José Félix Lafaurie Rivera

Por: José Félix Lafaurie Rivera*.- Cuando están en riesgo la seguridad y las libertades, las sociedades acuden al soldado como “héroe patrio”. Hoy, frente al riesgo del coronavirus, así calificamos a los médicos y al personal de salud, y cuando se suma la amenaza del hambre, también graduamos de héroes a nuestros campesinos, como bien hizo el presidente en una de sus sesiones informativas. Nada más justo y reivindicatorio.

Aunque sea transparente para el “ciudadano”, solamente los ganaderos producimos anualmente más de 900.000 toneladas de carne y más de 7.000 millones de litros de leche, pero los paperos producen 2,8 millones de toneladas y los arroceros 1,7 millones, hablando solo del PAC (papas, arroz y carne) de nuestro “corrientazo”; sin el cerdo y el pollo, las frutas del trópico medio, los cereales del altiplano, el banano de “las zonas”, el azúcar del occidente, el “cafecito” que llena las horas de aislamiento, y esa abundancia tropical de productos del campo que no sabemos apreciar.

Por ello vuelvo a la palabra “ciudadano”, que se refiere, como sustantivo, a quien pertenece a un país, pero como adjetivo se limita a su sentido original de “ciudad”, de lo “citadino”, expresando la dicotomía urbano - rural, que en Colombia es sinónimo de inequidad y abandono del campo.

Por ello, aunque el aislamiento forzoso para combatir la pandemia es para todos “los ciudadanos”, se me antoja que es más citadino que rural, porque el campo ha estado en aislamiento forzoso desde hace décadas, qué digo, siglos…, desde siempre. Para su fortuna, en este caso, el campesino abre la puerta de su casa y está aislado; su vecino está lejos, el puesto de salud y la escuela están lejos, ir al pueblo es paseo dominguero por vías pésimas, y la señal de celular, si lo tiene, es deficiente o inexistente.

Y como si fuera poco, la paz no asoma en muchas regiones, azotadas por el narcotráfico que florece en ese “aislamiento forzoso rural” y que, además, no es solo territorial, institucional y económico, sino social y estigmatizador. El campo, cuando no es asociado al “veraneadero” de las ciudades, se percibe como esa Colombia lejana y peligrosa, donde hay guerrilleros, narcotraficantes y mafiosos; es como la oveja negra que avergüenza a la familia, y el campesino como el hermano pobre, al que se mira con algo de conmiseración y mucho de distancia “social”.

Ser “gran empresario” urbano es enaltecedor y amerita medallas; serlo en el campo, gracias a las perversas narrativas de la izquierda, es sinónimo de terrateniente, explotador, paramilitar, despojador y un largo etcétera de ignominias.

La denuncia de este aislamiento rural forzoso, estructural y discriminatorio, hace parte del discurso gremial ganadero. Por eso hoy reclamamos que el reconocimiento del campesino, del trabajo rural y del sector agropecuario por su aporte a la seguridad alimentaria, no sea flor de un día ni se limite a la gratitud por su heroísmo anónimo.

El campesino que madruga al ordeño o dobla su espalda en el cultivo sin reparar en pandemias, es un microempresario que necesita crédito, porque los insumos se encarecen y parte de su esfuerzo queda en intermediarios inescrupulosos; y el mediano y el gran empresario rural también necesitan preservar el empleo. Las medidas de apoyo deben cobijar al sector agropecuario, con papel protagónico del ministro Zea a través de Finagro y el Banco Agrario, irrigando liquidez y esperanza a esa Colombia aislada, con el apoyo de los alcaldes para facilitar el trabajo campesino y la recolección y distribución de alimentos.

Como la salud y la seguridad, el esfuerzo rural es un asunto de vital subsistencia “ciudadana”.

Bogotá, D. C, 27 de marzo de 2020

*Presidente de Fedegan

@jflafaurie

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Jorge Enrique Robledo

Por Jorge Enrique Robledo*.- Los enfermos y muertos por el Covid-19 serán menores o mayores en cada país dependiendo de qué tanto se acierte en la prevención y curación y de la calidad de su sistema de salud. Afortunadamente, Claudia López y otros mandatarios lograron que Iván Duque aceptara el aislamiento que se había resistido a aprobar.

Pero ojalá que quienes requieran de cuidados intensivos no aumenten mucho en Colombia, porque el sistema de salud deberá quedarse corto al no haberse puesto al mando la salud como derecho ni haberse protegido la red pública hospitalaria. Así hagan todos los esfuerzos los médicos, personal de enfermería y demás trabajadores de la salud –tan maltratados de todas las formas durante décadas–, como estoy seguro de que los harán.

