Esta semana podría confirmarse la llegada de nuevos ministros y altos dignatarios de la Nación, que refrendarían la idea de que el Presidente Petro, puso al mando del computador de palacio, al controvertido y sagaz político barranquillero Armando Benedetti.

Por Giovanni Décola*. Esta semana podría confirmarse la llegada de nuevos ministros y altos dignatarios de la Nación, que refrendarían la idea de que el Presidente Petro, puso al mando del computador de palacio, al controvertido y sagaz político barranquillero Armando Benedetti.

Lo conocí a comienzos de 1997, junto al entonces Presidente de la Cámara de Representantes Giovanni Lamboglia, y el también Barranquillero Emilio Lébolo Castellanos, Presidente de la Dirección Nacional Liberal, en una época en que el suscrito representaba a los jóvenes en la jefatura liberal. Benedetti, nos explicó su plan de querer ser candidato a la Cámara por Bogotá en 1998, pero Lamboglia (QEPD) le dijo: “No seas loco, aspira primero al Concejo y después revisas si tienes fuerzas para dar el salto”. Lébolo remató: “por el aval Liberal no te preocupes, aquí somos tres codirectores y ya tienes el aval”. Benedetti asintió, pero no obstante le arrebató la insignia de oro de parlamentario que portaba Lamboglia, y le dijo: “Esta vez aspiraré al Concejo, pero desde ya, me llevo esta insignia de Representante, como señal de que esa dignidad, es la que sueño tener”, y se marchó sin devolverla. Fue humilde, creo que, en su interior ya soñaba con ser hasta Presidente.

Su locuacidad lo hizo concejal por el Liberalismo en 1997, y después no solo Representante por la U en 2002, sino Senador desde 2006 hasta 2018.

En 2010 fue electo Presidente del Senado con 101 votos de 102 posibles. Algo jamás visto en la historia, y aún retumban sus palabras al asumir esa dignidad:

"Este Congreso no debería concluir la legislatura que se inicia sin haber acometido una reforma electoral y política de gran alcance (...) creo que hacen falta medidas urgentes y de todo tipo para combatir la corrupción al sufragante que, tal vez es la madre de todas las corrupciones". Tenía toda la razón: la compra de votos es la génesis de los grandes cánceres del país.  

A su paso por el legislativo fue un defensor de los derechos humanos y promotor de leyes progresistas, así como de las que fomentaban la equidad y la inclusión y respetaban la diversidad. Fue un Congresista que se hizo notar, jamás le huía al debate y siempre fue un abanderado de la paz.

Cuando alzó las banderas de Uribe y Santos, fue consentido de sus colegas comunicadores y un protegido del establecimiento, el cual no le era extraño, pues su familia siempre ha estado al lado del poder, empezando por su padre, que fue un influyente ministro de comunicaciones a finales del siglo pasado.

Su “pecado” fue izar las banderas de Gustavo Petro y de un Gobierno de izquierda, del cual fue un gran artífice para alcanzar la victoria. Su otrora afición por las fiestas, que antes nadie le reprochaba, son ahora un argumento para mancillarle su honor. Su aplaudida capacidad de gestión en beneficio de las regiones, que le era agradecida en el pasado, protervos investigadores, pretenden ahora encasillarla en el presunto delito de tráfico de influencias. Confío en que la justicia, en su caso, actué con magnanimidad y no malignidad.

Su defensa por la diversidad, la inclusión y los derechos de la comunidad LGTBI, que antes le reconocían hasta sus más enconados contradictores, la mutaron los oportunistas de hoy, para tildarlo de maltratador de mujeres, aprovechándose de una discusión conyugal, que no fue más que eso, como lo ha reconocido su esposa.

Sus antiguos aliados, no le perdonan su petrismo de hoy; y ciertos petristas de hoy, no le perdonan su pasado político. Yo digo, que lo que no le perdonan los unos y los otros, es su agudeza política; su hablar franco, propio del hombre libre; su astucia por armar mayorías; su creatividad por hacer de los terrenos movedizos, tierra firme al paso de vencedores; y una inteligencia brillante que muchos le envidian. No en vano, Petro reconoció que como hombre caribe tiene esa magia que a Bateman le sobraba, y que la política en sus manos, se volvía pragmática, casi como un arte.

Bienvenido Benedetti al alto Gobierno. Él nunca ha idolatrado a jefes, sino que apoya ideas. Cuando militó en el Partido Liberal, nunca siguió a Gaviria o Samper, sino la lucha por la libertad. Cuando votó por Uribe, lo hizo creyendo en que Colombia necesitaba seguridad ante la farsa del Caguán. Luego, arrió las banderas de Santos, jugándosela por la paz, y ahora respalda a Petro, convencido, que la verdadera batalla es por la Vida y la Igualdad.

Si Petro no se hubiese detenido a escuchar el canto del fuego amigo al comienzo de su mandato, Benedetti, no solo habría comunicado en mejor forma los logros y avances de este Gobierno, sino que las mayorías en el Congreso, habrían sido un mero trámite notarial, donde el gran ganador hubiese sido el país. Benedetti no viene a salvar al Gobierno de nada, sino a hacer viable la reelección al proyecto progresista, con el candidato que mejor represente las ideas de Petro, pero sobre todo, que sea elegible.

Bogotá, D. C, 24 de febrero de 2025

*Abogado, especialista el derecho administrativo y electoral. Analista Político.

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