Por Felicia Saturno Hartt. Foto: Empire.- En términos metodológicos, la investigación social no se detiene. Afortunadamente, en los últimos 20 años, las perspectivas de análisis de la situación social, en sus diferentes dimensiones (económicas, políticas, culturales, demográficas, etc), han proporcionado la posibilidad de tomar mejores y más cercanas decisiones políticas.

Uno de esos enfoques metodológicos, de gran utilidad y perspectiva, es el Índice de Oportunidades Humanas (IOH), elaborado por el Banco Mundial, para medir cómo circunstancias, familiares y comunitarias, fuera del control de las poblaciones más vulnerables del tejido social, como niños y jóvenes, (lugar de nacimiento, género, educación de los padres y composición familiar) afectan su acceso a bienes y servicios básicos, como educación, agua potable, electricidad y saneamiento en América Latina y el Caribe y otros países en desarrollo.

Asimismo, el OIH mide un valor vinculado a la democracia como sistema de gobierno, qué tan equitativamente se proveen los servicios básicos en un país. Este es un indicador poderosísimo de gestión gubernamental, porque no se enfoca en las consecuencias evidentes de la no inversión social, sino en las situaciones antecedentes.

La universalidad de acceso y la prestación de servicios de calidad hacen posible no sólo la productividad y el crecimiento económico, sino el desarrollo de los habitantes de un país.

América Latina y el Caribe, en especial, reportan significativos avances en el acceso a las oportunidades básicas, señala Banco Mundial y otras entidades, sobre todo en materia de matrícula escolar y servicio eléctrico, pero la región está rezagada en accesos a los servicios de agua potable, saneamiento ambiental adecuado y conectividad, aspectos éstos que afectan definitivamente, la salud pública, la nutrición y la posibilidad de penetración de los sistemas formales e informales de formación y educación.

Esta desigualdad de accesos debilita la productividad de la región y limita el desarrollo de los niños y adolescentes al desarrollo, porque esos desbalances impactan sus grupos familiares y los mantienen en la sobrevivencia.

En términos de distribución, el acceso al agua potable, el saneamiento ambiental y a la conectividad, exponen el poco interés gubernamental y las decisiones políticas no asumidas como deberes universales. De aquí, que no sólo son desiguales las oportunidades y los accesos, sino entre los países desiguales, existe la brecha entre lo urbano y lo rural, entre las capitales y los municipios.

El enfoque del IOH abre un abanico de oportunidades para los gobiernos, porque las características del hogar, del ingreso, del entorno y de los factores gubernamentales de acceso hace posible visualizar qué causas apartan a los pobladores, sobre todo a los más vulnerables, a alejarse del desarrollo.

Inversiones precisas en los accesos y las oportunidades por parte de los gobiernos, en sus diferentes dimensiones de distribución del poder público, haría posible que las desigualdades se nivelaran, ya que el saneamiento ambiental genera salud y la conectividad un servicio educativo multinivel que puede llegar a las poblaciones más lejanas.

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