Clara López

Por Clara López Obregón*.- No le fue bien al presidente Iván Duque en su intento de minimizar las masacres al rebautizarlas como“homicidios colectivos”. Peor le fue con su manipulación estadística en la que pretendió que bajo su guardia ocurren menos masacres cuando el fenómeno se está desbordando.La desmovilización de las AUC en 2006 había reducido sustancialmente las masacres, pero en 2018 regresaron: de 11 en 2017 aumentaron a 29; en 2019, a 36 y en lo corrido del año, a 37 y subiendo.

Al Gobierno le corresponde actuar para enfrentar la violencia de nuevos actores con tácticas ya probadas. Estamos ante la balcanización o más bien, la mexicanización de la violencia criminal, con señores de la guerra entrenados en la estrategia de la violencia paramilitar ideada para ocupar territorios desplazando comunidades mediante el terror.

Frente a este nuevo fenómeno de bandas de crimen organizado que compiten por rentas ilegales, algunas con entronques internacionales, no funciona la vieja estrategia de la contrainsurgencia guerrillera. Para afrontarlas, el Gobierno debe desarrollar una nueva estrategia para desarticular las bandas herederas del paramilitarismo, depurar los sectores de la fuerza pública que les son funcionales y sí, cumplir los compromisos sociales del acuerdo de paz.

Ya es hora de que el Gobierno entienda que ese conflicto armado que niega no caracteriza lo que ocurre en la actualidad. Parte fundamental del cambio de estrategia es cambiar de enemigo. Noticias Caracol mostró una escena inverosímil. Ante una explosión ocurrida mientras se desarrollaba una reunión de campesinos con funcionarios de la ONU, en vez de desplegar una actitud protectora de los civiles, los uniformados les gritaron amenazantes: “asesinos”, “coqueros”,“guerrilleros de civil”.

El cambio de lenguaje para nombrar las masacres hace parte de la invisibilización intencional de la barbarie, en particular, de algunos de los actores del conflicto armado para tapar la verdadera historia y responsabilidad de todos los involucrados.Aquí cabe como anillo al dedo la idea de que la historia no es lo que pasó, sino lo que cuentan quienes la escriben.

Las masacres fueron una estrategia de guerra para sembrar terror utilizada por los paramilitares contra la población civil. Nombrarlas de otra manera equivale a negar su existencia. En el informe¡Basta Ya! Memorias de Guerra y Dignidad, el Grupo de Memoria Histórica describe su funcionalidad: “Dentro de la estrategia paramilitar, la masacre ha sido importante como modalidad de violencia. Debido a su visibilidad y crueldad, ha desafiado y subvertido la oferta de protección de la guerrilla dentro del territorio. En su función de teatralización de la violencia, lleva —desde la perspectiva del perpetrador— un mensaje aleccionador para la población… (que) advierte sobre el costo de colaborar conla guerrilla.”

Cambiarle el nombre a la masacre no solamente minimiza la gravedad de lo que está sucediendo en los territorios, sino que equivale a negar su existencia. Busca, además, que el pasado se lea con una benevolencia que no merece la connivencia cómplice con el paramilitarismo de sectores de la fuerza pública, la política y terceros civiles -funcionarios, terratenientes y empresarios.

La nueva violencia que se desborda tiene gran parte de su explicación en los incumplimientos del Acuerdo de Paz y en haberse negado por testarudez partidista a firmar el cese al fuego con el ELN que estaba acordado al final del Gobierno Santos. Lo correcto habría sido culminar, mediante el diálogo que había mostrado su eficacia, la tarea de la paz completa con la insurgencia política.

También juega su papel la incapacidad y la falta de voluntad política para cambiar la doctrina militar del enemigo interno y llevar a cabo una ocupación democrática del territorio, no solo con fuerza pública, sino con la red social y económica de apoyo del Estado a las comunidades tradicionalmente excluidas.

En vez de desarrollar una nueva estrategia para abordar los desafíos de la nueva violencia, el gobierno insiste en echarle gasolina al incendio reanudando la aspersión con glifosato en contravía de salida social de la sustitución voluntaria. Presidente Duque: le está pasando lo de la mujer de Lot (Génesis 19:26). No mire hacía atrás. Atrévase a hacer futuro.

Bogotá, D. C, 1 de septiembre de 2020

*Ex alcaldesa de Bogotá, ex ministra de Trabajo.

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Guillermo García Realpe

Por: Guillermo García Realpe*.- Una gran controversia, pero sobre todo una preocupación de enormes proporciones ha causado la intención de patentar la fórmula de producción de la panela en Colombia, pues ya se encuentra en trámite una solicitud de patente de invención frente a la Superintendencia de Industria y Comercio por parte del ingeniero Jorge Enrique González Ulloa, ligado al ingenio vallecaucano Riopaila. 

La patente busca conservar los policosanoles, es decir, los alcoholes derivados del proceso, mediante un producto nuevo, que básicamente es el mismo proceso de producción de panela basado en caña de azúcar. 

Una patente de invención otorga explotación exclusiva o con autorización del titular por 20 años sobre un producto o un proceso que, por lo general, ofrece una nueva manera de hacer algo o una nueva solución técnica a un problema. En este caso y a nuestro juicio, no hay nada novedoso al respecto. 

