El candidato de la Alianza Verde a la alcaldía de Bogotá, Carlos Vicente de Roux renunció a su aspiración a la alcaldía mayor de Bogotá, por no encontrar respaldo en su partido.

En una comunicación al Secretario del Partido Jaime Navarro,  el candidato asegura que no ha recibido el apoyo decidido de toda la bancada de su partido y que decide declinar su aspiración.

Aseguró De Roux que el partido está polarizado entre sectores que apoyan otras candidaturas y agregó que “aunque no se ha producido una decisión formal en ese sentido, hay una situación que en términos prácticos equivale a lo mismo: mi candidatura no ha tenido en el interior de la Alianza el respaldo que requiere un empeño de esta clase”….

La siguiente es la misiva:

Les escribo para notificarles que renuncio a la candidatura a la Alcaldía de Bogotá que inscribí con el aval de la Alianza.

Como recordarán ustedes, en las discusiones sobre si se inscribía o no mi nombre como candidato dejé en claro que si el partido me pedía más adelante que me retirara, yo presentaría la renuncia sin demora. Aunque no se ha producido una decisión formal en ese sentido, hay una situación que en términos prácticos equivale a lo mismo: mi candidatura no ha tenido en el interior de la Alianza el respaldo que requiere un empeño de esta clase. El propio hecho de que a mes y medio de las elecciones se le estén dedicando dos semanas a consultas y discusiones sobre si debemos seguir adelante, y se le esté mandando el consiguiente mensaje de vacilación a la ciudadanía, demuestra que no hay la unidad de propósito indispensable para que nos mantengamos en la competencia.

Como todo el mundo sabe, la ciudad está avanzando hacia una polarización muy fuerte. Un sector mayoritario de la población está decidido a elegir un alcalde que marque una diferencia muy grande con los gobiernos de izquierda y en especial con el actual. Otro sector se agrupa a la defensiva alrededor de la candidata del Polo, para impedir que lo que llama la derecha se haga al control de Bogotá. En estas circunstancias, una propuesta no polarizadora como la que yo asumí en nombre de la Alianza Verde era refrescante y merecía ser sostenida hasta el día de las elecciones, porque no estaba atrapada por los clichés de la ideología y se basaba en las conveniencias de la ciudad.

Esa propuesta representaba, entre otras cosas, un llamado a evitar peligros anejos al triunfo de uno u otro de los extremos enfrentados. Entre esos peligros se cuentan los siguientes:

Que sé que reduzcan o debiliten los programas sociales, que han construido a pesar de todos sus problemas unos grados importantes de inclusión y cohesión social. O que esos programas, en caso de ser mantenidos, sean manejados con autoritarismo y verticalismo, sin tener en cuenta las demandas y la participación de las comunidades y las fuerzas sociales pertinentes.

Que se imponga un modelo de desarrollo urbano agresivo con la naturaleza y que los programas de construcción de infraestructura, mejoramiento de la movilidad, recuperación del espacio público y ampliación de los servicios domiciliarios, se adelanten sin moderar sus consecuencias sobre el ambiente y sobre sectores sociales vulnerables –como los vendedores informales y los recicladores.

Que según una clase opuesta de posibilidades, se siga descuidando la atención a necesidades urbanas colectivas como la seguridad, la movilidad, el goce del espacio público y el buen funcionamiento de los servicios domiciliarios.

Que sigan prevaleciendo las prácticas políticas atrasadas, la gobernabilidad basada en el reparto de puestos y contratos, el control de los órganos de control por los partidos que dominan el Concejo.

Que no se desmonten, o incluso que se fortalezcan, la cultura de complicidad y los nudos de relaciones entre funcionarios de alto nivel y ciertos grandes contratistas de construcción de infraestructura y prestación de servicios de interés público.

En épocas de polarización, posturas como las que yo he representado, aunque parten de las experiencias acumuladas por la ciudad en las últimas décadas y recogen las herencias más provechosas de pasados gobiernos, pueden no ser muy populares. Pero los partidos como el nuestro deben existir justamente para promoverlas y para abrirle camino a tiempos mejores.

La Alianza, o por lo menos los diferentes sectores que la componen, se han inclinado a todas luces por asumir otro papel, el de escoger bando en el escenario de la polarización. No me corresponde juzgar aquí por qué razones o con qué propósitos lo han hecho. Lo que sí tengo claro es que en esas circunstancias mi candidatura sale sobrando.

Con el aprecio de siempre,

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