Juan Camilo Restrepo

Por Juan Camilo Restrepo*. - Lo que sucedió la semana pasada con el borrador del documento Conpes, que planteaba una serie de propuestas para flexibilizar el mercado laboral, es a la vez patético y aleccionador.

Patético, pues es difícil recordar en la picaresca administrativa del país un episodio tan lamentable. Planeación Nacional prepara y divulga un documento muy completo sobre las medidas que deberían tomarse para reactivar el crecimiento y el empleo que, como sabemos, van a quedar destrozados con la pandemia. Y es Planeación misma la que lo divulga profusamente entre los medios.

El documento tenía un capítulo muy serio sobre las medidas que se deben adoptar con relación a uno de los temas más cruciales: la flexibilización del mercado laboral. Por diversas razones, los costos que acarrea la generación de un nuevo puesto de trabajo en Colombia son de los más altos de la región. Y cuando vayamos a rescatar de las cenizas el mercado laboral destrozado que nos dejará la pandemia, éste, sin lugar a duda, será uno de capítulos obligados que tendremos que enfrentar. En cierta manera las propuestas de Planeación que aparecían en este borrador del documento Conpes constituían la primera cuota de la tan esperada reforma laboral.

Pues bien: a las pocas horas de haber sido divulgado el documento aparecieron las primeras críticas. No hay propuesta sobre temas de fondo que no suscite aplausos y reproches en una sociedad conflictiva como la nuestra. Y ante estos primeros fogonazos, Planeación Nacional procedió temblorosa a retirar los trozos conflictivos del documento. Aduciendo que no lo había leído aún el Presidente ni el gabinete, que apenas era un borrador, que solo era para recoger opiniones del público, etc. Es decir, se asustó con la piel del tigre que ni siquiera habían matado aún.

El episodio también es aleccionador. Una entidad tan importante como Planeación no puede salir a decir que cuando hace una propuesta no es la voz del Gobierno la que habla. Ni puede tampoco, al primer gruñido, salir corriendo y no enfrentar el debate. Los temas se aclimatan es con la discusión pública: no con el silencio. En este caso, se trataba de un asunto que resulta fundamental para el futuro del mercado laboral del país: ¿Cómo es que vamos a bajar los costos astronómicos que tiene la generación de empleo en Colombia?

Lo más grave de este episodio de polichinela es que quizás se haya malogrado antes de empezar la posibilidad de iniciar el gran debate de la reforma laboral que espera el país. No va a ser fácil retomar el tema luego de esta salida temerosa de Planeación Nacional. A la cual, no es difícil adivinar, le debieron jalar las orejas desde la Casa de Nariño. El capítulo de la flexibilización laboral hacía parte de un documento más amplio del Conpes dedicado a recapitular todas las políticas que se pondrán en marcha para recuperar la economía. Pero parece que fue tal el regaño presidencial que el capítulo de flexibilización laboral corrieron a sacarlo del documento que estaba colgado en la página web de Planeación.

Pues tal es el estilo presidencial. Cualquier acción de política pública que genera puntos de vista encontrados, que no satisfaga a todo el mundo, prefiere esquivarla en vez de afrontarla. Olvidando que el oficio de gobernar es imposible ejercerlo bien si se pretende darle gusto a todo el mundo.

Este episodio del malogrado documento Conpes hace parte de la tradición de las iniciativas gubernamentales que, una vez hechas públicas, se desmontan desde la casa presidencial con un trino o con un regaño. Recordemos que esto mismo le pasó al ministro de Hacienda con algunas de sus iniciativas tributarias concernientes al IVA. Lo cual, además, trasluce grave descoordinación al interior del Gobierno.

Por último, este episodio demuestra también por qué no vamos a tener reformas estructurales en lo que queda de este Gobierno: si no se atreven a frentear temas delicados como los que implican reformas de suyo difíciles como la fiscal, la pensional, la de temas laborales (a la que se refería el reversazo de Planeación Nacional), es obvio que todos estos asuntos quedarán para el próximo gobierno. O sea, para dentro de tres o cuatro años.

Abdón Espinosa Valderrama solía decir a sus colaboradores: “no olviden que gobernar es apurar”. Sabio consejo que hemos ignorado por completo.

Bogotá, D. E, 25 de octubre de 2020

*Abogado y Economista. Exministro de Estado.

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Amylkar D Acosta M

Por Amylkar D. Acosta M *. - Según el economista Jefe del BID Eric Parrado, “Latinoamérica se ha vuelto el epicentro de la pandemia y al mismo tiempo registra el impacto más profundo en términos de actividad económica. Las proyecciones de pérdida de ingresos y empleo en 2020 superan a las de los países desarrollados, Asia emergente y África Subsahariana. En ambos frentes hemos tenido los mayores problemas”. 

