Por: Guillermo García Realpe.- La situación en Hidroituango está pasando de castaño a oscuro, no sólo por el inminente riesgo que el mega proyecto sigue generando a los habitantes de varios municipios rivereños del río Cauca, sino por la deficiente conexión entre sus principales socios, Gobernación de Antioquia y alcaldía de Medellín (EPM).

Y es que en este momento de grave crisis, las principales autoridades antioqueñas empiezan a mostrar desespero ante la falta de soluciones de fondo y lo mismo ocurre con las 120 mil personas que han tenido que abandonar sus propiedades para acampar en albergues temporales.

Cuando parecía que la obra empezaba a dar buenas señales, y cuando los más de dos mil operarios que trabajaron y siguen trabajando a triple jornada daban resultados que se había logrado la cúspide al alcanzar los 410 metros de cota y que por ende el embalse no sobrepasaría ya el muro de contención, surge una nueva amenaza y aún mucho más riesgosa, la de una gran montaña de 130 mil metros cúbicos aledaña a la presa que amenaza con desprenderse, situación que donde se llegue a producir traería enormes consecuencias.

Sin embargo EPM concentra sus esfuerzos en cuatro frentes, que según su propio Presidente, generan alarmas pero no retrasan las labores. Es decir, la prioridad actual son los derrumbes, la inundación en el cuarto de máquinas y el taponamiento existente en uno de los túneles de desviación, superado estos riesgos inminentes, nada fáciles por supuesto, el proyecto seguirá su cauce. Pero en el peor de los casos y siendo pesimistas ¿qué pasaría si no lo logran?

Vendría preguntas de múltiple respuesta, ¿se debería frenar definitivamente el mega proyecto? Siendo esta la más sensata de todas. ¿Quién va a responder por el grave desastre social y medio ambiental? ¿Cuánto tiempo tardaría la reparación a los miles de damnificados aguas abajo del río Cauca? En fin, son muchos los interrogantes que se deben responder en caso que la continuidad de la obra no sea viable.

 

Incluso al interior del mismo Gobierno nacional, se hace un análisis de todos los escenarios posibles y en el hipotético caso de un desplome de la presa, se estima que el caudal del río Cauca superaría los 263 mil metros cúbicos por segundo. Algo realmente ¡dramático!

Según lo reveló el Ministro de Ambiente, Luis Gilberto Murillo, en épocas normales, el caudal sobre el corregimiento de Puerto Valdivia oscila entre 1.300 y 1.700 metros cúbicos, y puede subir en crecientes hasta 2.500 metros. Los caudales del fenómeno de la niña en 2010-2011 llegaron a 4.700 metros cúbicos por segundo. En la contingencia del pasado 12 de mayo, ese caudal llegó a 6.030 metros cúbicos por segundo, superando lo registrado previamente. Es decir, el panorama de un eventual desplome de la presa es de dimensiones enormes.

Más de una docena de municipios, quince en total estarían en grave riesgo ante tal escenario. En alerta roja estarían Valdivia, Cáceres y Tarazá. En alerta naranja  Caucasia,  Nechí, y en amarilla los municipios de San Jacinto del Cauca, Guaranda, Achí, Ayapel, San Marcos, San Benito Abad, Majagual, Magangué, Caimito y Sucre. Entes territoriales no sólo de Antioquia, sino de departamentos como Sucre y Bolívar, por consiguiente los responsables del mega proyecto deben garantizar que ese riesgo desaparezca en el menor tiempo posible, de lo contrario estaríamos ante una tragedia superior nunca antes vista en la historia de nuestro país.

Los colombianos, hacemos votos para que esta terrible amenaza no ocurra, para que los riesgos sean superados, que las labores de los operarios garanticen la superación de la emergencia, y que los campesinos resguardados en albergues aguas abajo al Río Cauca puedan volver a sus hogares y así retorne la tranquilidad que en otrora vivían, claro está, si la furia de la naturaleza lo permite.

Senador de la República.@GGarciaRealpe

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Por Mauricio Cabrera Galvis.-Ante el aumento inesperado de los precios del petróleo, vuelven a plantearse las preguntas sobre su manejo ¿Cómo hacer para que estas bonanzas de un producto no perjudiquen a otros sectores de la economía? ¿Cómo evitar la “enfermedad holandesa” y la maldición de los recursos naturales que ha empobrecido a tantos países que se creían ricos por tener muchas reservas de petróleo y otros minerales?

Son tres los elementos claves de una política para aprovechar una bonanza: uno, ahorrar los mayores ingresos fiscales de la bonanza; dos, desligar la tasa de cambio de los vaivenes del precio del petróleo y tres, reinvertir en la búsqueda de petróleo para que la bonanza no sea pasajera.

En cuanto al primero, el ejemplo clásico es Noruega que desde el descubrimiento de los grandes yacimientos de hidrocarburos en el mar del Norte en los años 70 tomó la decisión política de no gastar los ingresos extraordinarios y creó el Fondo Noruego del Petróleo, que ahora se llama “Fondo Global de Pensiones del Gobierno” que ya acumula recursos por más un millón de millones de dólares asegurando el bienestar de los 5 millones de noruegos por muchos años después de que se acabe el petróleo. La ley establece que el gobierno noruego tiene que aportar cada año al Fondo y que no puede retirar cada año más del 4% de los recursos.