Sobre las patentes, es la Superintendencia de Industria y Comercio la entidad encargada de adelantar estos procesos, que por lo general duran dos años en ser verificados, se entregan solo a nuevos inventos, es decir, a soluciones novedosas, que no existan y que no resulten ser obvias. Ante esa entidad en los últimos 19 años han sido solicitadas más de 13 patentes, sobre el tema panelero. 

La panela tiene historia en nuestro país desde la llegada de la caña de azúcar y la instalación de los primeros trapiches en el siglo XVI. Con ello se dio el surgimiento de toda una cultura basada en la tradición de un trabajo duro arraigado sólidamente en todo el país. Por lo tanto, el proceso de producción de panela en su integridad hace parte de nuestra cultura y es un legado que perdura de generación en generación gracias a la vocación y el esfuerzo de las familias paneleras. 

Según cifras de FEDEPANELA, la producción panelera está presente en 29 departamentos y en 511 municipios de nuestro país, con 20 mil trapiches y una extensión de 238 mil hectáreas de área sembradas con caña que, generan 45 millones de jornales al año, 380 mil empleos directos y 500 mil indirectos en una actividad económica de la que dependen 350 mil familias colombianas que, representan el 12% de la población rural económicamente activa. Colombia, es el primer consumidor del producto en el mundo y el segundo productor a nivel internacional. 

De otorgarse tal patente, las 350 mil familias dedicadas a esta actividad en nuestro país tendrían que pagar por las licencias de uso de un procedimiento que ya viene siendo utilizado por los productores de panela desde hace más de cuatro siglos. El mercado de los paneleros sería entregado a los grandes ingenios azucareros para que ellos sean quienes produzcan en adelante la panela, lo que, sin duda, seria una grave violación a la Ley 40 de 1990 y entregando toda una tradición ancestral al poder económico de los ingenios.

Y es que este renglón económico a pesar de las dificultades ha logrado posicionarse gradualmente, tanto así que la exportación de panela colombiana ha crecido un 104% entre 2015 y 2019 y este año su crecimiento ha sido de un 30%, sin duda, eso hace que sea llamativo para los intereses privados que quieren “correrle la butaca” a como dé lugar. 

Pero los paneleros no están solos, quienes conocemos de cerca este renglón económico y provenimos de regiones productoras, reconocemos su enorme esfuerzo por subsistir e impulsar su tradición, por ende, no permitiremos que sobre ellos recaiga cualquier amenaza que ponga en riesgo su permanencia. 

Por eso, hemos presentado una proposición para convocar en los próximos días un debate de control político en la Comisión Quinta del Senado al Superintendente de Industria y Comercio, Andrés Barreto, al Ministro de Comercio, José Manuel Restrepo y al Ministro de Agricultura, Rodolfo Zea, para que le respondan al país sobre los posibles efectos que causaría patentar la panela y sobre qué están haciendo las entidades del Gobierno para proteger a las 350 mil familias paneleras. 

¿Será que la avaricia de la empresa privada les producirá después interés en patentar la mazamorra, el sancocho y el ajiaco? 

Bogotá, D. C,  31 de agosto de 2020

*Senador del Partido Liberal

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Amylkar D Acosta M

Por Amylkar D. Acosta M*.- Como lo resume muy bien la Presidenta del Consejo Privado de Competitividad Rosario Córdoba, se debe implementar “una estrategia para la recuperación, adaptación y preparación de Colombia a una nueva realidad, compuesta por estos cinco pilares: aparato productivo sofisticado y diversificado, empleo de calidad, hogares con redes de protección social, estabilidad fiscal y Estado fuerte, eficiente y transparente”, mucho más empoderado de lo que esta hoy.

Ello es tanto más importante habida cuenta que, como lo sostiene Rosario Córdoba, “la acción del Estado ha sido fundamental para atender los retos generados en la crisis por el COVID – 19 y será crucial para minimizar los efectos negativos a largo plazo y asegurar una recuperación rápida”. Basta ya de buenos propósitos y de pactos voluntaristas por el crecimiento y el empleo que no conducen a ningún Pereira.

Lo dijo con toda claridad el Foro Económico Mundial (FEM): “Colombia hace parte del grupo de países que debe capitalizar su amplia disponibilidad de recursos energéticos para que, de manera sostenible, pueda maximizar los retornos de la industria y apoyar una mayor diversificación de la economía”. Y Colombia está en mora de tomar en serio este reto, el de la transformación productiva. Esta debe ir acompasada con la Transición energética de la producción y uso de las fuentes de energía, altamente contaminantes, de origen fósil hacia las fuentes no convencionales de energías renovables (FNCER) y limpias, en las que está empeñado el país.

Este es el camino para que la economía nacional se enganche y se acople a la cuarta revolución industrial (4.0), incorporando la digitalización, la Big Data y la inteligencia artificial (IA) en sus procesos y de esta manera progresar en la productividad que, a juicio del Nobel de Economía Paul Krugman, en tratándose de la competitividad “no lo es todo, pero a largo plazo lo es casi todo”.

