Horacio Serpa

Nací como liberal en una disidencia del Partido Liberal, a los 16 años, cuando en 1959 me inscribí como militante de las juventudes revolucionarias del MRL, un movimiento liderado por el doctor Alfonso López Michelsen. Nos oponíamos a la alternación en la Presidencia de la República, a la paridad en los empleos públicos entre liberales y conservadores, y defendíamos la bandera del SETTT: salud, educación, tierra, techo y trabajo.

En el año de 1968 se hizo la unión entre López y Lleras Restrepo. Ya era liberal a secas, hace 50 años. Desde entonces ahí he estado, a veces bien, en ocasiones pasando las duras y las maduras, triunfando en épocas, sufriendo derrotas y decepciones, siempre con el ideario de libertad, democracia, paz, equidad y convivencia, luchando por un mejor país, por derrotar la desigualdad y la pobreza, propendiendo por el crecimiento económico con justicia y defendiendo a la naturaleza de los depredadores que la atacan desde diversos frentes.

No siempre he sido de elecciones, de curules y de cargos públicos. Estuve varios años en la judicatura, pasé unos trabajando en el sector privado, fui exitoso litigante, siempre, donde quiera que estuve, liberal de cerebro, de convicciones y de Partido. Estudié a fondo las doctrinas políticas, visité países y diversos sistemas de gobierno, conozco la historia de la humanidad, sus luchas por la libertad, la crueldad de las satrapías, el nacimiento, desarrollo y fín de los imperios, las guerras ideológicas y las ambiciones de poder que provocaron otras, los bloques geográficos, las contradicciones entre capitalismo y socialismo, y entre más supe y conocí fueron más fuertes en mi ánimo las convicciones liberales.

Se, por supuesto, que para ser liberal en Colombia no se necesita estar afiliado al Partido Liberal. Alguien escribió una frase cierta: “hay más liberalismo que Partido Liberal”. Santo y bueno. Pero por lo que conozco y he vivido, desde el Partido Liberal se han logrado las más importantes reformas liberales. Por ejemplo, la reforma de 1936; por ejemplo, la Constitución de 1991. Claro, me refiero a un Partido Liberal fuerte ideológicamente, con convicciones, con capacidad de lucha y vocación de poder, con líderes y con liderazgo. Es decir, se requiere doctrina y gente, gente buena, honrada, luchadora, porque el ejercicio de la política exige trabajo, esfuerzos y a veces sacrificios.

Por eso no estoy de acuerdo con el retiro de importantes liberales que buscan trabajar por sus ideas afuera del Partido Liberal. Especialmente rechazan a la actual dirección del Partido y lo errático de sus decisiones políticas. Muchos liberales estamos de acuerdo con ellos, pero hay que hacer la repulsa adentro, donde hoy los necesitamos más que nunca. No hay victorias permanentes ni derrotas eternas. No siempre el director del Partido va a ser el doctor Gaviria.

Por dentro se puede disentir, crear tendencias, buscar al pueblo, generar ideas, controvertir. Hay espacios para la necesaria renovación, para defender lo auténtico, para innovar. Faltan quienes se atrevan, para seguirlos.

Bogotá, D. C, 24 de septiembre de 2018

*Abogado. Excongresista, Exministro del Interior, Diplomático, Exgobernador de Santander

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