Un país donde ser mujer y hacer política aún es un acto de valentía

Por Clara Daniela Velasco*. - En Colombia, la participación política de las mujeres sigue siendo, más que un derecho, un desafío. A pesar de las leyes, las cuotas y los discursos oficiales, abrirse espacio en un país atravesado por el machismo estructural implica nadar contra la corriente: enfrentar prejuicios, amenazas, exclusiones y violencias que buscan silenciar nuestras voces.

Pero aquí estamos, y aquí seguimos. Porque la democracia sin nosotras está incompleta.

Entre los avances y la dura realidad.

No podemos desconocer los logros: para finales de 2024, el 48,26 % de los cargos directivos en el sector público fueron ocupados por mujeres. En cargos del Máximo Nivel Decisorio alcanzamos un 46,62 %, y en otros niveles decisorios un 49,92 %.

En 2025, el gobierno expidió el Decreto 0859, que obliga a garantizar un 50 % de representación femenina en cargos directivos de la Rama Ejecutiva. Un paso que, sin duda, marca un hito en la historia administrativa del país.

Pero cuando hablamos de cargos de elección popular —gobernaciones, alcaldías, asambleas departamentales, concejos municipales— el panorama cambia: en muchos casos, la representación femenina no supera el 20 %.

Y lo más doloroso: la violencia política de género sigue golpeando con fuerza. En 2024, la Misión de Observación Electoral (MOE) registró 98 agresiones contra mujeres lideresas, incluyendo 13 asesinatos y 9 secuestros. No son cifras, son vidas truncadas por atreverse a levantar la voz.

Mi experiencia: impulsar cambios desde adentro

Desde mi trabajo en el Ministerio del Interior, en la Subdirección de Gobierno, Gestión Territorial y Lucha contra la Trata, trabajé en 2024 en la promoción activa de la participación política de las mujeres.

Impulsamos procesos de formación, acompañamiento y empoderamiento para candidatas y lideresas. Además, brindamos apoyo a mujeres víctimas de violencia política, generando espacios de denuncia segura, protocolos de atención integral.

Adicional de promover la importancia de la comisión para la equidad en concejos y asambleas, donde se evidencio que los hombres excluían a las mujeres a participar solo de esa comisión o rechazaban participar, algunos por desconocimiento otros por el machismo.

Esa experiencia me enseñó que las leyes son fundamentales, pero insuficientes si no se transforman en acciones concretas. Proteger a las mujeres que hacen política es proteger la democracia.

Carolina Corcho: un símbolo de resistencia

Hoy, el liderazgo de la precandidata Carolina Corcho encarna lo que significa abrir brechas en un escenario donde la violencia y el machismo intentan cerrar puertas. Su presencia en la contienda política no solo visibiliza el poder de las mujeres en espacios de alta competencia, sino que también refleja un compromiso claro con mitigar la violencia política y construir un modelo más justo e inclusivo.

Su voz nos recuerda que el poder también puede ejercerse con empatía, valentía y compromiso social.

Gracias a su iniciativa de medidas cautelares, Carolina Corcho pudo asegurar su participación dentro del Pacto Histórico, obligando a que las reglas del juego se abrieran a la inclusión y la pluralidad. Eso significa que el movimiento político más importante del país no podrá decidir de espaldas a las mujeres, ni excluir sus liderazgos bajo acuerdos cerrados. La participación política de las mujeres en Colombia no es una concesión: es una conquista. Cada mujer que decide dar el paso, cada lideresa que no se deja callar, cada institución que protege su derecho suma a una transformación profunda que ya nadie puede detener.

El CNE, al concederlas, reconoció que limitar su inscripción como precandidata implicaría una vulneración directa a los derechos políticos de las mujeres, especialmente en un escenario donde la equidad de género sigue siendo una deuda histórica.

La democracia colombiana será verdaderamente fuerte solo cuando las mujeres podamos ejercer el poder sin miedo.

Por eso, este es mi compromiso y el de muchas: no aceptar un “no” como respuesta. Seguir avanzando, resistiendo, construyendo. Porque esta lucha no es solo por nosotras, sino por todas las que vendrán.

Con fuerza, con valentía y amor.

Por nosotras, por ellas, por todas.

Bogotá, D. C, 28 de septiembre 2025

* Profesional en Administración Pública de la ESAP, especialista en Contratación Estatal.

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