Por Gonzalo Buenahora Durán. Historiador.- Agencia de Noticias Vieja Clío. Bogotá, 1930.-Hablar y escribir bien es derecho y obligación de todos. Y no es cosa fácil, porque exige no solamente un mínimo de predisposición, sino que en la práctica es necesario escribir mucho para desplegar las velas y sobretodo consultar frecuentemente el diccionario, cualquiera que él sea, pero dando prelación al de la Real Academia de la Lengua, asentada en Madrid.

Si se quiere rendir culto a Cervantes, no basta con encenderle una vela. La agencia noticiosa Vieja Clío en su arduo y constante trajín cotidiano por los corredores públicos tuvo conocimiento de que en el Congreso de la República en días pasados tuvo lugar un hecho singular que involucró al representante liberal de Antioquia Antonio José Restrepo, más conocido como Ñito, y a un parlamentario conservador cuyo nombre fue difícil de establecer porque, al parecer (se supo con posterioridad), no desea por ningún motivo que su nombre sea expuesto.

Como es bien sabido por toda la opinión pública, el representante Restrepo, nacido en Concordia, fue quien en 1925, en agotador debate (dicen que el más grande debate en la historia del Parlamento colombiano) con el poeta Guillermo Valencia, sacó a la pena de muerte de una vez por todas de la Constitución política.

Así, los últimos legítimamente ajusticiados (fusilamiento) por el Estado colombiano pasaron a ser los que atentaron contra la vida del general Rafael Reyes en 1909. Se asevera que Ñito Restrepo cultiva el idioma castellano porque cual conde de Orgaz no solamente fue capaz de superar en labia a un monstruo como el autor de Anarcos y Palemón el estilita, sino que es autor de obras como Los capuchinos de Caroni (1887), Ají pique (en manuscrito hasta 1955) y el Cancionero antioqueño (1929) que han sido deleite de quienes en este país saben leer, que son los menos, y cantar, que son los más. 

Pero volviendo a la informe que nos ocupa, discutían en la cámara de Representantes asuntos concernientes a la práctica religiosa y al ataque que en esos momentos los liberales producían contra las instituciones católicas, cuando en un aparte de su discurso Antonio José Restrepo afirmó mordaz que lo que sucedía en Colombia era que los conservadores eran unos “camanduleros”.

Todo el mundo en este país sabe lo que quiere decir camándula y la relación se hace evidente de inmediato. El legislador conservador al que aludimos anteriormente, proveniente de la retirada provincia, cerrado y acérrimo vocero incondicional de la ya lejana Regeneración, creyendo que con ello dejaba a salvo la abierta y notoria inclinación de sus copartidarios a la respetable práctica de la oración, exclamó con inmodestia: “A mucha honra, honorable representante Restrepo.”

Seguidamente Ñito se dirigió al presidente de la Cámara y le expresó que quería dejar constancia en el acta que el representante de marras había aceptado de buen grado que los conservadores en Colombia eran unos “camanduleros”.

El presidente consintió y de inmediato Restrepo demandó que el secretario investigara en el Diccionario de la Academia el significado de “camandulero”. El actuario procedió con timidez, y a continuación –un tanto a regañadientes- se vio obligado a informar a su dilecta y asombrada audiencia: “Señores honorables representantes, según la Academia española de la Lengua camandulero quiere decir: hipócrita, astuto, embustero y bellaco.” 

 

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