Por Horacio Serpa. Salomón tiene diez días de nacido. Es un pequeñín rosadito, de pelo negro, hermosísimo, que no molesta para nada. Solo se despierta para comer y muy de vez en cuando murmulla, sin gritar, como queriendo decir, “hola, aquí estoy,  necesito que todo el mundo me preste atención”.

Es lo que está pasando. La familia vive pendiente de la criatura, especialmente sus felices padres, Naty y Horacio José, quienes no le quitan la vista ni un solo minuto. Sus abuelos maternos, Carmen y Antonio, no caben de la dicha y han abandonado temporalmente su amada Cartagena para venir a los fríos bogotanos y dispensarle a su primer nieto toda clase de mimos y atenciones. Con Rosita compartimos una inmensa alegría y la Tata, como la llaman los dos primeros nietos, pasa día y noche atenta a los requerimientos del muchachito. Vivo también muy emocionado, robándole tiempo al tiempo para visitarlo y mirarlo con ternura.

El nombre fue muy bien escogido por los padres. Recuerda al hijo de David, a quien el propio Yahvé le proporcionó el don de la Sabiduría. Hizo construir el primer templo de Jerusalén, lugar de oración del pueblo de Israel. Del Rey Salomón se cree que fue el autor de los libros Bíblicos El Eclesiastés, el Libro de los Proverbios y El Cantar de los Cantares.  “Y se sentó Salomón por rey en el trono de Yhavé en lugar de David, su padre, y fue prosperado; y lo obedeció todo Israel”.

Llegó Salomón en un momento extraordinario de la vida planetaria. La época de los grandes inventos, de la maravilla de las comunicaciones, la del saber. Tendrá el privilegio de ver un mundo ultramoderno, diferente, de concepciones radicalmente distintas a las actuales. Será testigo de grandes transformaciones y ojalá protagonista de realizaciones que transformarán todo lo hasta ahora conocido. Con la gente de su generación tendrá que afrontar enormes retos, como el crecimiento poblacional, la preservación del agua y la naturaleza, la producción de comida para 11.000 millones de bocas que existirán en el año 2050.

Llegó a una Colombia grata, que amamos, pero con dificultades, con necesidades, con violencia. Ojalá que seamos capaces de lograr la paz, para que Salomón y los niños como Salomón puedan gozar la tranquilidad que no hemos experimentado durante décadas y a ellos, a las nuevas generaciones, les sea dable aprovechar las gratas consecuencias de la convivencia.

Pido a Dios que Salomón sea un niño fuerte y sano. Crecerá en un hogar cristiano que le prodigará todos los cuidados para que sea hombre justo, serio, estudioso, responsable y bondadoso. A su lado tendrá parientes y allegados que le enseñarán a tener temor de Dios, a querer y respetar a la familia, a ser buen ciudadano, a admirar a los maestros, a amar a la comunidad, a ser amigo leal, a contribuir al bienestar general.

Con Rosita hemos pedido mucho más para Salomón, como lo hemos pedido para Sebastián y Nicolás. Con ellos y nuestros hijos, somos felices. ¡Para qué más!    

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