lo mismo que todos los habitantes de calle- deberán recibir no solo la vacuna. Su condición de vida precaria los hace especialmente vulnerables a infectarse y a infectar a los demás.

Este tipo de anuncios sobre salubridad pública y uso de las vacunas, como el que hizo el presidente Duque a la cadena Blu Radio, no dejan de tener un inconsciente tinte de xenofóbico y en todo caso de asombrosa improvisación.

¿Se imaginan ustedes lo que sucedería si el régimen de Maduro en retaliación a estas declaraciones presidenciales dijera (y cualquier cosa se puede esperar de Maduro) que la vacuna no se suministrará en Venezuela a aquellos de origen colombiano?

Es muy peligroso jugar abierta o veladamente en estos asuntos de salud pública a la política. Hago algunas preguntas adicionales para demostrar lo improvisado de estas declaraciones:

¿Sabe el Estado colombiano cuántos y quienes del millón setecientos mil venezolanos que han encontrado abrigo en nuestra patria no tienen doble nacionalidad o no tienen regularizada su situación? Y si no lo sabe ¿cómo va a distinguir entre los que califican para la vacuna y los que no en virtud del ukase presidencial?

¿Van a ir las autoridades municipales o de salud pública, lista en mano, a pasar revista a los habitantes de calle cuando llegue el turno de la vacunación masiva a ver cuáles son los venezolanos irregulares o que no tienen la doble nacionalidad para negarles la vacuna? Esta sola hipótesis muestra lo descabellado del anuncio presidencial.

Si: es una verdadera tragedia para Colombia esta inmensa cantidad de venezolanos que huyendo a la dictadura del régimen de Maduro y de las carencias de todo orden que en el vecino país se viven han tenido que buscar refugio en nuestra patria. Pero no es negándole a la mayoría de ellos la esperada vacuna como vamos a resolver este grave problema. Por el contrario: lo que haríamos es agravarlo.

PD: La operación de distribuir y aplicar eficientemente la vacuna en las cinco fases que el Gobierno ha anunciado, a partir del mes de febrero del año entrante, es, desde el punto de vista logístico, el mayor reto que tiene Colombia entre manos. Ojalá las cosas salgan bien. Es algo tan complejo administrativamente que requerirá muchos menos anuncios y mucha más gerencia y coordinación.

Bogotá, D. C, 27 de diciembre de 2020

*Abogado y Economista. Exministro de Estado.

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Monseñor Luis Fernando Rodríguez Velásquez

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez* - María y José, asombrados por el anuncio del Ángel de que serían padres del Hijo de Dios, del Salvador, obedecen el edicto de César Augusto y dirigieron sus pasos a Belén de Judá para realizar el censo. De seguro que fue un camino lleno de incertidumbres, de preguntas, de noches sin días, pues María estaba en embarazo… Al final, una noche se iluminaría con el resplandor de las estrellas, pero sobre todo, por el nacimiento de Jesús, que reposará en un pesebre.

Todos estamos llamados a hacer el camino hacia el encuentro con el Salvador. Así lo hicieron María y José para acogerlo y presentarlo a la humanidad, representada en los pastores y los reyes magos, que también hicieron el camino con la incertidumbre de lo que habrían de encontrar.

Todos estamos llamados a hacer en el mundo el camino de la esperanza. En el contexto de pandemia en el que nos toca vivir el nacimiento del Hijo de Dios, tratemos de aprovechar cada uno de estos momentos pasando de la incertidumbre a la esperanza.

María y José, con temor, buscaban dónde alojarse en Belén, y encontraron el mejor lugar que podrían haber imaginado… “Y María le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el albergue” (Lc. 2, 7). Los pastores “fueron a toda prisa y encontraron a María y a José y al niño acostado en un pesebre … y se volvieron glorificando y alabando a Dios (Lc. 2, 16). Y los Reyes preguntaban ansiosos a Herodes “dónde está el rey de los judíos que ha nacido, pues hemos venido a adorarlo” (Mt. 2, 2).

Para todos la noche oscura les condujo al encuentro de la Luz. ¿Acaso ese no ha de ser el camino que estamos llamados a experimentar en la noche de la pandemia del COVID 19, de las masacres, del desempleo creciente, del hambre, de los desplazamientos, de los asesinatos de líderes, de los desastres de la naturaleza?

Nuestro llamado es simple: que todos los hombres y mujeres de buena voluntad acojan el mensaje de los ángeles en la noche de navidad: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace” (Lc. 2, 14).

