Por Luis Fernando García Forero.- Después de dos años de un acertado intento de conquistar el fin del conflicto, el proceso se suspendió temporalmente por iniciativa del presidente Santos, a raíz del secuestro del general Rubén Darío Alzate en el departamento del Chocó.

Un acto condenable, pero que deja felices a los enemigos de la negociación en La Habana e intranquilos a quienes queremos alcanzar lo más pronto el inicio de la reconciliación nacional.

Los hechos ameritan un análisis tranquilo y reposado,  que debe ser directamente proporcional a las decisiones de  quienes representan las partes en conflicto, es decir, al Presidente Santos, sus inmediatos colaboradores  y al  Secretariado de ese grupo insurgente.

El secuestro del alto oficial del ejército colombiano, se produce en un momento donde se ha avanzado en la negociación, pese a que desde el primer momento se tuvo claro que el proceso se adelantaría en medio del conflicto.

De llegar a establecerse que realmente son las Farc, los autores de este secuestro, estaríamos frente a un hecho cuestionable desde todo punto de vista, máxime cuando se comprometieron a no seguir secuestrando. Por lo tanto deben dejar en libertad no sólo al general Alzate sino a los soldados y demás personas que tienen secuestradas.

La decisión del jefe de Estado, de suspender las negociaciones, fue el fruto del caso Alzate,  ¿pero, por qué esta decisión no se tomó con la  retención ilegal de los soldados, que en verdad, si lo reconocieron las Farc? ¿Acaso es que sólo es importante el secuestro de un general?

Se sabe que este oficial valluno,  Rubén Darío Alzate,  quien tiene más de 31 años de estar en las fuerzas militares, le ha dado contundentes golpes  en esa región del país a la guerrilla, bandas delincuenciales y al narcotráfico. Ahora lo importante es que el Jefe de Estado le exija a las Farc que lo liberen inmediatamente, no sólo al general Alzate, sino también a los soldados y demás civiles que tienen en su poder, si en realidad fueron los autores de  ese delito.

Es un momento crítico el del proceso, pero no debe ser el florero de Llorente, para echar por la borda el sueño y el anhelo de la gran mayoría de colombianos y que fue ratificado en las urnas al elegir a Santos como Presidente de los colombianos.

Hay que ganarle la partida a los enemigos del proceso de paz dentro de la institucionalidad, pero también, a los enemigos de una reconciliación en las filas de los insurgentes.

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