Maracay, 2 de diciembre de 2017. Por Felicia Saturno Hartt. Foto: Ecos Media.- Si algo es realmente esperanzador, en un entorno marcado por la crisis y la corrupción y sus consecuencias en las naciones y pueblos, que el exitoso sector de la Tecnología sostenga que su contribución es lograr sociedades más igualitarias e inclusivas.

Si echamos una mirada a los encuentros, foros y participaciones de los líderes tecnológicos en reuniones globales, se observa que sus visiones de futuro y las misiones de estos negocios billonarios plantean la necesidad de crear oportunidades a las grandes colectivos humanos, por medio del uso masivo de la Tecnología.

Como bien lo expresa Adrian Wooldridge, Editor jefe y columnista en The Economist, “la tecnología destruye empleo pero, al mismo tiempo, es fuente de igualitarismo. Crea oportunidades para las masas, provee de recursos a las masas que antes estaban limitados a las élites. La tecnología es un elemento de universalización, porque llega a todos los rincones del mundo. La tecnología puede emplearse para unir una sociedad, al igual que para dividirla”.

La evolución tecnológica puede ser una de las mejores estrategias para construir un mundo más equitativo y con desarrollo sostenido, que haga posible y real el acceso a la información estratégica y propicie la productividad.

Sin ninguna planificación previa el uso de las TIC han incorporado a miles de personas y negocios de los países en desarrollo a los mercados globales. La realidad de los lugares más remotos o desprivilegiados, son visibles desde que las aplicaciones, las redes y las plataformas dieron voz a todos, permitieron el intercambio informativo e haciendo masivo el acceso a contenidos antes elitescos.

Los líderes tecnológicos insisten que el valor agregado de la Tecnología es fuente de igualdad, uno de los pilares de la Democracia y del Desarrollo. Y es un reto sencillo, barato, que empodera a la gente.

La inversión en redes de comunicaciones o el despliegue de dispositivos en las áreas más desfavorecidas del planeta son pasos decisivos, para garantizar un mundo más equitativo y democrático. Pero la contraparte está en los gobiernos y las instituciones públicas, responsables de crear las condiciones materiales y específicas para que esa capacidad tecnológica tenga un escenario propicio.

Si no existe un entorno proclive a concebir que el acceso a la tecnología en el mundo de hoy es un derecho fundamental, porque como la Política está ya en todos los órdenes y las dimensiones sociopolíticas, que requiere reglamentarse, no para regular los mensajes sino para generar políticas de apoyo, instrucción y superación del analfabetismo digital, de promoción del uso de tecnologías para agilizar los procesos públicos, para informar oportunamente en situaciones de riesgo y catástrofe, entre muchas posibilidades.

La sociedad y la economía con instituciones que favorezcan el uso de las bondades tecnológicas serían ampliamente beneficiadas y sería también la mejor estrategia para reducir la brecha digital.

La Tecnología puede producir desigualdad, pero la Tecnología no es el problema. Un gran ejemplo de cómo un Estado puede contribuir al desarrollo tecnológico de un país se encuentra en Singapur.

A finales de la década de 1960 este país emergió como un centro de fabricación de transistores baratos y otros dispositivos básicos, pero con el paso de los años ha ido evolucionando. Invierte el 2,2% de su PIB en investigación y desarrollo y está considerado el país más fácil del mundo para hacer negocios.

La transformación de Singapur ha sido progresiva y constante. Con nada menos que siete planes nacionales de desarrollo tecnológico a sus espaldas, comenzó orientándose en la dotación de formación básica para todos los ciudadanos, posteriormente en la creación de puestos de trabajo, la especialización de la mano de obra, la atracción de capital, el desarrollo tecnológico y, finalmente, la innovación.

En la actualidad, un nuevo plan nacional actúa como paraguas sobre todos los programas anteriores. Bautizado como Smart Nation Iniciative, tiene como objetivo aprovechar el Internet de las Cosas para crear un país más “inteligente”.

Una de las características que distinguen a la sociedad singapurense es su profundo respeto por las instituciones públicas y su confianza casi ciega en la clase política, donde rige la meritocracia por encima del “enchufismo”.

A la visión a largo plazo del Gobierno y las características culturales del país, habría que sumar la inversión pública para crear un sistema universitario de calidad, una visión comercial global y un régimen fiscal laxo y progresivo que promueve el emprendimiento y atrae inversión extranjera.

Si se toma en cuenta que los latinoamericanos son los profesionales preferidos en el Silicon Valley, por creativos, flexibles e innovadores, si los gobiernos desarrollaran una propuesta como la de Singapur, pero a nuestra medida, ¿qué impacto podría tener en el futuro más inmediato?.

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