Es la paz que debemos seguir buscando y construyendo a través de la fraternidad y amistad universales; de la solidaridad, especialmente con los más necesitados; de la creatividad para superar de la mejor manera la coyuntura social que atravesamos; del regreso a Dios, de manera que con su ayuda podamos perseverar en el camino de la reconciliación, el desarrollo y el amor mutuos.

No podemos negar que las incertidumbres, sobre todo entorno del COVID 19 y la esperada vacuna, marcan mucho de nuestro devenir. Los invito a dirigir la mirada a las demás realidades que nos circundan. No todo es COVID. No todo es noche ni desolación. Movidos por la esperanza, recuperemos todo lo que de bueno, de sano, de noble, de puro, hay en el corazón de cada uno. Eso, con la fe en quien todo lo puede, serán los ingredientes que requerimos para dar inicio al año 2021, el cual deberá ser vivido mejor, aprendiendo las enseñanzas que nos deja el 2020.

Como Obispo auxiliar, que tuve la enorme responsabilidad de acompañarlos en este difícil año que termina, quiero decirles gracias. Gracias a los presbíteros, diáconos, religiosos, religiosas y laicos en general por su trabajo y testimonio de fe. Gracias a nuestros gobernantes. Gracias a todos los que en el sector de la salud dieron lo mejor de sí. Gracias a todos lo que hicieron gala de solidaridad y servicio sin límites. Gracias a todos los que en medio de la pandemia, acompañaron a la Iglesia y a sus sacerdotes con su oración y ayudas. Gracias por la manera tan resiliente como en la mayoría de los casos, supieron hacer frente a estos meses de confinamiento y restricciones. La noche lleva a la luz. No pierdan la esperanza.

Hacemos oración por los que han padecido y padecen la enfermedad del COVID - 19. Elevamos al Padre de la misericordia nuestra plegaria de sufragio por las almas de los difuntos del COVID y demás causas. Oramos para que el Señor nos conceda la gracia de un nuevo año en el que la paz y la fraternidad sean su distintivo.

A todos los bendigo con afecto y gratitud.

¡Feliz Navidad y próspero año 2021!

Bogotá, 27 de diciembre de 2020

*Obispo Auxiliar de Cali

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Amylkar D Acosta M

Por Amylkar D. Acosta M*.- “Quienes sufren en una crisis son quienes no jugaron ningún rol en crearla” Stiglitz.

Mientras el mundillo de la pequeña política se agita y se dan los primeros escarceos de la contienda electoral de cara a las elecciones al Congreso y a la Presidencia de la República, el país se debate entre el anunciado rebote del crecimiento de la economía por parte del Ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla y el rebrote de los contagios y víctimas fatales del COVID – 19, según lo informa el Ministro de Salud Fernando Ruiz.

En momentos en los que cunde la desazón, el desconcierto y la incertidumbre a consecuencia de la crisis pandémica, el Director del DANE Juan Daniel Oviedo le ha revelado al país unas cifras verdaderamente aterradoras, espeluznantes, que delatan la preexistencia a la misma de la pandemia de la pobreza y la desigualdad en Colombia, taras estas que se han visto exacerbadas este año, aciago para nuestro país. Ello es tanto más preocupante, habida cuenta que es la población vulnerada y vulnerable la que está llevando la peor parte de esta debacle.

Como es bien sabido, desde el año 2012 venía disminuyendo el índice de pobreza monetaria en Colombia, hasta que tocó fondo en el 2018 cuando alcanzó el 34.7%. A partir del 2019 se revirtió dicha tendencia, registrando el 35.7%, 1 punto porcentual más elevado con respecto al año anterior. Según el DANE, en el 2019 661.899 personas cayeron en la trampa de la pobreza, para completar los 17´470.000. Vamos de mal en peor. Pero estamos hablando del promedio nacional, en el cual se confunde el valle con la colina, ya que al escarmenar y aterrizar las cifras en los territorios se ponen de manifiesto unas aberrantes desigualdades, las que se denominan eufemísticamente “brechas”.

En efecto, en contraste con el promedio nacional, el mismo índice de pobreza monetaria en el Chocó en la región Pacífica, también promediando la cifra, pasó del 61.1% al 68.4% (¡!) y el de La guajira en la región Caribe del 53.7% al 61.8% (¡!). Según el DANE, en cuanto al índice de pobreza extrema, el promedio nacional pasó del 7.2% al 9.6%, 2.4 puntos porcentuales más, lo cual se tradujo en que un número de 728.955 personas pasaron de la pobreza a la indigencia, para un consolidado de 3.500.000 (¡!). Por su parte los departamentos de Chocó y La guajira registraron el 36.8% (¡!) y 33.5% (¡!), respectivamente, superando el 34.5% y el 26.7%, en su orden, del año 2018, en pobreza extrema. Y no hay que perder de vista que cuando hablamos de la pobreza, sabemos que esta se caracteriza porque la persona no tiene cómo valerse por si misma para que sea llevadera su congrua subsistencia.