En Colombia se han hecho dos tímidos intentos en la misma dirección: el primero con la creación en el gobierno de Samper del Fondo de Ahorro y Estabilización Petrolera (FAEP), el cual llegó a acumular unos 3.000 millones de dólares que se empezaron a repartir desde los primeros años de este siglo. El segundo en el 2012 con la destinación de una parte de las regalías de las entidades territoriales al Fondo de Ahorro y Estabilización, en el que hoy hay ahorrados unos 3.700 millones de dólares. En ambos casos han sido unos montos muy pequeños en relación a los ingresos petroleros.

El riesgo actual es que el próximo gobierno quiera utilizar los inesperados ingresos adicionales del petróleo para financiar propuestas populistas de aumento del gasto o de recorte de impuestos, en lugar de ahorrarlos y aprovechar para disminuir el déficit fiscal y la deuda pública.

La segunda política necesaria es romper la correlación inversa entre el precio del petróleo y la tasa de cambio que es la causa inmediata de la enfermedad holandesa.

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Por Gabriel Ortiz.- El expresidente Gaviria debe estar adolorido, desorientado y con fuertes traumatismos, tras su temeraria actuación saltimbanqui y desconcertante contorsionismo político. 

Primero abandonó al candidato de su partido durante la campaña electoral. Fueron contadas sus apariciones en la plaza pública. Se guardó para la función final de lunes 28. Desechó a De la Calle, a Cristo y a los afiliados al legendario partido Liberal. Se tomó todo el tiempo para preparar uno de los más extensos documentos políticos de la historia reciente. En ocho o diez páginas, a cambio de nada, resumió su entrega y la de su partido a Duque, cuando apenas se conocía el triunfo uribista. 

Los liberales quedaron atónitos ante semejante voltereta. Se preguntan cómo los Picapiedra: ¿Qué vendrá después? ¿Favores políticos? Poder dentro del trono. ¿Posiciones personales o familiares? Nadie se lo explica, pero esa actitud ratifica la creciente desconfianza de la gente en sus dirigentes, en sus diezmadas agrupaciones políticas. 

Mientras nuevos grupos -excepto el uribista con su disciplina para perros- no florecen, los tradicionales partidos reciben por acción de sus directivas, entierros de tercera. 

El partido Liberal ya no es opción de poder y resulta inexplicable que otras de las nuevas alternativas que salen vibrantes a buscar nuevos horizontes, estén en poder de directivos inferiores a las circunstancias. Fajardo, por ejemplo, en quien muchos colombianos tenían puestas sus esperanzas, para salir de la funesta polarización en que nos ha sumido el uribismo, deja el carro sin dirección. Todos sus seguidores, quedaron absortos, cundo los envió a votar en blanco. Esta era una opción válida para salir del atolladero, hasta cuando la Registraduría cambió irreglamentaria e inconstitucionalmente las reglas del juego: ¨el voto en blanco no tiene ningún efecto¨. Es decir el elector no tiene sino a Petro o a Duque. No permitieron que el criticado castrochavista nos llevara a Venezuela, con lo que tanto se nos asustó. Desde ya nos han aplicado la formula electoral de Maduro. 

Estamos en una sin salida. Caminamos hacia la guerra, el desplazamiento, la conculcación de los derechos, las chuzadas y todas esas prácticas que iluminaban los ojos del ex presidente Uribe, cuando celebraba la llegada del liberalismo, el conservatismo,  cambio radical, la U y tantos otros movimientos que buscan posiciones, contratos, mermelada y esas cosas que se denominan corrupción. 

Duque es un joven limpio, con ganas de hacer cosas, para impedir la vulneración de los derechos fundamentales, de buscar la convivencia, pero los burlones ojos de Uribe, su deseo de venganza, su odio, su afán de un tercer período, dicen otra cosa. Duque no podría gobernar con ese Uribe que torpedeó durante ocho años a Santos. 

Duque es Duque, un hombre íntegro y capaz, pero Uribe es Uribe y en Colombia en tres horas y cuatro tintos, todo puede cambiar. 

El contorsionismo y la mermelada nos tienen acosados. 

BLANCO: La generosidad de la gente para salvar a De la Calle. Muchos aportes a la vaca. 

NEGRO: La maldición sobre Hidroituango. 

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Por Juan Fernando Londoño.-La campaña política nos ha llevado a los colombianos a tener que escoger en segunda vuelta entre los representantes de los dos extremos del espectro político.

Ha sido una lástima que a Fajardo le hayan quedado faltando 5 centavos para el peso, y aunque sus declaraciones posteriores han mostrado la calidad de su liderazgo, sería bueno que admitiera que fueron ellos los responsables de no tener una consulta con De la Calle porque no querían contaminarse con el Partido Liberal.

