Jairo Gómez

Por Jairo Gómez*.- Nada se puede esperar de un Congreso que en los tres primeros años de esta legislatura que corre ha tenido como presidentes al bachiller Marcías; a Lidio, el “cantante vallenato”; y al comerciante Char, cuyo único objetivo en la vida es sacar al Junior campeón.   

Ese es el Congreso que tenemos, amén de una Cámara de Representantes cuyas pírricas mayorías capitulan sin resistencia alguna a cambio de un buen plato de lentejas.

De ese talante es el Congreso que, dominado por una ideología doctrinaria de derecha, diría fascista, está haciendo trizas el Acuerdo de Paz; decidió ahogar la  JEP financieramente quitándole recursos para su funcionamiento; aprobó, a puerta cerrada en el ministerio de Hacienda, un Presupuesto General de la Nación para la guerra; aprobará la ampliación del IVA a todos los productos de la canasta familiar; enterró los derechos de las minorías parlamentarias para invocar la moción de censura y que, envalentonado en su propia soberbia, encarna esa furia corrupta que, violando la Constitución Política, decidió silenciar a los opositores de un ministro de Defensa inepto e incapaz de responder las serias acusaciones que pesan sobre la Fuerza Pública y su gestión al frente de esa cartera.  

Este congreso de hoy, salvo los parlamentarios de las fuerzas alternativas y democráticas independientes, está lleno de oradores provincianos, ridículos y patéticos arribistas; de pequeños varones electorales de pacotilla; de mediocres y repugnantes fariseos que han hecho de la política un negocio personal para crecer la chequera y las cuentas bancarias.

Sin duda, en ese congreso de mayorías pírricas se devela una armonía interna entre el impulso del gobierno de querer extirpar el Acuerdo de Paz, eliminar la JEP, pero además aprobar nuevos impuestos para destripar a las clases bajas y medias e inventarse una draconiana ley de reforma a la salud que busca crear un oligopolio de EPS sin resolver el daño estructural que padece el sector y que evidenció la pandemia. Ese es el Congreso que debemos extirpar. Como en Chile, a los colombianos nos llegó la oportunidad de cambiarlo.

Qué mejor razón para que pensemos en un cambio radical de la actual estructura parlamentaria eligiendo en el 2022 congresistas independientes, autónomos, comprometidos con el futuro del país, consciente de construir una sociedad moderna con igual de oportunidades para las nuevas generaciones, en donde la meritocracia sea ejemplar y se permita llegar a las instancias institucionales a gobernar y administrar la cosa pública; ese Congreso que erradique de tajo la herencia en el poder, los compromisos subyacentes con el poder económico y gremial, que abone el camino para la reconciliación e implemente en toda su dimensión el acuerdo de paz y propicie en los jóvenes la idea de que ellos son el futuro de la nación. 

Chile lo hizo: con un abrumador 78 por ciento de los votos los ciudadanos enterraron la pesada y maldita herencia del fascista dictador Pinochet. Bolivia reeligió la izquierda de Evo Morales y puso de presidente al que dijo el Indio, pero además reeligió al Movimiento al Socialismo con una mayoría parlamentaria que le permitirá seguir el sendero de robustecer la democracia.

Por fortuna la nuevas generaciones, esas que en los últimos años entraron a engrosar el padrón electoral, hoy piensan distinto, no comen del engaño que propician los tradicionales medios de comunicación y, como en Chile, han hecho de las redes sociales el más eficaz instrumento para informarse, para movilizarse al servicio del necesario cambio;  esa fuerza vital de los jóvenes que es el motor para construir una nueva realidad tendría éxito si la unidad del centro y la izquierda se materializa, puede sonar a cliché pero es verdad. No podemos seguir eligiendo a nuestros propios verdugos. ¡OJO AL 2022!

Bogotá, D. C, 4 de noviembre de 2020

Periodista. Analista Político.

@jairotevi

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