Después de registrar en 2019 el mayor repunte en la década en el ranking internacional de competitividad (IMD), en el 2020 retrocedió, perdiendo dos posiciones, ubicándose en el puesto 54 entre 63 economías objeto de esta medición. El país está en mora de poner en práctica la Agenda Interna para la Productividad y la Competitividad (AIC) que se construyó desde las regiones hacia el año 2007, con los ajustes que requiere después de más de una década de reposar en los anaqueles oficiales. Desde las postrimerías de la administración Barco se identificaron los ejes fundamentales de la estrategia para asegurar el éxito de la AIC: la modernización, la reconversión y la relocalización industrial, de la mano con el desarrollo de la agroindustria concomitantemente con el estímulo y apoyo de la economía campesina.

Desde luego que la puesta en marcha de la AIC demandará, además de una estrategia, ingentes recursos tanto de parte del sector público como del sector privado, habida consideración que se requerirán mayores inversiones en infraestructura, nuevas industrias, en bienes públicos, en ciencia, tecnología e innovación. De allí la importancia del fortalecimiento y vigorización del Estado, así como de las alianzas público-privadas, con una perspectiva regional que propenda por el cierre de brechas tanto interregional como intrarregional, que son aberrantes en el país.

Como lo afirma el Profesor Akash Goel, “cuando volvamos a estar juntos debemos aprovechar la oportunidad de reimaginar un camino diferente hacia delante”. La Secretaria ejecutiva de la CEPAL Alicia Bárcena sostiene que “la recuperación debe ser distinta esta vez, basada en sectores verdes, con un gran impulso a la sostenibilidad o de economía verde”, la cual debe estar en el centro de la estrategia de reactivación. Tanto más en cuanto que, como afirma Alicia Bárcena, refiriéndose  a la economía verde, “estas inversiones alentarían la innovación, nuevos negocios y empleos decentes, efectos positivos en la oferta y demanda agregada en las economías de la región, superiores a los de los sectores tradicionales”. Y añade, “si tomamos estas acciones, América Latina y el Caribe saldrán reforzados de esta crisis y podremos decir que fuimos responsables para con la Casa común que, como dice la Encíclica, se nos ha confiado”. Esta demostrado, además, que, contrariamente a las suposiciones, las inversiones en una economía más sostenible generan muchos más y mejores empleos.

Compartimos con George Soros que “no volveremos a donde estábamos cuando empezó la pandemia”. Se ha vuelto un lugar común decir que el mundo no volverá a ser el mismo después de esta pesadilla, pero ello hay que tomarlo en serio a riesgo de enfrentar otra peor, esta vez por cuenta del recrudecimiento de los fenómenos extremos que caracterizan a la variabilidad climática. Como bien lo dijo el periodista español Luis Bassets, “la crisis por el coronavirus puede ser el ensayo general para la próxima y más grave provocada por el Cambio climático”. Retornar al pasado es retroceder!

Para Isabel Cavalier, Directora de Transforma Global y estudiosa del Cambio climático y desarrollo sostenible, es fundamental que “las medidas de recuperación impulsen cambios en los patrones de nuestro sistema productivo, privilegiando sectores de energía limpia y decidiendo a qué sectores se les imponen impuestos y a cuales alivios”. Como afirma uno de los miembros del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) Germán Poveda, “la pandemia ha sido una bofetada en la cara a la especie humana. Nos ha puesto presente la arrogancia del ser humano y nos exige una nueva relación con la naturaleza”. De ello debemos estar advertidos, la reactivación deberá ser inteligente y sostenible, no volver al pasado con sus falencias y vulnerabilidades, que la crisis pandémica sólo exacerbó. Digamos con Einstein que “la crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos”.

Cota, julio 26 de 2020

www.amylkaracosta.net

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Mauricio Cabrera Galvis

Por Mauricio Cabrera Galvis*.- Los dioses deben estar locos. El Banco Central más poderoso y ortodoxo del mundo, el Banco de la Reserva Federal (FRB) de los Estados Unidos acaba de aprobar una nueva estrategia de política monetaria, que pone más énfasis en el mandato constitucional de promover la creación de empleo que en el de controlar la inflación; más aún, define que, en determinadas circunstancias, uno de sus objetivos es subir (así como suena, incrementar, aumentar o elevar) la inflación.

Estos heréticos planteamientos los hizo nada menos que Jeremy Powell, el presidente del FRB en el simposio anual que esa institución organiza en Jackson Hole para analizar el rumbo de la política monetaria (https://bit.ly/3hAQXCe). Y para que no quedara duda de que se trataba de una decisión institucional declaró: “Me complace anunciar que la revisada declaración de política fue adoptada con el voto unánime de todos los participantes del Comité”.

Por supuesto no se trata de un nuevo dogma económico aplicable a todos los países y momentos. En economía no existen los dogmas universales, sino cajas de herramientas que se deben aplicar con discrecionalidad dependiendo de las circunstancias. Y como las circunstancias han cambiado desde 1980 cuando el FRB bajo la dirección de Paul Volcker tuvo que empeñarse en reducir la inflación a cualquier costo, ahora tiene que enfrentar el reto del enorme desempleo y de una inflación demasiado baja.

