Por Ramón Elejalde Arbelaez. -Falleció el pasado 19 de los corrientes el más representativo de los precursores del ciclismo como deportenacional, don Ramón Hoyos Vallejo, llamado cariñosamente el “Escarabajo de La  Montaña” y “Don Ramón de Marinilla”, la ciudad donde había nacido el 26 de mayo de 1932. El penta-campeón estaba a meses de cumplir 83 años cuando una infección urinaria y un paro respiratorio le quitaron la vida.

La Vuelta a Colombia se inició en 1951 para concretar una idea acariciada por el periodismo y la dirigencia deportiva desde 1940. Sus primeros campeones fueron Efraín Forero (cundinamarqués); José Beyaert (francés) y Ramón Hoyos Vallejo por cuatro años consecutivos (1953, 54, 55 y 56); en 1957 la ganó el español José Gómez del Moral, ante el retiro de los paisas y en 1958 volvió, ya como pentacampeón, nuestro gran Ramón Hoyos. Fue gran responsable de que el ciclismo se convirtiera en un deporte de masas y uno de los más emblemáticos de Colombia. Los recibimientos y la lucha regional que significaba una competencia ciclística en nuestra patria, fueron acontecimientos apoteósicos e irrepetibles. Mientras hoy nuestros ciclistas son bien remunerados, el pago de antaño era el aplauso y una que otra lágrima o gota de sangre que la competición dejaba en nuestros deportistas. Famosa fue la composición musical “Los paisas en Caravana” que durante el final de la década de los cincuenta se escuchó en emisoras y gramófonos de nuestra amplia geografía: “Parece que ya se acercan / los paisas en caravana / Hoyos, Mesa, Gil, Pintado / y el Gallo de la montaña”.

Mi pasión por el ciclismo y mi admiración por Ramón Hoyos surgieron en mi hogar paterno. Mi abuelo, Eleázar Arbeláez, marinillo de pura cepa y amigo de algunos familiares del pentacampeón, lo recuerdo brumosamente hacia finales de la década de 1950, pegado literalmente a un radio de tubos y más adelante a un radio de transistores, escuchando con deleite y exaltación las hazañas de su paisano. Por cualquier casualidad de la vida fui abogado de Hoyos Vallejo cuando sus vecinos  del barrio Buenos Aires, donde residía, instauraron una querella ante la Alcaldía de Medellín que presidía el doctor William Jaramillo Gómez, para que se le prohibiera ensamblar en su casa de habitación  las bicicletas que luego comerciaba en el almacén que desde entonces dirigía nuestro gran ciclista en la calle Carabobo. Recuerdo que con apego a normas municipales primó el interés de los vecinos por su tranquilidad, sobre el derecho al trabajo de nuestro gran campeón.

Fue una verdadera leyenda del ciclismo, que también dedicó tiempo a la práctica del billar y el ciclismo recreativo. También fue comentarista de ciclismo en algunas de nuestras cadenas radiales. Era extrovertido, de respuesta ágil y oportuna, propio de personas inteligentes. Tenía una conversación amena y utilizaba los chascarrillos con frecuencia, lo que lo convertía en un buen tertuliante.

En el año de 1955 nuestro premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, cuando era reportero del periódico El Espectador, publicó catorce entregas sobre la vida y triunfos de don Ramón de Marinilla, que recobran hoy un gran valor literario y bibliográfico.

Paz en la tumba del gran pentacampeón.

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