Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro

Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro - Con el título de “El Evangelio de la Creación”, el segundo capítulo de la primera Encíclica pontificia dedicada al medio ambiente, aborda la fundamentación bíblico teológica de la preocupación por el cuidado de la casa común.

En este capítulo el Papa pone la luz de la fe y la reflexión teológica, al servicio de los distintos ámbitos diferentes al religioso, que hoy están llamados a asumir la responsabilidad por corregir y tomar medidas para frenar el progresivo deterioro de las condiciones de vida que está teniendo el planeta por las acciones irresponsables de los seres humanos.

  1. La Luz que ofrece la fe (nn. 63-64)

El Santo Padre hace caer en la cuenta como un problema tan complejo ha de abrir espacio en el análisis al apoyo de otros saberes y disciplinas, entre las cuales descuellan «la vida interior y la espiritualidad». Considerando esto, el Papa afirma: «Si de verdad queremos construir una ecología que nos permita sanar todo lo que hemos destruido, entonces ninguna rama de las ciencias y ninguna forma de sabiduría puede ser dejada de lado, tampoco la religiosa con su propio lenguaje».

  1. La sabiduría de los relatos bíblicos (nn. 65-75)

Para el Papa Francisco es claro que la Sagrada Escritura abunda en textos que inspiran y sustentan el compromiso y sensibilidad con el cuidado de la casa común.

En el Antiguo Testamento confirma la revelación del plan amoroso querido por Dios para el ser humano y los demás seres de la creación. Muchas narraciones del Génesis «sugieren que la existencia humana se basa en tres relaciones fundamentales estrechamente conectadas. La relación con Dios, con el prójimo y con la tierra»; pero estas relaciones se rompieron, primero en el hombre y luego esa ruptura ha impactado todo lo demás. Y este desequilibrio, constata el Sucesor de Pedro, parte de «haber pretendido ocupar el lugar de Dios, negándonos a reconocernos como criaturas limitadas».

Al advertir del “abuso” que se ha dado al mandato de “dominar la tierra”, el Papa explica que «esta responsabilidad ante una tierra que es de Dios implica que el ser humano, dotado de inteligencia, respete las leyes de la naturaleza y los delicados equilibrios entre los seres de este mundo», mientras invita: «A la vez que podemos hacer un uso responsable de las cosas, estamos llamados a reconocer que los demás seres vivos tienen un valor propio ante Dios». El primer responsable de mantener este equilibrio de la creación es el ser humano, teniendo en cuenta su dignidad y su facultad de ser racional.

Finalmente, el Santo Padre concluye que «la mejor manera de poner en su lugar al ser humano, y de acabar con su pretensión de ser un dominador absoluto de la tierra, es volver a proponer la figura de un Padre creador y único dueño del mundo, porque de otro modo el ser humano tenderá siempre a querer imponer a la realidad sus propias leyes e intereses».

  1. El misterio del universo (nn. 76-80)

El Papa aclara conceptos. Mientras que, desde una perspectiva científica, no religiosa, se habla de naturaleza, entendida «como un sistema que se analiza, comprende y gestiona», la tradición judeo-cristiana habla de creación, «entendida como un don que surge de la mano abierta del Padre de todos, como una realidad iluminada por el amor que nos convoca a una comunión universal».

Así, cada perspectiva desembocará en maneras diversas de relacionarse con el medio ambiente. En la clave de la comprensión cristiana, es claro que «el amor de Dios es el móvil fundamental de todo lo creado», por lo cual «cada criatura es objeto de la ternura del Padre, que le da un lugar en el mundo». De allí el trato respetuoso que hemos de tener con cada ser creado.

Pero, por otro lado, la tradición judeo-cristiana desmitifica la naturaleza, que en muchas culturas era vista como una realidad divina en sí misma. Manteniendo respeto y admiración por ella, ya no le atribuye este carácter divino, pero sí afirma el compromiso por una relación racional y razonable con cada criatura.

De este modo, ni endiosamiento del hombre (no somos los patrones y los demás seres, solo recursos para explotar) ni endiosamiento de la naturaleza; por el contrario, una recíproca y armónica interrelación, en la cual el ser humano tiene alta cuota de responsabilidad, como criatura pensante. Concluye el Papa: todas las criaturas «avanzan, junto con nosotros y a través de nosotros, hacia el término común, que es Dios… porque el ser humano… atraído por la plenitud de Cristo, está llamado a reconducir todas las criaturas a su Creador»

Monseñor Juan Carlos Cárdenas Toro

Obispo Auxiliar

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