La estrategia definida por el FRB para enfrentar esta situación, que venia desde antes pero se ha agravado por la pandemia del coronavirus, es clara: se mantienen los dos objetivos de la banca central: disminuir al mínimo el desempleo y mantener la estabilidad de precios. Sin embargo hay un cambio de prioridades: “En la ejecución de la política monetaria, nos mantendremos fuertemente enfocados en impulsar un fuerte mercado de trabajo (i.e. aumentar el nivel de empleo) para el beneficio de todos los norteamericanos”.

En cuanto a la inflación, mantienen la meta del 2%, pero el riesgo que perciben es que sea más baja y si eso sucede, “la política monetaria apropiada apuntará a tener una inflación un poco por encima del 2% por algún tiempo”.

Resalta en el discurso de Powell la preocupación por mostrar los efectos de la política monetaria sobre la calidad de vida y la distribución del ingreso: por ejemplo cuando señala que la prioridad al objetivo de reducir el desempleo es por los beneficios que esto implica, especialmente para las comunidades de bajos ingresos.

También asombra, por la gran diferencia con Colombia, el proceso que siguió el FRB para este cambio de rumbo, uno de cuyos pilares fue una serie de 15 eventos denominados “FRB escucha”, en los cuales sus técnicos se reunieron con sindicatos, trabajadores, pequeños negocios y residentes de estratos bajos. El objetivo de estas reuniones, era “estar conectados con nuestros verdaderos electores, el pueblo norteamericano, para oír directamente de ellos como su vida cotidiana es afectada por nuestras políticas”. Ninguna referencia a reuniones con bancos o grandes empresas.

Cali 30 de agosto de 2020

*Filósofo y Economista. Consultor.

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Juan Manuel Galán

Por Juan Manuel Galán*.- En una de sus recientes columnas, el Doctor Alfonso Gómez Méndez interpretó la decepción que sentimos los liberales ante el proceso decadente que sufre el Partido Liberal colombiano bajo la dirección del expresidente César Gaviria. Menciona Alfonso Gómez, cómo en medio de una convención virtual, que para casi todos los colombianos pasó desapercibida, fue reelecto nuevamente director, a pesar de que el 40% de su bancada buscaba un nuevo “timonel” para dirigir el rumbo.

También afirma que el expresidente, quien olvidó por completo su ideario liberal, -apoyó a Iván Duque en segunda vuelta- entregó el partido y sus principios por unos cuantos puestos en el Gobierno, lo que ha causado que hoy el liderazgo liberal en el Congreso se haya degradado ostensiblemente y que, a pesar de esta dramática realidad, se mantenga la misma dirección. El doctor Gómez Méndez recalca que la forma en que se otorgan los avales en la colectividad, le ha dado un status de “dictador del aval” al expresidente Gaviria, a quien la mayoría aún lo sigue apoyando a pesar de los fracasos que acumula.

Es plausible que una figura del perfil de Alfonso Gómez Méndez, con amplia trayectoria profesional como Procurador General de la Nación, Fiscal General de la Nación, Ministro de Justicia, Embajador, candidato presidencial y profesor universitario, se pronuncie sobre la sistemática incapacidad del Partido Liberal para renovarse. Él es un liberal a quien le duele la grave crisis del partido, que se desmorona en una especie de suicidio político asistido. En el partido ya no hay interés en interpretar las causas de justicia social, en asumir la vocería de los débiles, la conquista de derechos, la defensa de la democracia, la descentralización y las libertades ciudadanas. Huérfanas quedaron las bases de un partido parlamentarizado, sin democracia interna y que abandonó su bandera más importante: la conquista de la paz. Hoy el Partido Liberal decidió enarbolar el neoconservatismo. Ahora más que nunca, Colombia requiere una interpretación desde el liberalismo, no como partido sino como principio ético fundacional, que rechace la violencia y construya una nueva manera de hacer política, que le devuelva la esperanza a nuestro país.

Bogotá, D. C, 30 de agosto de 2020

*Exsenador Liberal

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Jorge Enrique Robledo

Por Jorge Enrique Robledo*.- En 1990, ¡hace treinta años!, embarcaron a Colombia en la irresponsable aventura de la apertura neoliberal –precursora de los TLC–, destructiva política definida por el Banco Mundial, según explicó el exministro de Hacienda Abdón Espinosa Valderrama. Y sobre la demagogia del “bienvenidos al futuro” quedaron otras constancias en contra o advertencias tan significativas como las de Eduardo Sarmiento Palacio, los también exministros Antonio Álvarez Restrepo y Edgar Gutiérrez Castro, Darío Múnera Arango –miembro de la junta directiva de la Andi– y las cuatro centrales de trabajadores, que el 7 de agosto de 1990 pagaron un aviso en la prensa rechazando lo que venía.

Para 2019, antes del coronavirus, las cifras habían demostrado el fracaso del “libre” comercio como política para sacar del subdesarrollo a la economía de mercado colombiana. Los desempleados e informales sumaban el 58 por ciento de la fuerza laboral, además de los cinco millones que tuvieron que irse del país a buscar empleo. Los colombianos en pobreza monetaria, sin contar a los que ocultan tras el rótulo de “vulnerables”, llegaban al 27 por ciento, es decir, a 13,5 millones y Colombia era uno de los países con peor desigualdad social del mundo. Y se sabe que ningún país puede prosperar en serio con esas cifras porque es el trabajo –el simple y en especial el complejo–, el que crea la riqueza y además la capacidad de compra que permite que los negocios tengan a quien venderle.

