Jairo Gómez

Por Jairo Gómez*.- Me tomé la tarea de comparar el contundente debate de las fuerzas alternativas en el Congreso sobre el entrampamiento contra la paz que diseñó, calculó y perversamente manipuló Néstor Humberto Martínez Neira, para aniquilar el Acuerdo del Teatro Colón, con las 56 páginas del capítulo 8 “el Caso Santrihc”, publicado en su libro: “La Dos Caras de la Paz”.  

Resultado: es un texto mentiroso y embustero. No se puede ser más ruin y deshonesto con un país que, por defender intereses propios y ajenos, un individuo haga uso de sus funciones, en este caso de la Fiscalía, para meterle un misil y volar en mil pedazos un pacto que salvó vidas.

Su texto es un relato personal mal escrito que al compararse línea por línea con los argumentos de los senadores, demuestra que los documentos revelados en detalle por los senadores evidencian la sevicia y la excesiva maldad con que el exfiscal, en connivencia con la DEA, actuó para concebir el burdo montaje.  

El patrón del entrampamiento no daba lugar a equivocaciones: aniquilar el Acuerdo de Paz implicaba que una vez extraditados los dos objetivos principales del montaje, Santrich y Márquez, firmantes del Acuerdo, los más de trece mil guerrilleros que dejaron las armas volverían a la insurgencia; no obstante, lo logró parcialmente.

Volar en mil pedazos el Acuerdo acabaría de inmediato con la JEP ergo, las posibilidades de conocer la verdad sobre lo sucedido en esta guerra desde el lado del establecimiento y su aparato armado -La Fuerza Pública- se desvanecerían; prevalecerían la opacidad y el ocultamiento cómplice de sus crímenes de lesa humanidad. Ese era, sin duda alguna, el resultado final de la mezquindad de Martínez Neira contra la Paz que deja entrever en su libro.

Entrampar el Acuerdo de Paz tenía un fin: la extradición; por ello la cifra de los cinco kilos de cocaína, ni más ni menos, garantizaría el indicment desde una corte de los Estados Unidos. Según los senadores con dineros públicos la Fiscalía compró el alijo para montar lo que técnicamente denominaría una “operación controlada”. Tema que en su acomodado texto no menciona el rústico Fiscal, es más, cuando renunció reconoció la entrega de la droga en ese operativo y hoy lo niega. Nada fue fortuito, todo fue pensado milimétricamente; al palurdo plan no se llegó por accidente como pretende venderlo el exfiscal en su libro “Las Dos Caras de la Paz”.  

Martínez Neira es un camaleón profesional; tras su paso por el pomposo cargo de   Ministro de la Presidencia (que aprovechó para hacer acuerdos secretos con el uribismo), logró su objetivo de llegar a la Fiscalía para hacer lo que hizo; evidencia que sugiere la pregunta del porqué el presidente Juan Manuel Santos, a sabiendas de la perversa personalidad de Martínez Neira y su proclividad a la traición, lo prefirió en el ente acusador. Ahora, cabría una interpelación: ¿prefirió sacrificar un respaldo necesario del Fiscal al Acuerdo de Paz a cambio de que le tapara el escándalo de Odebrecht? El Premio Nobel de paz, hasta hoy, sobre el entrampamiento a la Paz, no ha dicho, esta boca es mía.

Otra gran inquietud que irrumpe sin respuesta es cómo los periodistas cayeron redondos ante semejante montaje y nunca se preguntaron y muchos menos investigaron si esas supuestas pruebas de la Fiscalía tenían algún sustento legal y qué tan sólidas eran contra el exnegociador de paz. Creo que con sólo leer el capítulo 8 hubieran surgido muchos interrogantes sobre el caso. Tampoco se investigó que hacían agentes de la DEA, enviados por un país extranjero, inmersos en un operativo de esa envergadura y en territorio colombiano entrampando el proceso de paz. Ni siquiera se le cuestionó a Martínez Neira el desprecio con que trató a la JEP al negarle las supuestas pruebas en el caso Santrich y cómo desdice de la institución en el libro de marras.

Lo cierto es que el entrampamiento contra la Paz tuvo un éxito parcial y logró la reacción equivocada y traicionera de Santrich y Márquez de regresar a las armas; también consiguió que se privilegiara la agenda de la nueva guerra mientras la implementación del acuerdo apenas sobrevive y las amenazas de acabar la JEP y aniquilar la verdad persisten. Entre tanto, hay que reconocer que Martínez Neira, ese chabacano personaje, y el subversivo misil contra la Paz, quedarán en la impunidad.

Bogotá, D. C, 2 de diciembre de 2020

*Periodista. Analista Político.

@jairotevi

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