Ahora tenemos que escoger entre Duque y Petro o abstenernos o votar en blanco, pero al final alguno de ellos llegará a la presidencia. Desafortunadamente, los primeros mensajes que asoman tienden a generar pánico entre los votantes para convencernos, más que de las bondades del candidato propio, de los terribles males que le esperan al país si gana el candidato rival. No me como ese cuento.

Empecemos por analizar las advertencias contra Petro, porque parecen ser compartidas entre élites educadas y al mismo tiempo manipuladas con especial saña por dirigentes gremiales. Se dice que si Petro gana terminaríamos como Venezuela por cuenta del mesianismo del candidato de izquierda. Un breve recorderis de lo que pasó en Venezuela ayudará a entender las diferencias.

En Venezuela se dedicaron a acabar con los partidos políticos y a culparlos de todos los males del país (un país que en la época de Carlos Andrés Pérez estaba mejor que hoy). Cuando Chávez llega al poder con el apoyo de todos los sectores sociales, tal como lo ha explicado reiterativamente Teodoro Petkoff, construye una nueva institucionalidad con el aplauso casi unánime de la sociedad. Eso le permitió al chavismo controlar todos los poderes del Estado y desde allí apertrecharse para perseguir a sus opositores y perpetuarse en el poder.

Nos pretenden asustar con la idea de que en el caso de que Petro llegase al poder se acabaría con la democracia y montaría un modelo parecido al venezolano, tanto en lo político como en lo económico. A esta argumentación se le olvida mencionar que, incluso en el caso de que esas fuesen las intenciones ocultas de Petro, lo cual ya es de por sí muy cuestionable, tendría una férrea oposición, encabezada por Duque y Uribe en el Congreso, con el apoyo de una bancada conformada por el Centro Democrático, los conservadores y Cambio Radical como mínimo. Igualmente, tendría a los medios de comunicación en su contra, los mismos que han demostrado sus  sesgos en esta campaña. Y tendría el control de las cortes, que ya fueron capaces de atajar a Uribe, que sí tenía todos los factores de poder a su favor. Con este escenario es imposible que Petro acabe con nuestra democracia y al contrario, su problema sería el bloqueo permanente a sus iniciativas que le impediría tener la gobernabilidad necesaria.

Igualmente, buscan infundir miedo con la idea de que si Duque llega al poder volverían los falsos positivos y las chuzadas a los opositores, entre otras prácticas antidemocráticas del gobierno de Álvaro Uribe. En este caso, el argumento olvida dos pequeños detalles.  Primero, que Iván Duque no es Álvaro Uribe y que no comparte los rasgos autoritarios de la personalidad del expresidente. Y segundo, que las circunstancias actuales no son las mismas, las actuaciones del gobierno de la seguridad democrática se dieron en el marco de la agudización del conflicto armado y la obsesión del presidente Uribe en derrotar a la guerrilla por la vía militar, incluso estigmatizando y persiguiendo a quienes no compartían su agenda. Sus problemas, más bien, derivarían de la dificultad que se genere cuando las opiniones de Duque y las de Uribe no estén alineadas, en cuyo caso tendría un problema de gobernabilidad similar al que ha tenido el presidente Santos pero no una dictadura uribista, como muestran los contradictores.

Ambos candidatos, por impopular que suene decirlo, representan genuinas opciones ideológicas y no constituyen ninguna amenaza para nuestra democracia ni para las instituciones. Así que la discusión debe centrarse en las diferencias reales y no en las caricaturas porque lo que sí es cierto es que hace mucho tiempo no tenemos unas diferencias tan claras en la visión de país y en la oferta electoral entre dos candidatos.

Los dos elementos principales que distancian a los candidatos son los temas de paz y de manejo económico. Por eso mi invitación es que hagamos el debate sobre las diferencias reales y no sobre las caricaturas. Esas divergencias tenemos que analizarlas con cabeza fría. Mi próxima columna será sobre ello.

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Por José G. Hernández.- El caso “Santrich”, aunque ha causado gran confusión, ha servido -por eso mismo- para demostrar que en todo lo relativo a la implementación del Acuerdo de Paz se han cometido muchos errores, en especial al expedir las normas sobre Jurisdicción Especial de Paz. A lo cual se ha agregado el débil control de constitucionalidad ejercido.

En efecto, el delito de narcotráfico nunca debió ser considerado conexo con el delito político. Pero, ya que lo fue, lo lógico era que quien lo cometiera después de firmados los acuerdos -lo que implicaba un compromiso en el sentido de no seguir delinquiendo- quedara inmediatamente a disposición de la justicia ordinaria, sin más trámites, y pudiera ser extraditado. Pero en el artículo transitorio 19 del A.L. 1/17 -que la Corte Constitucional dejó intacto- se incluyó una norma absurda: para establecer si la jurisdicción competente era la JEP o la ordinaria, hay que ir a la misma JEP para que sea ella la que diga cuándo se cometió el delito, aunque no tenga las pruebas al respecto.

