Por Gabriel Ortíz.- Para algunos a la paz le llegó su 9 de abril y manifestaron alborozo. Pero la sensatez de la mayoría hizo reflexionar a una Colombia que apenas empieza a usufructuar la convivencia.

La paz no es débil, no desfallece ante la menor dificultad. Se impone contra viento y marea y soporta los zarpazos de quienes quieren volverla trizas.

Lamentable lo ocurrido el 9, porque se presta para aplicar los más bajos golpes a la naciente reconciliación. De resultar cierta la participación de “Santrich” en el tráfico de coca, pueden venir ventarrones contra el proceso. Pero este, por fortuna, tiene defensas y blindajes que impedirán que se vaya a pique como pretenden quienes buscan un rio revuelto votos para alcanzar la presidencia. “Santrich” tendrá debido proceso y la misma Farc han dicho que si la JEP lo encuentra culpable, aceptarán esa decisión.

El narcotráfico es una amenaza para Colombia y para la paz. Desde hace muchos años a nuestro país y a nuestra gente las azota la corrupción, que  sembró el narcotráfico con la barbarie del dinero fácil.

Está por todas partes. La practican los grandes y los pequeños. Se utiliza para todo. Para ganar elecciones, para obtener posiciones, en los sectores público y privado.

La paz no podía pasar inadvertida para los corruptos. Trataron de penetrarla incursionando en la contratación, en el manejo de los fondos que con sacrificio destinan los colombianos y el mundo con generosas donaciones.

Los enemigos de la paz se amparan en la corrupción para desacreditar el proceso, pero esconden la mano cuando reciben sinecuras o contratos.

Critican a las Farc, dicen que no entregaron rutas del narcotráfico, no todas las armas, los niños, ni las caletas y los bienes. No ven los beneficios de la paz si no reciben contratos. Si hubiera repartición y corrupción, ella sería una panacea. La defenderían como a ciertas gobernaciones que trafican con los alimentos para los niños, con pensiones  para falsos dementes, con modificaciones a los POT, con montajes de “reficares” llenas de oro y maquillaje de balances. Esa es la corrupción que se quiso apoderar del proceso de paz.

El caso “Santrich”, viene cargado de tigre para golpear brutalmente la convivencia.

Colombia no puede malograr el esfuerzo de un puñado de hombres y mujeres que sin desmayo alcanzaron lo que muchos rechazaban y lo que tantos empezamos a disfrutar.

La corrupción y el narcotráfico no pueden malograr los anhelos de un país, la esperanza de los casi 50 millones de compatriotas que caminan por las rutas del progreso, del bienestar y de la conservación de la vida.

Ni la corrupción, ni el narcotráfico, ni los caza-contratos podrán estropear nuestra paz: la paz es más fuerte que quienes buscan un atajo para llegar al poder en medio de una guerra que los beneficiará y lucrará.

BLANCO: La U. Externado confirma a un Señor Rector.

NEGRO: Mientras el mundo busca energía limpia anticontaminante, Peñalosa llenará a Bogotá de buses de la vieja tecnología diesel.

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Por Rodrigo Zalabata Vega.-Pudo tratarse de una inocente amenaza de muerte. Porque incluso quien la hacía ponía en ejecución su plan en las manos de un muerto, Carlos Castaño. A cuya memoria le invocaba el milagro de un muerto más, solo eso. Le decía que por lo que hace ese hombre y su nombre lo tenía bien merecido. Qué de malo habría esta vez, cuántos inocentes mató en el pasado por un simple rumor subversivo, en tanto en este caso estaba probado el oficio de la víctima: Matador. 

El caricaturista tomó el lápiz con que se ha defendido en la vida, al sentir asaltado su mundo aparte, en el que ha convivido en paz con los muñecos más feroces de la política nacional, vueltos con trazos mágicos al estado del que nunca debieron crecer, juguetonas criaturas; con la misma inocencia que crece una niña en su cuarto de muñecas, en medio de un mundo de lobos alfa que aguardan por ella. 

Nunca pensaría quien se toma la vida en serio como un niño, que hasta el rincón de juegos de su alma tocaría la puerta la muerte, en un país que pocas veces recurre al protocolo inútil de la amenaza. 

Pero la felicidad de la inocencia no consiste en ser inocente sino en vivir conforme a ella, y Colombia guarda en su memoria el horror de la muerte de quien la hacía reír hasta perder los dientes como un niño, Jaime Garzón; a manos, por una tenebrosa coincidencia, del matador a cuyo espíritu se pide la muerte de Matador. 

Y si la amenaza era virtual resulta más letal y de creer, ya que las reales son personales, y si son sinceras se guardan en el corazón porque el que va a matar no avisa, pero aquellas que exhortan los espíritus de la muerte son las que se pintan en muros reales o virtuales, como los anuncios sangrientos que dejaban en los pueblos antes de llegar los paramilitares a cumplir sus masacres, o la estrella de David que dibujaban en las casas los simpatizantes de los Nazis antes que éstos se llevaran de paseo a los judíos hacia los campos de exterminio; lo que nos podría llevar a la desoladora conclusión de que la amenaza hacia Matador sea apenas el anuncio de una forma de pensamiento que está por venir, o vuelve del pasado, dispuesta a matar a quien no se la tome en serio. 

