Por Felicia Saturno Hartt. Foto: Fundación Picasso.- Desde que Pablo Ruiz Picasso pintó el Guernica en 1937, por encargo del Gobierno de la II República, para el pabellón de la Expo en París, esta obra se ha convertido en el grito antibelicista y el cuadro más célebre del siglo XX.

El 26 de Abril de 1.937 la aldea vasca de Guernica fue objeto de un cruel bombardeo por parte de la aviación alemana, que produjo numerosas víctimas inocentes y cuantiosos daños materiales.

El hecho se enmarca en el desarrollo de la Guerra Civil Española, comenzada el 18 de Julio de 1.936, y que enfrentaba al gobierno de la República, democráticamente elegido, con el ejército rebelde de Franco, sublevado contra el poder legítimo. Mientras los soviéticos de Stalin ayudaron a la República, Franco obtenía abundante ayuda humana y material de la Italia de Mussolini y de la Alemania de Hitler.

La aviación alemana tomó la iniciativa de bombardear Guernica por cuenta propia, sin pedir ningún permiso ni notificarlo a Franco. Los aviones Junker alemanes de la Luftwaffe realizaron un bombardeo-alfombra contra la desprotegida villa.

La razón del ataque no podía ser la existencia de depósitos de armas, ni cuarteles o tropas, ni objetivos estratégicos ni que la aldea fuese un nudo de comunicaciones. Guernica carecía de cualquier importancia militar o estratégica.

La vergonzosa razón fue probar en fuego real los nuevos aviones y su armamento ante el avecinamiento de la Segunda Guerra Mundial. Para explicar lo inexplicable, Franco en una delirante declaración echó la culpa del ataque a los republicanos que así habrían conseguido una excusa, bombardeando una ciudad de su zona, para poder acusar a los nacionalistas de Franco. Ni que decir tiene que este argumento no fue tomado en consideración por ninguna persona.

El impacto de este evento fue profundo en la opinión pública internacional, no sólo por el sacrificio absurdo de personas inocentes, sino, sobre todo, por ser la primera vez en la historia en que se atacaba desde el aire una ciudad.

Técnicamente el Guernica tiene rasgos cubistas (reduce las formas naturales a formas geométricas) pero también emplea el expresionismo en los gestos extremos de los personajes y una gran pureza y definición de líneas que nos recuerda el neoclasicismo.

Finalizada la Guerra Civil Española con la derrota del gobierno republicano, el Guernica no volvió a España, sino que viajó al Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA). Por deseo expreso de Picasso, el cuadro no podría volver a España hasta que el país tuviese una democracia.

Con la muerte de Franco en 1.975, España recupera la democracia y el cuadro regresa de Nueva York, siendo expuesto en el Casón del Buen Retiro, una dependencia del Museo del Prado para las colecciones de los siglos XIX y XX.

Posteriormente se cambió su ubicación al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, también de Madrid, donde actualmente se encuentra en exposición.

Hace pocos años fue solicitado por el Gobierno Vasco para exponerlo en el Museo Guggenheim, con el argumento de que era una pintura vasca pero su delicado estado de conservación desaconsejó el traslado.

Se provocó una gran polémica y Arzallus llegó a decir “en Madrid tienen el arte y nosotros sólo las bombas”. Lo cierto es que el argumento de que representa a una aldea vasca no es suficiente para que vaya allí.

El encargo lo hizo el gobierno de Madrid, Picasso dejó escrito su deseo de ver el Guernica colgado en El Prado, el cuadro es alusivo a la guerra de España y, como cualquier obra de arte es universal, ajena a nacionalismos y sectarismos.

El Guernica despierta una enorme expectación y miles de personas hacen colas interminables para contemplarlo, adquiriendo así ese carácter de símbolo imperecedero que lo caracteriza.

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