Por Felicia Saturno Hartt. Foto Ecos Media.- En América Latina se viven nuevos tiempos. Los cambios se sienten y no presagian tranquilidad. Las consecuencias de las decisiones y los hechos políticos se perciben, en muchas esferas, sobretodo en la más cotidianamente poderosa, la económica.

Las decisiones del No al Plebiscito de la Paz, la no entrega del Presupuesto 2017 a la Asamblea Nacional de Venezuela de parte del ejecutivo, la impunidad de las masacres en México, la vuelta del Paramilitarismo en América Central y los sonados casos de corrupción en Brasil, entre otros muchos, son hechos que perturban la dinámica económica y financiera de la región, porque tocan el factor confianza.

La debilidad de las instituciones para preservar los mínimos derechos humanos de la población y la gobernabilidad de la democracia, afectan el desenvolvimiento de los acuerdos comerciales, de los organismos integradores y de los planes nacionales.

Aun cuando sea optimista, el Fondo Monetario Internacional presagió que varios países latinoamericanos habían registrado una pérdida generalizada de su actividad económica, pero la mayor parte de ellos seguiría creciendo en 2016; sobre todo Perú.

La economía brasileña, según los expertos del FMI,  se contraerá en un 3,3 por ciento en 2016, pero el recorte del gasto público, por parte del nuevo gobierno, ha sido elogiado por ese organismo internacional.

Si bien la de Argentina decrecerá en un 1,8 por ciento, las reformas pro-mercado de Mauricio Macri son aplaudidas por el FMI.

El Banco Mundial le auguró a América Latina, en conjunto, una contracción económica del 1,1 por ciento en este año y una recuperación del 1,8 por ciento en el próximo 2017.

Christiane Seyffart, de la compañía alemana Commerzbank,  Christian Daude, asesor principal del economista en jefe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y Martin Spicer, de la Corporación Financiera Internacional (IFC) expresan, en diferentes escenarios, que los estados de América Latina son muy disímiles, pero suelen tener problemas comunes: las reformas estancadas en el frente fiscal, la debilidad de las cadenas de valor de sus empresas y su crónica falta de integración regional.

Los expertos coincidieron en que los países  deben dar un gran giro y hacer concesiones, para integrarse y resolver problemas comunes.

Una mayor cohesión de los mercados de América Latina, los habría dejado mejor parados para responder a la disminución de las importaciones en Asia Oriental y a la caída de los precios de sus materias primas, pero cómo los afirma Günther Maihold, Subdirector de la Fundación Ciencia y Política (SWP), Brasil sigue percibiendo a México como un rival y no como un potencial socio.

Acentuar la exportación de bienes y servicios puede catalizar la recuperación económica que necesitan, pero producir con la prioridad de los mercados externos en mente, no es garantía de éxito en un momento en que el comercio mundial se contrae debido a la reducción de las importaciones de China y a la creciente popularidad de los defensores de medidas proteccionistas.

Minimizar el gasto público con miras a incrementar las inversiones es recomendable, pero el consenso social imprescindible para un proceso redistributivo sigue brillando por su ausencia en la región.

En este momento, todo tiene un "pero” en América Latina; superar esas trabas mediante la concertación es el gran desafío de sus líderes. Y ese consenso no sólo es en asuntos económicos, está en todas las dimensiones de la vida social.

Mientras no exista el consenso y los políticos y sus organizaciones no tengan proyectos claros, más allá de alcanzar y/o preservar las posiciones de poder, el efecto perverso de las decisiones y los hechos seguirá tocando la sobrevivencia de todos.

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