La JEP no ha debido ser una jurisdicción independiente de la ordinaria. Al concebirla como se la concibió se dio lugar a conflictos como este. Van a ser permanentes. Lo dijimos, y así será en el futuro si no se introducen ajustes a las normas.

- Además, el Gobierno -en su afán de mostrar resultados de “paz” ante el mundo- se precipitó a posesionar a los magistrados de la JEP, sin que hubiera ley estatutaria en vigor, y sin que el Congreso hubiese aprobado las normas procesales. Se gastaron un año en el sistema abreviado “fast track” sin que esos elementos esenciales estuvieran listos, pero las apariencias tenían –a su juicio- más importancia que la lógica.

El primero en generar dificultades para el proceso de paz fue el propio alias "Santrich", si en efecto decidió reincidir en la comisión del delito. Y también al entrar en huelga de hambre, con el consiguiente deterioro para su salud. A ello se une la indebida y discriminatoria actuación de la Iglesia Católica –aceptada por el Gobierno y  la Fiscalía-, al conducir al detenido a uno de sus conventos.

- La JEP no debería entrar a conocer sobre delitos comunes, como el narcotráfico, salvo que estuvieran relacionados con crímenes de lesa humanidad o de guerra, según el ámbito que le corresponde a la luz de las normas que la crearon. Si no hay esa conexidad -que, repito, no ha debido ser establecida-, el narcotráfico como tal, en cualquier época, es del ámbito de la jurisdicción ordinaria, y la extradición se debería regir por las normas ordinarias. No por las especiales, que son de interpretación estricta.

- Hasta este momento, no hay solicitud formal de extradición. Por tanto, no se ha activado la Jurisdicción de la JEP para resolver únicamente la fecha de los posibles delitos.

Pero la JEP  -usurpando facultades del Congreso- dictó un protocolo sobre su propio procedimiento, y después –también sin competencia- se adelantó  a suspender el trámite de extradición que, por sustracción de materia,  no había comenzado.

Ahora, ante recursos elevados por los apoderados de "Santrich" ante la JEP, se ha generado un conflicto de jurisdicciones que resolverá la Corte Constitucional. Confiamos en que hará claridad sobre el tema, en vez de mayor confusión.

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Por Jorge Gómez Pinilla.- Tomado de El Espectador.-Duélale a quien le duela, Gustavo Petro es el primer candidato de izquierda que pasa a segunda vuelta en una elección presidencial.

Esto constituye un acontecimiento de trascendencia histórica, un verdadero tramacazo electoral, pues pone a temblar los cimientos del ‘establishment’ desde una opción democrática legítima, diferente al escalamiento subversivo que se vivió entre 1998 y 2002, cuando las Farc le metieron el dedo en la boca durante cuatro años al presidente Andrés Pastrana, cuyo estrepitoso fracaso trajo como consecuencia el nefasto régimen de Álvaro Uribe, quien se dedicó a perseguir a sus opositores y a llenar de sangre inocente la geografía nacional con más de 10.000 ‘falsos positivos’ mientras trataba de perpetuarse en el poder.

De aquí en adelante el petrismo no la tiene fácil, pues son más los malquerientes que los adeptos de otras fuerzas que se le quieran sumar entusiastas. En tal sentido ya Fajardo anunció que “ni Petro ni Duque” (en Antioquia sería pecado mortal si anuncia su voto por Petro), y Jorge Robledo cometerá de nuevo la torpeza de 2014, cuando invitó a votar en blanco en la segunda vuelta.

Ahora bien, si le metemos mercadeo político al asunto, la gran ventaja con la que arranca Petro es que él representa la novedad, el cambio, un producto nuevo que mucho abstencionista querrá probar, mientras que Iván Duque es producto viejo con empaque nuevo, un neoconservador vergonzante al que una de dos misiones le cabe si conquista la presidencia: convertirse en aprendiz de las mañas de su mentor, al estilo Corleone, o fungir de traidor, al estilo Santos. En cuyo caso sería digno de admiración, por avispado y por valiente.

Sea como fuere, ningún futuro político respetable le espera al que pretenda ‘repechar’ del inmerecido prestigio de un patrón cuya saga es un rosario de exfuncionarios investigados o condenados por los más diversos delitos, desde narcotráfico y paramilitarismo (su primo Mario, por ejemplo) hasta homicidios (los de su exdirector del DAS Jorge Noguera y su embajador en Chile, Salvador Arana), sin que sea posible omitir los numerosos crímenes (asesinatos, torturas y desapariciones) de los que es acusado su hermano Santiago.

Germán Vargas Lleras no pudo ser presidente pese a la poderosa maquinaria que construyó en los ocho años del gobierno de Juan Manuel Santos (y en los ocho de Uribe) porque descuidó las redes sociales, sin ser consciente de que en el reino de la postpolítica el que no cultive o cautive las redes sociales, está mandado a recoger.

