Por José Felix Lafaurie.- El mundo se sorprendió con el ascenso del antilíder, del odiado Trump, a la Presidencia de la primera potencia del planeta, y entonces se puso de moda encontrar analogías entre su triunfo, el del Brexit en el Reino Unido y el del No en Colombia.

¿Qué le está pasando a la vieja democracia como expresión de la voluntad de los pueblos? ¿Por qué la gente prefiere abstenerse y no expresar su voluntad? ¿Por qué aquellos que lo hacen están votando en el mundo por lo que se percibe como políticamente incorrecto?

Sencillo. A partir del ejercicio malentendido de la política, la democracia se ha desconectado de la verdadera voluntad del pueblo, que es su esencia. Los políticos, el establishment, están en lo suyo, en su cuento, como diríamos en estos lares. Los representantes del pueblo dejaron de interpretar sus necesidades, angustias y expectativas, más allá del ejercicio mediático y promesero de las campañas, después de lo cual vuelven “a lo suyo”, a la conservación del poder por el poder, y por los beneficios que puedan derivar de esa condición.

La única conexión entre el establecimiento y el pueblo son los medios, que no en vano fueron bautizados desde el siglo XIX como “el cuarto poder”, porque fueron cooptados por el poder político, así Montesquieu se retuerza en su tumba. Mientras la clase política se dedica “a lo suyo”, no “a lo nuestro”, los medios se aplican a difundir y promover lo que el mismo establecimiento considera políticamente correcto, por lo que hay que votar y por quien hay que votar. Los medios, desde esa atalaya moral no exenta de intereses, se abrogan el derecho de juzgar quién es el bueno y quién el malo; qué es lo correcto y qué lo incorrecto.

Así pues, el asunto del Brexit, del No colombiano o de la victoria de Trump no se reduce al regreso del populismo demagógico de unos malos y, sobre todo, mentirosos, que convencen con engaños a millones de personas que, a seguro, son estúpidas o, cuando menos, ingenuas de remate, como hoy proclaman los analistas de esos mismos medios.

No. En Estados Unidos sólo el 23 % de quienes podían votar le dijeron Sí a Trump, y a más de la mitad (56 %) ni siquiera le importó. En Colombia la abstención fue del ¡62 %!, y sólo el 19 % de los votantes le dijo Sí a un acuerdo que prometía paz duradera.

Trump es el típico antilíder, odioso para el establishment y, por eso mismo, atractivo para quienes reaccionan contra ese “grupo élite que ostenta el poder” –así lo define Wikipedia–, pero que no los representa. Fue la clase media anglosajona, rural y protestante, los descendientes de quienes construyeron el sueño americano con sus manos, que no conocen la capital del mundo ni saben de escudos nucleares ni del conflicto de Oriente Medio, quienes votaron por su subsistencia, su seguridad y sus viejos valores.

Resulta insensato afirmar que cerca de 60 millones de personas fueron engañadas por Trump, como pensar que más de seis millones de colombianos fueron víctimas de una trampa y votaron engañados por el No, por lo incorrecto, mientras otros seis millones no fueron influenciados por la propaganda oficial y votaron por lo correcto, por el Sí, mas no a la paz, que no requiere plebiscito, sino a un documento concreto puesto a su consideración.

Hay que recuperar la democracia. Desde el edil que representa a su barriada, hay que transformar el ejercicio de la política, ese digno oficio de conectar con la voluntad del pueblo.

@jflafaurie

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