Por Horacio Serpa.La más seria observación sobre la posibilidad de que las Farc  participen en política y tengan la oportunidad de ser Congresistas, Alcaldes y Presidentes de la República, es la siguiente: “No es posible que unos tipos se metan a la guerrilla, asalten poblaciones, maten policías, secuestren empresarios y causen daños en general, y por  ocasionar tantos desafueros se les premie eligiéndolos  Senadores. Es injusto, es un atropello a la gente buena, respetuosa de la ley y la autoridad, que nunca pueden llegar siquiera a ser Concejales. Hay que condenarlos por sus fechorías y meterlos a la cárcel”.

Vistas las cosas de esa manera, el planteamiento es correcto. Pero la argumentación no es verdadera. A los miembros de las Farc como a los del Eln, así como a los del M-19, EPL, Quintín Lame y otras guerrillas más, el Estado les reconoció una condición política, es decir, aceptó, como desde siempre lo alegaron los subversivos, que esas organizaciones se formaron e integraron para luchar contra el poder político establecido, al que consideraron represivo, injusto, corrupto y causante de la pobreza, la desigualdad y las faltas de oportunidades para el pueblo.

No es que hace seis meses o tres años se hicieron guerrilleros y ahora se aprovechen de la generosidad del Estado para volverse jefes de la política y del país. ¡No hay tal! Son organizaciones de muchísimos años. Los que las crearon en 1964 murieron en la guerra, de falta de atención médica en la selva, o de viejos, lejos de la familia, de la modernidad, de las mínimas consideraciones que merece la ancianidad. Los actuales farianos son la tercera o la cuarta generación de los fundadores. No se metieron propiamente a la subversión para “a la vuelta de la esquina” encontrar un escaño en una Asamblea Departamental.

Al principio muchos creían que ganarían y se tomaría el poder, como en Cuba y en Nicaragua. Después, lograr el objetivo revolucionario se volvió difícil. En distintos lugares se hicieron Acuerdos de paz, pero aquí se demoró mucho, tal vez por la persistencia de los jefes, seguramente porque el narcotráfico les dio recursos para mantenerse en la guerra, o porque la mala situación del país, la pobreza, la corrupción, les hicieron creer que el día tendría que llegar. Nunca llegó, cada día que pasó fue más contrario a la lucha armada, pero nunca se les derrotó. Por eso la importancia de terminar la paz con la Farc y lograrla con los elenos.

La llamada reconciliación es un alivio para nuestra comunidad. Se está construyendo una jurisdicción para la paz y así evitar la impunidad que siempre reinó en todos los armisticios anteriores. Se van a cambiar las balas por los votos, lo cual es una gran ganancia. 

Algunos de los jefes subversivos irán al Congreso. Ya entregaron las armas. ¿”Pero acaso no cometieron crímenes”?  Sí, vale, pero es para que nunca más vuelva a ocurrir en Colombia tanta desgracia.

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