Parmenio Cuellar Bastidas

Por: Parmenio Cuellar Bastidas. - Cuál fue la idea fuerza en el reciente debate presidencial, que le dio la victoria al candidato del Centro Democrático, Iván Duque Marquez? Si una idea fuerza es ese mensaje expresado en pocas palabras, que tienen esa especie de poder mágico de concitar la voluntad, la emoción, y más aún la decisión de muchas personas en un determinado lugar (país) y en un momento dado, para nosotros, esa consigna ruptura (casi rabiosa) fue la expresada por el exministro uribista, Fernando Londoño Hoyos: “Hay que hacer trizas esos malditos acuerdos de paz”.

La lanzó en el momento preciso y empezó a taladrar la mente de muchos colombianos, no solo de los partidarios del expresidente Uribe. Ese mensaje subliminal viajó en el tiempo y permeo la conciencia no sólo de los seguidores del jefe del Centro Democrático (quien guardó silencio, ante lo que muchos consideramos un ultraje a los anhelos de paz de las mayorías nacionales). El candidato Duque reaccionó con temor: “No vamos a hacer trizas los acuerdos, pero si vamos hacer algunas modificaciones” que luego relacionó. Eran cañonazos de profundidad, aparentemente modificaciones menores, pero que, apenas realizadas unas cuantas de ellas por el Congreso saliente, le permitió a Londoño, decir: “Ya no hay que hacerlos trizas; ya están hecho trizas”.

Pero luego, y con posterioridad al debate electoral, los parlamentarios del Centro Democrático solicitaron al Consejo Nacional Electoral la inscripción del Comité para la convocatoria a un Referendo, que tendría como meta acabar de demoler lo que aún quedaba en pie, pero que ya está gravemente averiado: la Justicia Especial de Paz (JEP).

No fue el programa del candidato Duque ni en lo social ni en lo económico, ni en lo ambiental, lo que convocó las mayorías a su favor. Tampoco por el expresidente Uribe y su partido hicieron las mayorías de la victoria de Iván Duque, ni siquiera en las elecciones de la consulta, cuando el Centro Democrático obtuvo menos de la mitad de la votación que alcanzó el candidato triunfante. Este, tan solo en la primera vuelta presidencial sumó a los suyos los votos conservadores de Martha Lucía Ramírez y de Alejandro Ordoñez.

Si no fue ninguna propuesta programática la que concitó la mayoría en torno al hoy Presidente Duque, cual otra pudo serlo? Distinta a esa consigna que recogió la indignación de la mayoría colombiana contra lo que se dijo entonces, y aún se repite: Que “esos criminales”, -como llaman a los exguerrilleros-, no pueden ir al Congreso sin pasar primero por la cárcel (privación de la libertad en vez de la mera restricción de ella).

En esencia, la misma fuerza emocional que le dio la victoria a los enemigos del Acuerdo de Paz en las elecciones del Plebiscito, fue la que movió a la mayoría de los colombianos en las dos elecciones presidenciales (primera y segunda vuelta).

Que fue el miedo al castrochavismo, a las expropiaciones, etc., dicen otros analistas. Esas fueron estrategias que ayudaron o facilitaron la victoria del presidente electo, pero que no tuvieron la envergadura del ataque a los Acuerdos de La Habana. Por eso mismo, los candidatos que no eran acusados como Gustavo Petro de ser simpatizantes del “castrochavismo”, como Sergio Fajardo y Humberto De la Calle tampoco pudieron derrotar al candidato de la derecha.

Más aún, Gustavo Petro presentó a la consideración de los colombianos un rico programa de reivindicaciones económicas y sociales en favor de las mayorías nacionales, y lo hizo como desarrollo o implementación de los Acuerdos de La Habana. Fue la antítesis de la propuesta del Centro Democrático. Esa fue su idea fuerte: La Paz.

Estas reflexiones parecen útiles para tratar de entender lo que pasó y, por lo mismo, para prospectar las estrategias del futuro en Colombia.

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