Las primeras imprentas y la primer biblioteca

Agencia de Noticias Vieja Clío. Santafé de Bogotá. 1779. Ayer, domingo 1 de enero de este año del Señor, en impresionante ceremonia en el marco de un auténtico y legítimo “día de solemnidad”, con chicherías y aposentos de juego clausurados y borracheras y escándalos categóricamente prohibidos, las altas autoridades eclesiásticas de la capital celebraron con todo boato la llegada de una nueva imprenta al Virreinato. 

Traído a través de las aguas del río Magdalena, el nuevo artilugio de fijar tipos movibles inventado por Gutenberg viene a reemplazar la primera imprenta que, como todos recordarán, llegó en manos de los padres jesuitas en el año de 1738. Los tatarabuelos, abuelos y padres de nuestros amables lectores tienen presente con toda claridad que el primer libro impreso en esa imprenta y en estas tierras fue el Septenario al corazón doloroso de María Santísima.

Todo esto ha podido ser posible gracias al empeño e interés del señor Virrey, don Manuel Antonio Flórez, que Dios guarde. Gracias a su Excelencia y al Señor Fiscal, don Francisco Antonio Moreno y Escandón, no solamente se ha renovado el Plan de Estudios para todos nuestros establecimientos educativos, sino que fue posible que hace escasos dos años, en 1777, se abriera al público la Real Biblioteca de Santafé de Bogotá, con 4.182 libros en sus anaqueles. Epítomes que, como todo el mundo sabe, pertenecieron a la Orden de Jesús, expulsada de estas tierras hace no mucho tiempo. La agencia Vieja Clío ha podido establecer que las autoridades civiles tienen pensado instaurar una suscripción voluntaria para ver si es dable crear una imprenta pública a la que todos tengan acceso. Y el primer escrito que se imprima no va a ser uno de carácter religioso (a pesar de lo esenciales y gratificantes que son), sino uno de carácter proficiente que sirva a todo el conglomerado, inclusive a aquellos que no saben leer, que son los más. Por tanto, en esta ocasión la primera publicación será un almanaque-repertorio que, por un lado, oriente a los súbditos granadinos en su ubicación general en el tiempo y, por otro, ilustre a nuestros coterráneos acerca de los significativos y siempre primordiales días de fiesta de guardar. 

 

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