Y, como lo afirmó recientemente el Presidente de la ANDI Bruce Mac Master que “los efectos que tuvo la cuarentena sobre Colombia fueron significativamente mayores que en otros países en términos económicos” y añadiría yo que en términos sociales también.

Como lo advierte el profesor de Estudios Avanzados de la Universidad de Chile Pablo Lacoste, este mayor impacto no es sólo en el desempeño de la economía, “esta será la región más afectada debido a su vulnerabilidad social. Después de la pandemia, se va a descubrir que los niveles de pobreza habrán trepado del 30% al 50% en muchos países. Esto se da por razones estructurales y sistémicas”. 

Así como las preexistencias en las personas las predispone y las hace más propensas a contraer el nuevo coronavirus de la COVID - 19 y si se contagian tienen una mayor probabilidad de un desenlace fatal, las economías con preexistencias de falencias en sus fundamentales también corren la misma suerte. Y, desde luego, al entrar la economía a la unidad de cuidados intensivos, los estragos sociales que arrastraba consigo, también preexistentes, se agudizan y se acentúan, que es cuanto ha venido dándose desde que se declaró oficialmente la pandemia y se empezaron a tomar las medidas para contenerla y mitigarla. 

En efecto, según informe reciente del Director del DANE Juan Daniel Oviedo, el año anterior el índice de la pobreza monetaria y el de la pobreza extrema que se había reducido a los niveles 34.7% y 8.2%, respectivamente, en 2018, se elevaron hasta el 35.7% y 9.6% en 2019. Ello significó un punto porcentual en el índice de la pobreza monetaria, 661.899 de personas que cayeron por debajo de la línea de pobreza monetaria, para completar los 17.4 millones, al tiempo que 728.955 personas pasaron de la pobreza monetaria a la pobreza extrema, totalizando los 4.6 millones. Cabe destacar que no sólo se retrocedió en el terreno ganado en el mejoramiento de los índices de pobreza, sino que también se volvió a deteriorar el coeficiente Gini que mide el grado de desigualdad de ingresos, al pasar del 0.508 en 2018 a 0.526 en 2019. Ello no es de extrañar, habida cuenta que en el año 2019 mientras el 20% más rico de la población experimentó un incremento en sus ingresos el 20% más pobre los vio reducidos en 6.2%.

En concepto del Director del DANE “el aumento en la incidencia de la pobreza puede estar asociado al incremento de la tasa de desempleo que se registró entre 2018 y 2019”, al pasar del 9.7% al 10.5%, agravada ahora con la pandemia. El caso más patético es el de la franja de los ninis, que es como se conocen los jóvenes que ni estudian ni trabajan y que son quienes han llevado la peor parte en esta crisis. Según datos del DANE (con corte a 2019) ellos representaron el 18.3% de la población entre los 14 y los 28 años en Bogotá.

También en su caso, como en el de las mujeres, es notorio el sesgo en su contra de la afectación en sus oportunidades de empleo y/o trabajo. Según el DANE, “se estima que si un joven habita en un lugar con estratificación social 1 o 2, la probabilidad de que ni estudie ni trabaje es del 46.5%, cifra que contrasta con quienes viven en estratos 5 o 6, donde la posibilidad es apenas del 14.3%. El panorama para las mujeres de escasos recursos es más complejo, pues la falta de oportunidades llega al 62.8%”.

Un estudio reciente de la Facultad de economía de la Universidad de los Andes, que analizó el caso de Bogotá es muy revelador: “un ciudadano que vive en un barrio de estrato 1 tiene 10 veces más probabilidad de ser hospitalizado o fallecer por el nuevo coronavirus y 6 veces más posibilidades de ingresar a una Unidad de cuidados intensivos (UCI) comparado con una persona que resida en estrato 6”. Y concluye que “la mayor tasa de contagios y muertes en estos grupos apunta a la desigualdad socioeconómica”.

Un estudio similar de la Universidad de los Andes pone de manifiesto que el COVID – 19 ataca con mayor rudeza a los más pobres, así como a las comunidades negras e indígenas, por tener menos acceso a los servicios de salud, agua potable y saneamiento básico, amén de su mayor afectación de la desnutrición, el hacinamiento y la informalidad laboral.