Complejísimo será además en todo el mundo tratar las consecuencias económicas y sociales de la pandemia y el aislamiento ciudadano, pero en especial en países como Colombia, que no cuentan con los grandes recursos necesarios para enfrentarlas, a la par que tienen más necesidades que atender, tanto para gasto social –subsidios a informales, desempleados viejos y nuevos, deudas, arriendos, facturas…–, como para proteger y estimular la actividad económica en trance de estancarse y arruinarse. Y como sal en la herida, a los colombianos también nos cayó encima la baja de los precios del petróleo, ingreso en exceso importante, por error, en las cuentas nacionales.

En el debate mundial que estimula la pandemia sale cuestionado tanto el propio modelo económico y social de la globalización neoliberal como la soberbia de sus promotores y grandes beneficiarios, que lo consideran inamovible, a pesar de que no tienen cómo defenderlo si se piensa en beneficiar a todas las personas y países. Y las potencias económicas –a través del FMI y la OCDE– son capaces de decidir que esta crisis la paguen los países y personas más débiles, así lo que venga sea una depresión económica peor que la de 1929, crisis en la que Colombia puede sufrir más por su debilidad estructural y porque hoy tiene mayores relaciones económicas de mercado que en ese entonces.

Si se comparan los gastos que los países desarrollados y Colombia han aprobado por el Coronavirus, se confirma que sin la intervención del Estado el capitalismo no se desarrolla y hasta se autodestruye, aun cuando los neoliberales engañen al respecto. Y se confirma cuán mediocre es la economía colombiana, debilidad que está en la base de los problemas nacionales de pobreza, miseria, corrupción y hasta de violencia que nos avergüenzan.

El monto del subsidio que en Colombia recibirá de más cada pobre escogido será de 63 dólares. En EEUU acordaron 1.200 por persona y en el Reino Unido se darán hasta 3.000 al mes a 3,8 millones de trabajadores por cuenta propia. En cuanto a las pequeñas y medianas empresas, en Colombia se estima prestarles 500 millones de dólares, EEUU otorgará créditos que podrán no ser reembolsables por 367.000 millones y el Reino Unido les dará hasta 30.000 a cada una. En la base de estas notables diferencias aparece que los respectivos productos percápita de estos países, en dólares, son de 6.700, 62.700 y 43.000. Y que quede claro que no es que allá no padezcan por una gran desigualdad social, asaz escandalosa.

¿Por qué terminó este país así de mal, no obstante su gran territorio y abundantes recursos y un pueblo que en el único país del mundo donde no consigue trabajo ni se le respeta como buen trabajador se llama Colombia? Porque ningún gobierno se ha propuesto desarrollarlo de verdad, para alcanzar el nivel de los países exitosos, decisión empeorada por la globalización neoliberal, que impuso más que antes un mundo de países ganadores y perdedores, extrema concentración de la riqueza, enormes desigualdades sociales, gran corrupción y una deuda externa como espejismo que nos impone decisiones y nos esquilma e incluso algo peor: impedirnos emplear a nuestra gente productivamente y crear riqueza, al obligarnos a importar los bienes industriales y agrarios que podemos producir, así como atarnos al atraso educativo y científico y tecnológico y al maltrato ambiental.

La crisis del Coronavirus debe estimularnos a los colombianos, sin distingos de ningún tipo, a unirnos en el propósito de construir un país moderno de verdad que, con sus particularidades, preservando lo positivo que tenemos, transite por los caminos que se sabe deben recorrerse para alcanzar una Colombia próspera y democrática.

Bogotá, 27 de marzo de 2020.

Senador del Polo Democrático Alternativo

@JERobledo

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Lorena Rubiano

Por Lorena Rubiano.- Yo di lo mejor de mí y Dios puso el resto. Hattie McDaniel.

Difícil era, casi imposible pensar, o imaginarse que los habitantes del planeta tierra cambiaran sus criterios y estándares de vida y su desprecio por el planeta y sus habitantes, de un momento a otro. Tampoco era cuerdo pensar que podían cambiar sus ansias de riqueza y de poder a través de las armas, y menos aún pensar en regresar a creer en la existencia de un ser superior. 