Entre 1961 y la apertura, la economía nacional creció al 4,7 por ciento anual y desde 1990 cayó al 3,5, cuando superar el subdesarrollo exige crecer a tasas mayores. Y el agro y la industria crecieron apenas el 2,1 y el 3,0, respectivamente, mientras que antes del noventa lo hacían al 3,6 y el 4,5. Además, su participación en el PIB cayó del 27 al 7 por ciento en el agro y del 19 al 11 en la industria, víctimas de la decisión de desagrarizar y desindustrializar el país, según confirma el hecho de que la balanza comercial –que mide importaciones y exportaciones– fue negativa para Colombia en 15.138 millones de dólares entre 1993 y 1998 –el año anterior a la brutal caída de la economía de 1999– y volvió a ser negativa en 56.665 millones de dólares entre 2014 y 2019, una vez terminó la bonanza petrolera.

Con el TLC (May.15.12), la balanza comercial con Estados Unidos, que era positiva para Colombia, pasó a sumar 12.515 millones de dólares en contra entre 2014 y 2019. Y la negativa con la Unión Europea, ampliada por el TLC, sumó 9.738 millones entre 2015 y el año pasado. El tratado con México (1995) –país portaviones de las trasnacionales norteamericanas exportadoras–, clama al cielo. Porque las importaciones –casi todas industriales– han superado a nuestras exportaciones todos los años y en 46.187 millones de dólares. Además, desde 1990, los bienes agrícolas importados sumaron 178 millones de toneladas con un costo de 49.580 millones de dólares, al tiempo que las industriales nos han costado 696.333 millones. ¿Cuánto habríamos ganado si una parte sustancial de esas compras se hubieran producido en el país, como habría sido posible? Y el 68 por ciento de lo que exporta Colombia son los mismos bienes básicos –café, banano, petróleo, carbón y flores– que se despachaban antes de 1990, y que no necesitaban del “libre” comercio para seguirse vendiendo.

Para mantener vivo el desastre y taparlo, apelaron a la plata extranjera y a feriar el patrimonio público acumulado en un siglo de esfuerzos de los colombianos. Las privatizaciones van en 46 billones de pesos desde 1996. La deuda externa pública y privada, también usada para conseguir los dólares necesarios para pagar las importaciones exageradas y los mismos créditos, llegó a 138 mil millones de dólares en 2019 (42,7 por ciento del PIB), cuando en 1995 fue de 26.341 millones (24,2 por ciento del PIB). Y desde 1991, las utilidades de la inversión extranjera directa, que por norma viene a comprar lo que ya existe, ascienden a 165.135 millones de dólares, plata que suelen sacar del país aunque se mantenga oculto.

Esta debacle además ocurrió en medio de condiciones externas muy positivas para Colombia: tasas de interés excepcionalmente bajas y una gran bonanza petrolera, que llevó sus exportaciones, entre 2005 y 2014, a 142.482 millones de dólares, suma que en mucho se malbarató en clientelismo y corrupción y sirvió para abaratar el dólar y facilitar las importaciones contra la industria y el agro, también arruinados o empobrecidos por un contrabando que vale 5.000 millones de dólares y que alcahuetea el Estado.

Ante estas cifras, somos cada vez más los colombianos –sectores populares y clases medias urbanas y rurales, empresarios, académicos y políticos– que estamos proponiendo renegociar los tratados de libre comercio, porque son un pésimo negocio para Colombia.

Bogotá, 29 de agosto de 2020.

*Senador del Polo Democrático Alternativo

@JERobledo

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Mons. Orlando Olave Villanoba

Por: Mons. Orlando Olave Villanoba*.- Dos hechos me llegan a memoria cuando inicio a escribir este semblante de Monseñor Jaime Prieto Amaya, que espero sea inspirador para muchos de nosotros.

El primero de mayo de 2006, caminábamos varios sacerdotes de la Diócesis de Barrancabermeja junto a Monseñor en la popular marcha de la clase obrera. El primero, de tipo personal, fue que se me acercó y en su acento bogotano, me dijo: “!!! ala Orlando… y te vas para Roma No¡¡¡¡¡¡¡   (Unos meses después viaje a Roma para adelantar estudios de especialización en Teológica Pastoral).

El segundo fue una respuesta que le hicieron varios periodistas al terminar la marcha, ¿Monseñor Jaime y usted por que se mete a apoyar estas marchas… estos no son de izquierda y ateos?   Su respuesta fue ciertamente provocadora: ¡Pues si no me quieren ver en estas marchas… que me nombren Arzobispo de Bogotá! Algunos se miraron, otros simplemente nos reímos, entendimos que detrás de esta respuesta estaba su manera de ser Pastor, de ser Obispo. Su pueblo le interesaba, su pueblo le dolía y por eso lo hacía.

El hombre de Iglesia

Del primer hecho, que no quiero profundizar, me queda esa forma desparpajada, sencilla y directa con que afrontaba muchas de las circunstancias de su vida que no se puede entender como superficial o desinteresada; por esto quiero quedarme en la segunda, que me parece ejemplifica su talante humano y cristiano: era un Obispo con una conciencia profundamente eclesial.

