Por Horacio Serpa.-Cuando se lleva en la política casi cincuenta años ya no sorprende nada. Bueno……, eso cree uno. Y en tanto tiempo ya le han dicho de todo. Eso cree uno. La verdad, nunca me habían acusado de  tener demencia senil y nunca pensé que me lo fueran a sacar, al menos todavía. Pero como el libro de Serrano Blanco, “La vida es así”.

Que me lo hubiera dicho Alejandro Galvís Ramírez, si me tomó de sorpresa. Y que me lo hubiera restregado a propósito de una decisión política colectiva, de la cual me hago cargo sin aspavientos, me llenó de interrogantes y mortificaciones. ¿Será que ya me está “patinando el coco” y no me he dado cuenta? ¿Será que viejo y “descocado” estoy comprometiendo mal a mi Partido Político, tan respetable y de tantos méritos?

¿Me llegó la hora de encerrarme para no pasar ni hacer pasar vergüenzas? Me horrorizó el recuerdo de un tío abuelo al que le decían “viejo verde” y lo disculpaban con el cuento de que tenía demencia senil. ¿Qué dirá Rosita, Dios mio?

Fue a ella a la primera que senté en el banquillo de los testigos. Con su sonrisa eterna (me vuelve “loco” su sonrisa) me dijo que me veía bien y que aún no me había cogido la primera caída. Conociéndola siempre tan condescendiente conmigo, la precisé  que me aclarara si su comentario tenía que ver con todas las cosas y todos los efectos, y me contestó solemne: “con todo y para todo”.

Ya tranquilo, hablé con los hijos, los nietos y las más cercanas querencias. Todos me dieron el visto bueno. Sebastián fue más allá de mis interrogantes: “Aún no estás loquito Tato, pero estás muy calvo y barrigón”.

Así las  cosas, “en pleno uso de mis facultades mentales”, les manifiesto a los amigos y a los enemigos que para nada me voy a referir a las declaraciones de Alejandro Galvis. No me nace, no quiero hacerlo, tengo muchos buenos recuerdos, muchas gratitudes, mucho afecto, enormes satisfacciones con una amistad que ha resistido 60 años, de la que siempre me he sentido orgulloso, como para enterrarla en un momento de ofuscación.

Tantos sapos que me he tenido que comer en la vida por cualquier cosa, cómo no lo voy a hacer con este. ¿Duele? Sí, pero lo hago con gusto.

No le saco el cuerpo al debate político, desde luego. Lo asumo a fondo, como lo he hecho siempre, sin esguinces, sin dobleces, sin pedir cuartel. Sobre el tema, Vanguardia no tiene la razón. Y les vuelvo a decir sobre el nuevo editorial: No tienen ni derecho ni autoridad para darme lecciones de ética ni de dignidad ni de hidalguía.

A Alejandro mi abrazo cariñoso. Hará falta en el Partido. Ojalá nos queden algunos años más. Dicen que siempre hay tiempo para rectificar.

A la política y a mí Partido Liberal, sigo en la lucha, hasta el último minuto. “Tranquilos, que el equipo gana”.

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