De Humberto de la Calle solo se puede decir que estaba en el lugar equivocado, y su Partido Liberal entró en vías de extinción. Todo lo hicieron mal, desde la absurda consulta de “40.000 millones” de la que nació una candidatura precozmente quemada. Y lo siguen haciendo mal, cuando uno se entera de algunos congresistas "liberales" que sin ruborizarse anuncian su inclinación por el monigote que un expresidente acorralado por la justicia quiere convertir en Presidente para asegurar su impunidad perpetua.

Pero no todo es caos y confusión, a falta de pan buenas son tortas. Fue precisamente Petro quien comenzó a calar en el imaginario colectivo con un mensaje verdaderamente liberal, al menos más liberal que el de los liberales vergonzantes que con César Gaviria a la cabeza han corrido a refugiarse presurosos bajo las enaguas protectoras del uribismo, sin ser conscientes de lo que nos viene pierna arriba (sin vaselina ni anestesia).

Petro representa entonces -con todos sus defectos y virtudes- al candidato verdaderamente ‘liberal’ que le hacía falta al país para enfrentar a la godarria nacional, esa caverna política donde un godo como Alejandro Ordóñez parece una monjita de la caridad al lado de un sujeto tan peligroso, tan retardatario y tan untado de toda clase de lazos criminales como Álvaro Uribe Vélez.

Hay dos opciones antagónicas, y en tal medida la segunda vuelta nos regresa a los viejos tiempos bipartidistas, mediante la confrontación de un programa conservador y otro liberal, de corte socialdemócrata. Las dos opciones son el antipetrismo o miedo a Petro, y el antiuribismo o miedo a Uribe.

¿Cuál ganará? Hablando en plata blanca, los votos de Duque y Vargas Lleras se dejan juntar porque pertenecen a la misma casta conservadora, son 8.977.533; y los de quienes están del lado no uribista (Petro, Fajardo, De la Calle) suman 9.840.130. Haciendo claridad en que no todos los votos de Vargas serán para Duque ni todos los de Fajardo para Petro, son casi 900.000 votos de diferencia a favor de la opción antiuribe, así que no resulta fácil entender el llanto y crujir de dientes que se ha apoderado de quienes creen que con Petro en segunda vuelta todo está perdido, apague y vámonos.

No señores (y señoras), que no cunda el pánico: las tres semanas que faltan para la segunda vuelta serán claves para que Petro se reinvente y neutralice la prevención de muchos votantes, pero sobre todo para que sorprenda y atraiga a los temerosos con un mensaje incluyente, que invite a la construcción de un gobierno de concertación nacional basado en la búsqueda de lo mismo que proponía el dirigente conservador Álvaro Gómez Hurtado: un acuerdo sobre lo fundamental.

Parodiando a Sergio Fajardo, se puede.

DE REMATE: Si la memoria no nos falla, fue Gustavo Petro el que le aconsejó a Antanas Mockus lanzarse a la alcaldía de Bogotá después de que este se hizo famoso al bajarse los pantalones y mostrarles el orto a unos estudiantes revoltosos de la U Nacional, de la que era rector. ¿Qué tal si ahora, en gesto de reciprocidad, a Antanas Mockus le diera por declarar que con Petro sí se puede? ¿O es que acaso Mockus piensa que con Petro no se puede…? Que alguien le pregunte, plis.

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Por Giovanni Décola.- Nunca antes, el otrora glorioso Partido Liberal, había tenido tan precarios resultados en unas justas electorales a la Presidencia de la República. 

Un Partido que se ufanaba de ser el protector del pueblo irredento, paulatinamente se fue derechizando de una manera tan vergonzante, que mientras sus bases liberales abrazaban las tesis de la Colombia Humana, sus dirigentes, hacían cola para entrevistarse con Iván Duque o Germán Vargas, a quienes apoyaron, con honrosas excepciones. 

Reconozco en César Gaviria un gran timonel en épocas pretéritas, pero ha sido un verdadero desastre en la actual coyuntura. 

Autorizar una consulta en frío en el mes de noviembre, fue la génesis de una derrota sin precedentes. Hacerle gastar al erario público más de 40.000 millones de pesos en épocas de austeridad, nos colocó ante la opinión pública como un partido derrochador de los dineros de los colombianos. Si era por premura en la escogencia del candidato, una encuesta hubiese sido suficiente. 

Si era para agitar el trapo rojo, la consulta era en marzo, lo que no solo hubiese permitido jalonar con mayor rigor nuestras listas al Congreso, sino que recíprocamente, éstas hubiesen empoderado a nuestros excelentes candidatos a la Presidencia. 

Se necesitaba de una mente muy obtusa, para no percatarse que las bases liberales se sumaban espontáneamente a las toldas de Gustavo Petro, y abandonaban a Humberto De La Calle, no porque fuera mal candidato, sino que ante la polarización entre el uribismo y el petrismo, los liberales del común, preferían al líder de la Colombia Humana, antes que el regreso de un expresidente en cuerpo ajeno, que en sus dos períodos de gobierno, hizo todo lo posible, por hacernos desaparecer como Partido, y que sus postulados son la antítesis del pensamiento liberal. 

Y el acta de defunción del Partido Liberal está próxima a decretarse en “La Funeraria Gaviria” apenas la Dirección Nacional Liberal adhiera a Iván Duque. 