Esta tendencia, aberrante por lo demás, de empeoramiento de la condición social de la abrumadora mayoría de los colombianos, especialmente en las regiones más deprimidas y vulnerables, se está viendo acentuada debido a los estragos sociales de la crisis pandémica. Ésta está repercutiendo en la pérdida de empleo e ingresos, lo cual va a conducir a que, según el investigador de FEDESARROLLO Jairo Núñez, “la pobreza en Colombia va a alcanzar un nivel de entre 47% y 49%”. Dicho de otra manera, 6 millones de personas que habían salido de la pobreza volverán a ella, esta vez por cuenta del COVID – 19. De manera que, muy seguramente, al cierre de este año no estaremos mejor que cuando estuvimos peor!

Hemos pasado de la prevención del contagio de la pandemia a la contención de la misma y últimamente a su mitigación, a la espera de la vacuna, la cual nos permite columbrar la luz al final del túnel. Esta emergencia copa toda la atención de los medios y de las autoridades, pero hay otra realidad subyacente y lacerante que viene de atrás, que no se le puede atribuir a la pandemia, como son estas execrables lacras de la pobreza, la desigualdad y el hambre.

Frente a estas ha faltado una política social de prevención, de contención y de mitigación y lo que es peor los distintos gobiernos se han rehusado a aplicar la única vacuna eficaz y segura para combatirlas que es la política de protección, inclusión y cohesión social. De nada sirve que se incluya entre las metas de todos los planes de desarrollo la reducción de la inequidad, si las mismas no se concretan en acciones efectivas y eficaces para lograrlo. Es consabido que las palabras que no van seguidas de los hechos son asesinas de los ideales!

Medellín, diciembre 26 de 2020

*Expresidente del Congreso y Exministro de Minas y Energía.

www.amylkaracosta.net

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Gabriel Ortiz

Por Gabriel Ortiz*.- Con la aparición del Presidente Duque una madrugada, con casaca verde eléctrico de la policía, se llegó a pensar que se trataba de una de esas apariciones que los políticos populistas utilizan para captar pueblo y atesorar votaciones.

Era un tétrico amanecer oloroso a muerte y regado de sangre en un CAI de barriada bogotana. Allí se había protagonizado una criminal acción de varios policías que no toleraron la presencia de un ciudadano, que celebraba con amigos cualquier momento de sus vidas.

La divulgación del hecho inundó medios y redes porque, sin que importara a los febriles agentes, este fue registrado por las usuales cámaras que hacen parte de los celulares modernos.

Se dieron toda suerte de versiones por parte de la policía, que cada vez confundían más a la opinión pública, que reclamaba castigo ejemplar.

En la mente de la gente, que en estos casos traga menos entero, se multiplicaban las críticas a la gendarmería que conforma los cuerpos policivos. Crecía el clamor por una reforma radical. Inclusive se pedía que pasara a depender del Ministerio de Interior, como suele suceder en casi todos los países.

El Presidente y su titular de Defensa, le daban vueltas al tema, buscando una solución que permitiera innovar, corregir, transformar, o eso que tenemos que hacer con el país después de la pandemia: reactivar el cuerpo policiaco.

Pasaron muchos días y la cosa seguía igual. La encrucijada envolvía la policía. Inclusive se conocieron corrupciones con dineros para ciertas construcciones, que se disipaban, porque a los encargados de las averiguaciones, los enviaron a interminables vacaciones. El Jefe del Estado, no aguantó más. Encomendó al Ministro Trujillo acelerar las tareas de renovación y ordenamiento de los verdes. Era necesario actuar con firmeza y rapidez. Todos los frentes necesitaban remedio. Hurgaron y revolvieron trayectorias y hojas de vida de los mejores, sobresalientes, correctos y destacados hombres –que los hay los hay- para encomendarle el saneamiento del cuerpo en el cual descansa la tranquilidad de una nación. Se debía recuperar la confianza y alejar el temor de la ciudadanía cuando tenga que acudir a su policía. El uniforme que vistió Duque esa madrugada, debía enorgullecer a sus portadores, despertarles la fe, la ilusión y la fidelidad.