Coinciden los genios del humor en considerar que la condición para gozar de tan noble virtud es poder burlarse de los propios defectos, que suelen esconderse detrás de lo físico. Y saben que la risa es el ritual para exorcizar el demonio del ego, que puede llevar a matar a quien no esté de acuerdo con uno, ya que cuando nos vemos en el espejo de nuestras creencias no se permite la crítica, porque nos vemos a sí mismos, y el mayor riesgo es que nos crean los demás, con el pecado mayor de la idolatría que se manifiesta en el fanatismo del culto a la personalidad, que si está anidado en un espíritu de guerra logra la multiplicación de los muertos. 

Es el retrato vivo de lo que sucede a los pueblos. Un país que no se permite reírse de sus errores se vuelve serio como se ven los gobiernos totalitarios, sea de derecha, izquierda, laico o teocrático, el defecto es el mismo. El niño que crece sin permiso al cuidado de un padre autoritario se torna rígido como un adulto, pero sus emociones vuelven sin control el día que se hace libre. 

El gran defecto de Colombia es que se dejó crecer y perdió su alma de niño. Y tiene que ver con un crecimiento irracional y sin ley, después de ser regida en su historia por un régimen autoritario, corrupto y sin libertades, que arrojó a sus hijos al delirio del narcotráfico y el contrabando del dinero fácil, cuyos niños solo sueñan con ser grandes para tener los juguetes que no les importaron siendo niños. 

El crimen de Jaime Garzón fue la ejecución del espíritu del niño colombiano frente al pelotón de fusilamiento de los adultos, por robarle el juguete de la vida que por esencia lo puede disfrutar aquel que entre más viejo se hace más niño. A partir de allí vemos como cosa normal que mueran de hambre los niños en Colombia, como se deja morir en el olvido el juguete en el cuarto de San Alejo para que no estorbe, cuando era el mismo niño el que le daba la comidita. 

En serio, a lo único que teme el poder es al humor, porque le hace caer la máscara de seriedad con que se presenta, ocultando sus aberraciones. En la maravillosa obra “El Nombre de la Rosa”, Umberto Eco retrata con rigor esta gran verdad. El abate ciego Jorge de Burgos, cuidador y bibliotecario de la biblioteca universal en que habita toda la obra, trata a toda costa de impedir el acceso a la zona prohibida en que oculta un extraño saber, contenido en el libro que se consideraba perdido de Aristóteles, un tratado sobre la risa, al que envenena sus páginas para causar la muerte a quien osara leerlo. La razón de la prohibición era que si permitía que se leyera abriría la brecha para que terminaran burlándose de Dios, el sustento de todo el poder dominante de la Iglesia en el medioevo. 

La medida de la libertad de una sociedad es el ejercicio pleno de su autocrítica, que se expresa sin límites en el humor. Gracias a ello, los Estados Unidos, que ha protegido las libertades civiles como el tesoro más preciado de la propiedad privada, se hizo fértil para el desarrollo de la caricatura moderna. A partir de ella, desde los más prestigiosos periódicos de su gran prensa, la sociedad americana pudo ver reducidas a miniaturas animadas a las personalidades más poderosas del mundo, para reconocer a esa escala los vicios desaforados del capitalismo, y que de su crítica surgiera la superación permanente de su misma locura. 

El presidente republicano Richard Nixon, de cuya infancia conservadora traía en los labios una mueca tardía a manera de risa, quien se permitía con su seriedad mostrar ante la prensa feroz la cara más amable del cinismo, sentía un incontrolable temor de verse dibujado en caricatura, porque era llevado a un estado catatónico en que sentía el vértigo de la risa que lo perdía en la vida, ya que solo experimentaba la libertad al sentir que se gobernaba a sí mismo. De ese miedo a sentirse niño surgía su temor a sentirse vigilado, por eso su autoridad de presidente la gastaba en escuchas ilegales y en acosar a sus opositores, lo que al final, en un país de libertades, causó su renuncia con el escándalo Watergate. 

Por eso la amenaza hacia Matador no puede pasar como hecho aislado, como las miles de muertes aisladas que no logran configurar ni siquiera una responsabilidad política en Colombia, porque la medida de nuestra democracia será cuando tengamos “Un País al Alcance de los Niños”, como profetizaba Gabo en un célebre discurso, el día que los presidentes teman a los caricaturistas y no los caricaturistas a los presidentes. 