Esa decisión, obligaría a los miles de liberales a fundar un nuevo Partido. Llegó la hora de un Liberalismo Humano. Si queremos, de veras, empezar por recuperar la sintonía con el pueblo liberal, en primer lugar, y luego con esas grandes masas, que en el pasado nos dieron gloriosas victorias, acompañemos a Gustavo Petro, y hagamos junto con él, una gran concertación democrática, en donde un liberalismo unido sería imprescindible para sacar adelante en el Congreso y ante la opinión pública las buenas propuestas de la Colombia Humana, y como no, también ser un dique de contención, ante cualquier intento autoritario. 

Gustavo Petro comparte plenamente nuestras dos inamovibles: Apoya irrestrictamente la Constitución de 1991 y los acuerdos de paz. Todo lo demás, es debatible y negociable. 

Donde Iván Duque, no nos necesitan para gobernar y llegaremos como la pobre cenicienta. Nos utilizarán y nos ignorarán en la toma de las grandes y pequeñas decisiones. 

Hago un llamado a la sensatez. O nos encaminamos a donde Duque en busca de unos puestos o salvamos a Colombia de una hecatombe uribista, que vendrá a pasar cuenta de cobro y hacer trizas los acuerdos de paz que tanto defendemos. 

Los liberales somos precursores en la defensa del equilibrio de poderes. Gustavo Petro tendrá pesos y contra pesos. Iván Duque, sería dueño del ejecutivo, y con Uribe dominaría el legislativo y más temprano que tarde, doblegarán a la justicia y se harán amo de ellas. No podemos convertirnos en una nueva Venezuela y bautizar a Alvaro Uribe como el Diosdado Cabello de Colombia. 

Se urge un Congreso Extraordinario Liberal. Quiero ver en esa nueva Dirección Nacional Liberal nombres como Luis Fernando Velasco, Juan Manuel Galán, Juan Fernando Cristo, Lidio García y Laura Fortich, quien fuera la única mujer liberal electa en el nuevo Senado, entre muchas otras figuras liberales. El ciclo de Gaviria llegó a su fin. 

PD. Que ridículo que el Veedor del Partido Liberal, el derechista Rodrigo Llanos, esté a la caza del 85 % de la militancia liberal que no votó por De La Calle, para que el Consejo de Control Ético nos sancione, como ya lo hizo conmigo, por votar con Petro, pero se hace el ciego con quienes apoyaron a Duque o Vargas Lleras. Un cargo que era Ad Honorem y lo volvió oneroso, y quien por su culpa el Partido Liberal no podrá en varios municipios del país, presentar listas al Concejo por promover candidatos inhabilitados, como inhabilitado estaba él, para hacerse reelegir en la Veeduría.

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Por Amylkar D. Acosta M.- "Mejores prácticas para mejorar vidas": Lema de la Ocde.                                                              

Se lo propuso y lo logró. Eran dos las obsesiones del Presidente Juan Manuel Santos. Desde el 7 de agosto de 2010, al asumir la Presidencia de la República, se empeñó en el propósito de encontrarle una solución política negociada al conflicto armado con las FARC y el 24 de noviembre de 2016 firmó con Rodrigo Londoño, alias Timochenco, el Acuerdo final. Y el día de hoy Colombia fue admitida en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), gracias a su perseverancia y después de pasar el examen de los 23 comités que sirven de filtro para el ingreso de nuevos miembros. Dios premia la paciencia y la constancia vence lo que la dicha no alcanza.

Colombia se convierte en el socio número 37 y en el tercer país Latinoamericano, junto con México y Chile, de este club de buenas prácticas fundado en 1961, que tiene como propósito fundamental “compartir experiencias y buscar soluciones a problemas comunes”. Como lo afirma el profesor de la Universidad EAFIT Oscar Eduardo Medina, “estar en la OCDE es muy interesante porque es pertenecer a un club social que nos da una identificación interesante con inversionistas y puede jugar a favor en momentos en que pesa la baja en la calificación de Standard & Poor’s”. Explicó, además, que su membresía a la OCDE se convierte en “un elemento de presión para que Colombia empiece a tener otros estándares” más exigentes para sus políticas públicas.

Al dar su espaldarazo a la gestión adelantada por el Gobierno tendiente a acceder a la OCDE, la Asociación Nacional de Empresarios (ANDI) y la Cámara de Comercio de EEUU manifestaron en una Declaración al término de su reunión en Washington, que ello contribuye a “elevar los estándares, mejora las políticas públicas y fortalece las mejores prácticas en Colombia, atrayendo mayor inversión a la economía por tener un ambiente más transparente y estable”.

