Gabriel Ortiz

Todos los colombianos del común, los que se dejan seducir e ilusionar por las promesas de las campañas creyeron que realmente íbamos camino a una Venezuela. Y votaron para impedirlo.

Al despertar se encontraron con otra realidad. Bien diferente a la plantilla que utilizó el presidente del Senado, Ernesto Macías en el discurso de posesión del Presidente Duque, para desprestigiar al anterior mandato.

Macías recibió 16 “reconocimientos” como “huilense ilustre”, por gremios y entidades de su departamento. Medallas, galardones, accésit y hasta la Cruz de Boyacá, que solía entregarse solo a quienes hubieran ofrecido grandes servicios a la Patria. Ni en Guinness World Records existía una marca que se equiparara a semejante abundancia.

Fue una zafia y tosca manera de remunerar y pagar servicios y lengüeteos, que hasta el senador Uribe practicó, cuando unió al homenajeado con el Presidente Duque para tomarles una foto que al minuto puso a circular en las redes.

Ese frenético reparto medalleríl, es apenas comparable con la desenfrenada carrera que lleva el dólar. Nuevamente está desbocado, para beneficio de unos pocos. Hace dos o tres años, el minhacienda Cárdenas lo llevó de los 1.800 a los 2.800 pesos, sin que nada hubiera pasado. Los exportadores se beneficiaron, llenaron sus alforjas, mientras los trabajadores a su servicio, solo recibieron los mismos incrementos salariales ligados al mínimo.

Hoy vemos, no con sorpresa, porque se sabe que quienes tienen información privilegiada, utilizan las normas, para beneficiarse. El dólar está que vuela… y según dicen los que manejan el Banco de la República, continuará el desenfreno, porque el Emisor saldrá diariamente al mercado a buscar la divisa para incrementar las reservas internacionales de Colombia. Los exportadores de nuevo, llenaran bolsillos y sus cuentas en el exterior, mientras sus trabajadores continuarán bajo el imperio del raquítico mínimo, viendo como sus anhelos de una vida mejor, se aleja a saltos de canguro, porque el dólar arrastra todo.    

Durante la pasada campaña, se ofreció a través de todos los medios, en las plazas públicas, conferencias, entrevistas y conversatorios, que estábamos al borde de convertirnos en una Venezuela y que para evitarlo era indispensable votar por Duque. El pánico cundió e hizo el milagro. Pero las cosas no han salido del todo afortunadas. Arrancaron con el anuncio de una reforma tributaria que para suavizarla llaman “Ley de Financiamiento”. Incluye toda una carga de IVAS, con legalizados bonos de agua. Y se prepara otro golpe a quienes aportan o aportaron a la seguridad social, durante años para que ciertos políticos se apoderaran de esos dineros.

El Presidente Duque parece tener claro que aún es tiempo de sacudirse, de acudir a sus valiosos conocimientos económicos que lo destacaron en el BID, aplicar imaginación y rodearse de jóvenes y viejos que piensen más en su pueblo, su gente y la equidad que requiere Colombia, para alejarnos de la temida Venezuela.

BLANCO: La presencia de los estudiantes para defender la educación.

NEGRO: La mordaza de Macías a los estudiantes.

Bogtá, D. C, 12 de octubre de 2018

*Periodista exdirector del Noticiero Nacional y de Notisuper.

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