Además de la vulnerabilidad de la economía que comporta el hecho de depender en demasía del sector primario de la economía (en sólo una década la industria ha perdido 7 puntos en la participación en el PIB, al pasar del 21% al 14%), nos topamos con otro hecho no menos preocupante. 

Es un hecho que Colombia ha experimentado en las últimas dos décadas un inquietante proceso de desindustrialización. Como lo afirma la Secretaria ejecutiva de la CEPAL, la mexicana Alicia Bárcenas, de nuevo “nos convertimos en exportadores de materias primas, volvimos a esquemas que creíamos superados…Nos estamos asociando con China, que será la primera economía del mundo en el 2016, con un modelo en el que vendemos materia prima e importamos manufacturas. Así nos será muy dificil dar sostenibilidad a nuestro crecimiento”, que es de lo que se trata.

Y lo que es más, como lo afirma el Director de Desarrollo Económico de la CEPAL, el argentino Oswaldo Kacef, “en la medida en que el crecimiento se asiente cada vez más en los recursos naturales, se dificultará transformarlo en desarrollo…la razón es que el crecimiento no se trasladó a toda la economía”. Y plantea el desafío que tiene ante sí Latinoamérica: “o el desarrollo es más inclusivo, con más participación de la manufactura y las Pymes, que generan más empleo productivo, o se discute cómo distribuir las ganancias de la explotación de recursos naturales mediante impuestos y políticas públicas”. Alicia Bárcenas enfatiza que “es importante reflexionar sobre si también deben incrementarse las tasas fijas (de impuestos por explotación) para retener algo, porque estamos exportando las ganancias de productividad junto con el recurso natural”. En Colombia, particularmente, no se ha hecho ni lo uno ni lo otro, por eso Colombia es el país más desigual de la región más desigual del planeta tierra!

Por ello, coincidimos con el planteamiento de la Coalición para la Promoción de la Industria en Colombia, que lideran los exministros José Antonio Ocampo y Martha Lucía Ramírez y la investigadora de Fedesarrollo Astrid Martínez, en el sentido que “el foco de atención más importante de las políticas de desarrollo productivo es la productividad, y en particular, la capacidad de desarrollar sectores exportadores con contenido tecnológico cada vez mayor”. El Nobel de Economía Paul Krugman sostiene que “hablando de competitividad la productividad no lo es todo, pero a largo plazo lo es casi todo”. Y en productividad sí que andamos mal; llevamos años estancados en el Índice de competitividad del Foro Económico Mundial (FEM), Colombia no se mueve del puesto 68 entre 142 países listados. Pero, lo que es más alarmante es saber que en ese mismo ranking ocupa Colombia el lugar 74 entre 110 países evaluados en el Índice de innovación de manufacturas y un deplorable 91 entre 125 en facilidad de comercio. Esto es como para sentarse a llorar, pues en lo único que nos va bién es en Índice de felicidad, vaya paradoja!

Para revertir esta tendencia, como lo afirma Alicia Bárcenas, “se van a requerir políticas públicas para diversificar la productividad hacia otros sectores” diferentes al sector primario de la economía. Lo que más marca la diferencia entre los países desarrollados y los subdesarrollados, como Colombia, es la inversión en tecnología y en infraestructura y en ambas asignaturas se raja Colombia. Como nos lo recuerda el periodista Andrés Oppenheimer, en materia de tecnología “las diferencias son abismales”, pues “mientras Japón y Corea del Sur gastan alrededor del 3.5% de su PIB en Investigación y Desarrollo, Brasil invierte 1.2%, Argentina 0.6%, México 0.4% y la mayoría de los demás países de la región menos, según cifras del BID”. Desde luego, entre estos últimos se cuenta Colombia, con un irrisorio 0.16% de inversión en Investigación y Desarrollo. Esta brecha tecnológica en lugar de cerrarse se ha ido abriendo cada vez más, porque los demás países no cesan de avanzar en su empeño de promover la innovación mientras Colombia se rezaga. Compartimo con Oppenheimer que “estamos viviendo en la era del conocimiento y los países que se quedan en las materias primas no van a salir de la pobreza”.

Qué esperamos para cambiar el chip a los inspiradores y ejecutores de las políticas públicas, porque no se le pueden pedir peras al olmo; mientras se insista en el mismo modelo vamos a tener los mismos resultados. Bien dijo el célebre economista Jeffrey Shachs en su nueva obra El precio de la civilización a este propósito, que “incluso en una economía de mercado, el Estado juega un papel económico fundamental para proveer bienes públicos esenciales que el mercado no está en capacidad de ofrecer, uno de ellos es la intraestructura” y el otro, añadiríamos nosotros, la promoción de la ciencia, la tecnología y la innovación.

 

Riohacha, marzo 30 de 2012

 

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