San Ireneo de Lyon escribió hace muchos años: “lo que no se asume no se redime” palabras que son retomadas en el siglo pasado por el concilio Vaticano II en la constitución pastoral Gaudium Et Spes:  “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón”.  Creo que estas dos frases tan llenas de profundidad fueron un faro para el quehacer pastoral de Monseñor Jaime y nos permiten entender su modo tan especial de ser Pastor: Presbítero y Obispo.

Él fue un hombre que siempre sintió con la Iglesia, quizá no siempre con la Iglesia institucional, pero si con la Iglesia, con la Iglesia pueblo de Dios, con ese rebaño que la misma madre Iglesia le había encomendado. Fue un obispo que entendió que debía caminar con su pueblo: con los campesinos, con lo sindicalistas, con los líderes sociales, con los empresarios, con las familias, con los niños, y los jóvenes, con su rebaño, siempre pensado en el bien común, en llevarlos a Jesús.

El hombre con los pies en la tierra

Este modo de ser, insertado en la realidad que había con alegría asumido al aceptar este nombramiento como Obispo de Barrancabermeja, nos permite entender su proceder. Sin duda muchas veces sus  opciones no fueron entendidas por muchos —me incluyo—  quizá censurada por otros y hasta señalada —también por algunos en el seno de la Iglesia— de peligrosa y por diversos actores armados de derecha de subversiva.

Jamás para Monseñor fue esto un problema, él tenía clara su opción profundamente eclesial, que sin lugar a dudas por esa misma convicción que le daba aquel documento del concilio enunciado. Él entendía que al ser Obispo de Barrancabermeja, asumía su historia, sus luchas, sus triunfos y también sus derrotas.

Quizá en él podemos comprender esta frase del Papa Francisco que «más vale una Iglesia herida por salir a la calle, que una sana escondida en la sacristía».

Monseñor entendía este riesgo. Unos años después en los viajes de regreso al lugar donde se hospedaba cuando participaba en un encuentro en Roma, me soltó una de esas frases lapidarias, pero que en su rostro expresaba todo lo que tenía por dentro: “En ocasiones me siento incomprendido por mis opciones pastorales”. Y guardó silencio.   Pero a pesar de esa incomprensión jamás lo vi quejarse, siempre fue un ser humano de acción, de procesos, que era capaz de entender la realidad humana, pero que tenía muy claro su caminar pastoral, su tarea misionera.

El hombre místico

Una cosa si es clara en la vida de Monseñor Jaime, era un hombre místico, un hombre con una fuerte experiencia de Dios, que lo llevó incluso a colocar su propia vida en riesgo, pero esa experiencia le permitió colocarse siempre en las manos de Dios.

Unas palabras del Papa Francisco podrían ayudarnos entender a Monseñor Jaime: “La mejor motivación para decidirse a comunicar el Evangelio es contemplarlo con amor, es detenerse en sus páginas y leerlo con el corazón. Si lo abordamos de esa manera, su belleza nos asombra, vuelve a cautivarnos una y otra vez. Para eso urge recobrar un espíritu contemplativo, que nos permita redescubrir cada día que somos depositarios de un bien que humaniza, que ayuda a llevar una vida nueva. No hay nada mejor para transmitir a los demás”.

Esta profundidad espiritual de Monseñor le dio una característica muy especial como es ser casi un adelantado a su época.  Muchas veces me he imaginado a Monseñor Jaime ejerciendo su ministerio episcopal con este pontificado de Francisco.

Cuanta alegría le hubiera provocado escuchar a nuestro Papa actual, cuantas veces él nos dijo que era necesaria una renovación de las estructuras pastorales. Cuanto nos insistía en esa tarea evangelizadora que debía emprenderse con alegría, cuanto amor le tenía a la Pastoral de la tierra y la promoción que hizo de esos procesos. Sí, fue un místico con los pies en la tierra, que nos impulsó a hacia una nueva evangelización.

El hombre buscador de paz

Finalmente, pero no menos importante, fue él un apóstol de la paz, con cuánta pasión hablaba de ello, con cuanta inteligencia creó procesos, dinamizó acciones, provocó estrategias que beneficiaron ese sueño, mejor, comprendía en profundidad que la paz era la mejor apuesta para el desarrollo de los pueblos.

Cuánto esfuerzo hizo para dinamizar en el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, cuanto vigor le imponía a la Comisión Diocesana de Vida, Justicia y Paz.

No olvidamos sus valientes declaraciones y homilías donde desarrollaba esa idea de construir una sociedad en paz y señalaba valientemente aquellos que se oponían a este sueño compartido.

Recordamos como participó en diversas comisiones de diálogo de paz, cuántos diálogos no emprendió con los actores armados, buscando siempre mediar en la consecución de acuerdos de paz que desescalarán la guerra en nuestros territorios. También aquí fue incomprendido, no valorado suficientemente e incluso señalado, lo que le provocó momentos dolorosos y riesgosos a su seguridad física. Nada de eso lo amilanó, al contrario, siempre encontró fuerzas en el Señor para seguir siendo mensajero de la paz, constructor de puentes y el hombre buscador de paz.