Pero apareció, creado por el capital, el Covid-19, que reducirá la población, muchos serán los fallecidos por culpa de esta pandemia, pero, los que queden vivos tendrán que replantear el manejo económico comercial y humanitario del mundo. Hay que reducir la desigualdad entre los que sobrevivan, tendrán que aprender de esta terrible experiencia o no sobreviran a la próxima guerra biológica que ya debe estar siendo planeada por los dueños de la economía mundial. Nacerá otro orden económico mundial, Dios quiera que sea más humanitario y menos explotador, más consiente de la responsabilidad social y más responsable con nuestro planeta tierra.

Ante esta pandemia, ¿de qué servirá el dinero a los banqueros? ¿Las armas nucleares a las grandes potencias? Porque las guerras serán biológicas, un virus creado por el dinero, es el causante de esta pandemia que sabemos dónde se inició pero no donde terminara, pero será suficiente para que aparezcan los salvadores del mundo a ordenarnos que hacer y cómo hacerlo.

¿Qué hará Colombia con los aviones f16 y submarinos nucleares para combatir el coronavirus, la pobreza y el hambre, el dengue y las demás epidemias en nuestro país?

Lo que no pensaban ni calcularon los creadores del Covid -19 es que se les saliera del control y que iba llegar a sus propios y sofisticados estratos sociales, a todos sin excepción ninguna, y la vacuna no estaba lista o no la quieren sacar aun, para crear más pánico y más incertidumbre.

Es hora de escuchar a la naturaleza, de escucharnos entre seres humanos, de no ser indiferentes y mezquinos ante la necesidad de los países vecinos como Venezuela, de recibir las experiencias medicas de Cuba, de China y otros países, es el momento de la grandeza espiritual y no de la mezquindad política. No hay que aprovechar la situación para terminar de avasallar al enemigo político. Hay que dar la mano, con grandeza, a quien la necesite.

América Latina que parecía o miraba lejos el problema, no estaba preparada para esta pandemia, y puede ser devastadora, una vez que se expanda, entre la pobreza y la falta de recursos médicos. ¿Si Europa, especialmente Italia y España no han podido, contener el coronavirus, con mayores y mejores recursos, que podemos esperar nosotros los latinos?

En cuanto a nuestro país, hay que apoyar con toda fortaleza al presidente Duque, él es el capitán del barco y tiene una gran responsabilidad, debe tomar toro por los cuernos.

Debemos ya un gran reconocimiento, un aplauso a nuestros médicos y a todo el personal de hospitales y clínicas, son los verdaderos héroes.

Bogotá, D. C, 27 de marzo de 2020

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Fabio Cifuentes

Por Fabio Cifuentes*.- Estamos enfrentando una grave crisis que amenaza la vida y la estabilidad del mundo, pero ya está demostrado que con solidaridad, calma y aislamiento podremos vencer la pandemia del Covid-19.

Ahora no queda más que concentrarnos en las soluciones, acatar las recomendaciones, especialmente la del aislamiento y lavado de manos que sin duda son las más efectivas y comprobadas hasta el momento para controlar la pandemia.

Todos debemos estar unidos con un espíritu solidario y de responsabilidad con nuestra vida y la de los demás. Si hay conciencia de la gravedad de esta crisis vamos a salvar muchas vidas.

Aunque el gobierno ha tomado varías medidas para neutralizar el virus, todos debemos, conscientemente, quedarnos en casa y lavarnos las manos. No podemos destinar toda la fuerza pública a perseguir irresponsables.

La decisión del gobierno de aislar todo el país, es la más dura pero la más efectiva, por eso tenemos que apoyarla. Y lógico esto trae paralelamente muchos problemas para miles de colombianos.

Hay muchas personas que realmente viven con lo que ganan diariamente, adultos mayores solos, habitantes de calle, abriendo un gran boquete a este tipo de medidas, porque el hambre puede llevar a que el aislamiento fracase.

Por eso, acá es donde las autoridades deben reaccionar muy rápido para solucionar esta necesidad vital.

La unión de las familias y vecinos es esencial en estos momentos, los que tengan como ayudar deben apadrinar por lo menos a un hermano, sobrino, primo o una persona que esté sin recursos para adquirir productos básicos, mientras los gobernantes comienzan a distribuir la ayuda.

Es un tema de vida, y si nos unimos vamos a superar la crisis. Si no nos solidarizamos con los más necesitados el hambre los obligará a salir a las calles y ahí estaríamos fracasando en la derrota del coronavirus. Así de sencillo.

Debemos valorar de corazón que las plazas de mercado, supermercados y droguerías sigan operando, por eso debemos actuar con excesiva responsabilidad.

Solo debe salir una persona por familia y comprar lo necesario, porque si hay desabastecimiento dejaremos mucha gente sin alimentos y vamos a “reventar" al sector productivo y ahí si generaríamos una crisis mucho más grave.