Bogotá, octubre 24 de 2020

*Expresidente del Congreso y Exministro de Minas y Energía

www.amylkaracosta.net

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Jorge Enrique Robledo

Por Jorge Enrique Robledo* . - El sabotaje a la Moción de Censura contra Carlos Holmes Trujillo, el ministro de Defensa que desacredita a la fuerza pública porque ha mentido y engañado para que él y el presidente Duque violaran la ley, es de lo peor que ha pasado en la historia del Senado. Por la decisión duquista de matonear para proteger a un funcionario indigno y porque esos 58 senadores, encabezados por Arturo Char –quien nunca debió ser electo presidente– prevaricaron descaradamente y agredieron a la oposición.

Pues los servidores públicos solo podemos hacer lo que nos esté autorizado por la ley y no existe norma que permita no tramitar una moción de censura, una vez la ha solicitado el diez por ciento de los senadores, como ocurrió. También fue un brutal rompimiento de la Ley 5 de 1992, del reglamento del Congreso, aprobar una proposición impidiendo la Moción. Y engañaron al decir que no podía hacerse el debate por alguna decisión del Consejo de Estado, como si la corrupción que les es propia a las mentiras, engaños e ilegalidades se esfumara de esa manera y ellos tuvieran la potestad de decirnos qué podemos y qué no podemos decir los que no le vendimos nuestra conciencia al pésimo gobierno de Iván Duque. El degeneramiento político hace carrera entre los congresistas amamantados por la Casa de Nariño.

¿Por qué actuaron así si contaban con votos suficientes para ganar la Moción de Censura contra Holmes aunque no tuvieran la razón y sabiendo que Duque puede además encimarle la Cruz de Boyacá a este engolado burócrata de casi todos los gobiernos, la misma que le regaló a Macías?

Porque, fieles defensores del “todo vale” del que derivan su éxito político, no se atreven a resistirse a lo que les indiquen en la Casa de Nariño y sus mensajeros en el Senado, de lo que depende su adicción a la mermelada. Vergonzosa condición la de todos o casi todos los senadores del Centro Democrático y los de Cambio Radical, la U, el conservatismo, el liberalismo y Colombia Justa Libres, que fueron uribistas y santistas y ahora son duquistas.

Porque así hagan demagogia maquillando su matonería con falsas invocaciones democráticas, lo que intentan es imponer en Colombia la concepción despótica de que como ganaron la Presidencia pueden pisotear la separación de los poderes y los derechos de las minorías, fundamentos de la democracia constitucional, sometiendo al Congreso por las “buenas” de endulzarlo y a la Justicia a las patadas. Y ojo. Clase de primer año de derecho: no existe democracia porque se elija al Presidente, sino porque se elige y, además, este respeta las normas y no actúa inspirado por ningún tirano.

Porque les dio miedo que los colombianos conocieran los detalles con los que Duque violó la Constitución al autorizar tropas norteamericanas en Colombia y la volvió a violar cuando el Tribunal Administrativo de Cundinamarca le ordenó que le pidiera permiso al Senado sobre esos militares y además le rechazó que no le hubiera consultado al Consejo de Estado, con lo que rompió dos artículos de la Constitución, el 173.4 y el 231. Y no es que Duque y Holmes ignoren que los acuerdos con otros países son actos complejos que exigen que decidan el poder Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Lo que pasa es que les importa un pepino pasarse por la faja las normas que juraron cumplir y que no hay artículo en la Constitución –¡ninguno, no mientan más!– que autorice que militares de EE.UU. actúen en Colombia, más allá del tránsito. Pero la razón principal para estos actos que los avergüenzan reside en su vocación de alfombras.

Porque también intentaron que no se supiera en detalle que las órdenes del Tribunal a Duque fueron dos: si quiere tropas gringas en Colombia, primero, pídale permiso al Senado. Y como usted las puso a actuar violando la Constitución, tiene plazo de 48 horas para suspenderles la autorización, exigencia que Duque acató, con lo que reconoció que el Tribunal sí podía darle órdenes. Pero a la par se puso de acuerdo con Holmes para no tramitar el permiso del Senado, para lo cual recurrieron al fraude de decir que sí lo hacían. Para ese efecto el minDefensa se consiguió unas cartas de 69 senadores duquistas que nunca se votaron ni aprobaron en el Senado, que no decide por cartas, y con las que, mintiendo nuevamente, Trujillo les dijo a los medios –en su cinismo, ¡37 veces!–, que esa era la aprobación exigida por los jueces, fraude que el presidente y el secretario del Senado le destaparon dejándolo al desnudo.

Y porque, por último, en la Moción de Censura los senadores duquistas iban a tener que explicarles a los colombianos si en el fraude de las cartas de falsa aprobación legal montado por Holmes Trujillo habían actuado como compinches de un ministro tramposo o como idiotas útiles.