Gracias Monseñor Jaime

Tumaco 28 de agosto de 2020

*Obispo de Tumaco

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José Félix Lafaurie Rivera

Por: José Félix Lafaurie Rivera*.- El título de esta columna bien podría ser “Economía de posguerra” y el país necesitar un Plan Marshall, aunque hoy, a diferencia de 1947, el enemigo atacó a todo el planeta y tanto las potencias, como los países pobres y en desarrollo, están enfrascados en curar sus propias heridas.

La solidaridad no parece estar a la orden del día y la institucionalidad multilateral está siendo confrontada. Así pues, es necesario enfrentar la pospandemia con pragmatismo, a partir de cifras preocupantes:

La meta inicial de crecimiento del PIB para 2020 era del 4%; el Gobierno la ajustó a -5,5%, con una caída de 9,5 puntos, pero la OCDE, a la cual pertenecemos, lo estima en -6,1% y el FMI, el principal prestamista, en -7,8%.

La meta inicial para el déficit fiscal era del 2,2% del PIB; la Regla Fiscal ya lo estiró hasta el 8,2%, pero seguramente superará el 10%.

Un déficit del 2,2% requería de 22,1 billones de endeudamiento; a la fecha se ha trepado a 69,4 billones y se estima que se requerirán 100 billones. De hecho, el proyecto de presupuesto para 2021 incluye 64,1 billones de crédito…, y un faltante de 26,1 billones sin financiación.

La meta inicial de recaudo tributario era 168 billones; hoy es de 144 y, aun así, será difícil alcanzarla. No pintan mejor las demás variables macroeconómicas que no alcanzo a reseñar, con excepción de la inflación, que se mantiene baja por la drástica caída de la demanda.

Preocupan las soluciones, porque la inmediatez nos lleva siempre a las mismas. En el pasado se acudió a los sectores intensivos en mano de obra: construcción e infraestructura, abandonando al campo con las consecuencias conocidas. No desconozco su eficacia como motores del desarrollo, pero debo recordar la importancia estratégica del campo, la producción agropecuaria y la paz rural.

El Presupuesto es la ruta de las prioridades, y en el proyecto para 2021, “Agricultura y Desarrollo Rural”, con 1,76 billones, es de los pocos sectores con disminución frente a 2020, del 7,7%, equivalente a 148 mil millones menos para un campo sediento de recursos y que, paradójicamente, no se detuvo durante la pandemia y reivindicó su importancia para la seguridad alimentaria del país.

En contraste, los rubros de “LA JUSTICIA” (Rama Judicial, Fiscalía y Justicia y Derecho) crecieron y los tres suman 13,07 billones, ¡cinco veces más! que lo destinado al desarrollo rural, para una justicia que brilla, mas no por su ausencia, sino por su excesiva pero inane presencia, con dos sistemas, uno transicional con 100% de impunidad, y el ordinario con un vergonzoso 95%. Dicho sea de paso, este es, para mí, el gran problema colombiano.

El Gobierno, dentro de sus herramientas para la recuperación, deberá revisar los Gastos de Funcionamiento, que crecen un 11%, enviando una señal del “Estado austero” que ha sido bandera del Centro Democrático.

Con la pandemia se perdió más de una década y las medidas que adopten este y el próximo gobierno serán fundamentales, pero es quizás más importante que la recuperación sea un “propósito país”, un Plan Marshall nacional, algo que ha intentado el presidente, pero que no se ve en el horizonte, sembrado de mezquindad con intención política literalmente “carroñera”, de apuesta al fracaso del Gobierno como trampolín hacia el poder, con peligrosas propuestas populistas.

Abogamos por el campo, pero entendemos las encrucijadas del Gobierno, que seguramente dejará apenas sentadas las bases de la recuperación. De ahí la importancia de la campaña electoral que empieza en 2021 y nuestra enorme responsabilidad frente al futuro del país.

Bogotá, D. C, 28 de agosto de 2020

*Presidente de FEDEGAN

@jflafaurie

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Gabriel Ortiz

Por Gabriel Ortiz*.- Este país está sobresaltado, atolondrado; tal vez azarado. La multiplicación de hechos que suceden por minuto, avergüenzan a propios y extraños. Apenas se cumplen dos años del gobierno del Presidente Duque, cuando ya, multitud de acontecimientos desconciertan a sus electores, y hasta a los de Petro.

Flaco favor, el que ha recibido Duque de Uribe y, garrafal, el que él se auto aplicó, cuando quiso desconocer la autoridad de la Corte, para salvar a su mentor del carcelazo. Duque abrió las puertas a Uribe y a sus arrogantes defensores, para que acusaran de secuestradora a nuestra máxima autoridad  justiciera. El expresidente, que está preso, no podía dar declaraciones a la prensa, y mucho menos a injuriar públicamente a sus jueces. Si se cometió un crimen o se violó la ley, debe haber una acusación, que la hay, un juicio justo y una condena. Los acusados, no pueden andar buscando un funcionario que se preste para absolverlos, si a ello no hay derecho. Uribe debe dejar que actúe la justicia.

Lo anterior ha enredado al Presidente Duque, que ve con terror, como las cosas no le salen. Las masacres de jóvenes y niños, los asesinatos de líderes sociales y exmiembros de las Farc, la multiplicación de los cultivos ilícitos, la creciente producción de coca, la inseguridad a todos los niveles, el implacable desconocimiento de los acuerdos de paz, los “perfilamientos” por parte del ejército y demás desafueros, son hoy, moneda corriente.