La calma es VITAL en estos momentos, cualquier riesgo de pánico individual o colectivo nos estaría poniendo una lápida en el cuello a todos. Debemos expresar siempre tranquilidad a quienes nos rodean, no podemos llenar de miedo a nuestras familias. 

Por eso no debemos enviar ni compartir por redes sociales noticias falsas, ni vídeos y nada que nos quite la tranquilidad. Que las redes y grupos de WhatsApp se usen solo para acciones solidarias y buscar soluciones, lo demás es basura que en nada ayuda en este momento.

La policía, que es la institución que tiene contacto directo con la población civil, debe iniciar ya una labor informativa y pedagógica de cómo van a salir a la calles y veredas las personas que van a comprar alimentos y medicamentos.

Hay incertidumbre y temor, especialmente en las zonas rurales, porque no saben cómo van a movilizarse, si les aclaramos evitaremos desplazamientos masivos que pueden ser muy riesgosos.

Sé que muchos están preocupados por sus empleos, empresas y propiedades, pero si reflexionamos por un instante lo que estamos viviendo uno entenderá que cuando está en riesgo la vida lo material es insignificante. ¡Primero la vida!

Bogotá, D. C, 25 de marzo de 2020

*Asesor en Estrategia de Comunicaciones. Se ha desempeñado como subsecretario de prensa de la Presidencia de la República, jefe de prensa de la Campaña Presidencial Juan Manuel Santos y Periodista Caracol Radio.

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Gabriel Ortiz

Por Gabriel Ortiz*.- Covid-19 despertó a los pensadores del mundo, que afanosamente trabajan para salvarlo de los depredadores que lo explotan sin cesar.

El virus, cuya vacuna buscan incansable y afanosamente los científicos de todos los países, ha dejado ver cierta debilidad cuando lo enfrentan a un barato jabón con su brillante espuma. No sucede lo mismo con la mente y con la actitud humanas. A ellas solo les importa lo material, lo que replete al hombre de bienes y riquezas, bien o mal habidos. Ahí es donde entra a jugar la desquiciada política.

Ruines, aciagos e infaustos líderes, surgen, penetran y se mantienen al pie de las contiendas, sin miramiento alguno por las matanzas y carnicerías, semejantes a las pandemias que con frecuencia castigan a la humanidad.

Esta vez, cuando aparece el covid’19, el Secretario General de la Onu, Antonio Guterres, levantó su voz para pedir al mundo un cese global inmediato al fuego, porque hay que preservar a los civiles de los países en conflicto. ¨La guerra es una locura¨, ha dicho a los habitantes del globo. Ese lenguaje fastidia a muchos; a gobernantes y gobernados cuya única misión es el poder y la riqueza. ¨Silencio a las armas, detengan la artillería¨, les suplicó. Muchos pensábamos que  la voz de Guterres era un grito en el desierto, que nadie lo acompañaría. El Alcalde de Dallas, Texas, cuando hizo un vehemente llamado a sus conciudadanos para luchar contra Covid-19, les solicitó apartarse de la política. ¨Olvidemos al rojo y al azul y enfrentemos unidos la pandemia, que es la menaza que se cierne contra nuestra población¨.

Durante esta emergencia son muchos los políticos que quieren cortar ramas del árbol seco. Aspirantes a altas posiciones que salen a la televisión a mostrar generosidad con las víctimas del virus, anunciando precarios mercados a cambio de futuros votos.

El camino es otro. Duque ha tomado medidas acertadas y a tiempo. Los resultados empiezan a observarse. El virus retrocede, gracias al aislamiento social, los planes de emergencia, las alertas y el humanismo.

El Fondo de Emergencias, actúa y busca impedir parálisis económica, aunque hay qué aclarar que el dinero que maneja -como se ha dicho- no irá para el sector financiero, al que la sufrida población colombiana, refinanció cuando estuvo al borde de la quiebra.

La gran empresa ha respondido, el gobierno, la gente. Falta el apoyo a los compatriotas que deambulan por aeropuertos internacionales, sin lograr un vuelo para su patria. Américan Airlines, suspendió vuelos anticipadamente, sin siquiera avisar a los viajeros. Y según se dice, esta hecatombe se prolongará un mes más. ¿La aeronáutica pedirá cumplimiento a Américan?

El planeta sigue en vilo. No aparece la vacuna, los colombianos rodean al gobierno, aunque algunos burlan las acertadas medidas, la guerra sigue, no se silencian las armas, coronavirus puede perderle el miedo al jabón.

