Siendo pragmáticos y observando la distribución del tipo de bienes que el territorio conocido como Colombia mayoritariamente importa y exporta, podemos concluir que es una región competitiva, capaz de utilizar su potencial efectivamente y sentarse a negociar en la misma mesa y al mismo nivel que cualquier otra nación considerada una potencia.

Por Jorge Eduardo Angulo García*.- Siendo pragmáticos y observando la distribución del tipo de bienes que el territorio conocido como Colombia mayoritariamente importa y exporta, podemos concluir que es una región competitiva, capaz de utilizar su potencial efectivamente y sentarse a negociar en la misma mesa y al mismo nivel que cualquier otra nación considerada una potencia.

Esto es muy cierto, especialmente si estuviéramos en 1780. Hubo definitivamente razones de Peso para empezar el proceso de independencia en 1810.

Y la electricidad llegó a Bogotá a lomo de mula en 1886. Medio siglo después de la muerte de Santander y Bolívar.

¿Y hoy? !Pues nada! Ahí está el hueco fiscal de Hidroituango.

A Colombia le faltó la revolución agraria, no llegó la revolución industrial y tampoco logró sincronizarse con la revolución informática. Es actualmente un país que, tal como en los tiempos del virreinato español, fundamenta su economía en romper la tierra y mandar todo lo que saca a otras naciones donde lo transforman en bienes útiles y con valor agregado por otras gentes. Hay que ver al país vestir las marcas del caballito y del lagarto con orgullo. Si, esas mismas marcas originarias del gabacho, bordadas en Italia y Francia para los que tienen con que aparentar y en China, para los que solo pueden aparentar.

Las divisas recibidas por las exportaciones se las quedan todos los virreyes modernos – hoy llamados caciques, con gran y oscura ironía - para gastárselas en tranzar las siguientes elecciones, en sus fincas latifundistas, en sus centros comerciales, en sus ponys, Holsteins y Brahmanes. En mantener unas fuerzas militares y policiales que los legitiman y les cuidan la hacienda y el centro comercial a sangre y fuego de armas importadas (también) del gabacho Y lo que les sobra, parqueado en sus cuentas en el extranjero o en inversiones varias en Miami.

¿O dónde están los recursos de los puentes que se han caído antes terminarlos y de refinerías donde se perdió la mitad del presupuesto?

¿Acaso ya apareció la plata de Odebrecht?

Y mientras tanto, el 40% de sus compatriotas han terminado viviendo bajo el margen de pobreza. Cerca de la mitad del país vive en la miseria y se acostumbró a ello. Sin futuro y sin ideales propios, esperando la siguiente temporada de campaña para feriar el voto. Y casi todos con convicción, pero poca información y sin la educación requerida para procesarla decidiendo a conciencia en el momento de ejercer su derecho máximo de ciudadanos.

Durante el siglo pasado, los regímenes de muchas de las naciones que hoy son potencias terminaron implosionando estruendosamente dejando a sus pueblos sumergidos en la muerte y la destrucción. 24 millones de rusos. 20 millones de chinos. Por lo menos 6 millones de judíos, muchos de ellos en cámaras de gas. 80 mil japoneses desintegrados instantáneamente. A estos mismos pueblos les tocó reconstruir sus naciones desde cero y la barbarie vivida durante esta titánica carnicería les enseñó que el recurso más valioso de cualquier nación es su gente: Todos y cada uno de sus nacionales, apellídense como se apelliden.

A todas estas naciones les toco aprender que cada centavo que no se invierte en su gente terminará regresando inevitablemente a los bolsillos de todos esos sujetos que desarrollan su actividad económica en naciones donde los líderes políticos y empresariales si invierten en sus compatriotas, en brindarles infraestructura y facilitar los medios necesarios para que cada ciudadano tenga la posibilidad de contribuir a la riqueza de su nación. Invierten concretamente, como ejemplo, en cementar los pilares de la educación científica, laica y apolítica y un sistema de salud y de pensiones sagrado e intocable.

En todas esas naciones donde la vida de todos hoy por hoy vale igual, la vasta mayoría de líderes son los primeros patriotas y no piratas apátridas que se arropan con una bandera mientras se cagan en su propia gente. Y también tienen corrupción, pero hay vergüenza. Las protestas en las calles son una señal de desesperación de esa misma gente olvidada y abusada. Pero esta reforma tributaria es también una señal de desesperación de un gobierno inepto acompañado de líderes empresariales incompetentes. De que ya no les está alcanzando con la plata del petróleo y de la coca.

Se apoya la marcha, salir a mostrar descontento. El furor, frustración y coraje combinados en el pecho. Salgamos, tumbemos al ministro, al presidente. Pero que no se nos olvide que estas marchas son un medio y no un fin. Que la resistencia social en las calles es un espectáculo mediático para que un gobierno sienta algo de vergüenza en la arena internacional y por encima de todo, tengan presente que se está marchando en un país donde acribillan a más de 6000 líderes sociales impunemente, mientras el gobierno mira sin tan siquiera parpadear. Todas las generaciones anteriores ya marcharon, ya montaron sindicatos y ya les toco salir a esconder la vida en el monte. Ya en todas las generaciones hubo violencia. Y todo sigue igual.

