Por Ramón Elejalde.-Son torpes porque el terrorismo no es demostración de capacidad militar o logística; es simplemente hacer notoria la mentalidad asesina en la guerra. Para realizar una acción terrorista basta con uno o dos militantes de conciencia moral embotada, incapaces de comprender la lesión a víctimas inocentes y la ofensa enorme a la Humanidad.

También hay mucha torpeza en sus comportamientos por cuanto la opinión pública no está dispuesta a tolerar los desmanes que contra la población civil, la infraestructura, la riqueza y el medio ambiente vienen cometiendo con demencia los guerrilleros de las Farc. El proceso de paz ha pasado por varias etapas frente a la opinión pública: en ocasiones es bienvenido y las gentes se ilusionan con estas alzas que se deben a los avances en las conversaciones o a los pequeños anuncios que hace la guerrilla para humanizar el conflicto. Pero en otras etapas recibe la espalda de los colombianos, especialmente cuando las Farc quebrantan sus propias promesas y arrecian en sus acciones aberrantes y terroristas. La etapa que hoy vive el proceso de La Habana es tal vez su momento más álgido y difícil. La imagen favorable del presidente Juan Manuel Santos se ha venido a pique y todo porque él puso todo su capital político en este proceso. 

A la opinión no le interesa si el presidente Santos adjudica obras públicas, si está empeñado en mejorar los temas de la salud, si le está dando un manejo ortodoxo a la economía o si busca optimizar la calidad de la educación. A los colombianos solamente les interesa esencialmente cómo marcha el proceso de paz y si éste va mal, es obvio que la favorabilidad del presidente decae dramáticamente, como ahora está sucediendo.

La guerrilla de las Farc bien le haría a los diálogos de paz si en vez de acudir al terrorismo, a delirantes y sangrientas demostraciones de poder, se dedicara a mostrar sincera voluntad de paz. Los colombianos queremos la paz y parece que todos los días es mayor el número de personas que creemos en el diálogo como mecanismo para alcanzarla; pero de allí a que tengamos una paciencia rayana en la alcahuetería o una insensata ingenuidad confundible con la bobada, frente a los irracionales  ataques que están realizando en los últimos días, hay un trecho muy grande.

Si se quiere la paz, se deben hacer gestos de paz. Si lo que se busca es la guerra, pues que digan y no sometan a los colombianos a semejante burla. Entregar los menores que tengan en sus filas, suspender el terrorismo y las acciones contra los civiles, la infraestructura y el medio ambiente, desminar, suspender la instalación de nuevas minas, suspender el secuestro, la extorsión y la participación en el narcotráfico, serían acciones bien recibidas por la opinión y el preludio para convencernos de que realmente se quiere la paz.

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