El santo padre, Francisco, tiende de nuevo la mano al Islam Chiita, para reconfortar a la minoría cristiana diezmada por los conflictos y la dureza de la vida, en un gesto espectacular.

El santo padre, Francisco I, tiende de nuevo la mano al Islam Chiita, para reconfortar a la minoría cristiana diezmada por los conflictos y la dureza de la vida, en un gesto espectacular.

En la cuna de la cristiandad, que las guerras han dejado exhausta y que sigue marcada por la violencia del grupo Daesh, el Papa Francisco se reúne con la máxima autoridad religiosa de una parte del mundo chiita, el gran ayatolá Alí Sistani, en Nayaf, sur de Bagdad.

Se trata asimismo del primer viaje del soberano pontífice desde el inicio de la Pandemia de Covid-19, tras haberse vacunado, al igual que la multitud de periodistas y eclesiásticos que le acompañan.

Durante su visita de tres días, el papa argentino de 84 años visita a una minoría cristiana diversa pero reducida a mínimos en medio de una población de 40 millones de iraquíes exhaustos tras 40 años de guerras y crisis económicas.

El programa papal es tan ambicioso como histórico el viaje:  el pontífice visita una catedral que fue teatro de una toma de rehenes en 2010 en Bagdad, la ciudad de Ur, en el desierto meridional de Irak, Nayaf y las iglesias destrozadas por el Daesh en Mosul (norte).

El pontífice recorrerá cerca de 1.650 kilómetros principalmente en avión. En todo su recorrido se han colocado mensajes de bienvenida y llamados a la coexistencia. Se han asfaltado las carreteras, se han instalado retenes de seguridad y se han emprendido trabajos de renovación en lugares que hasta ahora nunca habían estado en los programas de visita oficiales.

 "El mensaje del Papa es decir que la Iglesia está al lado de los que sufren", explica a la AFP el arzobispo caldeo católico de Mosul y Aqra, Najeeb Michaeel. "El papa enviar un mensaje fuerte incluso aquí donde se han perpetrado crímenes contra la Humanidad y genocidio", asegura el prelado, quien tuvo que huir de los yihadistas en Mosul.

La comunidad cristiana de Irak es una de las más antiguas y diversas, en la que destacan los caldeos -católicos-, los armenios ortodoxos y protestantes.

En tiempos de la dictadura de Sadam Husein (1979-2003) había cerca de 1,5 millones de cristianos, en torno al 6% de los iraquíes. Pero en la actualidad quedan como mucho 400.000, 1% de la población, calcula William Warda, de Hammurabi, un ONG local de defensa de las minorías.

 Antes del exilio, la mayoría de los cristianos se encontraban en la provincia de Nínive, cuya capital es Mosul. Aquí, las vitrinas de los comercios y los libros de rezo están en arameo moderno.

Cuando en 2014, los yihadistas del EI ocuparon Mosul, el Papa Francisco dio su apoyo a la campaña militar internacional para reforzar las fuerzas iraquíes. Entonces dijo que quería ir a apoyar a los cristianos de Irak.

En 2019, el soberano pontífice condenó la represión sangrienta de una revuelta popular contra el poder que sacudió sobre todo a Bagdad y al sur de Irak.

Bogotá, D. C, 1 de marzo de 2021

Redacción Ecos Internacional

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