¡El fuego y la política siguen unidos con cavid-19!

BLANCO: El acertado nombramiento de Luis Alberto Moreno como embajador en USA.

NEGRO: Los injustificados saqueos por las medidas contra la pandemia.

Atlanta 26 de marzo de 2020

*Periodista Exdirector del Noticiero Nacional, Telematinal y Notisuper

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José G. Hernández

Por José G. Hernández*.- Quizá como nunca antes, está justificada la declaración del Estado de Emergencia previsto por el artículo 215 de la Constitución. La irrupción del virus Covid-19 en nuestro territorio constituye una verdadera calamidad pública y afecta de manera grave el orden público económico y social. Así que la decisión adoptada por el Presidente Iván Duque tiene pleno fundamento en los preceptos superiores y responde a una obligación básica de las autoridades: la de proteger a todas las personas residentes en Colombia en su vida, su integridad y su salud.

El Ejecutivo debe ser apoyado en esta materia. Todos estamos amenazados, y resulta imprescindible que todos aportemos, de buena voluntad, para superar las difíciles circunstancias que vive el país, como muchos otros, como consecuencia de la rápida expansión de la pandemia por la vía del contagio.

Desde luego, hubiéramos preferido que las medidas se adoptaran antes. El Gobierno esperó demasiado. Ha debido cerrar la frontera aérea de manera oportuna, y mucho se habría evitado, pues no cabe duda acerca de la puerta de entrada del virus: el aeropuerto Eldorado. Y era de esperar que nuestra administración hubiese aprendido algo de la experiencia vivida por países europeos, como Italia o España, en que la tardanza e irresponsabilidad oficiales desencadenaron una tragedia todavía vigente.

Aunque después fueron desautorizados mediante un decreto mal redactado y completamente alejado del objetivo en que ha debido ocuparse el Presidente, fueron los gobernadores y los alcaldes -en especial la burgomaestre de Bogotá, Claudia López- quienes tomaron las primeras decisiones con miras a la protección de la gente. La cancelación de eventos que congregaban a muchas personas -con el inmenso peligro que ellos representaban-; la suspensión de clases presenciales en establecimientos educativos; las justificadas restricciones a los actos de culto religioso; los cierres y toques de queda en los municipios; el ensayo colectivo sobre aislamiento voluntario… fueron medidas muy útiles y sirvieron para que el Gobierno Nacional tomara conciencia acerca de la necesidad de actuar con diligencia y rapidez.

No pudimos entender las razones de funcionarios como la Ministra del Interior, quien sostenía que lo indicado era esperar a que llegara el virus a un municipio para proceder a su cierre, o al toque de queda. Ni tampoco la negativa a establecer contacto con las autoridades venezolanas para luchar de común acuerdo y con mayor eficacia contra la extensión de la enfermedad en la frontera. Haciendo prevalecer la política sobre la urgencia, querían pactar los procedimientos de control sanitario con el señor Guaidó, que nada hace ni puede hacer a ese respecto.

Lo cierto es que ahora el Presidente y sus ministros tienen en las manos la herramienta constitucional con la que pueden actuar. Pero hay que advertirlo: los decretos legislativos que puede dictar deben guardar relación directa, exclusiva y específica con las causas de la perturbación, y estar dirigidos a sofocar la crisis y a impedir la extensión de sus efectos. Se trata de proteger a toda la población, respetando las normas constitucionales y evitando disposiciones tan negativas como la reciente -contenida en Decreto 444 de 2020- , que quita recursos a los municipios para trasladarlos a las instituciones financieras, en vez de exigir a los bancos su solidaridad y apoyo para los más necesitados.

Bogtá, D. C, 25 de marzo de 2020

*Expresidente Corte Constitucional

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Victor G Ricardo

Por Víctor G. Ricardo*.- Hace solo tres meses nadie en Colombia o en el resto del mundo se imaginaba que íbamos a vivir una crisis tan grande como la que estamos enfrentando con la llegada del coronavirus. Ningún país, ni siquiera los más avanzados, estaba preparado para manejar un problema de salud pública como el que se ha venido generando.

Pocas personas alcanzan a dimensionar el mal que está causando esta pandemia. Lo que a todos nos ha quedado claro es lo frágil que es el ser humano ante un virus como este. Ni las grandes potencias económicas, ni los países “del primer mundo”, en su poderío militar, ni los más desarrollados en tecnología han podido dar una respuesta inmediata al control y exterminación a este virus.