En una primera reacción, una vez que el Consejo de ministros de la OCDE, a través de su Secretario General Ángel Gurría, hizo el anuncio de la admisión de Colombia, el Presidente Santos dijo que con este paso que se acaba de dar estaremos “comparándonos con los mejores para ser mejores”. Y no le falta razón en ello. No obstante, es preciso entender que ingresar a la OCDE por parte de Colombia es, a la vez, un punto de llegada y un punto de partida, pues de ahora en adelante le tocará emular con los demás países miembros de la misma, con los que ahora se va a codear, para estar a la altura de los estándares que se comparten por parte de ellos, los cuales le servirán de baremo retador. El listón para las políticas públicas y la gobernanza, en todos los ordenes (económico, social, laboral y ambiental, especialmente), estará ahora mucho más alto, lo cual nos obliga salir de la zona de confort en que por décadas se ha mantenido la economía colombiana, con todas sus limitaciones. Ese es el reto, ese es el desafío mayor a encarar.

Como lo afirmó William Thomson Kelvin (Lord Kelvin), físico y matemático británico (1824 – 1907) “lo que no se define no se puede medir. Lo que no se mide, no se puede mejorar. Lo que nose mejora, se degrada siempre”. Este es el mayor mérito de hacer parte de este club tan exclusivo: nos vamos a someter a unos parámetros supremamente exigentes, lo que va a demandar esfuerzos de largo aliento, que sólo son posibles adoptando políticas de Estado y no de gobierno, cuyo período es escasamente de cuatro años. Esta será la mejor carta de presentación de Colombia ante al resto del mundo, que empezará a mirarnos con otros ojos, nuestra exposición será mayor porque nos tendrán en el radar, pero al mismo tiempo seremos objeto de un riguroso y continuo monitoreo por parte de los organismos multilaterales y, desde luego, por parte de las firmas calificadoras de riesgo.

En la postrimería de su gobierno el Presidente Santos deja estos dos legados, el del Acuerdo final con las FARC, pendiente de su implementación y el de la admisión de Colombia a la OCDE, con las tareas que conlleva, las cuales le quedan por delante a la próxima administración para ver de honrar sus compromisos. Quienes aspiran a sucederlo tendrán que tomar atenta nota  de los compromisos adquiridos tanto con las FARC como con la OCDE, los cuales comprometen al Estado, no sólo al Presidente Santos, que ya está de salida. Digamos con Víctor Hugo que “el futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad”. Seamos valientes y capaces de aprovechar esta ventana de oportunidad!

Bogotá, mayo 26 de 2018

www.amylkaracosta.net

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Por: Guillermo García Realpe.- Se llegó el tan esperado día, hoy los colombianos estamos llamados con nuestro voto a transformar el futuro del país que nos espera en los próximos cuatro años y eso sólo lo podemos lograr acudiendo masivamente a las urnas y votando libremente por la mejor propuesta. 

Todos queremos que sea un país donde quepamos todos, donde se dé continuidad a los buenos programas, donde se luche por erradicar la pobreza, transformar el modelo de salud, con más facilidades de acceso a la educación superior, hacer mejoras sustanciales al sistema de justicia,  necesitamos un país más moderno en toda su red vial, necesitamos un país que combata a fondo la corrupción que es el principal mal que hoy nos aqueja, merecemos una Colombia visionaria de grandes reformas, donde la inversión social llegue a los más apartados rincones de la geografía nacional, necesitamos un agro fortalecido y con más apoyo estatal, un medio ambiente protegido de la amenaza minera, un país donde hayan garantías para la oposición y sobre todo necesitamos un nuevo gobierno que se la juegue por la Paz y que defienda todos los postulados logrados en el proceso de La Habana, sólo así lograremos dejarle a las nuevas generaciones un país viable y futurista. 

En esta nueva contienda presidencial, esa a la que nuestra democracia nos convoca cada cuatro años, trae enormes retos que tenemos que superar. En esta elección hay candidatos de todos los matices y partidos. Todos tienen sus méritos para llegar a la primera magistratura del Estado. 

Sin duda quienes defendemos y apoyamos los ideales liberales votaremos decididamente por Humberto De La Calle Lombana, un candidato serio, con experiencia, con fuerza intelectual, con carácter, al que muchos lo citan como el mejor candidato de todos. 

Humberto De La Calle, es un hombre honorable, que defiende las causas justas, las libertades, ha luchado toda su vida contra la guerra, la que él califica como la peor de todas las injusticias. Un colombiano que se la ha jugado a fondo por la Paz de Colombia, el arquitecto del proceso de La Habana y quien lideró la creación de la tutela, esa figura que ha sido de bastante utilidad para que los colombianos hagan valer sus derechos ante las instancias legales y que quedó plasmada en la Carta Política del 91, esa misma que ayudó a construir de forma abierta y pluralista. 

Humberto De La Calle, es un hombre que le ha aportado mucho al país, ha demostrado de lo que está hecho y de lo que es capaz, por eso merece el apoyo de los colombianos para pasar a segunda vuelta. 

De La Calle es un hombre que ha escalado posiciones con gran esfuerzo para llegar donde hoy está, no le ha tocado fácil y es el resultado de la valentía de una familia de provincia que vivió la guerra de cerca, incluso le toco huir de ese flagelo desde muy temprana edad, por eso decíamos que ha luchado toda su vida contra la guerra. 

