Por Giovanni Décola.-La abeja es el insecto más importante de la naturaleza. Albert Einsten, predijo que, si las abejas perecen, a la especie humana, solo le quedarían cuatro años de vida.

Ellas son las responsables de la polinización de más de 25.000 especies de plantas con flores y del 65% de la producción agrícola.

En las dos últimas décadas, las colmenas de abejas, cada una de ellas, compuesta por miles de obreras, unos pocos zánganos y una sola reina,  se han reducido en dos terceras partes a nivel global. La deforestación, las fumigaciones sin control, el avanzado deterioro del medio ambiente, el cambio climático, las instalaciones de redes eléctricas no subterráneas y de antenas de todo tipo, han mermado su número a niveles realmente alarmantes.

La apicultura hasta hace 25 años era un negocio rentable. La miel, el polen, la jalea real, el propóleos, la cera y hasta su veneno denominado apitoxina, se obtenían en cantidades considerables y rentables. Hoy, ni lo uno ni lo otro.

El apoyo de los gobiernos a los apicultores ha sido insuficiente e inocuo para salvarlos de una crisis que ellos no provocaron y que los arruinó. Los esfuerzos por sacar adelante el proyecto de ley 176 de 2017 de cámara, por medio de la cual se reglamenta la protección de las abejas, solo ha pasado el primer debate, mientras ellas agonizan y los apicultores empobrecidos cambian de oficio.

Colombia es un país agrícola por excelencia, y la extinción de las abejas, sería fatal, no solo para nuestros apicultores, sino también para nuestros campesinos, y como no, para los colombianos, que al tener que importar muchas de nuestras frutas y verduras, el aumento de sus precios, lastimará nuestros maltrechos bolsillos.

Tuvo que haber un ataque reciente de estos valiosos insectos en una manifestación del Senador Alvaro Uribe, a varios de sus simpatizantes, para que Colombia se acordara de quienes nos dan la dulce miel.

En una de las más de las tantas versiones de la biblia en español, encontré en Deuteronomio 7:20, lo siguiente: "Jehová, tú Dios, mandará abejas contra quienes abusen del pueblo, y los que escapen de mi presencia, los avergonzaré a causa del pánico". Seguramente, las abejas se politizaron y saben con certeza a quien hay que derrotar.

Uribistas acusaron a los petristas de atentados bioterroristas con abejas “castrochavistas”. Petristas celebraron que las abejas hallan descubierto “su paraco”. Una elección donde no ganarán Duque ni Petro, sino el antiuribismo o antipetrismo.

Como Apicultor, solo confío en que el próximo 17 de junio, la gente OBRERA de Colombia, derrote a los ZÁNGANOS, que quieren seguir siendo dueños de la dulce miel que no han trabajado, y de esa manera evitar que la corrupción, se perpetué como la REINA de todos los males de nuestra COLMENA llamada Colombia.

Si los Zánganos resultan ser más, al igual que ocurre con la Colmena, ésta pronto perecerá. No quiero que ocurra lo mismo con la República.

Para definir nuestro voto, basta con revisar la lista de adhesiones que han tenido cada uno de los candidatos. Ya no se trata de la paz o la guerra, sino de Salvar la Democracia o resignarnos a que un enjambre de corruptos, se adueñe del país.

Iván Duque no es el problema, sino su patrón y esa nefasta alianza de intereses tan disimiles como nauseabundos. Si fueron corruptos los ocho años de Gobierno de Uribe, en el cual solo tenía alianza con los conservadores, no me quiero imaginar esa rebatiña de miel, puestos y contratos ahora que se sumaron los de Cambio Radical, la U, lo que queda del Partido Liberal, y otros especímenes más.

No creo tampoco que Gustavo Petro solucione en cuatro años, los graves problemas que azotan a Colombia hace 200 años. Pero sería un tanque de oxígeno enorme para salvaguardar el remedo de Democracia que nos queda.

Sería, un tatequieto a esa clase política que ya no se ruboriza, a la hora de unirse, para repartirse el botín.

Llegó la hora de un verdadero cambio, y es ahora o dentro de 70 años. Y una espera tan larga, ni mi cuerpo ni Colombia la resistiría.

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