El presidente electo de los Estados Unidos, Joe Biden, tiene los desafíos estratégicos y globales más intensos del momento presente.
Los temas de Irak, Irán, Cuba, Venezuela y China, son sólo algunos de los retos de Política Exterior que determinarían su Administración. Todo esto aparte de la situación interna producto de la Pandemia y la Crisis Económica y el manejo mediocre de la Inmigración.
A Washington y Teherán, por ejemplo, le conviene a estimar el saldo de las resistencias recíprocas a un Diálogo posible, porque las metas estratégicas son comunes. El petróleo tiene los días contados y sólo asumiendo la tecnología de los derivados puede haber una posibilidad.
Ese posible Diálogo tendría que asumir como agenda la reducción de la Violencia, fortalecer las instituciones estatales, frenar las ambiciones étnicas separatistas y, quizás la más importante, también para los otros contextos, preservar la esperanza de la Democracia, sea cual sea la élite dominante.
La preocupación de los peligros acechantes, muy útil para manipular masas y mantener el gasto militar ante otras áreas más importantes de la vida ciudadana, es uno de los paradigmas que deben ser desechados.
Los enemigos no están afuera, en muchos momentos es la misma Administración. La Autocracia, el resurgimiento del McCartismo, la negación del aporte de los inmigrantes y el Daño Medioambiental son enfoques que no contribuyen a integrar una ciudadanía vigorosa.
La marea de la Historia no esperará, ni tampoco a las ideologías inflexibles. Los autocratas, serán derrotados por el Sufragio.
Bogotá, D. C, 12 de noviembre de 2020
Redacción Ecos Actualidad.