Colombia tendría sin lugar a dudas a un gran Presidente en los próximos cuatro años, un Jefe de Estado centrado, sin grandes maquinarias, sin padrinos políticos, un Presidente decente que va a combatir a fondo la corrupción, que va a defender la Paz, esa misma que ayudo a diseñar durante cinco años en La Habana, un Presidente de provincia que le cabe el país en la cabeza y  un luchador que garantizará equidad social. 

Por esto y mucho más ¡Yo Voto por Humberto De La Calle!

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Por: Jorge Enrique Robledo.-En los casos de Iván Duque y Germán Vargas Lleras no se sabe qué es peor: si son unos convencidos de las medidas y de las formas de gobernar de quienes los tienen de candidatos a la Presidencia –Uribe y Santos– o si no lo son, si lo que hicieron fue acomodarse a concepciones y actos que no compartían, para poder escalar en su beneficio personal en el poder del país. Si Colombia está tan mal, es porque siempre ha tenido éxito el truco de los candidatos que se presentan como el cambio, pero en realidad llegan a hacer lo mismo que los presidentes que no modificaron lo que debía cambiarse y que con frecuencia empeoraron lo que había. Para el país, digo. Porque a algunos les va de maravilla.

La presidencia de Sergio Fajardo es la que más les conviene a los intereses nacionales en razón de su trayectoria política y de su programa de gobierno, todo realizable en los cuatro años de su administración porque no engatusa colombianos pintándoles pajaritos de oro.

Porque Fajardo no ha hecho su carrera política al amparo de las prácticas corruptas y clientelistas de los mismos con las mismas, a quienes, a mano limpia, venció en las elecciones que lo llevaron a ser alcalde de Medellín y gobernador de Antioquia, gobiernos que dirigió sin apelar ni a la mermelada ni a otras corruptelas, a pesar de que la casi totalidad de los miembros del Concejo y la Asamblea pertenecían a las fuerzas políticas derrotadas.

Su propuesta anticorrupción ya está en ejecución con la consigna de “ni un peso por un voto; el que paga para llegar llega a robar”, consigna que enfatiza la idea de que la corrupción colombiana no es principalmente un problema de la falta de normas sino de las malas prácticas de los gobernantes. ¿O será que no sabían que era ilegal la financiación extranjera y que Odebrecht no los respaldaba sino que los sobornaba? ¿El Fiscal anticorrupción corrupto y los del cartel de las togas ignoraban que estaban violando la ley? Y tampoco es cierto que presidentes y ministros hayan sido las inocentes víctimas de los políticos torcidos de las regiones, en realidad sus subalternos. 

La educación es la propuesta principalísima de Fajardo. Su gobierno será el que más invertirá en educación, en todos sus niveles, en la historia del país, irá a este sector cada peso que se les quite a los corruptos y habrá un considerable aumento de la inversión en Investigación y Desarrollo. Terminarán los días del maltrato y minusvaloración a las maestras y maestros, pues no puede haber sistema educativo de alto nivel que no parta de la base del mayor respeto y respaldo a los docentes. Y en su gobierno se cumplirán los acuerdos del proceso de paz.

En el gobierno de Fajardo se crearán 1,5 millones de empleos formales, a partir de respaldar la producción industrial y agropecuaria de todos los tamaños, producción que ha sido atacada desde 1990 y de cuyo éxito también depende reducir la desigualdad social, entre las peores del mundo. En su gobierno se revisarán los TLC, que tanto daño le han hecho a Colombia.

De acuerdo con Manuel Rodríguez, el programa ambiental de Fajardo es el mejor de todos los candidatos. Porque enfrenta las causas de esta crisis y defiende la idea de que el cuidado del ambiente y el derecho de las comunidades a decidir al respecto no son obstáculos al progreso, sino el correcto sustento de la transformación y respeto de la naturaleza en beneficio del país.

Fajardo, de otra parte, es el candidato que menos resistencias genera entre los colombianos, lo que lo pone en condición de poder vencer a cualquiera en la segunda vuelta, que es de lo que se trata. Entre las varias informaciones que coinciden en esto, cito a Yanhaas sobre por quién nunca votaría: Fajardo, el bajísimo 2 por ciento; Petro, el muy alto 42 por ciento y Duque, el mediocre 26 por ciento. Fajardo es, entonces, quien sí puede evitar la pesadilla de reelegir a Uribe.

Así se entiende por qué la candidatura de Fajardo ha venido remontando con tanta fuerza –porque gana indecisos y lleva a que otros cambian sus votos–, según lo muestran las cifras y, sobre todo, el respeto, el cariño y el respaldo que se siente en las calles entre las gentes de todos los orígenes sociales y políticos, hechos que lo deben pasar a la segunda vuelta, cuando ganará la Presidencia e iniciará el cambio democrático que necesita Colombia. Se quedará en ficción el decir de los voceros de Duque y de Petro de que el domingo todo se limita a escoger entre ellos.

Nota. Este artículo se escribió antes de las elecciones.

Bogotá, 25 de mayo de 2018.

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