Por Monseñor Libardo Ramírez Gómez.-Oración por paz verdadera

HE  expuesto en anteriores comentarios que, no solo por sentido religioso sino por búsqueda de lo más razonable y seguro para conseguir la paz, es indispensable acudir a la asistencia divina. Se busca por medio de ella luz para el discernimiento, y fuerza para avanzar por camino seguro, con capacidad de reconocimiento de las propias fallas, purificación de rencores y de actitudes dominantes, y de intereses creados. Es lección milenaria la confusión de las gentes cuando buscan seguridad ante diluvios de males, edificando torres que eviten hasta los castigos divinos (Gen. 11, 1 - 9), y es constatación bíblica de cuanto acontece, quiérase o no que: “si el Señor no construye la casa, pues en vano se afanan los albañiles” (Sal. 127, 1).

Se han tenido en La Habana, diálogos entre el Gobierno de Colombia y jefes de uno de los grupos alzados en armas, herederos de quienes desde hace seis décadas han venido flagelando con matanzas y destrucción a Colombia, y que a la fecha las siguen ordenando y justificando desde cómoda ubicación costeada por el erario. Desde allá, desde ese país, que ha impulsado y sigue impulsando revolución inspirada en el marxismo ateo, sin echar pie atrás en su postulado de que “la religión es opio del pueblo”.

Con ese punto de partida, de espaldas a la fe en Dios de parte de los guerrilleros, y de parte de delegación del Gobierno, nada de raro que en sus conversaciones no se haya llegado a los temas más importantes como el arrepentimiento de los crímenes, sin el cual no hay nada qué pactar, la dejación de armas y de narcotráfico, las reparaciones de parte de la guerrilla de tanta destrucción causada. No nos extrañemos de la incertidumbre de los resultados de un proceso de esa manera adelantado.

Oraciones, y muchas, por una paz verdadera hemos hecho los amantes de la paz, que somos todos los colombianos así no nos convenza el proceso como se adelanta en Cuba, oraciones por la paz ha ofrecido, en buena hora, el gran Pontífice Francisco, agradecimiento por ellas. Pero esas súplicas al cielo deben ir en el sentido de que esa organización guerrillera “entre en razón” como se ha dicho con acierto en editorial de uno de nuestros principales diarios,  y que acepten, con pleno compromiso, los puntos básicos que he mencionado, sin lo cual solo habría superficiales acuerdos, y se dejaría, en vez de bases de paz, bases para guerra de parte de impenitentes que señalan sus desafueros como honrosos servicios a Colombia. Oración por la paz pero no con tratados que dejan piso minado para la estabilidad nacional.

Oración por la paz en todo el territorio nacional para que se dialogue y se llegue a compromisos con ideales civilizados, y no con la arrogación de querer imponer a Colombia revoluciones sin Dios ni ley, de quienes al no lograr sus propósitos por la violencia buscan hacer triunfos bajo el sofisma de que es plegándose a ellos como se va a lograr la paz y terminar el horrendo desangre a que han sometido estas tierras liberadas de coyunda española por Bolívar, y quisieran sumirlas bajo quienes no aceptan, ni “comprenden las palabras del que murió en la Cruz”.

Una vez más hemos de acudir al Sagrado Corazón,  diciéndole “en Ti confiamos”, pero no solo presentarle súplicas sino empeñados en ideales de servicio limpio a las gentes, de claro empeño por soluciones sociales, por política y economía con miras de bien común, por defensa de la vida y riquezas naturales, sin torpes atentados contra toda la nación.

Que Dios nos conceda una paz verdadera, que se trate de conseguir con arrepentimiento de un pasado de crímenes e injusticias, por caminos de amor y de justicia, sin dejarnos imponer deletéreos ideales materialistas. San Pedro, que recibió del Príncipe de la paz, apacentar a los hermanos, y su gran sucesor Francisco, nos asistan en caminos de paz en esta amada Patria colombiana.

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*Expresidente del Tribunal Ecco. Nal. 

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