Por Jairo Gómez.- Además de dedicarle diez minutos de su discurso sobre el Estado de la Unión a aterrorizar a los inmigrantes nacidos en los “países de mierda” amenazándolos con la deportación, Donald Trump aprovechó para desprestigiar a China y Rusia, acicate que utilizó para justificar el arsenal nuclear que posee su país y para advertirle a sus ciudadanos el riesgo que representan esos países para USA.

Perdidos los estribos, como lo evidencian sus fallidas salidas en público para tratar de desviar cualquier investigación que corrobore la “manipulación rusa de las elecciones” a favor de su candidatura en detrimento de Clinton y la entrada de dinero ruso al proceso electoral, Trump le ordenó a su secretario de Estado, Rex Tillerson, realizar un periplo por América Latina con una tarea específica: desprestigiar a Pekín, su gran competidor comercial, y a Moscú, el enemigo estratégico de Washington en la región.

Previo a comenzar su larga correría, Tillerson habló para los estudiantes en una universidad americana y, tras matizar las verdaderas intenciones de su viaje, decidió lanzarle un misil al gobierno de Maduro, y no descartó la posibilidad de que los militares de ese país tomen cartas en el asunto y retiren al presidente venezolano del poder. En resumen: eventualmente, apoyaría un golpe de Estado.

Lo curioso de este viaje del secretario de Estado es que en dos países de los cuatro que componen el periplo, se celebran elecciones este año: México y Colombia. Curiosidad que no termina ahí: en estos dos países en mención los aspirantes presidenciales que encabezan las encuestas son de centroizquierda.

Pues bien, Tillerson en México dijo: “Sabemos que Rusia tiene sus huellas dactilares en elecciones de todo el mundo. Mi recomendación es que presten atención a lo que sucede”. Blanco es, gallina lo pone y frito se come, dice el refrán popular. Cree la Casa Blanca, además de tratar de opacar el apoyo de una trama rusa a Trump para derrotar a Clinton, que en México como en Colombia la posibilidad de reeditar un régimen a lo Maduro está a la vuelta de la esquina y el más interesado en que ello ocurra, calculará, es Moscú y su “zarista” líder, Vladimir Putin.

Consciente de haberse aislado erróneamente de la realidad latinoamericana, la Casa Blanca pretende recomponer las relaciones con el sur de América, territorio en el que Pekín como Moscú, le han empezado a pisar los talones a Washington. Pero la tarea no va a ser fácil, creo yo, luego de los desplantes y amenazas que Trump, en su acostumbrada patanería, ha proferido contra estos países: A México, además de tratar de ningunearlo en el TLCAN, le recuerda que el muro en la frontera no se lo rebaja; a Argentina, otro de los países que visitó, le negó la comercialización de limones luego de que Obama le abriera las puertas del mercado gringo; y a Perú, el cuarto país en la agenda, tratará de disuadirlo de salirse de las garras de China, hoy su primer socio comercial.

El gigante asiático ya le respondió a Trump, y en un tono inusual le recordó: “En vez de perder el tiempo criticando a China, quizás sería una buena idea que Washington rebajara la retórica hostil que ha provocado la ira en América Latina con propuestas como endurecer la inmigración, construir un muro o buscar inclinar los tratados comerciales a su favor”.

Y en medio de esta refriega imperial, Tillerson pisará suelo colombiano. Seguramente será el encuentro menos hostil de su visita. Aquí encontrará una gran alfombra roja, garantizada la venia y el besamanos. ¿Qué asuntos albergará la agenda bilateral? Veamos: Sobre Venezuela, ya Santos le dijo que no aceptaba una intervención militar, esperemos que no cambie de parecer. Comercialmente, la dependencia del país del norte es inmodificable, es de acero y aquí China y Rusia son marginales. ¿Entonces qué queda en la tablet? ¿La imposición del glifosato para erradicar los cultivos de hoja de coca? Sin duda, este será un tema central en las narcotizadas relaciones con Estados Unidos. Claro, en vísperas de unas elecciones y con la centroizquierda liderando las encuestas, alertará sobre los riesgos que desde las estepas siberianas decidan meterle la mano al debate electoral.

Aunque en este último punto ni Trump ni su mensajero diplomático tienen la autoridad moral para hacerlo; sin embargo, la advertencia lleva implícita una preocupación: que la centroizquierda llegue al poder.

 

@jairoevi  

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