Giovanni Décola

Luego del desatinado, inoportuno e impertinente discurso del Presidente del Senado Ernesto Macías, en la posesión presidencial, mejores horas parecen llegarle al Congreso de la República. 

En Colombia, muchos ven a esta rama del poder público, como un apéndice del Ejecutivo. Yo le tengo otra lectura: Es el Presidente, quien está atado a los designios del Legislativo. Si un Jefe de Estado, quiere hacer realidad sus propósitos de Gobierno, debe saber interpretar un maremágnum de intereses, representados en distintos Partidos y Movimientos Políticos, que a su vez, tienen distintos matices y vertientes, y cómo no, también en el templo de la democracia, reposan anhelos muy personales de cada legislador. 

El Presidente de la República simboliza la unidad de la Nación, pues una vez queda investido de tal dignidad, ya no representa solo a sus electores, sino a todo el conglomerado nacional, entre los que se incluyen, en primer plano, a las organizaciones partidistas, gústenos o no. 

Iván Duque, llegó al poder de la mano del derechista partido Centro Democrático, pero su victoria, jamás hubiese sido posible, sin el concurso de los partidos de la U, Cambio Radical, Conservador y Liberal, inclusive de los minoritarios MIRA y Justa Libres, cuyos dirigentes y militantes, le votaron, casi que unánimemente en la segunda vuelta, y muchos desde la primera. 

Sin embargo, el Presidente Duque decidió hacer un Gobierno de Partido, en donde solo reconoce al Centro Democrático, como el depositario de todos los cargos gubernamentales y de todos los favores que representa el ejercicio del poder, y está en todo su derecho de hacerlo. “La mermelada” continúa, pues nunca dejarán de existir la burocracia, los contratos y los favores, solo que ahora, es potestad de un solo Partido. 

Resulta, que la bancada congresional del Partido de Gobierno, suma entre ambas cámaras, 51 parlamentarios de un total de 278. Algo menos que el 20%. Pero el CD está untado de hiel revanchista y vengativo, luego de 8 años de quedar viudos del poder. Los números no le dan para ser, ni siquiera, mayoría simple, pero creen en el poder omnipresente, omnímodo e infalible del expresidente Uribe. Para ellos, él solo es suficiente para arrinconar, no sólo a la oposición liderada por Petro, Robledo y Mockus, sino a los propios Partidos que lo llevaron a la victoria, y que hoy no lo reconocen. 

Advertidos los antiguos “Partidos Aliados”, del trato que les será impartido, acaban de propiciar el primero y muy demoledor acto de contrición, al no elegir al candidato del Gobierno a Contralor, lo cual es algo muy bueno para nuestra democracia, que el ejercicio del control fiscal, quede en manos de una persona independiente y que no será amanuense de los designios del gobernante, así el CD, en una jugarreta política de última hora, le encime sus votos a Carlos Felipe Córdoba, quien será ungido como el Nuevo Contralor General. 

Esa decisión del Congreso, merece todo el reconocimiento y aplauso nacional. Como seguramente, también se lo va a reconocer el pueblo de Colombia, por su previsible oposición a la nueva reforma tributaria del Ministro Carrasquilla. Reforma retrograda que pretende sacrificar aún más los bolsillos de la clase media y obrera, en favor de quienes más detentan el poder económico. 

El grave problema que tienen nuestras empresas, no es la alta o poca tributación, sino la falta de demanda, que es a causa, de los bajos ingresos de la mayoría de nuestra población. Lo que pretende el Gobierno, al bajarle los impuestos a los empresarios y a los que más tienen, es obvio que hay que subírselos a otros, que no es más que a las personas naturales y de menores ingresos, empezando por aumentarles su base gravable, bajando el monto de los ingresos para obligarlos a declarar renta y haciendo modificaciones del IVA, no a través del alza de su tarifa, sino del aumento de su cobertura. 

Pretender aumentar la riqueza de los bancos y de los más grandes industriales, en desmedros de la ya sacrificada clase media y trabajadora de Colombia, es todo un adefesio, que este Congreso libre e independiente, tendrá la oportunidad histórica de controvertir y atajar, so pena de hacer más ruin, la situación financiera de la mayoría de colombianos. 

Truncada esa perversa reforma tributaria, este Congreso autónomo, deberá convocar un debate de moción de censura al Ministro de Hacienda, quien, al parecer, es un adalid de la evasión tributaria y de la fuga de capitales hacia paraísos fiscales y creador de beneficios tributarios para los más pudientes, pero un drástico perseguidor de los pensionados y trabajadores. 

Saliendo airosa la moción de censura, el Congreso tendrá toda la autonomía de hacer las leyes que el pueblo reclama, sin que el Gobierno Duque, tenga la autoridad ni moral ni legal, de inmiscuirse en su independencia y soberanía. El Ejecutivo así lo quiso y a esa decisión política deberá enfrentarse políticamente. 

Ante ese panorama, Duque tendría dos caminos: o se separa del ala más retardataria de su propio Partido, buscando consensos en medio del disenso, o se condena a ser recordado para la historia, como el instrumento de un expresidente que no lo dejó gobernar.

Barranquilla, 19 de agosto de 2018.

*Abogado y Periodista.

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