Un alto oficial y un puñado de subalternos, encajaron en el esquema trazado por Duque y Trujillo. Eran dignos del verde eléctrico que los  arropa y llenan las exigencias para que, a partir del 23 de diciembre, recuperen la policía colombiana. Jorge Luis Vargas será el encargado. Un hombre, un general experto en inteligencia, que tanta falta le hace a la institución, debe portar el estandarte de la nueva policía, que ojalá, marche al lado de la civilidad y la comunidad. Que la droga y sus crímenes, sean controlados por otro cuerpo. Esa es la policía que reclaman los colombianos.

BLANCO: Feliz Navidad para esta patria.

BLANCO: ¡Tapabocas, lavado de manos y aislamiento!       

Bogotá, D. E, 25 de diciembre de 2020

*Periodista. Exdirector del Noticiero Nacional, Telematinal y Notisuper

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José G Hernández

Por José G. Hernández*.- Sin duda el personaje -por cierto, macabro- del año 2020 no puede ser otro que el coronavirus -Covid 19-, que ya causó, está causando y seguirá causando tantas muertes y tanto dolor en el mundo entero y, por supuesto, en Colombia, en donde el Gobierno no lo ve tan grave porque los contagios y los fallecimientos “están concentrados en cinco municipios” y porque afectan primordialmente a los mayores de 70 años. Y porque, además, en su criterio, lo más importante es la reactivación económica, aunque para lograrla sea indispensable el riesgo de los días sin IVA, las numerosas excepciones que se contemplaron durante el tiempo de aislamiento obligatorio y la delegación en los alcaldes de toda la responsabilidad de control sobre la expansión del virus.

No menos importante para el Ejecutivo es el impulso a la imagen presidencial, mediante la contratación de un costoso programa de televisión diario -de poca utilidad en cuanto a su pretendido objeto-, transmitido en horario triple A en todos los canales, el cual -según se anuncia- será ampliado, con otros espacios a cargo del Jefe del Estado, especialmente para entrevistas en tiempo de pandemia electoral, con personajes como Leopoldo López, Guaidó y demás líderes de la oposición venezolana y políticos colombianos. ¿Relación de todo eso con el Covid y con la obligación de las autoridades de cumplir los artículos constitucionales 2 -protección a todas las personas residentes en nuestro territorio en su vida, su salud y demás derechos- y 49 -atención a la salud y el saneamiento ambiental como servicios públicos a cargo del Estado-? Muy dudosa.

Se ha anunciado también la pronta adquisición de cuarenta millones de vacunas para los colombianos, lo que corresponde apenas al más elemental deber del Gobierno, vistas las graves consecuencias del virus en nuestro territorio, hoy con más de doscientas muertes diarias y doce mil o trece mil nuevos contagios en pocas horas.

Desde luego, a esos nefastos efectos de la transmisión del Covid-19 han contribuido en buena medida la indisciplina, la falta de criterio y la irresponsabilidad de muchos, que no parecen haberse dado cuenta del peligro al que se exponen individualmente -y, lo peor, a sus familiares, allegados y vecinos- cuando no utilizan el tapabocas, se pelean con el agua y el jabón, no observan las medidas mínimas de bioseguridad, organizan parrandas completamente innecesarias, celebran triunfos de sus equipos favoritos sin ningún cuidado, y creen que la Navidad 2020 y el Año Nuevo 2021 son normales, que la congestión es inofensiva y que el virus pasará por alto las reuniones etílicas y las aglomeraciones para compra de regalos. Digamos al respecto: El mejor regalo de Navidad para nuestros familiares: no llevarles el contagio.

Eso en cuanto a un personaje del año. A su lado, otro, no menos nefasto, sobre el cual el Estado colombiano perdió todo control, es el crimen. Las masacres, los asesinatos de líderes sociales, defensores de derechos humanos, indígenas, campesinos, desmovilizados. Los excesos de fuerza policial. La violencia en el interior de las familias. Los crímenes contra los menores, el más reciente de los cuales -el de una niña de dos años a manos de su padre, obnubilado por la droga "recreativa"- nos ha estrujado el corazón.

Bogotá, D. C, 24 de diciembre de 2020

*Expresidente de la Corte Constitucional

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Carlos Villota Santacruz

Por Carlos Villota Santacruz*.- Desde 1900 no se veía la alta polarización en los Estados Unidos, como sucedió en la última jornada electoral. Una cita que dejó como ganador al Demócrata Joe Baiden.

En medio del "climax" de la pandemia del Covid-19,  el actual inquilino de la Casa Blanca Donald Trump se niega a reconocer el triunfo de Baiden. "Un hecho que incrementará la polarización en los primeros 100 días de la nueva administración".

Curiosamente, el país del norte que "sacó pecho" por décadas de ser una de las naciones más estables del mundo, hoy ese escenario no parece tan claro, a los ojos de los ciudadanos norteamericanos y la comunidad hispana que supera las 40 millones de personas.