El desespero y la congoja han obligado a Duque, a acudir a las masacres, que suaviza como “homicidios colectivos”, a los misiles de Maduro, a lo que él llama “paz sin impunidad”, a las prohibidas fumigaciones con glifosato y, desde luego, al espejo retrovisor para achacarle a otros, o a Santos, el desbarajuste actual. Poco o nada le sale bien.

Para completar, la pandemia lo acosa y sus tardías apariciones como animador de televisión, desorientan. Hay que sumarle a Mancuso, al que hay que impedir que llegue a Colombia. Se han elaborado mal las solicitudes de extradición. Se fustiga hasta a las autoridades norteamericanas de cohonestar con ello. Mancuso sabe mucho.

Con el emoji del pulgar abajo, acompañado de  proclamas “queremos la paz”, muchos manifestantes censuran la falta de acción del Presidente. Urge atender ese clamor popular, que crecerá... que crecerá. Hay que equilibrar la brújula.

BLANCO: El liberalismo encamina una ley, que elimine el IVA para la canasta familiar.

NEGRO: Duque adora al debilitado Trump. Le quiere obsequiar el BID.

Bogotá, D, C 28 de agosto de 2020

*Periodista. Exdirector del Noticiero Nacional, Notisuper y Telematinal.

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Jairo Gómez

Por Jairo Gómez*.- Abel Rodríguez, fue un hombre imprescindible para la educación pública porque comprendió que de ella no sólo dependía su futuro personal sino que ayudaría, como se lo propuso, a transformar la sociedad; porque entendió, el día que se hizo profesor, que la educación, su amor a primera vista, era la piedra angular para formar buenos seres humanos y consolidar el futuro de un pueblo en igualdad social y en democracia.

El Profe Abel, como le decían desde sus primeros años en la lucha sindical a favor de los maestros y la educación pública, los alumnos de antes y de ahora, siempre defendió la educación como una herramienta para cerrar la brecha social y combatir la pobreza.

Ese auténtico propósito guio su lucha sindical desde la ADE (Asociación de Educadores del  Distrito) y FECODE (Federación Colombiana de Educadores) durante más de 50 años, para después pasar de la lucha reivindicativa a la acción; luego de transitar por el sindicalismo y dirigir los designios de más de 270 mil maestros en todo el país,  propició como miembro de la Asamblea Nacional Constituyente transformaciones en el sistema educativo que después lo llevaron al viceministerio del sector desde donde fortaleció el Estatuto Docente y la Ley General de Educación.  

Pero tal vez el logro más importante, después de haber hecho el curso de profesor en una humilde escuela en Algeciras, Huila y en una escuela del Barrio San Pablo en Bogotá, de convertirse en licenciado en Español y Literatura, de trasegar por esa dilatada lucha y servicio público, fue cumplir con su sueño de llegar a la Secretaría de Educación de Bogotá D. C. Desde ahí Abel puso en práctica todo su potencial, conocimiento, experiencia y capacidad de trabajo en favor de la Educación Pública en el Distrito Capital. Demostró, con creces, que desde lo público también era posible edificar una educación de calidad.

En 2004 comienza a gobernar Bogotá Lucho Garzón, con la impronta “Bogotá, sin indiferencia”. Ese rótulo que develaba el talante social de la administración encontró en Abel Rodríguez, a su mejor aliado. Lucho se la jugó por la educación y Abel la volvió la espada social; fue entonces cuando recordó esa frase que instintivamente gobernó su cabeza: “La educación es la principal herramienta para combatir la pobreza”. Encajó en el plan del Alcalde y la hizo realidad: concretó la gratuidad de la educación pública, osadía que no dudaron en calcar otras ciudades del país; mejoró las condiciones de los estudiantes con infraestructuras dignas, alimentación y transporte, pegamento que sirvió de estrategia para evitar la deserción escolar.

Sin duda, Abel fue un gran transformador que dignificó la educación en los sectores populares y se propuso como meta construir colegios nuevos y bien dotados; propósito que hizo realidad heredándole a la ciudad y a los niños y niñas de los estratos más pobres 50 colegios nuevos que nada tenían que envidiarle a las mejores instituciones privadas. Dignificar también es educar, repetía constantemente.  

Ese fue Abel Rodríguez, que en lo personal era una caja de música; ver a Abelito, como le decíamos sus amigos, desencajado o furioso era la excepción. Amable, querido y adorado por todos, creo que ni sus más enconados rivales en la lucha sindical o política lo odiaron o vilipendiaron, siempre tenía como argumento la razón y el discernimiento, como buen educador y funcionario que fue.

Desde aquí un abrazo solidario a Cecilia, su polo a tierra, la gregaria incondicional de Abel, la compañera cómplice con la que logró cultivar amigos en todas las generaciones y estratos sociales; gracias, también, por permitirnos a sus amigos disfrutar de su infatigable camarada. Abel, querido amigo, que la tierra te sea leve.

Bogotá, D. C, 287 de agosto de 2020

*Periodista. Analista Político.

@jairotevi

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