Por Felicia Saturno Hartt. Foto: shmuley.com.- Cuando el Yad Vashem (Museo del Holocausto) de Jerusalén informó de la partida a la luz de Elie Wiesel, a los 87 años, en el abrigo de su familia, en su casa de Nueva York, la lucha por los DD.HH. perdió un apasionado soldado, que vivió en carne propia el horror del nazismo y luego edificó una vida útil de solidaridad con la causa de las víctimas de la violencia en sus mil expresiones.

Pablo Ximénez De Sandoval, expresó acertadamente, que Wiesel fue “una de las voces más importantes en la memoria del Holocausto y la defensa de los DD.HH.”, porque dedicó su vida a la defensa de los DD.HH., a mantener viva la memoria del Holocausto en la conciencia del mundo, a través de la educación y a la apasionada defensa del Estado de Israel.

Entre las causas que apoyó Wiesel  y su fundación, estuvieron la defensa de los judíos de la antigua URSS, los desaparecidos de la dictadura argentina, los refugiados de Camboya, los kurdos y la lucha contra el apartheid de Sudáfrica. Toda causa que trabajase por la libertad de ser, de expresarse y de preservar la cultura era causa de Wiesel.

Autor de más de una treintena de ensayos y novelas, Eliezer Wiesel nació en la localidad húngara de Sighet (actual Rumanía), el 30 de septiembre de 1928, aunque era ciudadano estadounidense desde 1963.

Considerado “un hijo del genocidio”, cuando contaba 15 años fue deportado junto con su familia al campo de concentración de Auschwitz, donde murieron su madre y la menor de sus tres hermanas, antes de ser trasladados al campo de Buchenwald (este de Alemania), donde falleció su padre.

Tras la masacre sistemática de judíos que ejecutó el gobierno alemán, Wiesel emergió como una de las voces que dio detalles sobre la gravedad de lo sucedido y trató de dilucidar cómo cambió la concepción de humanidad y la idea de Dios.

Cuando finalizó la guerra, Wiesel cursó estudios en la Universidad de París y después trabajó como periodista y a partir de 1976 ejerció como profesor de Humanidades de la Cátedra Andrew W. Mellonen de la Universidad de Boston (Estados Unidos), de la que era profesor emérito.

Defensor de los DD.HH: denunció el racismo y la violencia en todo el mundo. Su compromiso con la defensa de los DD.HH. le hizo merecedor, además del Nobel de la Paz, de la Medalla Presidencial de la Libertad, la Medalla de Oro del Congreso de los EE.UU. y el Premio Medalla de la Libertad, el rango de Grand-Croix, en la Legión de Honor francesa.

Joseph Berger, en una hermosa crónica del NY Times afirma que “la labor contra el olvido y la violencia fue lo que reconoció el Comité del Premio Nobel, cuando se le otorgó el máximo galardón de la paz en 1986 a Wiesel.

“Wiesel es un mensajero de la humanidad”, dijeron los voceros del comité. “Su mensaje es de paz, reconciliación y dignidad humana. Su creencia de que las fuerzas que combaten el mal en el mundo pueden lograr la victoria es una convicción que se ganó duramente”, señala Berger.

Wiesel se dedicó a escribir novelas, libros de ensayos y reportajes, dos obras de teatro e incluso dos cantatas. Mientras que muchos de sus libros eran sobre los judíos soviéticos o los maestros jasídicos, todos se centraban en cuestiones de profunda resonancia, incluso más allá del Holocausto: ¿Cuál es el sentido de vivir en un universo que tolera la crueldad inimaginable? ¿Por qué el mundo guardó silencio? ¿Cómo se puede seguir creyendo?

Wiesel hizo esas preguntas en una prosa libre, sin levantar la voz y se abstuvo de buscar respuestas.

Elie Wiesel aun cuando enfrentó el horror como protagonista y víctima, pero fue un actor apasionado de cualquier causa justa en pos de la no repetición. Usó la fuerza de su personalidad y su genio literario para expresarse y así exhumar el Holocausto del cementerio de los libros de historia.

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