Porque si se llegara a cumplir el terrible aviso sería el doble asesinato del niño Jaime Garzón, al que todavía se llora, y la perpetuación de la cultura mafiosa que acostumbra a matar al muerto en su velorio. Si hasta le hacen bullying al niño Matador porque se asusta con una simple amenaza de muerte. Por eso no causa extrañeza que ni los expresidentes ni el presidente no hayan salido condenar el magnicidio infantil que vive Colombia, cuando han sido ellos quienes han condenado a muerte a los niños colombianos, sin derecho a sus defensas, al mismo tiempo de estar al frente del pelotón de fusilamiento. 

RODRIGO ZALABATA VEGA

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Por Ariel Ávila.- Luego de la captura de Santrich se han tejido todo tipo de hipótesis y análisis sobre el futuro del proceso de paz. Al respecto se podrían sacar cuatro grandes conclusiones o mejor líneas de análisis.

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Por José G. Hernández.-La captura de alias “Jesús Santrich”, con fines de extradición, constituye sin duda una de las más difíciles pruebas a las que ha sido sometido el proceso de paz, no solamente por  tratarse de uno de los principales negociadores de los acuerdos sino en razón de las características de su caso, que permitirá dejar en claro finalmente, después de mucha confusión -creada por ambivalencias del Acuerdo y por  las no menos ambivalentes  normas aprobadas al respecto en el Congreso-,cuál es el límite de los beneficios penales concedidos a los desmovilizados; qué corresponde  a la JEP y qué a la jurisdicción ordinaria.

Pero, si se cumple todo con arreglo a las normas constitucionales y a las decisiones de la Corte Constitucional, esa prueba resulta ser algo positivo para dicho proceso, en cuanto, mediante el precedente, se hace claridad sobre la futura aplicación de las reglas aplicables y asegura la garantía de no repetición de las conductas punibles, a la vez que excluye la impunidad para los reincidentes.

Todo depende, por supuesto, de la contundencia y certeza de las pruebas recaudadas acerca de la posible comisión de delitos, como el de narcotráfico,  por parte del ex guerrillero, así como sobre el momento -anterior o posterior al 1 de diciembre de 2016- en que hayan tenido ocurrencia los hechos punibles.

El fiscal Néstor Humberto Martínez  ha dicho este lunes 9 de abril que  Santrich fue capturado por la Policía y el CTI, en desarrollo de circular roja de Interpol, atendiendo una  solicitud del Departamento de Justicia de Estados Unidos. Según lo informado, la orden de captura internacional  proviene, a su vez,  del Gran Jurado de la Corte Federal del Distrito Sur de Nueva York, con fundamento –dice el Fiscal-  en la gran cantidad de pruebas electrónicas, documentales y videos, que demuestran la  participación de varios sujetos, entre ellos Santrich,  en actividades de narcotráfico –exportación de al menos diez toneladas de cocaína a los Estados Unidos- en julio de 2017. Vale decir, ya no durante el conflicto armado sino varios meses después de suscrito el Acuerdo de Paz (24 de noviembre de 2016) y de la entrada en vigencia de los compromisos bilaterales sobre terminación del mismo (1 de diciembre de 2016).

Siempre advertimos: ya que, infortunadamente, se aprobó la calificación del narcotráfico como delito conexo al delito político -lo que no ha debido ocurrir-, cuando menos dispóngase lo necesario para que no haya impunidad por hechos posteriores al Acuerdo Final.

Y dijimos también varias veces que  las normas que se dictaran sobre los límites entre la jurisdicción especial JEP y la ordinaria deberían ser disposiciones de claridad meridiana; que no generaran duda alguna; que se entendiera, sin ninguna reserva ni motivo alguno de discusión, que los reincidentes deben ser sometidos a la jurisdicción ordinaria y, en su caso, a la extradición.

El Gobierno y el Congreso decían que todo estaba claro. No lo estaba, hasta que la Corte Constitucional subrayó que los exmiembros de las Farc se comprometieron con el Estado colombiano a “garantizar la no repetición y a abstenerse de cometer nuevos delitos, o delitos de ejecución permanente, después del primero (1º) de diciembre de 2016, en particular, conductas asociadas con cualquier eslabón de la cadena de producción de los cultivos de uso ilícito y sus derivados”.

Ahora, entonces, no digan que la captura de Santrich debe generar una crisis en el proceso de paz, ni que es un golpe contra el mismo.

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Por Jairo Gómez.- Toda mi solidaridad con Matador, sin duda, el caricaturista de mayor relevancia hoy en el país; me atrevería a compararlo con Jaime Garzón en la década de los noventa –siglo pasado-. Su pluma es independiente y mordaz, por tanto, incómoda para el poder.

La decisión que tomó de no publicar más en las redes sociales por las amenazas de que fue objeto, la comprendo, es más: la respaldo. En Colombia no amenazan, matan. Los cientos de líderes sociales asesinados, sin que la sociedad colombiana se inmute, antes fueron amenazados y posteriormente asesinados. Lo mismo le puede ocurrir a Matador, ¿quién le asegura que no?

