Durante los días 20 y 21 de este mes tendrá lugar en Río de Janeiro la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable, más conocida como Cumbre de la Tierra Río + 20 debido a que se realiza 20 años después de la primera en 1992, la cual contó con la asistencia de 172 gobiernos incluidos 108 jefes de Estado y de Gobierno.
En aquella ocasión se acordó una hoja de ruta encaminada fundamentalmente a lograr un desarrollo económico que involucrara además la erradicación de la pobreza y la inequidad y desde luego frenar la depredación del medio ambiente. Desde entonces la cuestión ambiental hace parte de la Agenda internacional.
Esta Cumbre ha estado precedida de reiterados intentos, infructuosos todos ellos, de alcanzar consensos en torno al Post Kyoto, pues es bien sabido que este Protocolo aprobado en 1997 y que entró en vigencia sólo en 2005, cuando alcanzó la ratificación de 55 países, llega a su fin este año. Las reuniones de Bali, Cancún y Copenhagüe, en donde tuvo lugar en 2009 la XV Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático (UNFCCC), pusieron de manifiesto el poco interés y la poca voluntad política, especialmente por parte de los países desarrollados, de adquirir compromisos concretos y vinculantes de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Además, la Convención sobre el Cambio Climático, que fue uno de los acuerdos más importantes de la Cumbre de 1992, se volvió agua de borraja y terminó en un rotundo fracaso.
Con estos antecedentes y dada la coyuntura actual en que la Unión Europea está sumida en una gran crisis, EEUU con su economía rengueando, sin que el desempleo ceda y en vísperas de elecciones presidenciales y sus prioridades son otras bien diferentes al ambiental, el pesimismo invade todos los pronósticos de lo que será esta Cumbre. Lo que no advierten sus gobernantes y menos sus electores es sobre la gran imbricación existente entre la economía y la energía, pues como lo sostiene el Consejero de asuntos energéticos del Presidente Obama Mike Froman, “seguridad energética, economía, ambiente, cambio climático y seguridad nacional están todos interconectados y tenemos que verlos en perspectiva horizontal”. Así de claro, de modo que si no se actúa rápido y de manera contundente para reducir las emisiones de GEI la economía global podría colapsar a consecuencia de sus múltiples repercusiones.
De allí la importancia de que Río + 20 sea la oportunidad de renovar y redoblar los compromisos en torno al el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), hacer de este una agencia especializada que conduzca finalmente a la propuesta largamente acariciada de contar con una Organización Mundial para el Medio Ambiente (OMMA) que haga posible la gobernanza global del desarrollo sostenible. Es fundamental que de esta Cumbre salga también un espaldarazo a la UNFCCC, que hasta ahora ha sido tan tibio. Un aspecto absolutamente indispensable para poder avanzar en los consensos es que los países desarrollados entiendan la necesidad de establecer responsabilidades compartidas pero diferenciadas entre ellos y los países emergentes.
El fenómeno del calentamiento global, sus estragos y secuelas no dan más espera. Según Al Gore la población se ha multiplicado por 4 en los últimos cien años y con ella lógicamente la presión en el uso de los recursos mineros y energéticos en todo el orbe, los cuales contribuyen a las 90 millones de toneladas diarias de GEI que se emiten a la atmósfera, las cuales a su vez causan el efecto invernadero redundando en el aumento de la temperatura. Y por cada grado que aumenta la temperatura se incrementa en un 7% los niveles de humedad, dando lugar a los fenómenos extremos de lluvias torrenciales y sequías severas, cada vez más calamitosas. Bien ha dicho el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que “si todos los habitantes del mundo tuvieran el mismo patrón de consumo de quienes viven en los países con Índice de Desarrollo Humano (IDH) muy alto, y el nivel tecnológico actual, necesitaríamos más de tres planetas Tierra para soportar la presión que se ejerce sobre el medio ambiente”. Y hasta ahora contamos con uno sólo!
Bogotá, junio 16 de 2012
www.amylkaracosta.net