Por Juan Fernando Londoño.-La campaña política nos ha llevado a los colombianos a tener que escoger en segunda vuelta entre los representantes de los dos extremos del espectro político.

Ha sido una lástima que a Fajardo le hayan quedado faltando 5 centavos para el peso, y aunque sus declaraciones posteriores han mostrado la calidad de su liderazgo, sería bueno que admitiera que fueron ellos los responsables de no tener una consulta con De la Calle porque no querían contaminarse con el Partido Liberal.

Ahora tenemos que escoger entre Duque y Petro o abstenernos o votar en blanco, pero al final alguno de ellos llegará a la presidencia. Desafortunadamente, los primeros mensajes que asoman tienden a generar pánico entre los votantes para convencernos, más que de las bondades del candidato propio, de los terribles males que le esperan al país si gana el candidato rival. No me como ese cuento.

Empecemos por analizar las advertencias contra Petro, porque parecen ser compartidas entre élites educadas y al mismo tiempo manipuladas con especial saña por dirigentes gremiales. Se dice que si Petro gana terminaríamos como Venezuela por cuenta del mesianismo del candidato de izquierda. Un breve recorderis de lo que pasó en Venezuela ayudará a entender las diferencias.

En Venezuela se dedicaron a acabar con los partidos políticos y a culparlos de todos los males del país (un país que en la época de Carlos Andrés Pérez estaba mejor que hoy). Cuando Chávez llega al poder con el apoyo de todos los sectores sociales, tal como lo ha explicado reiterativamente Teodoro Petkoff, construye una nueva institucionalidad con el aplauso casi unánime de la sociedad. Eso le permitió al chavismo controlar todos los poderes del Estado y desde allí apertrecharse para perseguir a sus opositores y perpetuarse en el poder.

Nos pretenden asustar con la idea de que en el caso de que Petro llegase al poder se acabaría con la democracia y montaría un modelo parecido al venezolano, tanto en lo político como en lo económico. A esta argumentación se le olvida mencionar que, incluso en el caso de que esas fuesen las intenciones ocultas de Petro, lo cual ya es de por sí muy cuestionable, tendría una férrea oposición, encabezada por Duque y Uribe en el Congreso, con el apoyo de una bancada conformada por el Centro Democrático, los conservadores y Cambio Radical como mínimo. Igualmente, tendría a los medios de comunicación en su contra, los mismos que han demostrado sus  sesgos en esta campaña. Y tendría el control de las cortes, que ya fueron capaces de atajar a Uribe, que sí tenía todos los factores de poder a su favor. Con este escenario es imposible que Petro acabe con nuestra democracia y al contrario, su problema sería el bloqueo permanente a sus iniciativas que le impediría tener la gobernabilidad necesaria.

Igualmente, buscan infundir miedo con la idea de que si Duque llega al poder volverían los falsos positivos y las chuzadas a los opositores, entre otras prácticas antidemocráticas del gobierno de Álvaro Uribe. En este caso, el argumento olvida dos pequeños detalles.  Primero, que Iván Duque no es Álvaro Uribe y que no comparte los rasgos autoritarios de la personalidad del expresidente. Y segundo, que las circunstancias actuales no son las mismas, las actuaciones del gobierno de la seguridad democrática se dieron en el marco de la agudización del conflicto armado y la obsesión del presidente Uribe en derrotar a la guerrilla por la vía militar, incluso estigmatizando y persiguiendo a quienes no compartían su agenda. Sus problemas, más bien, derivarían de la dificultad que se genere cuando las opiniones de Duque y las de Uribe no estén alineadas, en cuyo caso tendría un problema de gobernabilidad similar al que ha tenido el presidente Santos pero no una dictadura uribista, como muestran los contradictores.

Ambos candidatos, por impopular que suene decirlo, representan genuinas opciones ideológicas y no constituyen ninguna amenaza para nuestra democracia ni para las instituciones. Así que la discusión debe centrarse en las diferencias reales y no en las caricaturas porque lo que sí es cierto es que hace mucho tiempo no tenemos unas diferencias tan claras en la visión de país y en la oferta electoral entre dos candidatos.

Los dos elementos principales que distancian a los candidatos son los temas de paz y de manejo económico. Por eso mi invitación es que hagamos el debate sobre las diferencias reales y no sobre las caricaturas. Esas divergencias tenemos que analizarlas con cabeza fría. Mi próxima columna será sobre ello.

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