Claro, las dos realidades son incomparables. A los líderes sociales los asesinan en las zonas más vulnerables del país donde la presencia del Estado es mínima y la poca que hay –fuerza pública- está más concentrada en salvaguardar la integridad de los dirigentes de esas zonas, que son los mismos que mandan a matar a esos humildes líderes campesinos. A Matador (Julio César González) no le va a ocurrir eso, pues publica en un medio importante de Bogotá, la ciudad más importante del país donde viven los personajes más importantes de Colombia.

De qué vale que diga en nuestra Constitución que no habrá censura y que cada cual es libre de expresarse sin cortapisas, si desde 1991, cuando los colombianos adoptamos un nuevo texto constitucional, han asesinado más de 100 periodistas y las investigaciones, salvo en uno o dos casos, no arrojan un resultado veraz y contundente que identifiquen a los responsables materiales e intelectuales de esos crímenes.

Muchos dirán que es un manido discurso, pero eso es sencillamente la estela de una impunidad que se cobija en el poder y desde ese mismo poder se alienta para que no solo se amenace sino que se ejecute al amenazado. Así ocurrió con los más de cuatro mil militantes de la Unión Patriótica. Esa historia no se nos puede olvidar, por eso la decisión de Matador tiene sentido más allá de la solidaridad que hoy lo arropa, pero que no le alcanzará para protegerlo contra las balas.

Setenta años después no sabemos nada de quien mandó a matar a Jorge Eliécer Gaitán, pero sí sabemos quiénes provocaron el magnicidio. Líderes como Laureano Gómez, con sus encendidos discursos en contra del político liberal y sus constantes descalificaciones racistas, clasistas y temerarias hicieron eco en un país polarizado y en el que los conservadores alimentaban la violencia política. Y mataron a Gaitán. Se supo de la identidad del gatillero, pero de quienes intelectualmente tiraron del gatillo, no.

Esa es la verdad que hace de Colombia, nuestra Colombia, un país difícil donde no se perdona una y cuyos habitantes, como el avestruz, clavan la cabeza en la tierra para ignorar su propia realidad. ¡Qué tristeza!

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Por Amylkar D. Acosta M.-El déficit fiscal del Gobierno Central además de agudo es crónico. Como es apenas lógico, según la Ley de Wagner, el gasto público tiende a crecer con el tiempo y el tamaño del Estado, tanto en términos absolutos como en proporción del PIB, dado que cada día debe asumir mayores responsabilidades.

Pero mientras el gasto crece en proporción geométrica los ingresos para sufragarlos crecen en proporción aritmética y dicho desfase se traduce en un déficit fiscal de carácter estructural. Del 8.4% del PIB que representaba el gasto público en 1985 se pasó al 19.2% en 2015. Según el Informe en diciembre del año pasado de la Comisión de Gasto Público, creada en virtud de la más reciente reforma tributaria, la brecha existente entre el precario recaudo impositivo, que se aproxima al 14% y el gasto público, que supera los 3 puntos porcentuales del PIB, suponiendo un ingreso no tributario adicional de 2 puntos porcentuales del PIB.

Finalizando el año anterior, Colombia estuvo a punto de perder el grado de inversión de su deuda soberana. Primero fué la agencia calificadora de riesgo Standard and Pooor´s la que redujo su calificación crediticia rebajándola de "BBB" a "BBB-". Entre sus consideraciones para tomar esta decisión estuvo el magro crecimiento de la economía, que cerró el año con un anémico 1.8% y el alejamiento de la meta del déficit fiscal, que se resiste a ceder, acentuada por la época de las vacas flacas del sector minero-energético, poniendo en riesgo el cumplimiento de la Regla fiscal. Y ello no obstante la “austeridad inteligente” planteada por el Ministro de Hacienda Mauricio Cárdenas, la cual se tradujo en un apretón fiscal, recortando $4 billones en el Presupuesto de la vigencia 2017 y anunciando otro recorte para el 2018, de tal manera que el Presupuesto General de la Nación pasó de $181.7 billones en 2017 a $182.1 billones en 2018.

Una de las razones que adujo el Ministro Cárdenas para tramitar la reforma tributaria de 2016  fue la de “evitar perder la clasificación BBB“. Aprobada dicha reforma, S&P manifestó que “aunque esperamos que los déficits fiscales de Colombia se reduzcan, los resultados de la reforma del 2016 han estado por debajo de lo previsto y el cumplimiento de la meta fiscal ha recaído parcialmente en ingresos extraordinarios”, refiriéndose a los recursos provenientes de la multa impuesta a las operadoras de telefonía celular Claro y Telefónica por valor de $4.7 billones, equivalentes a 0.5% del PIB. En efecto el ingreso adicional por cuenta de la reforma tributaria fue de sólo 0.4% del PIB, inferior al 0.7% estimado por el Gobierno.  A poco andar la calificadora de riesgo Moody´s siguió los pasos de S&P y aunque le mantuvo su calificación de la deuda soberana de Baa2, cambió la perspectiva a la economía colombiana de “estable” a “negativo”. Por su parte la firma Fitch fue más prudente, le dio un compás de espera y manifestó que “hasta que no se conozca la política del próximo gobierno” no tomarán ninguna decisión al respecto.

