Por Ariel Ávila.-Comenzaron las etapas de montaña en la carrera presidencial de 2018. Lo que vimos hasta noviembre eran las etapas planas, donde había más de una treintena de candidatos. El 11 de diciembre comenzó la montaña, en ese momento los partidos debían definir listas al Congreso y debían estar claras las coaliciones. Para esas fechas el país estaba pendiente, al menos de tres cosas. La consulta liberal, que la terminó ganando Humberto de la Calle; el que dijera Uribe, que terminó siendo Iván Duque y la definición entre Claudia López, Jorge Robledo y Sergio Fajardo.

Fajardo, Robledo y Claudia se agruparon en la denominada Coalición Colombia, su eje fue la lucha contra la corrupción y la transformación de la política. Pero dentro del pragmatismo político había diferencias marcadas entre ellos, la principal era que Claudia López y Jorge Robledo tenían partidos políticos con representación en el Congreso, es decir, tenían credencial. Fajardo por su lado era abiertamente el candidato más viable de los tres, pero no tenía partido y tampoco congresista. Así las cosas, tanto los Verdes con Claudia, como el Polo con Robledo tenían la sartén por el mango. Ellos ponían las condiciones e inicialmente fue así.

Las condiciones fueron tres: acuerdo programático, en el cual todos cedían; consulta el 11 de marzo, día de las elecciones al Congreso, con la idea de repetir la famosa ola verde del año 2010 y; la tercera condición fue la de listas conjuntas con compromiso ciudadano. Parecía que Fajardo no tenía otra alternativa que ceder o irse solo y repetir lo de 2010, cuando no sacó un solo senador y su candidatura se fue al piso en tan solo una semana.

Claudia y Robledo habrían podido radicalizar su posición y no hacer ningún acuerdo; con ello animarían sus bases, agitarían los sectores radicales de sus partidos  y al final terminarían siendo la misma minoría que son ahora. Robledo pudo haber agitado su lado izquierdo  y considerar a Fajardo como un “agente del establecimiento y la oligarquía” y Claudia pudo agitar a sus radicales de centro  que no creen en la política pero que votan por candidatos como ella, estos se han ganado el nombre de “apolíticos”. 

Sin embargo, estos dos políticos pensaron más en el país que en sus partidos, entendieron al menos tres cosas: Por un lado, que Colombia en lo que tiene que ver con corrupción tocó fondo, y que se debe trasformar la política colombiana, para ello no se pueden agitar las minorías, se deben hacer coaliciones que permitan ganar y cobijar la apatía política. También lograron entender que el momento de ellos no era 2018, había candidatos que tenían mejores condiciones para competir y que representaba sus aspiraciones de trasformación y ese era Fajardo. Por ello, no sometieron a este último a una consulta, ni condicionaron su vicepresidencia, decidieron apoyar a Fajardo a cambio de un acuerdo programático. Es decir, entendieron la coyuntura del momento y decidieron dar un paso al costado.

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