Por Simón Santander.-  La primera vez que leí una columna de Salud Hernández, confieso, que estaba muy mal informado. Por empezar, no sabía si se trataba de un o una columnista, pues el nombre era mixto y la forma de escribir, francamente no lo sentía femenino, y cuando vi una de sus fotos, quedé más confundido.

Me tocó investigar y supe que era una periodista española, proclive al conservadurismo, fascismo y anticomunismo del Dictador Francisco Franco, quien mediante golpe de Estado, se alzó en el poder en 1936 y gobernó España hasta su muerte en 1975.

Se hizo columnista del Diario El Tiempo, por invitación que le hiciera uno de sus otrora dueños,  Francisco Santos, alias Pachito, a quien conoció en su natal España.

Desde un comienzo destiló sus odios contra los políticos contrarios al ideario de su protector Pachito. Sí, el mismo que antes de ser Vicepresidente de la República, le propuso a los jefes paramilitares, crear el Bloque Capital de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) en Bogotá.

Esta periodista aparenta criticar a todos por igual, lo cual es una falacia. Detrás de su pluma, siempre se esconde una intencionalidad política, cuando, no de apoyo, sí de justificación a los escuadrones de la muerte del paramilitarismo. No en vano, prologó el libro, “Mi Confesión”, de Carlos Castaño, al que define como un hombre “sincero”  y valora cuando el mismo se autoproclamaba: “idiota útil del régimen”.

A los políticos uribistas, simplemente los critica saludablemente, o cuando políticamente no le representan mayor ganancia al expresidente, al haber ya caído en desgracia. Su odio visceral lo desparrama contra los liberales o políticos de izquierda. Usa epítetos que no corresponden a un periodista, sino a un actor político. Hace señalamientos que no son de la esfera de un comunicador social, sino que son propios de un fiscal o juez penal.

Se  entromete en asuntos internos de Colombia, y pese a estar nacionalizada como colombiana, eso no la autoriza para descalificar Gobiernos e irrespetar a altos Servidores Públicos del orden Nacional. La Constitución Política sólo le permite participar y sufragar en elecciones de carácter local, pues en éstas, no se define el destino político de la Nación, el cual ella, claramente, pretende influenciar.

Eso lo corrobora su reciente mandado a los amantes de la guerra, internándose en territorios de pública presencia guerrillera, con el fin de descarrilar los diálogos de paz. Si bien es cierto, las fuerzas del orden deben garantizarnos a todos los habitantes del territorio nacional, nuestra seguridad, ésta empieza por cuidarse uno mismo.

No es de recibo, ni propio de la sensatez o sentido común, que una periodista extranjera, por más señas, enemiga de la paz en nuestro país, se interne sin aviso, en territorios de influencia guerrillera. De ahí mi tesis, que antes que un afán de protagonismo, lo que se escondía, era una maniobra torticera para boicotear los diálogos con las FARC y sepultar cualquier intento de negociación con el ELN.

Al ser retenida o secuestrada, solo por unos días, se le vino abajo su plan mediático de pretender crear en la conciencia colectiva, un rechazo total a los eventuales acuerdos con la insurgencia. Al ser liberada, agradece a la Iglesia católica, a la Defensoría, y a otros actores, menos al Gobierno, contra quien se fue lance en ristre, pese a que éste, desde el primer momento, desplegó toda una ofensiva militar y persuasiva para su liberación.

El Gobierno, una vez liberada, debió fue retirarle la nacionalidad y deportarla a su país de origen, por estar poniendo en riesgo el orden público y el derecho sagrado de la paz.

Bienvenidos los extranjeros que hacen aportes culturales, científicos, deportivos, sociales y económicos en Colombia, pero de nuestros asuntos políticos de carácter nacional, sólo  a los colombianos nos incumbe; así que doña Salud Hernández, llévese sus ímpetus guerreristas a su patria querida. La época de la colonia y de la inquisición ya pasó, y cara de virreina, francamente no la tiene.

 

 

 

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