Para dar cumplimiento a la regla fiscal el déficit fiscal tenía un techo de 3.6% del PIB para el 2017 y 2.7% del PIB para 2018, sin embargo en el Plan Financiero actualizado del Ministerio de Hacienda se fijó  como meta alcanzar  el 3.1% en 2018, 2.2% para el 2019, 1.6% para el 2020, 1.3% para el 2021 y 1% para el 2022. Para cumplir con dicho cometido, según Dinero “eso significa que en los dos primeros años del próximo cuatrienio el ajuste (vía mayores ingresos y/o menores gastos) deberá ser por un monto total estructural de 2.1% del PIB ($18 billones/año en pesos de 2017”. Según ANIF, se requiere “una presión tributaria  neta del orden de los $135 billones (14% del PIB), la cual implica un crecimiento del recaudo del 3.6% real (similar al del 2017)”. En concepto del ex ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla, “para cumplir la Ley (léase Regla fiscal), deberán efectuar un ajuste fiscal de 1.4% del PIB entre 2018 y 2019. Esto que suena manejable, equivale de hecho a un choque entre 7.5% y 10% del tamaño del Gobierno en Colombia”.

Según la CEPAL en América Latina y en Colombia en particular el nivel del recaudo se encuentra por debajo de su potencial, debido a deficiencias en el diseño y la administración de los tributos, amén de la evasión y la elusión tributaria, que se han convertido en una vena rota que se debe suturar. En 2017 los ingresos del Gobierno ascendieron al 15.7% del PIB, aproximadamente, superando el 14.9% de 2016, pero ello se logró gracias al ingreso por concepto de la multa a las operadoras de la telefonía celular y el 2018 se va a ver favorecido por el recaudo histórico atribuible a gestión de la DIAN, del orden de los $9.5 billones, $1.5 billones por normalización de activos. Pero aún con este incremento de la presión fiscal ni se garantiza cumplir con la meta de déficit fiscal ni mucho menos equipararse con el nivel del gasto del 19.2%.

www.amylkaracosta.net

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Por Mauricio Cabrera Galvis.- El mundo está en riesgo de caer en una destructiva guerra comercial por las improvisadas y contradictorias políticas comerciales de Donald Trump, tomadas sin consultar a sus asesores y funcionarios, e inclusive en contra de la opinión experta de algunos de ellos. Lo más peligroso es que en opinión de Trump, “las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar”.

Primero fue el anuncio de aranceles adicionales a las importaciones de acero y aluminio, supuestamente por motivos de seguridad nacional. La improvisación se hizo evidente cuando pocos días más tarde se eximieron de este arancel a las importaciones provenientes de Canadá, México y Europa, con lo cual se hizo evidente que el objetivo real de la medida eran los productos chinos.

Luego vino el ataque directo contra China y se anunciaron aranceles a productos importados de ese país por valor de USD 50.000 millones. Las razones invocadas en este caso fueron la reducción del enorme déficit comercial de Estados Unidos con ese país y la presión para que China respete la propiedad intelectual y deje de robar tecnología.

Como China no es una “banana republic” a la que el Tío Sam pueda manejar a su antojo, respondió imponiendo un arancel del 25% a las importaciones de 128 productos americanos por igual valor. Trump se enfureció con la respuesta y amenazó con nuevos aranceles a otros productos importados por valor de USD 100.000 millones. Con mucha calma las autoridades chinas anunciaron que cualquier medida arancelaria sería respondida con una equivalente. Es la crónica de una guerra comercial anunciada.

Es cierto que Estados Unidos tiene un enorme déficit comercial con China porque le compra USD 275.000 millones más de lo que le vende. Pero tratar de resolverlo a punta de aranceles bilaterales no solo es estúpido porque genera una guerra comercial mundial, sino inútil porque no resuelve el problema.

La pelea entre EE.UU. y China repercutirá en todo el mundo. Si los chinos no pueden vender su acero y aluminio en EE.UU., van a tratar de vender esos excedentes en otros países, incluyendo a Colombia, y para hacerlo van a ofrecer descuentos. Para defender sus industrias nacionales esos países también impondrán aranceles compensatorios, y China hará lo propio con medidas retaliatorias.

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Por Carlos Villota Santacruz.-Twitter@villlocol.-En el segundo debate presidencial que se llevó a cabo en el coliseo de la Universidad del Norte con transmisión en directo de Telecaribe y el acompañamiento de las redes sociales, quedó en evidencia que los ciudadanos colombianos lo que desean escuchar, a poco menos de 60 días de la primera vuelta, es propuestas y soluciones concretas para todas y cada una de las regiones  del país.

