Los ciudadanos eligen a sus alcaldes para un período de cuatro años, con la esperanza de ver materializados planes, programas y proyectos que mejoren las condiciones de vida en sus territorios.

Por Horacio José Serpa Moncada*. - En política, la renuncia de un alcalde no debería ser tema de discusión. Mucho menos debería ser necesario que un mandatario de una ciudad como Bucaramanga tenga que salir a aclarar públicamente que no va a abandonar su cargo, como lo hizo Jaime Andrés Beltrán esta semana. Esa simple necesidad de desmentir una posible renuncia refleja un vacío preocupante en nuestra cultura política y democrática.

Los ciudadanos eligen a sus alcaldes para un período de cuatro años, con la esperanza de ver materializados planes, programas y proyectos que mejoren las condiciones de vida en sus territorios. La responsabilidad de un alcalde no es menor: formular y aprobar el plan de desarrollo, que se convierte en la hoja de ruta para el avance de la ciudad. Cada decisión, cada política pública implementada debe tener como norte el bienestar de los ciudadanos. Y abandonar el cargo, sin una razón de peso, por una eventual candidatura futura o una fuerza mayor, sería una traición a ese mandato popular.

En el caso específico de Jaime Andrés Beltrán, así como de los alcaldes de Girón y Piedecuesta, es cierto que enfrentan un proceso por doble militancia. Una situación compleja que, para algunos, podría parecer exagerada e incluso injusta. Sin embargo, Colombia es un Estado de derecho, y las leyes, nos gusten o no, están para cumplirse. Si el Consejo de Estado decide su destitución, entonces esa será otra discusión. Pero la renuncia, de manera voluntaria, jamás debería estar sobre la mesa.

En una coyuntura política donde la confianza en las instituciones y en los líderes locales se encuentra en niveles preocupantemente bajos, lo último que necesitamos es que los mandatarios municipales comiencen a tambalear. La incertidumbre política y administrativa no solo afecta la gestión de los recursos públicos, sino que también erosiona la credibilidad de todo el sistema democrático.

El debate no debería centrarse en si Beltrán va a renunciar o no. La discusión de fondo es cómo garantizar que los alcaldes cumplan con sus responsabilidades hasta el último día de su mandato, cómo fortalecer la institucionalidad para que los procesos legales, como el de la doble militancia, se resuelvan con prontitud y claridad, y cómo devolverle a los ciudadanos la certeza de que sus votos valen y perduran por el tiempo estipulado en la ley.

La política no puede ser un juego en donde, ante el primer tropiezo, el alcalde se levanta y abandona el partido. La responsabilidad con la ciudad y con sus electores exige más firmeza, más carácter y, sobre todo, más compromiso.

Bucaramanga, 25 de febrero 2025

*Administrador de Empresas, especializado en Gobierno, Gerencia y Asuntos Públicos con experiencia en el área financiera y relaciones públicas. Exconcejal de Bogotá, Senador.

Tomado de Vanguardia.

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