Bogotá, 24 de octubre de 2020

*Senador del Polo Democrático Alternativo

@JERobledo

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Mons. Joselito Carreño Quiñones

Por Mons. Joselito Carreño Quiñones*.- Los pueblos indígenas no se les ha reconocido como lo que verdaderamente son, pueblos con una gran riqueza cultural milenaria,  con una gran sabiduría ancestral que los ha convertido en los más grandes guardianes de los bosques, de los recursos hídricos, de la fauna y de la flora.

Ellos todavía conservan en gran medida el sentido de comunión con toda nuestra casa común, el sentido de ser administradores y no dueños de la tierra y de todos los recursos naturales. Ellos tienen mucho que enseñarnos a nosotros los que nos consideramos aparentemente "civilizados"  y superiores a ellos. Ellos han sufrido el exterminio por parte de los colonizadores.

La historia de la presencia colonizadora y evangelizadora en Latinoamérica ha estado causando el exterminio cultural, espiritual y también físico de muchos de los  pueblos indígenas. Ellos han sido usados tanto por los varones de la droga, como por la insurgencia armada para cultivar la coca y saber que es el eslabón más débil y más mal pagado de toda la cadena del narcotráfico nacional e internacional.

Y que ese primer eslabón ha sufrido las consecuencias del envenenamiento con el glifosato y que solo el 0.8 % del costo en el mercado Internacional es que se les paga por cultivar la coca, por poner en riesgo sus vidas, por las masacres y el envenenamiento con el glifosato. Todas estas realidades las sufren nuestros pueblos indígenas y todavía se les estigmatiza,  se les desprecia y  se les hace semejante desplante después de recorrer  tan larga travesía para pedir ser escuchados por el Presidente de la República, en actitud completamente pacífica y totalmente respetuosa.

Bogotá, D. C, 24 de octubre de 2020

Mons. Joselito Carreño Quiñones

Vicario Apostólico de Inírida

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José Félix Lafaurie Rivera

Por: José Félix Lafaurie Rivera*.- Es políticamente correcto acusar de asesino al ministro de Defensa porque murieron niños en un bombardeo contra un grupo ilegal, pero a los dueños de “la moral política” no les parece incorrecto que los menores estuvieran en ese campamento, reclutados violando sus derechos fundamentales.

Es políticamente correcto defender el derecho a la protesta pacífica, que el gobierno nunca ha coartado, pero no es políticamente incorrecto violar el derecho de los colombianos a la salud con la irresponsable correría de la minga, y ahora resulta que debemos agradecerles su “buen comportamiento”, al punto que los reinsertados siguen su ejemplo y marchan hacia Bogotá.

Es políticamente correcto que la minga culpe al gobierno de los asesinatos de líderes sociales a manos del narcotráfico, pero no parece incorrecto dedicarse al cultivo de coca en sus resguardos, albergar narcotraficantes y sacar a machete limpio a la Fuerza Pública.

Es políticamente correcto reclamar justicia por esos asesinatos, pero no es incorrecto proclamar, cuando les conviene, total autonomía de esa justicia cuya aplicación reclaman.

Es políticamente correcto atacar al presidente porque no fue al Cauca ni se prestó al “juicio político”, pero no fue incorrecta la “silla vacía” de la minga en 2019, cuando se negó a conversar con un presidente que fue hasta Caldono a escucharlos.

Es políticamente correcto que una alcaldesa exija “humildad” al presidente frente a la minga, pero no es incorrecto abandonar su deber frente a ocho millones de bogotanos para defender, como causa propia, el derecho a la protesta de unos pocos.

Son políticamente correctas las consultas locales contra la explotación petrolera, pero no es incorrecto reclamar regalías ni demandar gasolina y gas, que no son malos si provienen de otros municipios.

Es políticamente correcto rechazar la aspersión aérea con argumentos ambientales y de salud, pero no parece incorrecto guardar silencio frente a la deforestación cocalera y el daño que la droga causa a nuestra juventud.

En este país de “realidad invertida” era políticamente incorrecto estar en desacuerdo con el Acuerdo fariano, y más de medio país que votó “NO” fue estigmatizado como “enemigo de la paz”. Eso no fue políticamente incorrecto, ni lo fue atropellar la voluntad popular y violentar la democracia.

En Colombia, defender el derecho constitucional a la legítima propiedad de la tierra es políticamente incorrecto y quien lo haga es tildado de terrateniente, explotador y paramilitar, y me ahorro los calificativos vulgares; pero eso no es políticamente incorrecto.

Yo cuestioné constructivamente el componente de restitución de la Ley 1448, porque viola los derechos a la presunción de inocencia, la seguridad jurídica y la confianza legítima; y Ariel Ávila me acusó, sin más ni más, de organizar “ejércitos antirestitución”, y no pasa nada, porque semejante infamia no es políticamente incorrecta.