Los jóvenes, las mujeres  y las personas de la tercera edad en los 7 departamentos de la costa –a los que se suman las otras 4 regiones del país de 48 millones de habitantes- es que las campañas no se construyan en una hoja de ruta tradicional, a través de spot con “promesas vacías y los espejitos de colores” y dar paso a la cotidaneidad con capacidad de traducir la crisis social y económica en generación de empleo, educación, cultura, deporte, salud y darle un “nuevo vestido al turismo”, donde Colombia está llamada a jugar un papel fundamental en el siglo XXI.

Los jóvenes de ciudades como Barranquilla, Cartagena, Montería o Sincelejo no siguen ideas o partidos, seguirán a un candidato que tenga capacidad de diálogo, construir puentes más allá de la coyuntura y tenga la voluntad política de adelantar una reforma legislativa en el Congreso, donde la agenda este lidera por una reforma al sector rural, la justicia, , el sistema electoral, la reforma política y darle un nuevo “aire” al sistema nacional de regalías y participaciones.

Desde este jueves 5 de abril de 2018 hasta el 27 de mayo, las campañas presidenciales de Iván Duque, Sergio Fajardo, Germán Vargas, Gustavo Petro y Humberto de la Calle  deben “reconocer”  que el lenguaje de la comunicación cambio y que se requiere una visión de 360 grados, que facilite interpretar el aquí y el ahora, con una perspectiva de futuro viable y sostenible, respetando el “bolsillo de los colombianos”, agobiados por una alta tasa impositiva y en medio del segundo así más inequiativo de América latina, tan solo superado por Haití.

En nuestro sentir el mejor escenario para hacer de la campaña, una campaña de argumentos y con proyección nacional e internacional son los colegios, las universidades y la calle. Donde el ciudadano quiere hacerse participe de una cultura política que comience por “la oreja con propuestas” y no a través de largos y “maquillados” discursos por Youtube sentado en un escritorio y bajo un libreto.

En otras palabras, Colombia y los colombianos nos cansamos de los viejos escenarios de la política tradicional que llevó al poder a Andrés pastrana, Alvaro Uribe y Juan Manuel Santos al poder reclaman propuestas para una generación con más futuro que pasado, que  tiene que ser decisiva a la hora de delinear programas de Estado para la región pacifica, los llanos orientales, la zona andina o lugares extremos de la geografía como Leticia y San Andrés y Providencia-

El reto que viene ahora para las campañas presidenciales, es como captar  el voto de los abstencionistas, de los jóvenes y de las mujeres – que hoy están firmes- alrededor de causas como la educación y el respeto de sus derechos fundamentales, al tiempo de “abrir una puerta” a las nuevas  audiencias, que no solo deben descansar en las redes sociales, sino en darle la cara a los ciudadanos.

Si miramos con detenimiento, las redes sociales, son a esta altura de un año pasado por agua “un gran hervidero de posverdad, que a la luz de la comunicación social, el periodismo y la comunicación es inaceptable y puede conducir al país  “a una guerra civil verbal sin precedentes”, con un alto impacto al interior del Estado, una vez se posesione el sucesor de Juan Manuel Santos el 7 de agosto.

También es oportuno indicar, que menos de 10 días que el presidente de los Estados Unidos Donald Trump visite Colombia por primera vez, que de una u otra manera será un indicador del papel que tendrá Colombia “Era posSantos”. Los jóvenes entre 18 y 25 años si quieren ser parte del cambio. “Lo harán votando”. Lo que los candidatos presidenciales deben reconocer es que atrás quedaron los discursos eternos sobre la política intrinsica. Que quieren una vida real para ellos y su descendencia. Que quieren un presidente que se pueda conversar. Que no provoque miedo o solo rechazo cuando aparezca en televisión como Jefe de Estado o presida el recibimiento de una delegación deportiva, después de llevar la bandera nacional, a sitiales de honor en cualquier lugar del mundo. No quieren el oportunismo. “O no sabe quién soy yo” “O yo hice”. Quien un presidente con capacidad gerencial y proyectado a una Colombia, más allá de la “estadística electoral”.

Si algo quedó claro en el debate presidencial de Telecaribe, es que los movimientos sociales, la crisis de los servicios públicos y la defensa del medio ambiente, es la clave para que los caribeños acudan a las urnas en la última semana del mes de mayo. Su mirada es fresca y tiene vuelo propio. Considero como consultor político, que esta ciencia del conocimiento la comunicación en las semanas que están por venir generaran estímulos y respuestas adecuadas al contexto que experimenta Colombia, que el lunes 9 de abril conmemorará el Día nacional de las Victimas con una sesión del Congreso en pleno presidida por el presidente del senado Efraín Cepeda (Conservador).

La mujer hace parte de la historia del país. Hoy más que nunca esa historia debe salir a la “luz pública” con investigación, educación, pedagogía y un debate local, regional y nacional. En la mujer descansa “el corazón de la democracia”. La mujer no puede ser mirada como un objeto decorativo o un dato demográfico, sino como una ciudadana con un liderazgo, donde su feminidad representa liderazgo y su voz “las palabras para dar la vuelta definitiva a la página de la violencia”.

