Por Jairo Gómez*.- Explotó la olla de presión social. Estaba al límite. Sólo necesitaba de un motivo para que detonara toda esa ira represada por culpa de la crisis social y económica que evidenció la pandemia y hoy la está haciendo mucho más crítica.
Sí, el asesinato del abogado Javier Ordoñez hizo que la furia contenida impulsara a los ciudadanos a la calle a protestar, no sólo por el abuso de la policía, sino por el desasosiego que está provocando en cada uno de los colombianos la incertidumbre de un futuro exiguo en oportunidades, un crecimiento vertiginoso del desempleo y una economía diseñada para forzar la ruina de la gente, el medio ambiente y nuestra seguridad.
Un muerto provocó la llamada primavera árabe (2012 a 2015) y en muchos países se desprendieron manifestaciones exigiendo reformas sociales y políticas. En unos se lograron, en otros no. Colombia no es la excepción. Es claro que la Policía, también el Ejército, la Armada y la FAC, es decir toda la Fuerza Pública, requiere de una gran reforma constitucional e institucional, pero la sociedad reclama enmiendas esenciales en la justicia, la política y, básicamente, en el armazón económico y social. No más corrupción, por favor.
Pero no. Siempre nos quedamos en la anécdota, en los propósitos y se aplazan esos necesarios cambios. Nos asaltan estas movilizaciones y la reacción inmediata es hablar de la coyuntura. Esa es la imperecedera narrativa. Ahora queremos ahogar el verdadero clamor de la gente en la reforma a la Policía (hago este paréntesis para hablar de la Policía y la coyuntura, pero ya regreso al punto central). Claro, se trata de una entidad podrida, desde su generalato hasta sus bases policiales. Dirán que no es bueno generalizar y seguramente es cierto, pero los indicios indican que ya no son unas manzanas podridas, es el árbol completo el que hiede a corrupción y desgobierno.
Mientras el centelleante Ministro de Defensa busca la fiebre en las sábanas para desviar responsabilidades, nos revela, como gran cosa, que las redes sociales fueron las culpables de la movilización de este miércoles. Descubrió que el agua moja. Claro ministro, por fortuna existen las redes de lo contrario usted, sus policías y los Medios de Comunicación convencionales hubieran seguido manipulando el asesinato del Abogado para mostrárnoslo como un “procedimiento policial”.
Por su parte, la alcaldesa Claudia López, llama a la movilización pacífica. “La violencia -argumenta- trae más violencia”. Sin embargo, el miércoles era un muerto y el jueves se elevó a siete ciudadanos que perdieron la vida a manos de la policía. Se comprobó que hubo uso indiscriminado de armas de fuego por parte de los uniformados, dijo la alcaldesa. Es verdad, la violencia genera más violencia; pero pretender quedarse en el fútil argumento de que la solución está en reformar la policía es optar por la política del avestruz. ¿No cree la alcaldesa, por ejemplo, que los 370 millones de dólares que el gobierno Duque decidió entregarle a la extranjera Avianca, pudo haber desencadenado, también, en esta ira acumulada de los impotentes ciudadanos?
Y entonces aquí, vuelvo al punto central, el de fondo. El que va más allá de la muerte del Abogado. El que está llevando a los colombianos a vivir en la ruina, en la desesperanza. Cómo así que el Gobierno Duque y su flamante Ministro de Hacienda nos hablan de 117 billones de pesos para solucionar la crisis de la pandemia y nunca nos dijeron a los colombianos, los directos aportantes de esos dineros, de qué rubros del presupuesto nacional salieron. ¿Cómo se los han gastado? ¿En dónde los invirtieron y a quiénes favorecieron? Todo es una opacidad absoluta.
El resultado es: más desempleo, el 25%. Cientos de miles de pequeñas y medinas empresas quebradas. El comercio en la bancarrota. Y nuestros campesinos desplazados de sus tierras viviendo su propia suerte a manos de grupos armados ilegales. Mientras tanto, los terratenientes (azucareros, palmeros, ganaderos, incluso narcotraficantes) disfrutan de protección oficial. Las poderosas organizaciones como El GEA (Grupo Empresarial Antioqueño), Sarmiento Ángulo, Ardila Lulle, Santo Domingo, gozan de buena salud. Son y serán los grandes beneficiarios de la pandemia. En cambio, en la otra orilla, la de los colombianos de a pie, los que sin duda pagaremos la crisis del coronavirus; esos sin futuro a corto y mediano plazo predestinados a una vida desastrosa, que lleven del bulto. El hambre y la miseria, serán su común denominador.
Todo lo anteriormente descrito, no lo duden, está detrás de las movilizaciones del miércoles. Vaticino que esto será una espiral incontenible de protestas. La gente se mamó del miedo y el autoritarismo implantado por la pandemia. La calle recobrará su protagonismo y con ello, seguro, habrá más represión, más muertos y, lo digo con certeza, amenazarán a los ciudadanos con más recortes a las libertades individuales o con un balazo cuyo costo sale de nuestros propios bolsillos. No se puede esperar otra cosa, ese es el talante (dictador) de este frívolo mocoso que nos gobierna.
Bogotá, D. C, 11 de septiembre de 2020
*Periodista. Analista Político
@jairotevi