Bogotá, D. C, 10 de octubre de 2017.-Por Luis Fernando García Forero.Foto: SIG.- Un cambio radical generó la aprobación en primer debate la reglamentación de la Jurisdicción Especial para la Paz. Se cayeron las caretas, se rompieron las alianzas y los oportunistas preelectorales abandonaron la causa de la paz en pos de sus intereses.

Tomando en consideración que la iniciativa de la JEP está catalogada como la columna vertebral del proceso en el contexto del posconflicto, significa la necesidad de una posición ética de todos los que han estado involucrados y han sido actores directos del proceso de paz.

Las contradicciones en política tienen un peso específico. No se puede entender que partidos que votaron el Acto Legislativo que implicaba toda una reforma constitucional y un mayor compromiso político, ahora hayan votado en contra de dicha propuesta.

Las razones que motivaron el voto en contra no han respondido a los intereses supremos de la paz en Colombia. Todo indica que el afán sea por un lado, deslindarse en definitiva del Gobierno de Santos, y por el otro, la necesidad de generar una alianza poderosa con los enemigos de la paz.  

Esa perspectiva aparte de ser antiética y electorera, implica además la poca visión de lo que va a significar para Colombia el proceso del posconflicto. Un desafío que no le pertenece a ninguna tolda política, sino a los colombianos y a todas las voces globales que apoyan el reto del cambio y desarrollo del país.

Los señores que hoy abandonan el autobús de la paz viven en la Colombia de los años anteriores al conflicto armado y no pertenecen al futuro de las posibilidades que significa para nuestro país, cambiar de ser uno de los más violentos del mundo, a una nación con perspectiva de desarrollo sostenible, como lo señalan todos los organismos internacionales.

El subdesarrollo de nuestros países se debe a que ciertas clases políticas son anacrónicas e inescrupulosas. Prueba de ello es la corrupción rampante, el peculado y el tráfico de influencias que han debilitado las instituciones del Estado, han hecho que la población no crea en los políticos y se abstenga de votar. 

De todos modos, la paz aún cuenta con las mayorías en las cámaras legislativas y en la Colombia que vivió en carne propia las consecuencias del conflicto y la inequidad de las elites, pero que tiene la esperanza de un futuro mejor.

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