Adicionalmente, nunca en la historia del país, un presidente en ejercicio se  había negado a abandonar la sede presidencial, anunciando que su candidatura en  el año 2024.

Todo este enrarecido clima político, en medio de la pandemia del Covid-19, que en Estados Unidos ha sido muy agresivo, hasta colapsar el sistema de salud y dejar más de 100 mil muertos. Algo nunca visto en materia de salud pública. Una responsabilidad que por constitución está en manos del Gobierno.

El destino del país está en manos de los ciudadanos. Por fuera de los partidos Demócrata y Republicano. La razón. Colocar en la misma "canasta" al Covid-19 y la política, se puede elevar en una "bomba social y económica". Su resultado puede ser igual o más catastrófico que la pandemia.

A propósito de este comentario. Usted que piensa. E mail Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Bogotá, D. C, 23 de diciembre de 2020

Twitter @villocol

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Juan Camilo Restrepo

Por Juan Camilo Restrepo*.- En los últimos días la Corte Constitucional le ha dado tres fuertes golpes a la política fiscal del gobierno: en primer lugar, tumbó la sobretasa que se había establecido a los consumidores de energía de altos ingresos para sufragar gastos de empresas en dificultades como Electricaribe, que tiene inmensos pasivos a su cargo (incluidos los pensionales que superan el billón de pesos) y que iban a ser atendidos parcialmente con esta sobre tasa; en segundo lugar, declaró inconstitucionales las contribuciones que se habían fijado con cargo a los contribuyentes y a favor de la comisión de agua potable y la Superintendencia de Servicios Públicos para atender gastos de funcionamiento de estas dos entidades; y, en tercer lugar, declaró contraria a la Constitución la norma del Plan de Desarrollo que establecía una contribución especial para financiar procesos de consultas previas. Esta última determinación es especialmente grave pues, además de que la saturación de consultas previas está entorpeciendo la realización de muchas obras de infraestructura, el Ministerio del Interior se queda ahora sin recursos para promoverlas.

Estas tres sentencias de la Corte reivindican el principio de legalidad que debe enmarcar la imposición de cualquier tributo y que está consagrado en el artículo 338 de nuestra Carta política.  Es el arco toral del derecho tributario en toda democracia. No hay impuestos sin representación, es decir, sin que el Congreso fije todas las modalidades y detalles de los impuestos. Y si se trata de contribuciones, éstas solo deben imponerse para recuperar total o parcialmente a través de tarifas los costos incurridos por el Estado. No deben utilizarse para atender gastos de funcionamiento ordinarios de las entidades públicas.

Estas tres advertencias de la Corte Constitucional es bueno tenerlas presentes ahora que nos disponemos a diseñar y tramitar una nueva reforma tributaria que, según insiste el Ministro de Hacienda, se presentara en el primer trimestre del 2021.

El torrente de legislación presidencial a que ha dado lugar la pandemia (centenares de decretos) han conducido a perderle el respeto a los procedimientos para la imposición de nuevos tributos o contribuciones. Se establecieron a porrillo y ahora, muchos de ellos, comienzan a caer en el cedazo de la Corte Constitucional por defectos en su diseño o por inobservancia del principio de legalidad que rige nuestro derecho tributario. “No taxation without representation”.

Desde antiguo, lo más delicado que hace un parlamento es establecer tributos a los ciudadanos. Más aún: el parlamentarismo moderno nació cuando los congresistas reivindicaron para sí la delicada tarea de gravar a los ciudadanos. Lo que hoy es labor de los congresos y no del ejecutivo que solo puede serlo en circunstancias excepcionales. Pero en uno y otro caso deben seguirse puntillosamente las reglas de la legalidad tributaria que, entre nosotros, están consagradas en el artículo 338 de la Carta Política.

Ya comenzó también el habitual fuego amigo entre el palacio de Nariño y el Ministerio de Hacienda sobre la oportunidad de la reforma tributaria. Entre el presidente Duque y el ministro Carrasquilla. El primero dice que mientras no se supere la pandemia no habrá reforma. El segundo que se presentará de todas maneras en el primer trimestre del 2021. Mal mensaje para los mercados estas constantes contradicciones.

Estas tres campanadas de alerta dadas en buena hora por la Corte Constitucional deben servir para recordar el sumo cuidado con que se debe tratar todo lo relacionado con los nuevos tributos o las contribuciones a los ciudadanos. La vocación democrática de Colombia depende de que estos principios se respeten con todo rigor.

Bogotá, D. C, 22 de diciembre de 2020

*Abogado y Economista. Exministro de Estado.

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