¿Cómo generamos un cambio fundamental?

Nadie tiene la verdad absoluta, pero podemos aprender e implementar ejemplos sacados de la historia de otras naciones:

- Los que tenemos dinero en los bancos, saquémoslo. Todos, en masa. El sistema financiero existe para servir a la sociedad y no al contrario.

-Quedémonos en la casa. El que sea empleado, público o privado y salga a trabajar es un apátrida. Me gustaría ver al gobierno y las empresas despidiéndonos a todos.

Créanlo: ellos nos necesitan más que nosotros a ellos.

-informémonos bien y, antes de gastar cualquier centavo, preguntémonos:

¿Quién es el propietario del mercado/tienda/centro comercial, etc. donde pienso comprar?

¿Tiene nexos con corrupción política?

¿Paga salarios justos?

¿Tiene a sus empleados asegurados ojalá por encima del mínimo que requiere la ley?

Así le enseñamos al empresario que la rectitud se premia y la corrupción y el abuso se castigan. Que si va a tener ganancias es porque beneficia a la sociedad y no porque la saquea. Y también comprémosle en la medida que sea posible todos los productos y manufacturas que necesitamos a los campesinos y al que produce en Colombia, no al importador.

-A largo plazo: Hagamos hasta lo imposible antes de endeudarnos. Especialmente en finca raíz. El mercado inmobiliario en Colombia es lo más parecido a una pirámide financiera y hay que castigar a los bancos para que mejoren. Para que evolucionen. Nos toca arrejuntarnos por un tiempo, no endeudarnos y ahorrar todo lo que podamos - ojalá en moneda extranjera. Hasta que bajen las tasas de interés y se equilibre la oferta inmobiliaria con la demanda real.

Por encima de todo, nos toca creer que todo lo anterior es posible. Porque es lo mínimo necesario para generar un pequeño cambio. Nos toca creer porque Salvar a Colombia costará décadas de trabajo, controlando la inversión de cada céntimo de la nación con precisión milimétrica. De educar y construir para el futuro. Luchando contra la corrupción y creando una conciencia social donde al corrupto y ladrón le dé pena mostrar la cara. Donde el político que robó sea tratado como lo que es: Un delincuente, un paria social.

¿Nos preguntamos constantemente de que vivirá Colombia y que robarán sus “líderes” en 10 o 20 años? Hoy en día la mayor parte de los dólares de la coca se queda principalmente en los países consumidores y en México. 45% de los ingresos del país vienen del petróleo, no somos parte de la OPEP y tampoco somos uno de los principales productores. ¿De dónde robaran si se viene una revolución energética y ambiental global donde los hidrocarburos seguirán siendo necesarios, pero no protagonistas? Hay que ver cómo han invertido los Emiratos Árabes y Qatar los dólares del petróleo. Y Singapur, que sin petróleo y prácticamente ningún otro recurso natural logró pasar de ser un país tercermundista a uno del primer mundo que compite con Suiza en varios aspectos. Se demoraron tan solo 40 años en conseguirlo.

La verdad es que se puede salir adelante con petróleo y sin petróleo (y coca). Ya otras naciones lo consiguieron. Pero no se pueden alcanzar grandes ideales con facilísimo. No se puede con corrupción y clientelismo virulento. Nunca se podrá con violencia. No se puede tolerar y menos seguir a falsos profetas políticos y empresariales que se esconden detrás de un falso discurso nacionalista mientras desangran el tesoro de la nación y a su gente.

Seguramente existen políticos reales y rectos en Colombia. También debe haber empresarios que entienden que el único beneficio económico real es el que se traduce en bienestar y desarrollo social y no en una cuenta gorda en Panamá. Pero tiene que se ser una minoría que no encuentra el apoyo necesario para materializar sus proyectos e ideales.

¿Acaso no deberíamos estar todos los colombianos más interesados en competir con los países nórdicos por tener el sistema educativo gratuito más avanzado del planeta, o en competir con Singapur por el primer puesto como el país más transparente y con menos corrupción o con Dubái por tener el rascacielos más alto y con Suiza y Austria por la mejor calidad de vida que en ganarnos una copa dorada en un partido de futbol?

Cada día que pasa en el que Colombia no evoluciona, se acerca más al punto de quiebre. Ese punto donde irse del país no es una opción sino simple supervivencia. En el resto del mundo la revolución digital ya comenzó y el terreno para la revolución energética y ambiental está siendo preparado.

Si no cambiamos ya, ¿De qué va a vivir Colombia en los próximos 10, 20 y 40 años?

Viena, 6 de mayo de 2021.

*Administrador de empresas especializado en comercio exterior y derecho internacional de la Universidad IMC Krems, Austria.

@Jed94448250

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