La China, por su parte, nos ha dado ejemplo y una lección al mundo entero de cómo comportarse, del cuidado que se debe tener, para que un virus de esa naturaleza no se propague a la velocidad que lo ha venido haciendo en otros países. Además, ha dado ejemplo de cómo reaccionar ante una emergencia de esta naturaleza, montando hospitales para poder atender a los infectados y tomando las medidas de control ciudadano necesarias para hacer que el daño que causa el virus no sea tan grande. Hasta el momento, gracias a todas las medidas tomadas, China está controlando la situación.

Otra cosa muy diferente es lo que ha ocurrido en Europa, fundamentalmente en países como Italia y España e incluida Alemania en menor escala, en los cuales las muertes a diario superan las 600 y hasta 750, como ha acontecido en los últimos días y, no han podido controlar que siga expandiéndose la infección. Colombia ya tiene más de 250 infectados y, a través de medidas extraordinarias, como es la del aislamiento de la personas, la prohibición de reuniones, la prohibición de traslados de una ciudad o municipio al otro, la suspensión tanto de vuelos nacionales como internacionales, está tratando de contener que el virus se expanda más rápido y que haya menos infectados.

Al principio veíamos contradicciones entre los distintos niveles de la administración pública, pero ahora estamos presenciando que pasada las tormentas entre estas y las vanidades de quien hace mejor la tarea que el otro, nos estamos poniendo de acuerdo en que para el bien de la salud de todos los colombianos. Antes que controversias lo que necesitamos es unirnos para a través del cumplimento de las medidas de contención podamos afrontar en gran problema de salud pública que proteja vidas, tratando de organizar a la mayor brevedad una ampliación de las camas hospitalarias que permita atender a los infectados y así procurar que la lista de muertos, victimas del virus, sea la menor posible aunque sabemos que desafortunadamente irá creciendo la mortalidad.

También tenemos que ser conscientes que al igual que en una guerra hay que tomar decisiones muy drásticas en el aspecto económico y que, seguramente, vamos a quedar al final de toda esta pesadilla, que ojalá sea lo menos grave, y frente a la cual debemos pedirle a Dios que nos ayude, golpeados y muchas empresas o personas en condiciones difíciles y angustiantes. Pero lo primero es que podamos mantener nuestras vidas para continuar luchando por nuestro desarrollo y futuro.

Es aquí donde quiero expresar que en el marco de tan malas noticias y angustia en que nos encontramos, los colombianos ha sido, en su mayoría, disciplinados y están acatando las instrucciones que el Gobierno nacional y los regionales han venido dando. Y es que si nos las cumplimos, la cuenta de cobro nos es otra que un resultado mayor de víctimas.

Solo la actitud coordinada y responsable de todos, bajo el liderazgo del Gobierno nacional y el cumplimiento de la ciudadanía hará que podamos tener mejor atención a los infectados y menos víctimas.

Estamos en la etapa de la contención al virus tratando que no se extienda a mayor velocidad, pero los días más graves están por venir. Si así entendemos lo que estamos viviendo y seguimos cumpliendo las instrucciones, tendemos menores sufrimientos.

Bogotá, D. C, 25 de marzo de 2020

*Excomisionado de Paz

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Clara López Obregón

Por Clara López Obregón*.- “La estructura de la sociedad como la conocemos dejó de ser viable desde el punto de vista planetario". Estas palabras de una entrevista del año pasado me las recordó María Fernanda González por su contenido premonitorio de la vulnerabilidad de los distintos gobiernos y poblaciones ante la pandemia del coronavirus. La segregación social de la desigualdad discrimina en materia de acceso a servicios de educación, salud, agua potable y nutrición y, desde luego, ingresos; pero la propagación de la enfermedad toca a todos, hasta los más encumbrados.

Esa circunstancia niveladora explicaría por qué la pandemia del coronavirus, a diferencia del cambio climático o la exacerbación de la desigualdad, podría llevar a repensar el modelo de sociedad. Durante los últimos treinta años, el Estado social o de bienestar quedó a la deriva en medio de la imposición de un modelo globalizado de mercado puro, sin mayores intervenciones del Estado para morigerar sus nocivas consecuencias distributivas y sociales.

Mediante una envolvente estrategia comunicativa hizo carrera la idea de responsabilizar al Estado por el atraso y demás males lo que facilitó la incorporación normativa de la ideología del libre mercado. Así, de manera casi imperceptible, el vicio individual del egoísmo fue avanzando hasta reemplazar la solidaridad como sentido común de la sociedad. La intervención estatal para corregir las fallas del mercado se reemplazó con débiles regulaciones a los monopolios y la carga tributaria de los más poderosos fue reducida mientras se elevaban los impuestos regresivos como el IVA para financiar a un Estado debilitado en sus funciones de arbitraje social. El resultado: una desigualdad inverosímil y la incapacidad del Estado para responder a las demandas sociales.

