Laura Fortich

Es cierto que, desde el nacimiento del Partido Liberal en 1848, la unanimidad, nunca ha sido un rasgo distintivo entre los liberales; lo cual, jamás podrá verse como un síntoma de debilidad, sino que, por el contrario, es en el disenso, desde donde  se impulsa, retroalimenta y renueva las ideas de un Partido que ha sido faro de luz y señal de esperanza, para los más débiles e impulsor de las grandes reivindicaciones sociales de nuestra era republicana.

Al estudiar nuestra historia partidista, corroboramos, que nada nos hizo más grandes, que cuando al interior de nuestra colectividad rivalizábamos con criterio de unidad, los distintos matices que afloraron como respuesta a las variadas maneras de contemplar y avizorar los fenómenos y cambios sociales y políticos que nuestro pueblo reclamaba. En nuestras convenciones, éramos impetuosos irreverentes y rebeldes, en aras de hallar ese punto de equilibrio, donde el sentir liberal, y las justas y patrióticas causas que enarbolábamos, superaran esa lucha de tonalidades, celos y hasta egos.

Por el contrario, cuando éstos últimos triunfaban, dando lugar a las disidencias, nos hacíamos débiles y la derrota en las urnas se tornaba inminente. ¿Cuánto lamenta el liberalismo de hoy, la falta de entendimiento entre los liberales radicales y moderados, a finales del siglo XIX, que nos llevaron a la pérdida del poder, y que se nos enquistara una hegemonía conservadora que duró hasta 1930?

Todavía el Partido se lamenta, la división de 1946 entre Gabriel Turbay y Jorge Eliécer Gaitán, que puso fin a la llamada República Liberal.

Aún recordamos, como si fuera ayer, la ruptura de Luis Carlos Galán con el oficialismo Liberal en 1982, y que nos costó nuestra continuidad en la Casa de Nariño. En 1998, la división volvió a trascender las esferas de nuestro Partido y nos golpeó con una derrota que, al sol de hoy, no nos hemos recuperado.

Se dice que una mujer, es la llamada a edificar el hogar, y como única mujer Liberal en el Senado de la República, hago un llamado urgente a todos los liberales del país, a que depongamos nuestros criterios personales, y en un ambiente de fraternidad liberal, pero dentro de la institucionalidad de la colectividad, debatamos abierta y libremente, lo que queremos como Partido y anhelamos como Nación. 

Debe ser un debate que tenga como único propósito la edificación Liberal. La confrontación solo sería plausible en el marco de las ideas, desterrando cualquier posibilidad de rivalizar sobre hombres o ismos.

Sería impertinente, no reconocer la grave crisis que atraviesan los Partidos Políticos en Colombia. Pero insisto, que ello no se soluciona renunciando a ellos, y mucho menos cambiando de principios o convicciones. Así lo entendieron grandes líderes de nuestra historia, que luego de haber fundado una disidencia, lograron comprender, que  nuestro glorioso Partido Liberal, con todos sus defectos, sigue siendo el más preclaro vehículo de transformación social en Colombia. Y entre esos líderes, resalto a Alfonso López Michelsen, quien luego de haberse aventurado a crear el MRL (Movimiento Revolucionario Liberal), regresó al Partido para luego ser ungido como Presidente, recordándonos que al liberalismo lo resucitan las ideas, nunca los puestos ni el dinero.

Hoy extiendo una cordial y respetuosa invitación a los liberales que renunciaron, que reconsideren su renuncia del Partido Liberal, y en un espacio de debate donde se inviten también a los más importantes líderes de otros Partidos y Movimientos Políticos con profundas raíces liberales, para que en un ambiente de tolerancia y hermandad liberal, luego de confrontarse las ideas, reforcemos nuestros cimientos, limemos nuestras asperezas y acallemos esas voces que anhelan la sepultura de un Partido rico en historia, que mirará con mayor confianza, no solo su propio porvenir, sino el de nuestra amada Colombia.

Barranquilla, Septiembre 26 de 2018.

*Senadora Partido Liberal Colombiano.

Comments powered by CComment