Este nuevo paradigma merece otro debate presidencial con altura como el que se llevó a cabo en la ciudad de Barranquilla. Donde la paz no sea solo el único tema de debate. O determinar la aceptación de un candidato por interpretar un partido político de derecha o de izquierda. Lo que se requiere es diálogo con una perspectiva propositiva de la administración pública.

La amenaza y el peligro de la democracia colombiana no está si los ciudadanos votan en blanco o por algún candidato presidencial. El verdadero peligro radica que quién resulte ganador -en primera o segunda vuelta- es que desvíe el mandato que le entregarán en las urnas, que me atrevería a pronosticar, superará en participación los 10 millones de votos, que no se aleje de entrada de los tentáculos de la corrupción, que no sepa interpretar la amenaza “epidemilogica que se levanta como un tsunami sobre Colombia por la migración masiva de venezolanos que supera el 1600.000 personas, la más grande en los tiempos que corren en el mundo. Que no le de orden a su administración. Que tenga un gabinete equilibrado. Que esté preparado para enfrentar la crisis, que coloque la casa  en orden, que tome las medidas que deba de tomar de manera autónoma. De convertirse en un inspirador. Que castigue con ejemplaridad   la violación de  la ley por parte de algún miembro de su equipo o un desastre natural como una inundación, un terremoto o la explosión de un macizo volcánico.

Finalmente, es oportuno decir en esta reflexión den materia de comunicación política –después de las elecciones del 11 de marzo cuando se eligió el nuevo Congreso que se posesionará el 20 de julio-  que Colombia entrará a partir de la segunda semana de abril,  en una etapa de la política y el futbol estarán de la mano. Los candidatos presidenciales en campaña. Y la selección de José Néstor Pékerman con la mira puesta en el  Mundial de Rusia. En ese contexto lo que escucharemos los colombianos –dentro y fuera del país- es de estrategia, liderazgos, pasión y una tendencia arriesgarlo todo con la intención de ganar. Las cicatrices deben cerrarse. No se puede caer en un escenario, -sea en la carrera presidencial o por un partido de fútbol- que un error nos haga sentir superiores en medio del rol que jugamos en la sociedad como ciudadanos. Si trabajamos en equipo como país sea en democracia o en el deporte, el que ganará seremos todos los que habitamos esta esquina de Suramérica. No solo los aspirantes a suceder al presidente Santos o Jammes Rodríguez, Falcao o David Ospina. Nuestra recomendación es que seamos  protagonistas de esta etapa de nuestra historia. Nuestros espectadores son nuestros abuelos, padres, hijos, nietos y hermanos. También nuestros amigos. Lo que el país reclama desde las regiones. En el caso particular del caribe, es que los  aspirantes a la jefatura del Estado, sepan el privilegio que tienen de tener esa investidura. Los jugadores de fútbol de representar a Colombia en la cita orbital y el poder de las palabras. Sino queremos que todo siga igual hay que cambiar el foco. Y cambiar el foco se traducirá en despertar el interese y lo inequietud de lo nuevo. El cambio está a nuestro alcance como sociedad. Aprovechemos el voto y la pelota. Gritar viva por un candidato debe ser igual de importante un gol. No es dividiendo sino sumando, cuando nacerá la Colombia que soñaron nuestros antepasados y que llevamos en la piel. Y eso no hizo sentir el debate presidencial en la Universidad del Norte. A propósito de este comentario usted que piensa. E mail carlosvillotasantacruz@yahoo. com.co

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Por Gabriel Ortiz.- Tradicionalmente el candidato escogido por el partido Liberal asumía automáticamente la jefatura del partido y desde luego recibía el respaldo unánime de los dirigentes de esa colectividad. Sin aplicar “disciplina para perros”, el escogido decidía, actuaba y ordenaba.

Esta vez, Humberto De la Calle, un hombre idóneo, sin tacha, decente y al que este país le debe, en gran parte, la paz y la convivencia que hoy se respira, fue dejado “colgando de la brocha”. Los miembros de su partido se asustaron con las encuestas. Razonable, porque Colombia se encuentra en el túnel del espanto, al cual se acude últimamente para arañar votos.

Una nación que lleva más de medio siglo en guerra es aprovechada por los politiqueros de siempre para sembrar el sobresalto. Buscan conservar sus privilegios, usurpando gobiernos, mandatos y desde luego lucrarse de la corrupción. Hoy son más importantes la politiquería y sus secuelas, que la paz. Por ello De la Calle, tuvo que dar su brazo a torcer y abandonar la idea de conformar con Fajardo una fuerza política poderosa y limpia, que hubiera podido alcanzar la presidencia en una primera vuelta.