Como sustrato de la sociedad de mercado se instaló la insolidaridad, no solo de los más pudientes, sino de amplios sectores de la sociedad. Con todo, de manera dialéctica, la solidaridad está resurgiendo en medio de la pandemia. Esa solidaridad, base de la reciprocidad humana es la que debemos cultivar para transformar la sociedad en una que sirva a todos y todas por igual.

En esta difícil coyuntura, la solidaridad exige acciones impostergables de parte de sectores enfrentados. Existen dos situaciones que reclaman humanidad en medio de la emergencia: la confrontación interna en Colombia y las sanciones impuestas a Venezuela. Respecto de la primera, muchas organizaciones sociales y ciudadanas han hecho una exhortación a la insurgencia del ELN, a los grupos armados ilegales como el Clan del Golfo y la Nueva Marquetalia y al Gobierno Nacional para hacer un cese humanitario de las hostilidades. “La situación de emergencia humanitaria amerita distensión y concentrarnos como país y como sociedad en asumir este enorme desafío pues continuar las hostilidades entre actores armados contribuye a la expansión y contagio del virus con enormes pérdidas de vida,” reza la declaración (texto completo: Solicitud ciudadana de Cese Humanitario por Covid 19 ).

De otra parte, el presidente Iván Duque tiene la oportunidad de avanzar la causa de la solidaridad humana propiciando desde el Grupo de Lima un llamado a los Estados Unidos para que levante las sanciones punitivas impuestas a Venezuela. Estas están causando estragos en la población por falta de alimentos e insumos de la salud, y por extensión a Colombia, con sus 2.000 kilómetros de frontera porosa.

El gobierno de Maduro y la oposición de Guaidó, a su vez, deben entablar un diálogo como el que plantea el economista Jeffrey Sachs en entrevista a la BBC en la que denuncia la tragedia humanitaria de las sanciones. En ella afirma: “El mundo necesita una calibración precisa de la situación y entender que no hay una solución en la que el ganador se queda con todo, tiene que haber un compromiso.” Este compromiso negociado constituiría una expresión elevada de la solidaridad. De la solidaridad nacen la confianza y la colaboración necesarias para la nueva sociedad que debemos construir colectivamente.

En el caso de Venezuela como en el del ELN, no hay salida viable distinta a la negociación basada en criterios de solidaridad y humanidad, no de ventajas desmedidas a costa de la contraparte. Mientras tanto, la pandemia hace indispensable el cese humanitario.

Bogotá, D. C 25 de marzo de 2020

*Exalcaldesa de Bogotá, Exmnistra de Trabajo.

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Guillermo Garcia Realpe

Por Guillermo García Realpe*.- Desde finales del año pasado el mundo empezó a conocer de un virus que se propagó rápidamente en la ciudad de Wuhan, capital de la provincia de Hubei en China central, y que poco a poco fue contagiando a sus ciudadanos dejando una estela de muerte y desolación a lo largo del gigante asiático. 

Después de superada la emergencia que llegó a su punto máximo, las muertes en ese país bordea los tres mil y el número de personas infectadas superó las 80 mil, y a nivel mundial más de 13 mil muertos. 

Pero de China, ese enemigo silencioso, que no vemos, pero que está ahí, se trasladó rápidamente a países importantes de Europa como Italia y España, naciones del viejo continente que hoy están confinadas y alarmadas por la cifra de muertos que todos los días deja el coronavirus en sus territorios. 

Y como era de esperarse, el coronavirus llegó a Colombia y hoy (al momento de escribir éste artículo) la cifra de compatriotas contagiados ya supera los 235 casos y lo peor, según un estimativo del Ministerio de Salud, en nuestro país la cifra podría alcanzar los cuatro millones de casos, de los cuales más de 500 mil serían críticos, ambas cifras astronómicas que desbordaría sin duda, nuestro débil sistema de salud. 

Para muchos las medidas preventivas y de contención del virus en Colombia han sido tardías, el Gobierno Nacional ha sido poco efectivo desde el momento en que se declaró la pandemia y desde entonces han ingresado al país miles de personas provenientes de países focos del brote, esos ciudadanos son  los que han expandido el virus a personas de su núcleo familiar, a amigos y a personas con contacto social cercano, sin duda, una irresponsabilidad mayúscula de quienes aún sin saber que eran portadores no se sometieron a la cuarentena obligatoria y hoy las consecuencias las vemos todos los días en las noticias. Otra debilidad que permitió la expansión del coronavirus en el territorio nacional, son los pocos controles sanitarios por parte de las autoridades respectivas en terminales aéreas y de transporte terrestre permitiendo que ciudadanos infectados no fueran identificados a tiempo para su aislamiento preventivo. 