María Fernanda Cabal levantó la bandera políticamente incorrecta de denunciar el “despojo oficial” de la Ley 1448, por cuenta de falsos reclamantes apoyados en un sistema justo en su concepción pero antijurídico en su desarrollo. Ha recibido por ello toda clase de insultos y amenazas efectivas, pero eso no es políticamente incorrecto.

¿Qué es políticamente correcto?, ¿acaso lo políticamente conveniente, lo que produce aplausos y votos? ¿Por qué lo “políticamente correcto” coincide solamente con las posturas ideológicas de la izquierda y el centrosantismo?

Porque ese doble discurso es parte de su estrategia de “inversión de la realidad”; el canto de sirena que buscar mostrar lo malo como bueno y viceversa, y frente al cual debemos amarrarnos al mástil de la democracia, para no estrellarnos con el caos, el hambre y la pobreza que agobian al vecindario.

Bogotá, D. C, 24 de octubre de 2020

*Presidente de FEDEGAN

@jflafaurie

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Alonso Ojeda Awad

Cuando la Minga Indígena, Afro, Campesina y Popular llegó a Bogotá después de una larga marcha desde sus territorios ancestrales, proclamó a los cuatro vientos su compromiso inclaudicable con la VIDA, tuve la profunda sensación de que, el presidente Duque iba a reunirse con ellos para enviarle un mensaje de Paz y esperanza al mundo, desde esta tierra golpeada por la muerte y la violencia.

Pero no fue así. El presidente en una pequeñez impresionante prefirió esconderse otra vez. Tras las cámaras de la televisión donde todos los días adelanta su ya fastidioso programa, desconoció olímpicamente la voz autorizada y serena que venía creciendo desde las profundidades del Cauca, ganando adhesiones y respaldo a partir del momento en que atravesó el Valle, remontó La Línea y se proyectó hacia Soacha y Bogotá.

La Minga fue recibida con alegría y el retumbar de sus tambores tribales anunciaban nuevos y esperanzadores tiempos para la sufrida sociedad colombiana. La Iglesia Católica la recibió con renovadas esperanzas y sin dobleces le recomendó al presidente Duque recibirla e iniciar un periodo de anhelos nacionales, que permitiera ir cubriendo el inmenso costo social que el Estado tiene adquirido con la sociedad colombiana.

Era un momento especial para el presidente Duque si quería ratificar las condiciones de líder que exigimos los colombianos, y de este modo se decidiera y procurara el gran gesto de conducir a esta sociedad terrateniente y mafiosa a una realmente campesina, justa, solidaria e identificada con nuestros valores ancestrales de características indígenas y afroamericanas.

Pero no fue así. Iván Duque volvió a mostrar su bajo talante, ratificó ese conocimiento que es “viral” en todo el país: Él no es el presidente, si no el sub presidente, porque el presidente es Álvaro Uribe Vélez. Mientras los colombianos esperábamos que él se hubiese reunido con la Minga para ganar como nación el respeto que nos merecemos ante los organismos internacionales, el presidente Duque se dedicó a escuchar las voces de los más recalcitrantes miembros del Centro Democrático, que tienen una visión elitista y antidemocrática de la política, unidos a los intereses terratenientes que son hegemónicos en el Cauca y el Valle.  Como lo anotó el periodista Hernando Corral en su escrito: “Ayer los indígenas regresaron a su región de origen y dieron demostraciones de civilidad, a pesar de la torpeza y la arrogancia del Presidente Duque, de negarse a conversar con esta singular representación indígena”.

El presidente desechó una oportunidad única de dar una clase magistral de democracia, habiéndose sentado a escuchar los planteamientos auténticos de sectores ampliamente representativos de nuestra sociedad, quienes le hubiesen transmitido de primera mano información vital de esas conflictivas regiones, para que pudiese enrumbarlas correctamente. Pero no fue así, solo atinó en forma esquizofrénica a enviar a su Comisionado de Paz al Cauca, para hablar con las comunidades indígenas, cuando era de conocimiento mundial, que ellas estaban en la plaza de Bolívar. Increíble situación que denotó un profundo desconocimiento de la realidad nacional.

Estamos lejos los colombianos de tener un presidente que exprese el verdadero sentido democrático, que valga la pena recordar: “Democracia, es el gobierno del pueblo”. Más bien parecen gobernantes de las épocas coloniales, cumplidores de órdenes de personajes externos, traicionando sus sagradas obligaciones, y en cambio sí, conduciendo a nuestra nación hacia el desfiladero autoritario.

