Por Ramiro Bejarano. Tomado de El Espectador.-Se equivocaron quienes creyeron que Jorge Pretelt se retiraría de la Corte en calma y sin portazos. Honró su talante uribista, que consiste en enlodar a todos para que las faltas propias parezcan menores. Y también se equivocaron quienes sostenían que de esta crisis la Corte saldría fortalecida.

Era evidente que de todo este enredo nada bueno podía salir. Ahora la Corte Constitucional ha quedado fracturada, sus magistrados en entredicho y además se ha hecho notorio que en los pasillos del Palacio de Justicia no se respira jurisprudencia y ni siquiera decencia, sino tráfico de influencias de los miembros de los carteles de los exmagistrados y los conjueces, que con el mayor desparpajo litigan hablándoles al oído a unos magistrados que permiten todo.

Ya es un lugar común sostener que hay que revocar a todos los magistrados de todas las altas cortes, porque el sistema judicial está tan corrompido que ni siquiera aquellos funcionarios honestos y competentes, que los hay, pueden hacer nada para cambiar este estado de cosas porque terminan ahogados en el clientelismo y en la liviandad de unas cortes que se han envilecido a grados inimaginables.

Lo único bueno de este escándalo es que por fin ya son muchas las voces que se han convencido de que mi propuesta de revocar a todos los magistrados no era una insensatez sino una apremiante necesidad. Esta no puede ser la justicia del posconflicto, porque en ese escenario necesitamos no solamente jueces probos sino que generen credibilidad y respeto de los ciudadanos.

Lo que resulta increíble es el silencio del procurador Ordóñez frente a las declaraciones de su pupilo y aliado Pretelt, a quien ha premiado con robustos cargos en la Procuraduría para su parentela. Es inocultable que Ordóñez no es el vocero de la sociedad, como lo pregona, sino el cómplice de una peligrosa banda de señorones de cuello blanco que se tomaron silenciosamente la justicia, gracias a la mano siniestra de Álvaro Uribe Vélez, quien también permanece silente. Si alguien debe dar explicaciones y hasta ofrecer disculpas es el expresidente de la seguridad democrática, porque fue gracias a su experimento de abolir la prohibición de la reelección que él se perpetuó indebidamente en el poder y desde allí su doctrina corruptora hizo posible que llegaran a las cortes personas indeseables. Fue Uribe quien convirtió en magistrados a dos personas mediocres y sin importancia colectiva como Jorge Pretelt y Mauricio González, y las consecuencias saltan a la vista. Así como el uribismo a punta de corrupción acabó con el DAS, ahora está a punto de coronar la proeza de conseguir lo mismo con la Corte Constitucional.

Si Pretelt no renuncia solo sino con todos sus colegas, llegó la hora de contemplar esa solución que está a la mano. Que renuncien todos. Esta Corte no puede seguir siendo la guardiana de la Constitución, todos deberían dar un paso al costado y permitirnos a los colombianos superar esta penosa pesadilla que a ellos definitivamente se les salió de las manos.

No entiendo por qué la Corte tuvo que pedir una reunión con el presidente y altos funcionarios. ¿En qué quedó la autonomía e independencia judicial?

Por lo pronto, anuncio desde esta tribuna que me siento incapaz de seguir ejerciendo la profesión de abogado ante unas cortes que dan miedo. He tomado la decisión de no volver a recibir poderes para representar a nadie en esas corporaciones mientras sigan sentados en sus sillas los actuales magistrados que nos han llenado de vergüenza imborrable. Con mucho esfuerzo y ostensibles riesgos terminaré los asuntos actualmente en curso, pero me resisto a participar de esa farsa y de esa indignidad. Es lo mínimo que podemos hacer quienes, sin embargo, no renunciamos a nuestra fe en la justicia. Lo que ha ocurrido ahora es más grave que la toma brutal del Palacio de Justicia. Entonces la Corte ardió, pero no su dignidad y su buen nombre; sus magistrados murieron, pero pasaron a la posteridad como hombres de bien; lo de hoy es algo más que una catástrofe.

Adenda. Y para acabar de completar, la Corte Constitucional nos expone a un inútil y costoso referendo revocatorio contra Petro. No hay con quién.

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