A raíz de esto y ante el desespero por la falta de directrices para mitigar esta contingencia, los mandatarios locales empezaron a tomar decisiones en sus territorios como decretar los toques de queda, cerrar las fronteras interdepartamentales y en fin una serie de medidas adicionales que finalmente fueron derogas por el Presidente de la República una vez se dio cuenta que eran más efectivas las decisiones locales que las mismas nacionales. 

Todo esta situación ha repercutido en el sistema económico y productivo de las naciones de manera gravosa, hoy por ejemplo el barril del crudo está a menos de 25 dólares, por supuesto hay una guerra comercial entre Rusia y Arabia Saudita en temas de OPEP, pero eso lo que indica es la vulnerabilidad de los países que como Colombia dependemos demasiado de la producción petrolera. Es un momento para generar una gran reflexión sobre la diversificación de la producción en Colombia, tenemos que basarnos más en los procesos productivos de largo plazo, no del plazo inmediato como es el tema minero y petrolero. 

También es de largo plazo, por ejemplo, la producción agropecuaria, agroindustrial, la misma economía naranja si eso realmente funciona, no podemos seguir dependiendo ni la economía, ni las exportaciones, ni los ingresos del país de los dólares del petróleo en la medida en la que hasta ahora hemos dependido. Definitivamente tenemos que diversificar la producción y soportarnos en energías renovables, alternativas, limpias, verdes, amigables con la naturaleza. 

Ahora, respetuosamente como mecanismo de salvaguardar la economía familiar de los colombianos, respetuosamente solicite al Presidente de la República, que se permita reprogramar las fechas de los pagos del impuesto predial en los municipios, también el impuesto de comercio, el de renta y pago de créditos, entre otros en todo el país como medida de alivio económico para quienes hoy enfrentan deudas con el sector financiero. 

Proteger a nuestra gente en momentos de crisis es tarea del Gobierno Nacional y protegernos del coronavirus, es tarea también nuestra.

Bogotá, D. C, 24 de marzo de 2020

*Senador de la República

@GGarciaRealpe

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Giovanni Décola

                                                                                        Por Giovanni Décola*

Cuánto te amo, pandemia amada,

que te expandes como luz de astro,

abrazando ciudades desoladas

y despidiendo vidas, dejando tú rastro.

 

Multitudes te huyen, llenas de miedo,

igual tratas al jefe, al guarda y al labriego,

confinarnos en casa, fue tú mandato sagrado,

y ni te imaginas cuántos hogares has salvado.

 

Me asomo por la ventana en pleno amanecer,

me sorprende, mi amada con su cálido abrazo,

y mi alma se vuelve a estremecer…

el amor sonrió y yo lo hacía en el ocaso.

 

Mirando los árboles y los edificios de rojo escarlata,

ante el bello trinar de los pájaros cantores,

recordamos la última y lejana serenata,

se confundieron las miradas y llegaron los vítores.

 

Eran los niños que bulliciosos nos abrazaron,

habían crecido y casi ni cuenta nos damos,

encendieron computadores, y clases recibieron,

nosotros…nosotros no queríamos salir del cuarto…

 

Llegada la hora del almuerzo,

calderos y ollas parecían sonreír,

cocinamos juntos sin esfuerzo,

y todos queríamos repetir.

 

Había tiempo para siesta, películas y juegos,

desempolvamos dominós, cartas y ajedrez,

disfrutamos y olvidamos nuestros egos,

y nos sentíamos mejor que en San Andrés.

 

Nos acordamos más de papá y mamá,

la llamada diaria se hizo recurrente,

estaban intranquilos, pero en paz,

por fin, otra vez nos sintieron presente.

 

La economía en el mundo,

sus cimientos se estremecieron,

se aborrecieron los apetitos inmundos,

y la equidad y solidaridad crecieron.

 

La política retomó su pedestal,

volvió a ser el arte de servir,

y no de robarse el dinero estatal.

 

La pandemia entró en agonía y habrá de esfumarse,

a muchos les quitó la vida, pero a la humanidad

¡¡¡le recordó la necesidad de amarse!!!

 

*Abogado, Periodista y Poeta.

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