Por Giovanni Décola.-Mañosamente los partidos y movimientos políticos le hicieron el quite a las consultas internas programadas legalmente por el Consejo Nacional Electoral, para el próximo 19 de noviembre de 2017, para que éstos escogieran democráticamente a sus candidatos a la Presidencia y Congreso de la República, con excepción del Partido Liberal. 

Pareciera entonces, que el Partido Liberal fuera un derrochador del erario público, al insistir en una consulta interna democrática que le cuesta al Estado más de 45.000 millones de pesos, cuando son precisamente los otros Partidos, quienes irresponsablemente se abstienen de participar de una consulta que debiera ser obligatoria para todos los Movimientos y Partidos Políticos que quieran postular candidatos, y evitar de esa manera conciliábulos y caudillismos en su escogencia; lo cual sería una manera deleznable de presentarlos ante la opinión pública. 

Por ello celebro, que el Partido Liberal mediante el mecanismo de consulta popular, escoja su candidato a la Presidencia de la República y no mediante fórmulas cantinflescas o caudillistas, y peor aún, mediante el sistema de firmas compradas, lo cual resulta toda una vagabundería, cuando se trata de candidatos que efectivamente tienen ya el respaldo de un Partido o Movimiento Político. 

Tiene el Partido Liberal dos excelsos precandidatos: Juan Fernando Cristo y Humberto De La Calle Lombana. Cualquiera, con la identidad suficiente, no sólo de llevar a puerto seguro a la colectividad, sino la liderar una gran coalición democrática donde quepan todos los Partidos y Movimientos Políticos y agrupaciones sociales afines a la paz. 

Juan Fernando Cristo es una víctima de la violencia en Colombia, pero no se presenta como tal. Su padre, médico y senador, fue vilmente asesinado por el ELN. Su hijo tomó las banderas, y desde entonces defiende a las víctimas con ahínco. A él se debe la aprobación de la ley que reconoce a las víctimas del conflicto en Colombia, se les concede la reparación y hasta donde sea posible se les garantiza la no repetición, entre otras leyes de gran envergadura. 

Como Senador y Ministro ha tenido coherencia entre lo que predica y hace. Un Liberal sin mácula. Un estudioso de la cosa pública.  Un hombre de la provincia de Norte de Santander, que conoce todo el país, y que no le es ajeno, el ejercicio del poder, como vehículo para transformar a Colombia. De seguro, tendrá su oportunidad para regir los destinos del país, y su juventud, templanza, experiencia y visión de hombre de Estado, le reservará sitial de honor, en por lo menos, las dos próximas décadas. 

Sin embargo, en esta oportunidad, en donde el país se juega la elección más importante de su historia, mi deseo es que el Partido Liberal esté representado por Humberto De La Calle Lombana, como su candidato único a la Presidencia de Colombia. 

Nadie mejor que él, para garantizar la palabra empeñada del Estado, en hacer cumplir y respetar los acuerdos de paz con la guerrilla más antigua del continente. Una paz, que, si bien es cierto, no es perfecta, al menos es mejor que haber seguido en el absurdo de seguirnos matando como si no fuéramos hermanos. 

Humberto De La Calle es un intelectual de la política y un político intelectual. Es un liberal que no profesa ningún sectarismo, tanto es así, que cuando el candidato de su Partido, según su parecer, no le resulta conveniente para Colombia, ha preferido dar un paso al costado, dejando en remojo sus ideas liberales. 

De la Calle, no solo conoce bien al país y sus instituciones; no en vano, ha sido el ejecutor de la voluntad de los Presidentes, en los dos proyectos más importantes de la Nación en el último medio siglo: La Constitución de 1991 y los recientes acuerdos de paz, sino que además es un hombre que habla con absoluta franqueza y que respeta hasta el más encomiable de sus críticos; valores éstos tan indispensables, para que el nuevo Presidente de Colombia termine la tan abominable polarización que tanto daño le está haciendo a la República. 

Reconozco, que De La Calle, no es de los más encomiables militantes del Partido Liberal, como sí lo es Cristo,  pero ello a estas alturas, resulta más una virtud que un defecto. Virtud que le servirá para atraer y hacer volver a ese ejército de liberales que se apartaron del Partido, unos porque no soportaron actos de corrupción de algunos de sus dirigentes, otros porque el Partido dejó de ser el verdadero intérprete de los intereses del pueblo irredento y otros, ante la falta de oportunidades que le permitieran exponer de mejor manera, sus convicciones políticas. Por algo a De La Calle, hoy lo acompañan nuevas figuras del liberalismo, como el actual representante y seguro Senador Mauricio Gómez Amín, o viejas figuras que hoy regresan  como el exministro Arturo Sarabia. 

Tenemos claro, que hoy en día, ningún Partido elije en solitario, al Presidente de Colombia. Siendo así, entre Cristo y De La Calle, confío en que a éste último le resulte menos traumático liderar una gran coalición con los Partidos afines a la paz y que unidos puedan enfrentar con creces a la coalición que representará los intereses de quienes quieren perpetuar la guerra, el odio, el hambre, y que solo pretenderían hacer trizas los acuerdos de paz, para volver a la política del desplazamiento forzado, que tantos nuevos ricos dejó en sus huestes, volver a los falsos positivos, que encopetó a algunos militares corruptos, o a la política agraria que ferió recursos a ricos del campo y reinas de belleza, por solo mencionar algunos de sus más escandalosos resabios. Y cómo no, para enfrentar también una eventual llegada al poder del hombre del coscorrón, que en poco o nada se distingue del jefe del centro democrático, que por cierto, recientemente lo halagó, como presagio de un guiño a un plan B, por si no cuaja la candidatura de sus cinco "buenos muchachos”. 

En todo caso, invito a todos los colombianos a votar este 19 de noviembre en la consulta popular, bien sea por De La Calle o por Cristo, dos excelsos candidatos, y si ninguno le gusta, está en todo su derecho de votar en blanco. 

Recuerda, que lo malo de ser abstencionista, es que al quedarnos sin votar, se permite elegir a los peores gobernantes, así que mi llamado es a participar. 

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