Las comunidades ancestrales se están haciendo sentir con la fuerza organizativa que reclaman las nuevas coyunturas políticas. Bolivia acaba de dar su veredicto. Nuevamente el poder eleccionario está en sus pueblos indígenas. Bienvenidas las nuevas autoridades que con urgencia reclaman nuestros desarticulados países.

Bogotá, D. C, 24 de octubre de 2020

*Exembajador en Colombia

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Gabriel Ortiz

Por Gabriel Ortiz*.- Los gremios, los indígenas, las organizaciones sociales y en general el público, esperan que el gobierno restablezca las garantías que reclama la sociedad para recuperar sus derechos. Especialmente esos que permiten a la comunidad solicitar el cumplimiento de las obligaciones y promesas que los Estados deben entregar, otorgar y proporcionar sin exigir nada a cambio.

En nuestro medio, no hay día, no hay semana, no hay mes, en que la gente no tenga que llamar la atención a sus gobernantes, por las omisiones y desobediencias. Cuando no se infringen normas, plazos o montos por cuenta de la corrupción campante, es la memoria o negligencia de altos, medianos o pequeños funcionarios la que falla. Y no hay quién pueda sancionarlos o urgirlos a actuar.

El “papeleo” y el clamor no cesan para evitar los desacatos, porque nunca hay sanciones para los infractores. Y las pocas que se advierten están blindadas y amparadas por la corrupción.

Es ahí en donde empiezan a despertar los movimientos de protesta y las reclamaciones de millones de colombianos desesperados.

Las centrales obreras, los indígenas, las agremiaciones y demás entidades que se ocupan de buscar bienestar para los ultrajados, despliegan reclamaciones que rara vez son escuchadas. Los más altos funcionarios, esos de la cumbre, solo atienden a quienes los eligieron y a quienes de la noche a la mañana, producto de la “mermelada” los apoyan. Así manejan todo, y así burlan los derechos de las gentes. Las protestas se desconocen, las difaman, mancillan y desprestigian. Les aplican el rótulo de violentas o infiltradas.

Estamos ahora, en un período de enfado, contrariedad y ofuscación, que impulsa a las gentes a marchar para defender sus derechos, mientras el gobierno y sus amigos, olvidan que la protesta es un derecho fundamental. La Constitución colombiana la consagra y las Naciones Unidas dicen categóricamente que no se puede prohibir, ni restringir, ni bloquear, ni dispersar, ni perturbar. Solo pide que sea pacífica.

Nada más pacífico, ni civilizado, ni ordenado, ni justificado, que la minga que adelantaron nuestros indígenas. La ciudadanía salió a lo largo y ancho de carreteras, calles y parques a respaldarlos. Por donde pasaban, en los sitios donde se alojaban, dejaban cultura, compostura, aseo y orden. No hubo queja alguna, más que de quienes les aplicaban el odio que enloquece a los colombianos que se creen los dueños de lo que nos queda.

La minga y el paro del 21, nos dejan grandes enseñanzas: no se necesitan smad, ni extremas medidas. Tampoco exagerados, contradictorios e inverosímiles y anormales protocolos, como los que se inventaron para evitar los reclamos de una sociedad que soporta desempleo, extrema pobreza, desconsuelo, angustia, ausencia de Estado y hambre. Al pueblo, a la comunidad y a la sociedad no se atropellan con manos duras y paradójicos protocolos.

BLANCO: El ejemplo que dieron las fuerzas vivas durante el paro del 21.

NEGRO: El recorte presupuestal que se aplicó a la paz.

 Bogotá, D. C, 23 de octubre de 2020

*Periodista. Exdirector del Noticiero Nacional, Telematinal y Notisuper.

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Robinson Castillo

Por Robinson Castillo*.- A Gabo no le gustaba dar entrevistas. “El que quiera saber qué opino que lea mis libros” solía decir el Nobel nacido en Aracataca. Y con esta licencia que dio en vida, ahora puedo hacerle una entrevista celestial.

Un 21 de octubre de 1982, La Academia Sueca le informó por teléfono a Gabriel García Márquez que era ganador del Premio Nobel de Literatura, gracias a Cien Años de Soledad y a su amplia obra que retrató una zona olvidada del mundo: Latinoamérica. Se cumplen 38 años de la hazaña del realismo mágico.

Un artículo de Gabo en la revista Cambio; del 16 de julio de 2001, el Nobel relató el épico episodio para lograr su novela cumbre. Se me antojó ponerle muchas preguntas a varias anécdotas y surgió esta entrevista celestial.

