Por Gabriel Ortiz.-Cuando Peñalosa ganó las elecciones para convertirse en alcalde de Bogotá, una de sus promesas fue hacer de la capital la ciudad más segura del país. Para lograrlo, anunció la creación de una flamante secretaría dedicada por completo a ese objetivo.

Dos años después nos encontramos con una amarga realidad: una metrópoli invadida por la criminalidad, el desasosiego y el nerviosismo. Cada ocho minutos atracan a un ciudadano para robarle el celular, no sin antes aplicarle una cuchillada.

Bogotá es una ciudad amarga, una capital sin destino, una urbe en poder del hampa. Está invadida de maleantes locales y venidos de otras áreas. Hay centenares de supuestos venezolanos, que cuando no están delinquiendo hacen política en el Transmilenio, pregonando a los usuarios que si no votan por los del No, caeremos en las garras del castrochavismo. ¿Quién los financia?

Los “carteles” también azotan a los capitalinos. Los de “la toga”, de la “defensa”, de los “jueces”. Muchos funcionarios judiciales, siguen el ejemplo del “cartel de toga”. Tienen sus propias tarifas para liberar de inmediato a los delincuentes. Los maleantes salen a las calles antes de que sus víctimas terminen de poner las denuncias.

El “cartel de la defensa” -integrado por millares de corruptos abogados- merodea por juzgados y Uris esperando la llegada de los delincuentes detenidos en flagrancia por las autoridades. Este cartel conoce las tarifas del “cartel de los jueces”. Por ello hay delincuentes que en un año han sido detenidos más de 29 veces.

El violador que abusaba de dos niñas, una su propia hija, era denunciado ante las autoridades, pero nunca recibió castigo alguno. Cuando la comunidad enardecida lo quiso linchar, apareció la policía. Posiblemente este monstruo estará de nuevo abusando de las menores, mientras los vecinos habrán recibido amonestaciones y denuncias por parte de las autoridades. Todos conocen la existencia de los carteles, pero el Consejo de la Judicatura con todos sus poderes, no actúa… no sanciona.

Así se combate la inseguridad en el país y en la amarga capital. Mientras la congoja embarga a Bogotá, su alcalde solo se preocupa por invadir los humedales y las reservas forestales, de elevar las tarifas del transporte, de los estacionamientos y de cuanto servicio demanda la ciudadanía.

Cuanto se le ocurre, lleva el sello de la irritación y la amargura. No se conoce medida que satisfaga a la generalidad de la ciudadanía. Sus actuaciones, ideas y medidas incluyen dosis severas para enojar, cabrear y rabiar a los sufridos habitantes.

Inaugura parques como el de La Victoria que carece de servicios públicos. Solo lo abre por horas y como no tiene iluminación, ya los ladrones lo desvalijaron.

En la amarga Bogotá no hay seguridad, tampoco ideas, solo medidas irritantes.  ¡Bogotá, peor para todos!

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NEGRO: Mientras el Emisor baja y baja las tasas de interés, la Superfinanciera sube y sube la usura. 

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