Hay tres dimensiones diferentes de la desigualdad social. Una es la Pobreza que refleja la desigualdad en el acceso a los bienes y servicios básicos; otra es la desigualdad en la distribución del Ingreso, y una tercera es la desigualdad en la distribución.

Por Mauricio Cabrera Galvis*. -Lo que no se mide no se puede mejorar”. Este axioma, popularizado por Peter Drucker, el gurú de la administración de empresas, también tiene plena aplicación en el campo de las políticas públicas. Con dos corolarios importantes: uno, el hecho de medir no garantiza que se mejore y dos, lo que se mide mal no se puede mejorar.

Un caso claro de aplicación de estos principios es el de las políticas para disminuir la desigualdad, donde hay situaciones como la pobreza que se han medido durante años y se han mejorado; otras que no se han mejorado a pesar de que se han medido por mucho tiempo, como la distribución del ingreso, y otras que no se han medido de manera sistemática y no se sabe si han mejorado o empeorado, como es el caso de la distribución de la riqueza.

Para entender la diferencia entre las tres situaciones hay que recordar que hay tres dimensiones diferentes de la desigualdad social. Una es la Pobreza que refleja la desigualdad en el acceso a los bienes y servicios básicos; otra es la desigualdad en la distribución del Ingreso, y una tercera es la desigualdad en la distribución de la Riqueza.

Los indicadores de pobreza, elaborados con una metodología rigurosa, han permitido que todos los gobiernos recientes fijen metas precisas de reducción de la pobreza, y que la opinión pública vigile y evalúe el cumplimiento de las mismas, todo lo cual ha contribuido a que se hayan logrado importantes avances en la reducción de la pobreza, tanto la multidimensional como la monetaria.

En materia de distribución del ingreso, solo en los últimos años se han planteado en los planes de desarrollo metas para mejorarlas, a pesar de que hace más de medio siglo se utiliza el índice de Gini, el cual se ha mantenido relativamente constante alrededor de 0.52, lo que nos mantiene como uno de los países más desiguales del mundo. Es posible que en este caso la medición sea equivocada y por eso no hay mejoría.

Donde es casi total la ausencia de datos e indicadores rigurosos y continuos, es en el campo de la concentración de la riqueza que, por lo poco que se conoce es mucho peor que la del ingreso.

El actual Plan de Desarrollo plantea por primera vez un camino para llenar este vacío de información. En efecto en su artículo 91 ordena que “El DANE -con el apoyo técnico del DNP- elaborará y publicará nuevas mediciones de desigualdad en torno a la tierra, la propiedad inmueble, la tenencia de activos financieros y la riqueza en el país”.

Parece inocua pero es una medida radical, porque medir la realidad y la evolución de la concentración de la riqueza fortalecerá el debate público sobre el tema y permitirá diseñar políticas y establecer metas medibles para lograr una sociedad menos desigual. Sin embargo sorprende que en dos años el gobierno del cambio no haya avanzado nada en esta materia.

Cali, 17 de noviembre de 2024

*Filósofo y Economista. Consultor.

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