Robinson Castillo: ¿Cómo llegó la inspiración para comenzar a escribir Cien Años de Soledad?

Gabriel García Márquez: Desde hacía tiempo me atormentaba la idea de una novela desmesurada, no sólo distinta de cuanto había escrito hasta entonces, sino de cuanto había leído. De pronto, a principios de 1965, me sentí fulminado por un cataclismo del alma. Me senté a la máquina para escribir una frase inicial que no podía soportar dentro de mí: Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo.

RC: ¿ Y se dedicó de lleno a terminarla?

GGM: Desde entonces no me interrumpí un solo día en una especie de sueño demoledor, hasta la línea final en que Macondo se lo llevó el carajo.

RC: ¿ Su esposa Mercedes fue clave para mantener la maltrecha economía familiar?

GGM: Mercedes se hizo cargo de todo cuando acabamos de fatigar a los amigos. Logró créditos sin esperanza con la tendera del barrio y el carnicero de la esquina. El toro negro de la miseria nos embestía por todos lados.

RC: ¿Y cuál era su principal preocupación en esa escasez económica?

GGM: Uno de mis problemas más apremiantes era el papel para la máquina de escribir. Mercedes se gastaba medio presupuesto doméstico en pirámides de resmas de papel que no duraban la semana.

R.C: ¿Exactamente cuándo terminó la novela?

GGM: A fines de agosto, de un día para otro, se me apareció a la vuelta de la esquina el final de la novela.

R.C: ¿Cómo surgió el título de su obra?

GGM: No recuerdo si entonces tenía el título de la novela, ni dónde ni cuándo ni cómo se me ocurrió. Ninguno de los amigos de entonces ha podido precisarlo.

R.C: ¿Quién fue el primer lector del original?

GGM: Alvaro Mutis fue el primer lector de la copia definitiva, aún antes de mandarla a imprenta.

R.C: ¿Cómo fue el contacto con la editorial argentina?

GGM: Nunca he sabido cómo fue que en esos días recibí una carta intempestiva de Paco Porrúa – de quien nunca había oído hablar- en la que me solicitaba para la editorial Sudamericana los derechos de mis libros. El único consuelo que se me ocurrió fue contestarle que estaba a punto de terminar una novela muy  larga y sin compromisos.

R.C: Pero el dinero no alcanzaba para enviar los originales hasta Argentina

GGM: Era un paquete de quinientas noventa cuartillas. El empleado del correo puso el paquete en la balanza, hizo sus cálculos mentales, y dijo:

-Son ochenta y dos pesos- Mercedes contó los billetes y las monedas sueltas que llevaba en la cartera, y me enfrentó a la realidad: Sólo tenemos cincuenta y tres.

R.C: ¿ Y entonces?

GGM: Abrimos el paquete, lo dividimos en dos partes iguales y mandamos a Buenos Aires sólo la mitad.

R.C: ¿Y la otra mitad?

GGM: Encontramos dos cosas apenas empeñables: el calentador de mi estudio y una batidora.

R.C: Mercedes que le dijo

GGM: Lo único que falta ahora –dijo- es que la novela sea mala.

 

Sin la realidad no hay magia. Hay que seguir leyendo a Gabo y lograr entrevistas, allí donde hay muchas respuestas.

Bogotá, D. C, 21 de octubre de 2020

*Comunicador Social- Periodista

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José G Hernández

Por José G. Hernández*.- El Diccionario de la Lengua define la censura como “intervención que practica el censor en el contenido o en la forma de una obra, atendiendo a razones ideológicas, morales o políticas”. “Aplicar un control ético, político o religioso sobre algo o alguien”. El Diccionario Enciclopédico Vox apunta que consiste en “examinar y formar juicio el censor [de un texto, un filme, etc.]”.

Dice la Corte Constitucional (Sentencia T-505 de 2000) que hay censura siempre “que se verifica el contenido de lo que un medio de comunicación quiere informar, publicar, transmitir o expresar, con la finalidad de supeditar la divulgación de ese contenido a permiso, autorización o previo examen -así no lo prohíban-, o al recorte, adaptación, adición o reforma del material que se piensa difundir. Prohibir, recoger, suspender, interrumpir o suprimir la emisión o publicación del producto elaborado por el medio son modalidades de censura, aunque también lo es, a juicio de la Corte, el sólo hecho de que se exija el previo trámite de una inspección oficial sobre el contenido o el sentido de lo publicable; el visto bueno o la supervisión de lo que se emite o imprime, pues la sujeción al dictamen de la autoridad es, de suyo, lesiva de la libertad de expresión o del derecho a la información, según el caso”.