Por fortuna De la Calle es un hombre al que el país quiere y agradece haberlo encausado por las paralelas de la paz. Nuestras estadísticas no muestran, como antes lo hacían para aterrarnos, cuántos hombres de nuestra fuerza pública mueren a diario. Menos, cuántos se salvan diariamente. El termómetro que mide nuestra tranquilidad, no se muestra.

Los logros de la paz que gracias a De la Calle, y desde luego de Santos, se ven con claridad en el incremento del turismo en las cuentas nacionales, en el control al narcotráfico y demás reflejos de la paz. Solo queda la delincuencia común y de cuello blanco.

Se dificulta la situación para De la Calle, el hombre de la paz. No será fácil aglutinar la votación que necesita para alcanzar la Casa de Nariño, pero es posible que durante estos cincuenta y un días que restan para el 27 de mayo, el país sensato valore la trayectoria y voluntad de servicio de quien nos llevó a la paz y se logre así cambiar el rumbo de las cosas para beneficio de la Colombia oculta.

Es obvio que los otros candidatos tienen méritos suficientes para alcanzar la presidencia, pero la polarización, el miedo, el sobresalto, la mentira, las noticias falsas y demás vicios que enseñorean la escena política colombiana impiden que la gente, ese elector primario, pueda tomar libremente una decisión acertada.

El Dios de Colombia nos acompañe y podamos tomar la más recta, democrática y progresista decisión ese último domingo de mayo, para que nuestra patria alcance los grandes días que están por venir, como decía el expresidente López.

BLANCO: El colega Armando Caicedo entregó su nuevo libro, en el que retrata una historia reflexiva de nuestra guerra.

NEGRO: La prensa que es señalada por el expresidente Uribe como “dañina”, sigue amenazada. Esta vez Matador es la víctima.

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Por José G. Hernández.- ¿Cuál será el nuevo orden jurídico? Todo depende.

Con independencia del nombre y del partido del próximo presidente de la República, bien sabemos que, además del desarrollo e implementación del Acuerdo de Paz, el país tiene muchos problemas pendientes de solución, tanto en el campo económico como en el social, en el jurídico, en el ecológico, en el plano de las relaciones internacionales, en materia de seguridad ciudadana, en el orden público, y en otros campos. Sin duda hay cuestiones muy importantes que deben ocupar la atención del Estado en el mediano y en el largo plazo, y asuntos por resolver con carácter urgente, que no dan espera, como la lucha contra la corrupción y el narcotráfico.

En todas esas materias, lo que se espera es que los candidatos tengan claras las directrices fundamentales de sus políticas, programas y proyectos. Lo que aplicarán y dispondrán en el caso de ganar la presidencia. Y han de aprovechar estos días para comunicarse con el electorado y para decirle, también con claridad, cuáles son las prioridades de su eventual administración, sus compromisos y los medios que emplearán para cumplirlos.

Ahora bien, viene un nuevo orden jurídico. Aunque no todo tendrá que pasar por la expedición de reformas constitucionales o de leyes, lo cierto es que, tras la elección presidencial, tanto el ciudadano que se apreste a asumir la conducción del Estado y del Gobierno como los integrantes del nuevo  Congreso tienen que definir la agenda en que se ocuparán. Hay algunos proyectos que el actual gobierno ya ha presentado a las cámaras, y no todos culminarán su trámite en el período que transcurre. Muy probablemente habrá asuntos por replantear, cambios en la orientación y nuevas iniciativas. Eso depende de los resultados electorales.

Pero también es claro que no todo se decidirá en el Congreso. Se observa una tendencia, en algunas campañas, hacia la convocatoria de una asamblea constituyente. De hecho, algunas de las propuestas que hemos escuchado de los candidatos requerirían ese procedimiento de reforma. Es el caso de la idea -que, con todo respeto, no compartimos- de suprimir las actuales altas corporaciones judiciales para dejar una corte única, que concentraría tanto la cabeza de la jurisdicción constitucional como la ordinaria, la de lo contencioso administrativo, la disciplinaria y la máxima autoridad electoral.

Sin duda, además de la natural complejidad del asunto, creemos necesario advertir que, de ser acogida la propuesta, ella implicaría una evidente sustitución de la Constitución Política de 1991, y por ende no cabría su trámite por el procedimiento del acto legislativo a cargo del Congreso. Nos atrevemos a pensar que, antes de desaparecer, la Corte Constitucional declararía la inexequibilidad por falta de competencia de dicho órgano. De modo que el camino tendría que ser el de una constituyente, por cuanto antecedentes jurisprudenciales como el sentado en la Sentencia C-141 de 2010 -sobre reelección presidencial- nos llevan a estimar que semejante reforma tampoco podría llevarse a cabo mediante referendo.

Sin duda, por otra parte, habrá muchos temas que hoy permanecen en los portafolios de los candidatos, y que no verán la luz como proyectos, pero en todos ellos hemos percibido la intención de introducir nuevas reformas constitucionales. Será el candidato triunfador el que defina cuáles estima que debe presentar, y las fuerzas políticas dirán la última palabra.

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