El censor puede ser un agente estatal, un líder religioso o político, un empresario, un editor, un juez o tribunal, o -internamente- el medio de comunicación para el cual trabaja quien informa o se expresa. Y, en general, todo aquél que goce de poder suficiente para interferir de cualquier forma, directa o indirecta, una comunicación (expresión o información), para impedir que llegue a sus destinatarios o para que llegue desfigurada o recortada.

Aunque la aplican en Colombia, cada vez con más frecuencia, la censura está prohibida por el art. 20 de la Constitución: "No habrá censura". Lo cual no se opone a la responsabilidad social de los medios de comunicación, ni a la que se deriva del ejercicio indebido del derecho a la información cuando afecta otros derechos fundamentales como la honra, el honor, el buen nombre o la intimidad de las personas.

Desde luego, no constituye censura la protección a los menores de edad para evitar daño a su intimidad y formación respecto a material pornográfico o violento, o cuando la tecnología mal usada facilita su acceso a formas comunicativas que pueden afectarlos o ponerlos en peligro.

Sí es censura la sanción o amenaza de sanción -penal, disciplinaria, laboral o administrativa- por el hecho de publicar una información u opinión.

Denunciar la censura, si la hay, es -entonces- un deber, no una falta, y menos un delito. Quien viola el orden jurídico es quien censura, no quien denuncia. De allí que no entendamos la razón para que se imputen cargos en materia penal a la periodista que denunció una orden de censura contra determinado programa de televisión. La comisión de una conducta ilícita, delictiva, corrupta o indebida, o el plan para incurrir en ella, no pueden ser actos amparados por la reserva. Deben ser revelados, denunciados, investigados y sancionados.

Bogotá, D. C, 21 de octubre de 2020

*Expresidente de la Corte Constitucional

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Víctor G Ricardo

Por Víctor G. Ricardo*.- Nunca habíamos vivido en Colombia una crisis de liderazgo en los partidos y movimientos políticos del país como la actual.

En estos momentos el país requiere de compromiso y acción de sus fuerzas políticas para superar la crisis de la pandemia y en general del país; en el caso del coronavirus nos ha dejado un número muy grande de personas contagiadas. A la fecha, este número llega casi a un millón de personas, de los cuales por fortuna se han recuperado 850.000 pero desafortunadamente han fallecido cerca de 30.000. Esto, en un país con una alta cifra de desempleo y muchas empresas en crisis o desaparecidas, genera graves problemas económicos. Además de esto, no se ve liderazgo en la clase política colombiana sino, por el contrario, lo que se observa es ausencia de ideas y polarización política que lleva es a que los enemigos de la institucionalidad ganen terreno y provoquen un desorden que aprovechan políticamente para herir el Estado de derecho y lograr avances en su estrategia por llegar al poder. Así, buscan hacer cambios radicales a nuestro sistema económico y político, como otros lo han logrado en países como Venezuela.

¿Dónde está la acción de las directivas de partidos tradicionales como el Conservador, el liberal y los movimientos que se han desprendido de ellos, distintas a sus aspiraciones burocráticas?

Mientras tanto, aquellos que han sido comprometidos por casos de corrupción no han recibido el castigo ejemplar que requieren y muchos otros que después de haber recibido dineros corruptos recibieron castigos tan suaves que hoy ya los tienen en las calles disfrutando de la riqueza mal habida.

¿Qué se hicieron los idearios de los partidos y las estrategias en el cumplimento de objetivos que ayuden a sacarnos de esta triste crisis?

Por su parte, las fuerzas de izquierda están en plena acción, capitalizando el descontento, las angustias y las necesidades que hoy muchos sufren. Se encuentran promoviendo movilizaciones de inconformismo que les dan dividendos y les permiten lograr avances políticos.

Llegó el momento de exigir a los líderes de los partidos tradicionales responsabilidad, acción y la implementación de ideas que permitan, junto con el Gobierno, salir de esta encrucijada en la que estamos. De lo contrario vamos directo al abismo más profundo y a permitir el triunfo de fuerzas políticas que lo que quieren es transformar nuestro sistema económico y social para terminar igual que lo que están viviendo varios países de Latinoamérica.

Así mismo, hay que fortalecer nuestros compromisos para luchar contra los enemigos comunes, como son el narcotráfico y sus bandas de violencia, la corrupción y sus protagonistas, la pobreza y la desigualdad, la delincuencia común, los alzados en armas y aquellos que quieren llegar al poder a través de la destrucción y la promoción de la anarquía. Si no lo hacemos ya, posiblemente no lo podremos hacer en el futuro, porque ya será demasiado tarde.

Bogotá, D. C, 21 de octubre de 2020

*Excomisionado de Paz

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